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sábado, 7 de noviembre de 2020

XIII Semana de Estudios Románticos y otras novedades de Valladolid Letraherido

 


En el programa Valladolid Letraherido nos hemos propuesto resistir todo lo que podamos los embates de la pandemia causada por la COVID-19. Las medidas que se toman en todos los países para intentar reducir su alcance y, especialmente, evitar el colapso de las estructuras sanitarias, afectan a muchos negocios, que han tenido que cerrar las puertas o limitar su actividad. Muchas personas han perdido su empleo y sus pequeñas empresas, otras tienen grandes dificultades económicas. Uno de los sectores afectados de manera severa es el de la cultura y, por eso, en la medida en la que podamos, no vamos a cerrar nuestras actividades de promoción del mundo del libro. Seguimos programando presentaciones de novedades y otros actos, como los encuentros con autores y homenajes a figuras relevantes de nuestro entorno. En algunos casos hemos tenido que aplazar porque se ha impuesto un confinamiento perimetral que impedía que el autor del libro se trasladara a Valladolid o por algún problema de salud. Me siento en la obligación de actuar de esta manera cuando veo que ya no se hacen actos de este tipo casi en ninguna parte porque las medidas adoptadas por las autoridades o el temor los impiden. Soy de los que piensan que hay que vivir con responsabilidad, pero no con miedo. Por fortuna, en Valladolid Letraherido contamos con una infraestructura y un estricto protocolo sanitario que lo permite (desinfección de la sala, aforo limitado, higiene de manos, mascarilla obligatoria, entrada y salida del acto ordenadas, etc.) y, para compensar la limitación de aforo, como saben los que nos siguen de forma habitual, hemos comenzado a emitir en directo los actos a través del canal de Facebook de la Casa Zorrilla, lugar en donde se almacenan las grabaciones para la consulta posterior de los interesados. Nos ha sorprendido favorablemente la buena recepción de esta iniciativa, que no ha quitado presencia en la sala.


Como ejemplo de que no contemplamos dejar de organizar actividades, tenemos abierta en la Casa de Revilla, hasta el 29 de noviembre, la magnífica exposición en la que se muestran las xilografías que José Noriega ha realizado para la novela Las ratas de Miguel Delibes, uniendo en ese espacio el buen hacer de Noriega con el homenaje al novelista en el centenario de su nacimiento. En el programa de este mes, tendremos la presentación de novedades editoriales (Algunas historias no sirven para escribir canciones de amor, el libro de relatos de José Ignacio García, que tuvimos que aplazar en septiembre por lluvia; Stuka, la novela histórica de Carlos Fidalgo, Premio Letras del Mediterráneo 2020), un encuentro con el poeta Arcadio Pardo, Premio Castilla y León de las Letras, un homenaje a Ángel de María de Pablos, el ahijamiento del poeta Luis Marigómez, al que acompañarán sus padrinos Angélica Tanarro y Jorge Praga, etc.


También anuncio dos novedades que me emocionan singularmente. En primer lugar, organizamos la instalación poética audiovisual de Javier García Riobó, del 28 de noviembre al 9 de diciembre, que tendrá lugar en la Sala Narciso Alonso Cortés de la Casa de Zorrilla con un montaje especial e innovador. En alguno de los pases se contará con la voz en vivo de Eva Moreno. Y la segunda, la preparación del regreso del pianoforte que fue propiedad de José Zorrilla, donado por su viuda. Cumpliendo un viejo proyecto impulsado por Paz Altés, Víctor Javier Martínez López lo ha restaurado y regresa a la Casa de Zorrilla, para lo que se está organizando algo muy especial.


Por último, la semana que entra celebraremos la XIII Semana de Estudios Románticos, unas jornadas que se han consolidado ya en el calendario de estudios sobre nuestro siglo XIX.

La Casa de Zorrilla organiza una nueva edición de la Semana de Estudios Románticos, ciclo dedicado al movimiento literario del siglo XIX en el que se forjó la personalidad y la obra del escritor vallisoletano José Zorrilla. Se inscribe dentro del programa Valladolid Letraherido de la Concejalía de Cultura y Turismo, marco de referencia de la actividad literaria de la ciudad. 

En esta ocasión lleva por título genérico La prensa periódica en el siglo XIX. Es conocida la relación de José Zorrilla con la prensa periódica: perteneció a varias redacciones que contribuyeron a asegurarle una forma de vida y las relaciones personales adecuadas y gran parte de sus obras se publicaron en los periódicos en español más importantes del momento. Todo ello ayudó a la divulgación de sus escritos y a su gran popularidad. Por otra parte, el siglo XIX es el siglo del periodismo, que se convirtió en un instrumento fundamental para la modernización del país y para el debate estético, político y social. Todas las grandes cuestiones del siglo fueron debatidas en la prensa periódica, que sirvió de portavoz de los grandes sectores políticos y como herramienta eficaz de creación de la opinión pública. 

Todas las conferencias se celebrarán en la Sala Francisco Cossío de la Casa Revilla de Valladolid a las 19:30 h. La entrada es gratuita hasta completar el aforo.

  • Martes 10 de noviembre. Celso Almuiña (Catedrático emérito de Historia Contemporánea, Perodista y Presidente del Ateneo de Valladolid). La prensa en la difusión del Romanticismo.
  • Miércoles 11 de noviembre. Ana María Velasco Molpeceres (Universidad de Valladolid y periodista). Moda y prensa: realidades e ideales en la España del XIX.
  • Jueves 12 de noviembre. Francisco Cánovas Sánchez (Historiador, Universidad Complutense de Madrid). Tendencias culturales y artísticas en la crisis de fin de siglo. A causa del confinamiento perimetral de la comunidad de Castilla y León, se realizará por videoconferencia en directo.
  • Viernes 13 de noviembre. Carmen Yolanda Arencibia Santana (Catedrática emérita de la Universidad de Las Palmas de Gran Canarias). Galdós: El periodismo como taller y como instrumentoA causa del confinamiento perimetral de la comunidad de Castilla y León, se realizará por videoconferencia en directo.

Las normas decretadas para evitar la extensión de la pandemia debida a la COVID-19 impiden la celebración de uno de los actos rituales de esta Semana, la representación de las escenas del cementerio  del drama Don Juan Tenorio de José Zorrilla en los cipreses del jardín de la Casa. Hemos buscado otras ubicaciones cercanas en las que fuera más fácil permitir la distancia obligatoria entre los espectadores, pero nos ha sido imposible. Seguro que el próximo año todo volverá a la normalidad.

Todos los actos podrán seguirse en directo en la página de Facebook de la Casa de Zorrilla, en donde se almacenarán las grabaciones para su consulta posterior.

lunes, 2 de noviembre de 2020

Así conocí a Delibes

 


Posiblemente, Miguel Delibes haya sido el último de los grandes escritores españoles que ha generado un consenso amplio de admiración por parte de los lectores y respeto de la crítica literaria. Su posición en la historia de la literatura española es muy sólida y definitiva y un puñado de sus libros siguen vendiéndose con regularidad en las librerías.

