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martes, 21 de febrero de 2023

Las cosas que se oxidan

 


Suele ser necesario proteger de la lluvia
las cosas que se oxidan. El sabor de la herrumbre
en la boca, ese gusto rojizo a metal triste,
objetos enterrados con olor al misterio
de la tierra excavada para sembrar a mano.
Es difícil que crezcan en el bancal del huerto,
pero te afanas solo, la jornada completa,
fatigada la espalda, sembrándolos con mimo
para que no perduren. Saber que no perduran
y hacer labor con ellos es tu naturaleza

© Pedro Ojeda Escudero, 2023

martes, 20 de octubre de 2020

Regresa el óxido

 


He visto un mapa de las zonas más afectadas por la enfermedad en España, coloreadas en rojo. Sobre la península, una culebrilla recorría de arriba abajo el territorio, dejando zonas menos afectadas al norte, al sur, al este, al oeste. El dibujo semejaba el recorrido de un herpes zóster sobre el torso humano. El rojo salpica el territorio, casi como un cuadro en el que se hubiera arrojado gotas de pintura al azar. 

En los inicios de este blog tuve una serie que titulé óxido, con la que pretendía reflexionar sobre cómo nuestra sociedad queda impregnada por él. El DLE lo define como "Capa, de diversos colores, que se forma en la superficie de los metales por oxidación, como el orín". El rojizo del orín va ganando terreno en la superficie del hierro, hasta inundarlo todo. Esta inundación de la enfermedad se me asemeja, como si fuéramos un viejo metal que se va oxidando poco a poco.

Soy un pesimista que actúa como si todo fuera a salir bien porque todo, al final, siempre acaba y ese mismo término es el comienzo de nuevas cosas.

viernes, 16 de mayo de 2014

Óxido


Pretender que todas las piezas encajen a la perfección es garantizarse que el óxido comience por dentro. Y que la vida sea lo que les pase a otros.

viernes, 10 de febrero de 2012

Pulmones


Siempre me ha llamado la atención cómo algunas personas se oxidan desde dentro, como si tuvieran los pulmones cargados de viento ácido.

lunes, 21 de noviembre de 2011

Toda flor


Derecho a la flor hasta en la reja más oxidada. Por eso, más hermosa como más vivida. Toda flor, nada más, pura esencia, flor en el tiempo.

sábado, 18 de diciembre de 2010

Mayo en diciembre


Se pregunta uno si sólo hay salida por la derecha a la crisis actual. Si tenemos que poner en las mismas manos que nos han traído aquí la salida. Si debemos perder en dos años parte de lo ganado en dos siglos. Si el miedo nos debe paralizar como lo estamos. Si no abandonamos demasiado deprisa no tanto los sistemas inviables como las ideas que hicieron que los que tenían el mando cedieran. Si no es posible reformular viejos conceptos ante la actual situación para dar con fórmulas nuevas. Si no hay contrapeso, la balanza termina inclinándose demasiado.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Fábrica de opiniones


Desconfía de los poderosos que fabrican hoy tu opinión de mañana: tapan sus vergüenzas con ideas de cartón piedra.

miércoles, 13 de octubre de 2010

Chapa oxidada


Se pule la persiana metálica, se adecentan las plantas, se limpia el ladrillo de la fachada. Luego, un paso atrás para contemplar el resultado del trabajo bien hecho y metódico: quizá un pellizco de orgullo y satisfacción, como quien se relaja feliz tras ordenar la mesa de trabajo antes de reanudar la tarea diaria. Pero es inevitable que la vida se empeñe en mostarnos esa esquina que nos dejamos sin ordenar, el polvo que no alcanzamos a limpiar o que, tras secarse del agua con el que intentamos devolverle el aspecto primero, reaparezca el óxido en esa tapa de chapa metálica que, con tanto esmero, elegimos en su día por su color adecuado para el conjunto y que alguien impulsivo eligió para escribir un fácil exabrupto del que se arrepentirá pasado el tiempo. No podemos gobernar nuestra vida más que cuando nos engañamos y hace tiempo que uno ha dejado de hacerlo para aceptarla.

La vida, queridos amigos, me obliga a no visitaros en estas próximas fechas
con la asiduidad de antes. Intentaré mantener el ritmo de publicaciones de
La Acequia. Espero que sepáis disculparme.

miércoles, 22 de septiembre de 2010

Silla


Siempre es agradable encontrar una silla para sentarse a descansar en mitad del ruido urbano.

domingo, 22 de agosto de 2010

La marca


El óxido es implacable: siempre deja al descubierto la marca de serie que todos llevamos.

viernes, 23 de abril de 2010

Cuando se pierde la ciudad


En la tristeza hay un momento en el que se pierde todo: es mucho antes de que se descubra el mundo con otros ojos. No sé si todos pasamos por la experiencia necesaria de sentirnos tan vacíos que parecemos roídos por dentro con un descorazonador metálico. No hay forma de ser equilibrado sin haber perdido previamente todo lo que se lleva por dentro. Quien no ha sentido ese dolor no sabe lo que es una noche.

Rafael Alberti lo expresó en uno de los mejores poemarios de la poesía española y, quizá, el mejor de los suyos en la línea de la vanguardia. Sobre los ángeles (1929) cuenta la experiencia de quien ha llegado a ser sólo carcasa para poder volver a la vida a mirarla de otro modo, si sobrevive. Hay algo (el desamor, la soledad, el descubrimiento de que lo que le dijeron a uno antes de la madurez no le vale para el resto de la vida) que nos empuja a la más brillante de las derrotas, la de perdernos por dentro sin hacer nada para impedirlo:

Llevaba una ciudad dentro.
Y la perdió sin combate.
Y le perdieron.

