Algunos os habéis mostrado sorprendidos por mi afirmación de que la poesía es ritmo y le habéis querido poner palabras que son conceptos: amor, denuncia, emociones, risas y llantos. Quitad el ritmo y sólo os quedará prosa o un ensayo sobre la pasión o sobre la cuestión social. La poesía es ritmo y no otra cosa: ritmo para poner palabras encima, palabras que sólo significan poéticamente porque tienen ritmo. Da igual que pensemos primero el tema o el ritmo: éste predomina siempre. Viento del pueblo de Miguel Hernández se escribió en romance porque era el ritmo del pueblo español de entonces.
Cada estilo, cada tipo de poesía tiene un ritmo propio y todos son válidos: a veces es el acento sólo, en otras ocasiones es el acento más el número de versos y la rima. Podemos tener versículo, ritmo de ideas en el verso libre, ritmo visual en la poesía de vanguardia que ocupa el espacio de la página, tridimensional en la poesía electrónica. Da igual que hagamos un hexámetro, un soneto, un romance, un caligrama, un rap, la letra para una canción pop. Es el ritmo lo que confiere carácter al poema.
A veces el poeta busca el ritmo de la cacofonía o de la modificación del ritmo y si lo hace bien el resultado es inmejorable: un verso de ritmo par descoyunta un ritmo impar si hacemos una silva con endecasílabos y octosílabos. Si no hubiéramos perdido el oído levantaríamos la mirada y diríamos: aquí pasa algo. El poeta inteligente lo hace para subrayar lo que dice: a veces lo dice sin palabras. Como cuando se introduce un párrafo en prosa en un poema en verso libre y rompemos el ritmo sintáctico o ideológico. Como cuando Peret tocaba con la madera de la guitarra en sus rumbas, como cuando mi amigo Diego Fernández Magadaleno ejecuta una pieza para piano con partes del piano que no son las teclas.
Es el ritmo: el poeta debe buscarlo en las palabras, en la sintaxis, en los acentos, en las dimensiones de la página sobre la que se va a imprimir su poema, en la estructura del espacio virtual en el publica en Internet Quien piense que sólo sirve como subordinado a la palabra, debe pasearse por la poesía visual o por la poesía de vanguardia en la que la palabra no dice nada. Jorge Guillén, aparte del ritmo interno de sus poemas, buscaba la arquitectura del poema en la forma en la que se imprimían sus libros: no respetarlo es matar su ritmo.
Eso sí, no olvidemos que parte del ritmo es el silencio: y que colocar los silencios en un poema es la dificultad más grande para el poeta.