Sin duda, su vigencia se ve favorecida por las versiones cinematográficas de sus novelas. Desde que se estrenara El camino (1963), la película dirigida por Ana Mariscal basada en el libro de igual título de Delibes, las adaptaciones de sus obras han sido frecuentes, aunque irregulares en calidad, pero en ese listado se halla Los santos inocentes (1984), dirigida por Mario Camus, de tan extraordinaria calidad, que fijará para siempre al cine el nombre del narrador, buen cinéfilo, por otra parte. No debe olvidarse tampoco Función de noche (1981) de Josefina Molina, que juega con la versión teatral de Cinco horas con Mario. Miguel Delibes ha gozado también de buena suerte en las adaptaciones teatrales de sus obras: la mencionada Cinco horas con Mario, estrenada el 26 de noviembre de 1979, se ha convertido en un clásico de la escena española, gracias sobre todo a Lola Herrera y la dirección de Josefina Molina, pero no conviene olvidar las adaptaciones de La hoja roja (1986), Las guerras de nuestros antepasados (1989) ni Señora de rojo sobre fondo gris (2018), tan extraordinariamente encarnada por José Sacristán.

La mejor prueba de que un autor sigue de actualidad es que los lectores se acercan a sus libros, como le ocurre a Miguel Delibes diez años después de su fallecimiento y veintidós desde la publicación de su última novela, El hereje, que ha ido creciendo en importancia en este tiempo. En su día, Miguel Delibes suscitó tanto interés en los lectores, que la colección completa de sus títulos se encontraba en miles de hogares españoles de toda condición económica e ideológica y alguno de sus personajes se instalaron en la memoria colectiva, como los protagonistas de El camino, Diario de un cazador, Las ratas, Cinco horas con Mario, El disputado voto del señor Cayo, Los santos inocentes o El hereje.

Durante el pasado confinamiento, Paz Altés, directora del Centro de Publicaciones del Ayuntamiento de Valladolid, tuvo la feliz idea de abrir las redes digitales municipales a una espontánea colaboración de quienes quisieran dejar constancia de cómo conocieron al escritor. La pandemia había dificultado el arranque de los actos que lo homenajeaban con motivo del centenario de su nacimiento y esta iniciativa llenó ese hueco con la complicidad de los lectores de Delibes. Desde el 14 de abril hasta el 30 de mayo, participaron con sus textos todo tipo de personas, desde los ciudadanos de a pie hasta reconocidos artistas, periodistas, biógrafos, etc. Aquellas anécdotas se han reunido en el volumen Así conocí a Delibes, publicado por el Ayuntamiento de Valladolid en edición no venal, pero que ha tenido una gran difusión. Son de diversos tipos, algunas muy breves y otras casi un microcuento, pero en todas está presente el respeto que sus conciudadanos tenían con aquel personaje reconocible con el que se cruzaron a lo largo de la vida. Hay textos que nos dan la imagen de la forma de ser del novelista como en la anécdota que abre el libro, en la que Ramón Abril cuenta el descenso en el ascensor del Hospital Clínico con el cadáver del pintor Eduardo García Benito, que acababa de fallecer, pero también son reseñables los testimonios de aquellos que aunque no lo conocieron jamás en persona lo tenían presente en su universo personal como lectores.

Este libro es un homenaje de quienes lo conocieron, de una manera o de otra, pero también el testimonio para próximas generaciones de la popularidad de un escritor que durante décadas fue una presencia constante en las bibliotecas personales de tantos españoles.

Por razones personales, no pude participar en su día en la iniciativa, a pesar de haber sido expresamente invitado a hacerlo. Vaya aquí mi testimonio.

Conocí a Miguel Delibes siendo un chaval. Yo debía andar por los diez u once años y acompañaba a mi padre, que repartía unos libros recién editados por José María Luelmo, empresario y poeta de Valladolid del que ya he hablado en este espacio y del que mi padre fue chófer durante décadas. Si no me falla la memoria, debía ser hacia la Navidad porque había una tradición entre los escritores de aquellos tiempos de imprimir pequeños libros, folletos y postales personalizadas, en edición de autor, para felicitar las fiestas y el Año Nuevo a sus amigos. Mi padre debía dejar el envío en portería, pero Miguel Delibes salía o entraba en aquel momento, no logro recordarlo y cuando oyó que era él el destinatario, reclamó el sobre, agradeció la entrega con pocas palabras y se marchó presuroso, no sé si hacia adentro o hacia afuera. Este es Delibes, el escritor, me dijo mi padre. Supongo que no prestó atención en aquel niño que era yo, pero a mí me pareció un hombre muy alto, delgado y hacia adentro. Desde entonces y hasta su fallecimiento, me crucé varias veces con él en sus paseos y en actos culturales y académicos de Valladolid. No crucé con él más que alguna fórmula de cortesía y unas frases sobre sus obras, y no se me ocurrió molestarle jamás interrumpiendo sus paseos decididos por el Campo Grande, como hacían algunos sin saber que Delibes se protegía de su popularidad y pesaba en oro aquellos paseos en los que disfrutaba de ver cambiar las estaciones en el famoso parque vallisoletano. Tenía derecho a hacerlo. Una de las últimas veces que lo vi, de lejos, caminaba por la calle Miguel Íscar, ya muy enfermo y acompañado por una de sus hijas. No era ya aquel hombre tan alto que imaginé de niño, pero yo ya era consciente de que estábamos despidiendo a uno de los grandes narradores españoles de su siglo.

miércoles, 14 de octubre de 2020

Las ratas (Miguel Delibes). Xilografías de José Noriega

 


En el programa Valladolid Letraherido organizamos y acogemos lo que creemos será uno de los grandes actos de homenaje al escritor vallisoletano Miguel Delibes con motivo del centenario de su nacimiento. El editor, grabador, pintor y escultor José Noriega (Valladolid, 1948) nos propone su interpretación de Las ratas, una de las obras más importantes del novelista. Ya es conocido que la obra de Delibes, publicada en enero de 1962, condensa gran parte de la visión del autor sobre el mundo. Sin duda alguna, se trata de una de las novelas más leídas e importantes de la literatura española del siglo XX. La novela, que mereció el Premio Nacional de la Crítica de aquel año, sigue vigente y actual hoy en día, tanto por el tema como por su estilo. En ella, a través de la historia del niño protagonista, el Nini, se enfrenta al lector con la violencia que ejerce la estructura social de arriba abajo, vertebrando toda una forma de actuar de la sociedad, que resulta más dura con los más débiles, la relación de los seres humanos con la naturaleza, la falsa dualidad entre progreso y campo (muy propia de la manera de entender el mundo por Delibes)  y el inicio de la despoblación de las tierras castellanas. Es una novela dura, en la que se pone de relieve la inteligencia y bondad natural del Nini, su manera de comprender la naturaleza, en un mundo que camina con agresividad hacia otros valores.

