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martes, 8 de enero de 2008

Nuevo encuentro con la señora elegante ante una taza de café

No sé. He decidido mirarme para comprender mejor mi posición ante el mundo, pero cada vez me desconozco con más fuerza; por eso, quizá, me he releído estos días. Hace tiempo me propuse comprar un Kandinsky con el absurdo afán de denunciar la inconsistencia del arte, cosa que llegó a originar un meme. Al final lo sustituí por una señora elegante ante una taza de café.
A veces uno se pone a dar vueltas a las cosas y la insatisfacción le lleva a cambiarlo todo. El aspecto del blog, por ejemplo, que a unos gustará más que a otros, pero da nuevas posibilidades de lectura. Más entrañable, melancólico y cálido el anterior, por supuesto; más nítido pero aséptico el nuevo. ¿Debería reescribir las entradas o bastaría con reproducir, en un juego de intertextualidad, las palabras y las imágenes una a una en su exactitud para construir un nuevo texto? Es curioso esto: ¿el naranja es más naranja en un cuaderno antiguo o en el formato nuevo de La Acequia? Muchas veces no somos conscientes de estas cosas: los discursos, las creencias, las opiniones, el llanto, si son tan tajantes que dejan de ajustarse al entorno se convierten en extravagancias que nadie cumple por inaceptables o que sólo se cumplen por preceptivas bajo la amenaza del castigo. No matarás, se dice, pero con ese mismo mandato se mata con la espada en la mano: un precepto encadena otro y la lista no suele tener final fácil. Es mejor no matar que el mandato de no hacerlo.
Hace unos meses hubiera creído que mi dama elegante y solitaria sólo se podría ver de una manera, pero ahora, en este nuevo entorno -frío y moderno, como me han dicho: exacto como un cuchillo al dejar el cuerpo abierto en canal sobre la mesa del forense- esta señora se ha dislocado en velocidad y extensiones. Quién sabe dónde está la certeza. Yo no llego a hallarla.

¿Existen las verdades universales? No lo creo, hace tiempo que busco los pequeños pactos y compromisos, conmigo -para salvarme si algún día me encuentro: recordádmelo si me veis por ahí-, con los demás -para aceptarlos-. Por eso, el naranja no es el mismo, aunque lo parezca.


Aclaro para los malintencionados: estas fotos, como la de ayer, no han sido tratadas. Nacieron ya así.

viernes, 20 de julio de 2007

He castigado a mi Kandinsky o por qué prefiero una señora elegante ante una taza de café.


El meme que me remitió el Sr. K. y que cumplí ayer, me ha recordado otro iniciado por Blogófago a partir de mi idea de colgar un Kandinsky en la cabecera de mi cama.


Como estamos en verano y necesitamos refrescarnos y relajar la tensión de otras cosas que me enfadan mucho, os informo de que he decidido castigar a mi Kandinsky por cosas que yo me sé muy bien y que tienen que ver con su tendencia a descentrarse. Lo he cambiado de pared y de su origen horizontal se ha despeñado en vertical. Así quedará, cabeza abajo, hasta que me dé satisfacción plena. Allá Kandinsky con sus cosas.


En su lugar, he colocado una elegante y enigmática mujer sentada ante una taza de café. Espero dialogar con ella durante años, como me hubiera gustado tener alguna conversación con otra mujer de otro cuadro que siempre me ha fascinado.



Y, para que no diga el Sr. K., y en homenaje a su cumplimiento del meme-Kandinsky, en el salón he colgado un gran cuadro de un músico, que pide probarse en la orquesta de los suyos.


Y ya sabéis, este verano La Acequia descansa los fines de semana, así que no hagáis muchas trastadas hasta el lunes y sed prudentes con las ocho cosas que sabemos o no de vosotros.
[N.B.- Los cuadros no están torcidos, que los colgué con nivel: fue la perspectiva al hacer las fotos y mi pereza al no volver a hacerlas.]

sábado, 19 de mayo de 2007

Al fin, Kandinsky (y meme).


Siguiendo el meme convocado por Blogófago a partir de mi decisión de colgar un Kandinsky en la cabecera de mi cama y de mi frustración por no tenerlo todavía, hoy os comunico con gran alegría que ya tengo mi Kandinsky. Espero que Esther y Marcos ya no vuelvan a decir que mi vida necesita un giro de color. He de reconocer que me ha salido un poco más barato que los 54 millones de euros del Rothko, pero que, aunque la fotografía no le haga suficiente mérito, cumple de sobra con su objetivo.
Al colgarlo (creía que las paredes de mi casa estaban más rectas), me acordé de la parodia de Miró que hacían en una obra de Els Joglars, Olympic Man Movement (1981), que yo vi en aquel año en un sitio muy apropiado: el Polideportivo de la Huerta del Rey de Valladolid. Como veréis en el enlace, se trata de la "Escena Miró", en la que un grupo de jugadores de fútbol americano-patinadores pintan un Miró. Aquella escena provocaba sonrisas entre el público más "entendido", aunque dudo de que fueran las mismas que buscaba Boadella. A Miró no creo que le molestara la escena en el sentido en que esas sonrisas parecían querer comprender. Esa escena me sirvió durante mucho tiempo para reflexionar con mis alumnos sobre las características del arte moderno/postmoderno. No sólo la pintura o el teatro, sino sobre la cultura contemporánea. Hoy debo recurrir al enlace a Internet, porque la obra ya está fuera del imaginario de mis alumnos, puesto que la mayoría han nacido después de la fecha en la que se representó.
También me ha servido para reflexionar sobre mi propia evolución posterior. En aquellos tiempos de movida y juventud, hubiera puesto este Kandinsky o algo similar, pocos años después, no. Hoy he vuelto a optar por él. Bueno, no sólo yo, puesto que se encuentra en muchas tiendas de decoración. ¿Será verdad que se descumplen años a partir de los cuarenta y tantos?

viernes, 18 de mayo de 2007

Todavía no tengo mi Kandinsky.



Como todavía no tengo mi Kandinsky, he decidido comprar dos jarrones. Así, además, querido Blogófago, tapo un poco el naranja, no vaya a ser esa la causa de mi insomnio. Como alguien me ha dicho que el cabecero de mi cama es demasiado masculino, incorporo en la pared contraria dos gatos cuya elección se debe a mi hija Elena. Aun debo decidir los libros de esa estantería.


Además, he colgado una chica japonesa con pluma y cremas en otra parte de la casa...

Como verán los amigos que me solicitaron un giro de color, lo he dado radicalmente. Pero prometo no convertir ahora La Acequia en una guía de decoración.

Lamentablemente, en estos días no tengo demasiado tiempo para hacer entradas largas y, como ya sabéis, este blog no quiere entrar en la campaña electoral hasta que esta no se eleve un poco.
[Tengo una montaña de cosas pendientes que me roban el tiempo, pero prometo entrada más a tono. Considerad esto como las antiguas cartas de ajuste.]


jueves, 17 de mayo de 2007

Me voy a comprar un Kandinsky.


Mis amigos Esther y Marcos insisten en que mis últimas entradas son un tanto melancólicas y me avisan de la posible pérdida de lectores. Como muestra de que estoy dispuesto a llenar mi vida de color (y más hoy por una razón que me callo), he decidido que me voy a comprar un Kandinsky para ponerlo en el cabecero de mi cama. A ello, no lo oculto, contribuye lo asequible que se ha puesto el arte abstracto. Qué demonios, quién no tiene 54 millones de euros a mano... Seguiré informando.
[Prometo entrada más larga. Acabo de llegar a casa después de un largo día.]