La exposición muestra las 17 xilografías con las que José Noriega ha interpretado cada uno de los capítulos de la novela para una edición no venal publicada por el Centro de Publicaciones y Programas de Promoción del Libro de la Fundación de Cultura del Ayuntamiento de Valladolid. Una cuidada edición de tan solo 250 ejemplares numerados y firmados por el artista al cuidado del editor Fernando Carrión. Como también se exponen los tacos xilográficos correspondientes, los visitantes podrán tener entera noticia de la precisa forma del trabajo de José Noriega, uno de los más importantes grabadores españoles actuales. Debajo de las piezas se encuentra una cuidada selección de fragmentos de la novela que posibilitan una lectura muy profunda de la misma. De esta manera, la interpretación del grabador regresa al texto del que partió y, leyendo estos fragmentos, la novela es la misma y otra porque en ellos se trasmite una profundidad poética que estaba ya pero no era tan visible. Una poética de la naturaleza castellana, de su gente y del tiempo. Esta exposición nos permite disfrutar de estos tres formatos de la novela (la original, los grabados y la selección de textos) de una manera en la que todo se complementa y crece.

A Noriega la novela todavía le trasmite la impresión que tuvo al leerla por primera vez con "ojos de niño pobre". El color negro de la tinta (un maravilloso negro de una limpieza precisa) en su delicada intervención en el blanco del papel trasmite un querido mensaje de diálogo continuo muy del gusto del artista. No se trata de una mera ilustración de la novela, cosa que no cabe en la concepción artística de Noriega, sino de una auténtica interpretación de cada uno de los 17 capítulos a partir de un motivo central: el círculo que lo contiene todo. En su lectura de la novela, Noriega interpreta que esta figura geométrica contiene la visión que nos trasmite Delibes en Las ratas: es el ciclo de la naturaleza, pero también el de la labor cotidiana del ser humano y de su entera existencia, un círculo compuesto de otros que se integran continuamente y que se suceden los unos a los otros sin interrupción.

El visitante entra en el espacio expositivo desde la intervención de Noriega sobre una vieja manta de lana del ejército español, pieza de una exposición del artista realizada en 1981, que supuso su primer encuentro con Miguel Delibes, en la que el escritor quedó subyugado por la historia que contaban aquellas mantas. En el centro de la sala y en una vitrina se contemplan las muestras de telas de la casa Hijos de F. Sabater de 1961, año en el que se escribió la novela, el color de la época, como dice José Noriega. Este toque de color en la exposición permite contextualizar el proceso de escritura. Un gesto de delicada calidad artística. Finalmente, se proyecta un documental sobre el proceso creativo del artista que no debieran perderse los visitantes para comprender mejor la exposición.

La muestra se expone en la Casa Revilla de Valladolid hasta el 29 de noviembre.

Un consejo cuando visiten la exposición: no dejen de descargarse el folleto explicativo.

miércoles, 23 de septiembre de 2020

Centenario de Benito Pérez Galdós

 


La pandemia por el COVID-19, no debería apartar nuestra atención de otras cosas. Algunos de los actos culturales más esperados este año han sufrido las consecuencias de la epidemia, los confinamientos y las necesarias medidas adoptadas por los gobiernos. El mundo de la cultura -especialmente aquellos profesionales cuyos ingresos económicos dependen de los actos que se han suprimido-, se ha visto muy afectado. En cuanto a lo relacionado con la literatura, la conmemoración de dos centenarios se unían en este 2020 y los festejos correspondientes no han podido ser lo que deberían, pero eso no es del todo excusa porque la primera actividad relacionada con escritores es la lectura de sus obras y esto se podría haber favorecido más con las campañas adecuadas.

El 17 de octubre de 1920 nacía en Valladolid Miguel Delibes, uno de los autores más leídos del siglo XX, cuya estela editorial y la influencia en nuevas promociones sigue vigente. Como se tomó la decisión de retrasar las actividades para hacerlas nacer en torno a esa fecha, en vez de tomarla como la culminación de los actos, volveremos a hablar de Delibes durante los próximos meses.

Unos meses antes, el 4 de enero de 1920, fallecía en Madrid otro de los autores más populares de la historia de la literatura española, Benito Pérez Galdós. Desde su llegada a la capital de España en septiembre de 1862 para estudiar en la universidad, participó en la vida cultural de forma activa. Pronto comenzó a trabajar como periodista y en 1870 publicó su primera novela, La Fontana de Oro. Después vinieron muchos títulos, que le convirtieron en un autor prolífico, de éxito y de gran influencia en el panorama literario español. Sus Episodios nacionales son un cuadro literario de toda la España del siglo XIX. Siendo novelas de apasionante lectura, no dejan de levantar un testimonio de lo ocurrido en el país desde la óptica ideológica de Galdós, que nos da cuenta de la evolución de la revolución burguesa en España desde sus primeros tiempos, en los que toda la trasformación y modernización del país parecía posible, hasta la decepción de lo ocurrido en las décadas siguientes. Los comenzó a publicar en 1873 y la quinta y última serie quedaría incompleta en 1912.

Las novedades editoriales galdosianas de este año presentan un gran interés para los lectores. Se han publicado tres biografías del autor, cada una con sus matices, una reedición muy oportuna y excelente en todo de Galdós novelista, la colección de artículos que le dedicara Clarín, al cuidado de Adolfo Sotelo y otros trabajos apreciables de los que espero dar cuenta aquí.

La intención del programa Valladolid Letraherido que dirijo junto a Paz Altés para la concejalía de cultura del Ayuntamiento de Valladolid es abordar algunas de ellas como homenaje a uno de los grandes autores de nuestra historia literaria. Comenzamos mañana con la presentación de Benito Pérez Galdós. Vida, obra y compromiso de Francisco Cánovas Sánchez (Alianza Editorial) dentro del Circuito literario organizado junto al Instituto Castellano y Leonés de la Lengua. Seguro que resultará interesante para todo el público este acercamiento a Galdós. (Detalles en la imagen del cartel que encabeza esta entrada.)

jueves, 23 de abril de 2020

El día del libro y el morado comunero


Hoy las redes sociales se han llenado de la generosidad de todos para celebrar el día del libro en unas circunstancias tan especiales como las que vivimos. Yo mismo he colaborado en varias iniciativas. Con el Instituto Castellano y Leonés de la Lengua he participado en un homenaje a Miguel Delibes con motivo del centenario de su nacimiento, presentando su figura y analizando uno de los textos más radicalmente actuales de este autor, su discurso de ingreso en la Real Academia en 1975, junto a mis colegas Carmen Morán y Natalia Álvarez (puede consultarse aquí), y un diálogo vivo e interesante con los ganadores del Premio de la Crítica de Castilla y León de este año, José Luis Alonso de Santos y Pablo Andrés Escapa (aquí); a Miguel Delibes también se le ha homenajeado desde el Ayuntamiento de Medina de Rioseco, con la lectura de fragmentos de sus obras y yo he seleccionado la parte del mencionado discurso que me ha parecido más emotiva y personal (aquí); a petición del escritor y promotor cultural José Ignacio García, he mandado un fuerte abrazo y un libro a la buena gente de Portillo, en una iniciativa del Ayuntamiento de esta localidad (aquí); he apoyado la campaña de la Asociación de libreros de Burgos recomendando la lectura del poemario Material de contrabando de José Gutiérrez Román, estupendamente editado por Difácil (aquí); también he compartido la lectura del famosísimo fragmento 7 de Rayuela de Julio Cortázar con la emisora municipal de Ayamonte, gracias a mi querido amigo José Luis Rúa y los Poetas del Guadiana. Además, he compartido públicamente algunos vídeos dedicados a mis alumnos en los que explico la narrativa cervantina (pueden verse en mi canal de Youtube, aquí). Ha de recordarse que este día del libro se celebra el día 23 de abril porque se creía que en esta fecha falleció Miguel de Cervantes, cosa que la investigación ha desestimado. Cervantes murió el 22 y fue enterrado tal día como hoy. En todo caso, ha sido un día del libro intenso, como nunca lo había vivido. Posible gracias a la tecnología actual, que nos acerca a todos los lugares y nos permite conversar con tanta gente querida.

Ahora solo es necesario un nuevo paso: no abandonar el impulso, apoyar la cultura en los duros tiempos que se avecinan de crisis económica gravísima en el sector y comprar en las librerías de toda la vida.

En Castilla y León hoy ha sido fiesta. Se rememora la derrota en la batalla de Villalar de 1521, en la que las tropas comuneras fueron vencidas por las del emperador Carlos V y ejecutados inmediatamente Juan de Padilla, Juan Bravo y Francisco Maldonado. Cada vez está más clara la importancia de la Guerra de Comunidades y lo que supuso para la historia moderna no solo española sino europea. Como en todas las cosas de la vida, su significado es más complicado de lo que parece y por eso ha podido analizarse como la última revuelta medieval o la primera revolución moderna, pero la trascendencia de lo que ocurrió es innegable. Lo cierto es que a partir del siglo XIX se recuperó como un símbolo de la libertad frente al absolutismo por los sectores progresistas del liberalismo y algunas sociedades secretas. De aquella época parece venir la sustitución del rojo carmesí de las banderas por el morado con el que identificamos hoy el movimiento. La recuperación de los comuneros en los años setenta tuvo un claro significado antifranquista, de lucha frente a la dictadura de Franco y su intención de continuismo, y fue la seña de identidad castellana para proclamar la libertad y la igualdad. De allí me viene mi sentimiento comunero. Un sentimiento que no es nacionalista, sino todo lo contrario, porque hace mucho que aprendí a amar el terruño propio para admirar todos los ajenos sin jerarquizarlos ni excluirlos. No debe haber un nosotros frente a un ellos. El extraordinario poema del berciano Luis López Álvarez que relataba los hechos alcanzó pronto la condición de cantar de gesta musicado por el Nuevo Mester de Juglaría y para muchos es parte de la memoria personal y colectiva. Es mi caso. 

Así que me he imaginado en la campa de Villalar, añorando el horizonte abierto de mi tierra. Y en casa lo hemos celebrado con una tortilla de patata y vino.

Cuando ha anochecido, hacia la Peña de Francia, el día se ha puesto tan hermoso que solo por eso ya ha merecido la pena.

martes, 4 de diciembre de 2018

Un poema de amor o cómo hoy me reencuentro con Ildefonso Manuel Gil

 

Hoy, un impulso me ha llevado a la estantería en donde conservo, como un secreto placer, los libros de Halcón, la colección de poesía del Valladolid de la postguerra que compré en la venerable librería Relieve, con sacrificio económico, en mi época de estudiante universitario. Halcón nació como revista en la tertulia que sostenían Luis López Anglada y Manuel Alonso Alcalde en el desaparecido Café Bar y Restaurante Cantábrico (calle Santiago, esquina Plaza Mayor), a los que se sumó pronto Arcadio Pardo por iniciativa de Narciso Alonso Cortés, catedrático de lengua y literatura del Instituto Zorrilla en el que estudiaba. Cuatro nombres que asombran vistos dese hoy, a los que se incorporaron otro catedrático de literatura, Fernando González, purgado por el régimen de Franco por ser republicano, y Miguel Delibes, que se limitó a poner a disposición de la revista lanzada por sus amigos el recién obtenido carnet de prensa, precepto legal para que se pudiera publicar. Los trece números de la revista vieron la luz desde 1945 hasta 1949. Antonio Merino fue el autor del extraordinario dibujo del halcón que figuraba al frente de cada número. Este halcón se encontraba también en la portada de la colección de libros de poesía, que se publicó desde 1946 hasta 1950. Fueron un total de dieciocho títulos, todos ellos memorables, de autores como Rafael Montesinos, Luis López Anglada, Rafael Morales, Arcadio Pardo, Gabriel Celaya, Manuel Alonso Alcalde, Victoriano Crémer, etc. Solo la desidia que impera en las cuestiones culturales de este país puede haber hecho que muchos de ellos hayan caído en el olvido en las últimas décadas y que sean absolutos desconocidos para tantos poetas jóvenes actuales (tan viejos ya) que deberían sentirlos como afines en tantos sentidos. Muchos deberían hablar y escribir menos -o hacerlo con más humildad- y leer más: se sorprenderían de lo que es compromiso en tiempos difíciles y encontrarían en aquellos versos cosas cuyo hallazgo se adjudican por ignorancia. Incluso por las mismas calles que conocieron los promotores de Halcón. Cuánta soberbia hay en la ignorancia.

La mano me llevó hacia el número 9 de la colección, El corazón en los labios (1947), del zaragozano Ildefonso Manuel Gil (1912-2003), también represaliado por la dictadura franquista. Tuvo que marchar al exilio en 1960 y no regresó definitivamente hasta 1983. El libro se estructura en seis partes: Homenaje a los románticos (este largo poema ya había sido publicado en la revista Literatura, que dirigiera el propio poeta y al reproducirlo en el libro vuelve a dedicarlo, significativamente, "al gran poeta ausente", Juan Ramón Jiménez), Cinco poemas de amor (dedicados a su esposa, Pilar Carasol), Juegos (sobre la necesidad del juego en el ser humano y la retórica como juego poético), Presencia (a su madre muerta), La soledad esperanzada (dedicado a su amigo, Ricardo Gullón) y Silbo en silvas del terror (esta última compuesta por un solo poema, dedicado al poeta Fernando González, en el que recuerda la experiencia trágica de la prisión en el Seminario de Teruel y la muerte de los compañeros, del que hablaré otro día puesto que es uno de los poemas más valientes publicados en la primera postguerra: buscábamos la suerte / de retrasar un día nuestra muerte). 

La mano es sabia, claro, y me llevó hasta un poema de amor de los cinco que dedica a su esposa. ¿Cuánto hacía que no leía este poema?  ¿Veinte años? Qué sorpresa encontrarlo hoy, tan recién hecho. Qué hermosura más sencilla la de la pareja de amantes paseando en el pinar:

Caminaré a tu lado por la verde
vereda del deseo, entre los pinos
recién mojados por la suave lluvia
que cuelga de la tarde sus tapices
sutilmente tejidos de alegría.

   El monte nos dará sus claridades
bajo cuya verdad las cosas tienen
el gozo de sentirse entre sus límites
exactos y seguros.
                              Hondo aliento
de la vieja ternura de la sangre,
latiendo sobre un mundo sólo de ella,
que es todo para ella, razón última
de su existir sereno y luminoso.

Para después sorprender la armonía entre el ser humano y el paisaje:

   En el paisaje que la lluvia afina
hay un candor humano, una pureza
desprendida del hombre, abandonada,
sin que ellos lo supieran, por algunos
que durmieron su sueño sobre el césped
dejándose caer hacia la tierra,
cansados de sí mismos, traspasados
de un amor repentino por las cosas,
por el mundo de afuera, tan preciso.

Y la reacción de los amantes ante tanta belleza sencilla (Nuestros dedos / quieren coger un pájaro / una nube, responder al latido de una piedra, / descifrar el mensaje de la brisa.), para comprender que es imposible atraparla pero queda la llamada del deseo, el impulso para nuevas cosas:

Pájaro, piedra, nube, césped, brisa,
todo eso vive aparte de nosotros,
pero nos llama a abrirnos al deseo
con la misma pureza que la tierra
abre su entraña al beso de la lluvia.

El amor como salvación, como unión con la naturaleza del mundo abierto en herida trágica. Me quedaré un rato más entre las páginas de este libro, que hay que leer entero para comprender bien su ritmo y cada poema. Que venga la noche, mientras tanto.

viernes, 23 de junio de 2017

Como si el pardal mismo no existiera


Discurso pronunciado como padrino en la ceremonia de graduación de la V promoción del  Grado en español: Lengua y literatura, de la Universidad de Burgos (22 de junio de 2017)


Sr. Vicerrector de Cultura, Deporte y Relaciones Institucionales, Sr. Decano de la Facultad de Humanidades y Comunicación, Sr. Coordinador del Grado de español, Sra. Directora del área de Literatura española, queridos alumnos graduados, compañeros, amigos y familiares:


Recuerdo el árbol del amor en el pasado mes de septiembre, agostado tras el verano. Cuando fuimos a visitarlo al inicio del presente curso, en una de nuestras clases, dudé si ya estaba muerto o si aún quedaba la esperanza de que floreciera de nuevo, como el viejo olmo de Antonio Machado. Como él, lo anoté en mi cartera y os pedí que lo recordarais.

Su apariencia era la de un árbol enfermo, en la parte final de su vida. Nos acabábamos de trasladar a las nuevas dependencias de la Facultad y aquellos días lentos con un sol todavía intenso invitaban a dar clase fuera del aula y yo no podía resistirme a vuestras ansias de luz. ¿Os acordáis del humilde árbol del amor, detrás de la antigua capilla, en el jardín trasero de este espacio que fue en su día Hospital Militar y que por fortuna podemos disfrutar nosotros ahora? Floreció en abril, al inicio de la primavera. Sus flores, de un intenso rosa, brotan antes que las hojas y marcan un fuerte contraste con el marrón oscuro y envejecido de los frutos, las legumbres que permanecen en el árbol desde la temporada anterior. La explosión sorprendente del color sabe al renuevo de la luz, a una juventud que exige ser mirada reivindicándose frente al tiempo de invierno. Lo nuevo junto a lo viejo, el color del fruto ya oxidado por el frío y la lluvia y la sonrisa fresca de los racimos de flor. Todo un símbolo de la Universidad. Pero los árboles no saben de metáforas: la naturaleza cumple sus ciclos con feraz perseverancia.

Los expertos hablan del Trastorno por déficit de naturaleza, un término definido por el periodista y escritor norteamericano Richard Louv en su libro El último niño en el bosque, publicado en 2005, en el que denunciaba uno de los males de nuestra sociedad, que tiene varios retos de primer orden que resolver. Entre ellos este, uno de los más graves. Mucho antes, en su Discurso de ingreso en la Real Academia, titulado El sentido del progreso desde mi obra, Miguel Delibes clamaba “contra la brutal agresión a la Naturaleza que las sociedades llamadas civilizadas vienen perpetrando mediante una tecnología desbridada”. Aquel discurso se pronunció en 1975 y desde entonces las cosas no han mejorado.

Nos hemos arrancado de la naturaleza y vivimos en un entorno cada vez más artificial. En España, en nuestra comunidad, el mundo rural se ha despoblado. Las cifras nos hablan de niveles demográficos propios de una zona desértica. Ya ni siquiera se vuelve al pueblo en verano como antes porque aquellos pueblos han sucumbido al abandono, a la desidia y no ofrecen las comodidades que exigimos. Una de las novedades editoriales de mayor éxito del año pasado fue La España vacía, del escritor Sergio del Molino. Aunque no estemos de acuerdo con algunos puntos de su análisis, el término que acuña brillantemente en el título nos define con exactitud el país. En efecto, hemos vaciado España abandonando el mundo rural al no saberlo apoyar en infraestructuras y servicios adecuados, convirtiéndolo solo en lugar de esparcimiento para seres urbanos que piensan que una excursión de fin de semana por el campo es lo mismo que pasear por un parque temático. Parece imposible un progreso que sea respetuoso con nuestros pueblos y que evite la desertificación de nuestras zonas de interior promoviendo su desarrollo y conservando la naturaleza de su entorno.

No sabemos cómo se llaman los árboles que nos encontramos ni las aves que vemos ni las flores silvestres que llevan todas las sorpresas de color mucho antes de que definieran los matices los sistemas universales de identificación y clasificación de los colores. No he visto rosas, morados, azules, amarillos o blancos mejores que en mis paseos por el campo.

No es solo que ignoremos los nombres. Como estudiantes de filología sabemos lo grave que es no saber nombrar algo, decir, por ejemplo, pardal y no saber que hablamos de un gorrión común. Es como si el pardal mismo no existiera. O ver un gordolobo en el yerbal que encontramos al salir de clase y no saber que se llama así al verbasco, esa planta con roseta basal de tacto de terciopelo a la que cada dos años le crece un largo tallo que se llena de un racimo de flores amarillas, como me enseñó a apreciarlo el naturalista Raúl Alcanduerca en una dehesa salmantina, entre zarzales llenos de moras, pozas de agua y encinas centenarias.

No es solo que ignoremos los nombres de la Naturaleza, es que tenemos con ella una relación problemática que viene de viejos conceptos ya superados como el conflicto entre civilización y barbarie o la expansión de un progreso basado casi siempre en la voracidad de los imperios y de las naciones y en las presiones financieras, que no suelen pararse a comprobar las consecuencias que tendrá para las generaciones posteriores la agresión a la naturaleza, de la que nos solemos creer dueños en nuestra soberbia. La literatura universal está llena de ejemplos que intentan justificar la destrucción de los entornos naturales para la consolidación de una forma de vida centrada en el desarrollo industrial y tecnológico, en la expansión de un modo de vida urbano y consumista.

En las ciudades nació la democracia y la libertad del ser humano como individuo, pero solo cuando estas eran refugio y sabían convivir con el entorno natural. En las últimas décadas hemos urbanizado los bosques, las playas, las sierras y por ello nos hemos creído legitimados para destruir otros bosques, otras playas, otras sierras. No miremos lejos: hace pocos años, en España, un gobierno declaró urbanizable todo el territorio, se cambió la ley de costas para que el cemento llegara a pocos metros del mar y todavía hay que explicar que una depuradora de aguas residuales no es un gasto sino una inversión necesaria para evitar la contaminación de los ríos. Aún encontramos voces que no ven problemas en continuar esta destrucción, que no creen alarmantes los síntomas del cambio climático definidos ya en un consenso científico, con el que se bromea fácilmente. Fuera del respeto a la naturaleza y con el tipo de vida que hemos aceptado, nuestras ciudades no serán más el refugio del ser humano frente a las arbitrariedades del poder sino exclusivas colmenas tecnológicas en el medio de un territorio cada vez menos natural, con todas las consecuencias que esto conlleva.

Desde hace unos años, Fermín Herrero, Premio de las Letras de Castilla y León 2014, ha girado su obra poética para asentarla en su pueblo soriano, Ausejo de la Sierra. Sus mejores poemarios nacen allí: Tempero, La gratitud, Sin ir más lejos. Singularmente, La gratitud, una obra maestra de la poesía contemporánea española. Cuando se abren sus páginas, los versos saben a tierra y cierzo. No solo porque hable de una geografía reconocible, de la naturaleza soriana marcada por las estaciones del año, sino sobre todo porque utiliza las palabras apropiadas para hacerlo, las que las gentes usan para nombrar su entorno:

El sol, el acebal, el ventarrón, la bardera
de nubes, los barbechos abajo, los rebollares
de la dehesa, chaparrales, el sotillo junto
al río, las cañadas, los tesos, barranqueras
y roturos, risqueras, herbazales y el tolmo
de la cuesta, sobre el jaral currucas
y tordillos, un aguilucho y un torzuelo arriba
y a mis pies uñagatas y mielgas, entre
aliagas, tobas y romero.

En Fermín Herrero hay todo un pensamiento sobre la naturaleza y la insignificancia verdadera del ser humano, cosa que se echa en falta en la mayoría de los escritores jóvenes españoles, a los que parecen haberles amputado el paisaje natural. Se aleja Fermín Herrero de la soberbia porque es la única forma de salvar el desapego que hemos marcado con nuestro entorno:

Ignoro por completo la naturaleza
de la savia, su pálpito, su sustancia. Cómo
he podido conjeturar tanto de los árboles
sin haberme jamás avecinado a sus entrañas
y aun sin sentir el pulso, la pujanza
o el letargo. Cómo he podido conmoverme
sin averiguar si en el fondo había algo
o sólo en la corteza lo ilusorio, un espejismo
donde regodear mi pensamiento, la torpeza
y el mismo chopo. El mismo chopo. Que es álamo.

Así, hasta integrarse en la naturaleza como un ser que observa de verdad, que observa para comprender de la única forma posible:

Ha caído una helada sorda, con niebla. Entro
en los barbechos. Soy. Los pardales están
contando su manera de vivir la luz. Poder
respirar, mi fortuna, ver cuajar mi aliento. Las manos
enganchadas de frío mientras busco en el invierno
la lucidez. Buscarla y no encontrarla. La dicha
de estar despierto y pleno porque la tierra
no se olvida. Un gorrión en el campo. Así
de sencillo, de neutro, ser. Los álamos junto
a la reguera, cómo han crecido desde entonces.

Hasta el cardo florece, dice en otro verso memorable. Y más allá, nos explica el mejor triunfo del ser humano:

Sé que la fuente está ahí, en el lugar
donde los berros se arraciman, porque procede
de la pureza su vigor. Que no se esconde de noche
ni en lo profundo, que si estuviese limpia se vería
manar el agua hacia la superficie, moviendo
en espiral el limo. Sé que podría quitar
los berros fácilmente y al aclararse el fango
mi vista gozaría a borbotones, al cumplirse
el deseo de posesión. Y de dominio. Sé también
que el cambio, destruye. Que lo que puedes
rechazar, eres.

Saber quedarse solo con lo justo, dice el poeta, que avisa contra la euforia humana:

De qué
le sirve si al salir de casa estuvo a punto
de pisar tres gurriatos caídos del tejado, todavía
en chichotas, latiendo, despanzurrados contra
el suelo. Y oye el canto de la perdiz. Y se pregunta.

Sabemos que la respuesta a esta pregunta es un trabajo más lento, pero llega más lejos, más profundo:

No me verá el plantón de encinas que están
poniendo en la ladera de la loma, pero será
su sombra tan discreta como acogedora, estoy
seguro, y tal vez llegue el día en que guarezca
a mi hijo, o al hijo de mi hijo. Se plantan para
ser amparo, no importa cuándo sino cómo, no importa
el qué, sino hacia dónde. Así mis padres
sembraron cada año, así mis abuelo, y antes
y después. Nadie es más que nadie. Frente al viento
perseverar: la rama. No hay ni aquí ni allá, pasamos.

Ahora comprendemos la razón de ser del árbol del amor. No de cualquiera sino del nuestro, el que se encuentra en el jardín, humilde y casi escondido. Perseverar. Renacer –rosa y marrón, joven y viejo- cada año. Seremos medidos por nuestro respeto hacia este ciclo que nos debería mejorar cada año, una conciencia ética que debería importarnos más que cualquier otro conocimiento, ostentación o medro. 

Habéis estudiado filología, uno de los campos sustanciales de las humanidades y os habéis acercado a la literatura como manifestación artística de las inquietudes del ser humano, a la lengua como vehículo de lo que llevamos dentro y de la comunicación entre los seres humanos. Dentro de unos minutos seréis llamados para imponeros las becas en esta ceremonia de graduación. No tenéis fácil misión a partir de ahora: perseverar, sembrar para que los que vengan detrás siembren frente a los que destruyen las cosechas, perfeccionar la sociedad comprendiendo que el planeta es parte de vosotros mismos, designar las cosas con sus nombres, buscar las palabras que nos ayuden a comprendernos y explicar cómo otros han usado esas palabras denunciando los casos en los que con ellas han querido comunicarnos para apartarnos de la naturaleza del ser humano, dejar que el árbol del amor –qué maravilloso nombre para un árbol- pueda florecer cuando le corresponde, sumando lo mejor de lo antiguo y lo mejor de lo nuevo. Vosotros sois lo mejor de lo nuevo, hacednos mejores a los antiguos.

Gracias.

domingo, 22 de enero de 2017

Miguel Delibes, Cinco horas con Mario. Cincuenta años de historia


Se cumplen cincuenta años de la publicación de Cinco horas con Mario, una de las novelas más conocidas de Miguel Delibes y uno de los títulos más importanes de la narrativa española de postguerra. Este diálogo interior supuso una profundización en la mentalidad de las mujeres de un tipo de burguesía acomodada de la época, llena de contradicciones, presa de una moral y una sociedad que sus integrantes habían provocado y que era, a la vez, su forma de controlar el país pero también una condena a la mediocridad, la insatisfacción y la hipocresía. Delibes contó que después de redactar cien cuartillas de la novela con el personaje de Mario vivo se detuvo y encontró la clave narrativa de la obra: contar la historia desde un largo monólogo de Menchu con Mario muerto, profundizando en la psicología de su protagonista y mostrando con el afán documentalista que le caracterizaba la forma de hablar y pensar de una mujer de ese tipo de burguesía en los años sesenta del pasado siglo.

Esa voz de la viuda es toda una lección técnica que le permitió, además, solventar una de las grandes preocupaciones del autor, la censura. En contra de la opinión de su editor, Delibes temía una paralización de la comercialización de la novela si en ella se hallaba algo opuesto a la opinión de los censores y por eso remitió un ejemplar al censor a pesar de que en esos años ya no fuera necesario. Contando la historia desde la visión más conservadora de Carmen, la viuda, las opiniones que en vida sostuviera el difunto quedaban amortiguadas y a salvo del lápiz del censor. Hasta ese punto tenían que hilar los autores que escribían bajo el franquismo, incluso alguien de la trayectoria de Delibes. Con esta estrategia pudo abordar algo que le preocupaba mucho: la tensión evidente en aquel momento entre un catolicismo conservador aún anclado en el conflicto de la guerra civil y en el afán de controlar la moral social aliándose con el poder político que procedía de la dictadura militar de Franco y otro más tolerante y abierto. El primero lo representaba el personaje de Carmen, el segundo el de Mario. Este, según testimonio del propio Delibes, se basaba en gran medida en el pensamiento de su amigo, el también escritor y periodista José Jiménez Lozano, al que dedicó la obra.

Con este motivo, la Fundación Miguel Delibes y el Ayuntamiento de Valladolid, con la colaboración de la Biblioteca Nacional, han organizado la exposición Miguel Delibes, Cinco horas con Mario. Cincuenta años de historia, comisariada por Amparo Medina-Bocos, que se clausuraba hoy en la Sala municipal de exposiciones de la Casa Revilla de Valladolid pero que podrá verse a partir del 7 de febrero en la Sala de las Musas del Museo de la Biblioteca Nacional. Una exposición honesta, sin más pretensiones que la de homenajear y documentar lo mostrado, pero necesaria e interesante tanto para los lectores de Delibes como para los que quieran conocer una de las páginas más sólidas de la narrativa española del siglo XX. En ella se muestran facsímiles con fragmentos de la correspondencia entre Delibes y su editor, Josep Vergés que ayudan a documentar todo el proceso de edición (es conocido que Delibes guardaba con celo todo lo que se refería a su carrera literaria), junto al contrato con la editorial y al manuscrito de la novela y las ediciones y traducciones que constatan su éxito nacional e internacional, así como las noticias aparecidas en la prensa. Como necesario complemento, se dedica una sección muy completa a la versión teatral de la obra (el monólogo interpretado por Lola Herrera que se ha convertido en un referente del teatro español de la segunda mitad del siglo XX y que está en el corazón de la película Función de noche, la excelente película documental de Josefina Molina estrenada en 1981), y la versión operística de Jorge Grundman.

jueves, 12 de septiembre de 2013

El viaje de los libros prohibidos. Miguel Delibes: El Hereje


Hasta el día 27 de octubre puede contemplarse en la Sala municipal de exposiciones de la Iglesia de las Francesas de Valladolid la exposición que la Fundación Miguel Delibes ha organizado para conmemorar los quince años de la publicación de El Hereje, del autor vallisoletano: El viaje de los libros prohibidos. Esta fue también la causa de la inclusión de este título en nuestro Club de lectura al final del curso pasado y de la visita que realizamos a esa ciudad en julio.

La exposición cuenta con un centenar de piezas más un audiovisual que recrea el Auto de fe relatado en el libro y está a la altura requerida de lo que conmemora. Contribuye a ello, sin duda alguna, el espacio elegido. La antigua iglesia del convento de Las Francesas es un lugar más que apropiado para subrayar y debatir mucho de lo que se expone y mucho de lo que se puede leer en las páginas de la novela de Delibes.

La muestra está organizada en cinco secciones: El viaje de los libros prohibidos (que ilustra el viaje que Cipriano Salcedo hace a Europa para entrar en contacto con los círculos luteranos y, sobre todo, para hacerse con libros que están prohibidos en España), El Valladolid de El hereje (que nos ayuda a comprender el espacio en el que se desarrolla la acción de la novela), El conventículo de los iluminados (una excelente selección que nos pone delante de la realidad antes que de la ficción narrativa), El Auto de fe (piezas que nos sitúan con crudeza pero sin tonos morbosos en la actuación inquisitorial) y El hereje, de Miguel Delibes (sección que parte de los archivos de Delibes, con una muestra de las ediciones de la novela, libros que le sirvieron de documentación y manuscritos del autor con anotaciones para preparar su obra y páginas de la novela).

Las piezas tienen diversas procedencias (Archivo histórico provincial de Valladolid, Fundación Eugenio Fontaneda, Museo Nacional de Escultura, etc.) pero todas ellas son excepcionales. Hay un Caín y Abel en madera policromada que merece una contemplación minuciosa, como la Degollación de San Pablo o el Cristo crucificado de Alonso Berrugete, todo de mediados del siglo XVI. Pero no deben pasar desapercibidos los documentos originales que testimonian lo que sucedió, como el inventario de la casa de Leonor de Vivero, ni los objetos cotidianos como los limosneros de latón, la maleta de la época o el tintero y la escribanía de la Inquisición.

Una exposición que merece ser visitada en su ubicación actual, a pocos metros de los hechos históricos y de los espacios en los que trascurre la acción de la novela, y que ojalá pueda tener continuidad en otras ciudades.

jueves, 5 de septiembre de 2013

Anuncio del Club de Lectura de La Acequia del presente curso y noticias de nuestras lecturas.

En octubre comenzará el nuevo curso del Club de lectura de La Acequia.  En la entrada correspondiente al 25 de julio pasado facilité los títulos del primer trimestre y completo finalmente la lista ahora. Puedo equivocarme en la propuesta, pero lo bueno que tiene un club de lectura es que no es obligatorio y que, a lo largo del tiempo, pueden entrar los títulos que echéis en falta, por lo que os agradezco a lo largo del año todas las sugerencias para otras ocasiones. Es difícil elaborar una lista de lecturas. Incluso estoy dispuesto a cambiar alguno de los títulos por otro si hay una sublevación de lectores...

Octubre: Intemperie, de Jesús Carrasco (Barcelona, Seix Barral, 2013). Ha sido la gran revelación del año en la narrativa española.
Noviembre: La estafeta romántica, de Benito Pérez Galdós (es el nº 26 de los Episodios Nacionales, Tercera Serie; además de en las ediciones completas de los Episodios, podéis hallarlo en Madrid, Alianza Editorial y, en versión digital, aquí). Tenía ganas de volver a leer alguno de los Episodios Nacionales de Galdós que devoré cuando era joven. Y he elegido uno de los menos conocidos precisamente por ser tan diferente al resto de ellos.
Diciembre: Todo lo que era sólido, de Antonio Muñoz Molina (Barcelona, Seix Barral, 2013). El último libro de uno de los autores imprescindibles de la literatura española de las últimas decadas. Lo elijo por tratarse de un ensayo, género que hasta ahora no habíamos introducido en el club de lectura, pero un ensayo que no consiste en una abrumadora indagación erudita sino una profunda introspección sobre lo que ha pasado en España en los últimos años. Ha generado alguna polémica y, aunque no estoy de acuerdo con todas sus conclusiones, me gusta cómo suena y el juego al que puede dar lugar. Un experimento para los que sigan estas lecturas.
Enero. Veinte poemas de amor y una canción desesperada, de Pablo Neruda (la última edición en papel que conozco es la de Seix Barral, 2010, pero hay varias ediciones disponibles en el mercado; también en Internet podéis hallar los textos con fiabilidad). Aún recuerdo la imperesión que me causó al leerlo por primera vez y quiero comprobar si este primer libro de Neruda sigue vivo

Febrero. Dejar las cosas en sus días, de Laura Castañón (Alfaguara, 2013). Toda una agradable sorpresa y un éxito editorial de las última semanas. Además, la autora es vieja amiga de este espacio, tiene abierto su perfil de Facebook para los lectores y una página oficial que puede facilitarnos la lectura.

Marzo. La saga/fuga de J.B. de Gonzalo Torrente Ballester (la última edición que conozco de esta novela es de Castalia, 2010). Torrente Ballester fue una propuesta de una de las participantes en el Club de lectura, que me atrapó. Pensé en Los gozos y las sombras o en Don Juan, pero quiero releer la que muchos consideran su obra maestra.

Abril. Rosa-Fría, patinadora de la Luna (la última edición que conozco es de Espasa, en la colección Austral, pero también tenéis disponible una excelente edición en libro electrónico). Porque en todo Club de lectura, antes o después hay que leer un libro de cuentos infantiles que sorprende a los adultos. Terminaréis recomendándolo a los niños que conozcáis para que puedan ir más allá de los títulos convencionales.

Mayo. El sí de las niñas, de Leandro Fernández de Moratín (hay muchas y buenas ediciones en el mercado y también muy fiables en Internet). Aunque muchos de los participantes en el club me manifiestan que no les gusta leer teatro, insisto, ahora con un clásico...

Junio. El río que nos lleva, de José Luis Sampedro (la mejor edición de esta novela es la de Cátedra, 2012, pero podéis acceder a ella a través de varias editoriales). Un homenaje a un autor siempre interesante que se convirtió, en los últimos años de su vida, en una referencia moral para el país. La propuesta viene de Paco Cuesta y sus deseos son órdenes.

Como sabéis, el Club de lectura tiene dos versiones. En su faceta presencial, en la Universidad de Burgos, nos reunimos una vez al mes para comentar los libros correspondientes según una convocatoria que se renueva al inicio de cada  curso. En su faceta virtual, a través de entradas semanales que publico en este blog (casi siempre, los jueves) y en las que resumo las colaboraciones de aquellos que siguen la lectura y publican entradas con sus comentarios en sus propios espacios. Por supuesto que no hay que tener blog para seguir las lecturas: podéis comentar en las entradas de los blogs participantes o seguir en silencio las lecturas, hasta que tengáis la suficiente confianza como para aportar vuestras opiniones en cualquiera de las formas posibles. Solo os pido una cosa a aquellos que sigáis la lectura y publiquéis vuestros comentarios en los blogs propios: que me lo hagáis saber y que publiquéis la entrada semanal antes del jueves, para que me dé tiempo a reseñarla.

Noticias de nuestras lecturas



Mª Ángeles Merino completó su comentario de El Hereje, con lo relativo a la parte final de la novela, siguiendo su carta al protagonista, Cipriano Salcedo. El título de su penúltima entrada, bien elegido, lo dice todo, Y así llega al momento final de su vida.

Por lo extenso de esta entrada, dejo para el jueves próximo mi reseña de la exposición que, con motivo de celebrarse lo quince años de la publicación de El hereje, ha organizado la Fundación Miguel Delibes. Me limito hoy a recomendaros visitarla en la Sala Municipal de Exposiciones de la Iglesia de las Francesas de Valladolid hasta el 27 de octubre.

jueves, 18 de julio de 2013

La historia desde la biografía de un hombre cualquiera en El Hereje de Miguel Delibes y noticias de nuestras lecturas

De las varias formas en las que se puede abordar la escritura de una novela histórica, Delibes elige la profundización en la historia de lo ocurrido con el círculo luterano de Valladolid a finales del siglo XVI a partir de la invención de un personaje secundario desde la realidad de su vida cotidiana. Cipriano Salcedo es un personaje perteneciente a la burguesía comercial y urbana -en clave de época debe entenderse la compra de la higaldía para aúparse socialmente-. Delibes huye de los nombres históricos más insignes relacionados con los hechos. Es parte de su estilo y en esto es coherente con el resto de su producción narrativa. Cipriano es -entiéndase el juego conceptual- un burgués dedicado a los negocios, al que le gusta la libertad en su vida y, sobre todo, en su pensamiento. Un hombre emprendedor, lleno de inseguridades personales pero dotado de una fe en el progreso que debe basarse en la separación entre lo que debe darse a la intimidad y lo propio del comportamiento social. Es decir, un hombre de bien, con sus cosas malas y sus cosas buenas. De ahí la necesaria explicación de su biografía: en ella está la clave de su comportamiento posterior y por eso el lector actual puede empatizar mejor con él. Magistralmente construida su biografía y sus condicionantes psicológicos, entendermos mejor su fe luterana, su compromiso ético -religioso, de grupo y social- y, por supuesto, la forma en la que es víctima de una historia cuyo motor no entende de individualidades. La historia destruye la vida de aquellos que no siguen las grandes directrices marcadas por las creencias y las ideologías dominantes. Cipriano Salcedo, desde el mismo momento de su concepción, está condenado a ser víctima y no verdugo.

Las páginas finales de El Hereje son una documentada reconstrucción de la forma de actuar del Tribunal de la Inquisición. No es necesario que Delibes se invente situaciones truculentas: la realidad habla por sí misma a partir de la descripción de los hechos. Sin embargo, hay algo que añade Delibes en este contexto tan desesperanzador: la idea de que lentamente la semilla de la libertad de pensamiento podrá desarrollarse y lo que en un momento se aplaudía en la plaza pública sea motivo hoy de vergüenza. Delibes escribe esta idea desde su presente, desde el propio deseo que le movía a tener fe en que los esfuerzos individuales no pueden ser vanos hacia el futuro.

Quizá no lo hayamos logrado del todo, pero ese es el camino que debemos seguir, aunque nos toque el papel de víctimas.

Noticias de nuestras lecturas

Gelu publica su sexta acertada entrada con la selección de pasajes de El Hereje y una danza macabra que viene bien al caso.

Mª Ángeles Merino publica una emotiva y hermosa carta dedicada a Teo, la mujer de Cipriano Salcedo. Magníficamente ilustrada -¡cuánto trabajo acertado hay en esto!.

Paco Cuesta llega al final de la obra, con el comentario de los hechos que se desencadenan en la vida de Cipriano Salcedo tras quedarse viudo, hasta llegar a su muerte. Un acertado comentario.

El próximo jueves haré balance general del curso del Club de lectura y anunciaré las primeras lecturas del siguiente.