Sombras vienen a llorarla,
a llorarle.

-Tú caída,

tú, derribada,
tú,
la mejor de las ciudades.

Y tú, muerto,
tú, una cueva,
un pozo, tú, seco.

Cuando nos dormimos somos de otra manera nosotros: y es en el sueño en el que se declara la tempestad que puede devastarnos: hasta la ceniza.

Te dormiste.
Y ángeles turbios, coléricos,
la carbonizaron.
Te carbonizaron tu sueño.

Y ángeles turbios, coléricos,
carbonizaron tu alma, tu cuerpo.

Qué pena los que nunca se perdieron por dentro, los que nunca sintieron el dolor del vacío y la soledad más absoluta: la que nos muestra que todo lo que creíamos ser ya no es cierto. No es un alivio sentirse seguros.

martes, 20 de abril de 2010

Xavier Mascaró y el óxido


Tiene razón Xavier Mascaró en esta obra. Estos guardianes impasibles, llenos de herrumbre, en apariencia idénticos pero cada uno con sus propias huellas temporales que lo individualizan del resto, dialogan entre sí y con el entorno urbano en el que se instalan en cada exposición, pero también con nosotros, que paseamos entre ellos camino de nuestros quehaceres, sorprendidos de que alguien haya podido retratar la esencia más exacta de nuestro esqueleto verdadero, sometido a la verdad única del tiempo y el final inevitable. Por mucho que corramos para cumplir las tareas de cada día.

domingo, 18 de abril de 2010

LIbertad de expresión


Una de las noticias más importantes de los últimos días en España no ha tenido la repercusión que merecía. La sentencia que absuelve a los directivos del periódico Egunkaria, precintado por orden judicial el 3 de febrero de 2003, nos enfrenta con uno de los más terribles actos que se puede dar en un estado de derecho. En esa fecha, el juez del Olmo ordenó la suspensión provisional del periódico por presunta vinculación con ETA. La sentencia que se da 7 años después no puede reparar las graves consecuencias personales que tuvo el cierre injustificado de entonces, pero recupera, de forma explícita, la libertad de expresión como una de las piedras fundamentales del edificio de cualquier sistema democrático.

Una de las carencias más notables que tiene España hoy, quizá porque la historia de la democracia en el país tiene demasiados paréntesis y uno (la dictadura de Franco) reciente y grave, es que no se acepta fácilmente la libertad de expresión y la opinión del otro como parte del sistema y, a partir de ellas, la construcción del diálogo. Vemos con demasiada frecuencia que cualquier acto público se convierte en un escándalo, alentado por los medios de comunicación. Oímos, casi cada mes, que cualquier ejercicio de esa libertad se convierte en un atentado contra la democracia en la opinión de quien no está de acuerdo con lo expresado. Curiosamente, suelen acusar quienes poco antes hicieron lo mismo cuando les interesaba. En realidad, la práctica de la exageración demagógica en lo que hace a la libertad de expresión esconde siempre la falta de creencia en el diálogo y la razón democrática.

No aceptar la libertad de expresión o impedirla es más grave que ejercerla de forma imprudente o incluso delictiva. Esto último puede denunciarse ante un juzgado en cada caso, lo primero es violentar una de las esencias de la democracia y dejar que al sistema lo corroa el óxido. Puede que no nos guste la línea editorial de un medio de comunicación, pero cerrarlo es una de las acciones más graves que puede hacer la justicia de un país democrático.

martes, 6 de abril de 2010

Luces y sombras con bisagra oxidada.


Podría ser una greguería, pero es una tragicomedia o cómo un día da para mucho más de lo que se muestra. Hace un siglo, el descrédito de los sistemas parlamentarios en occidente nos llevó a décadas de años de autoritarismo y guerras. Cuanta más gente piense que la política le es ajena y que los políticos son corruptos y los partidos organizaciones poco democráticas más cerca tenemos volver a tropezar con la misma piedra. Si los hechos se empeñan en darle la razón, la piedra ya no se podrá apartar sólo con buenas palabras y dando un rodeo.

sábado, 16 de enero de 2010

La cultura en Internet y los guardianes del secreto


Internet tiene muchos riesgos pero ninguno de ellos se relaciona con la ocultación de los conocimientos.

A veces me da la impresión de que algunos críticos de esta herramienta de comunicación de lo que se lamentan de verdad es de que se acabe su función como controladores de la cultura: muchos editores y escritores consagrados (o que creen serlo o que se sienten heridos por no serlo) insisten en denostar la red electrónica y juran que no les interesa ni les aporta nada, al igual que músicos, académicos, docentes, marchantes, etc. En otro campo, es lo mismo que sucede con la gestión de la información y los periodistas.

Por otra parte, en Internet es tan rápido conocer la opinión de los receptores de un producto que muchos de los artistas y gestores de la cultura y la información no se sienten cómodos: da la impresión de que añoran los tiempos en los que no tenían ninguna relación con su público pero no quieren perder los beneficios económicos y de posición social que han venido ocupando gracias a que existe un público que consume lo que ellos producen, sin comprender que en una sociedad occidental actual gran parte de la población desea ser activo en el proceso y no un mero sujeto pasivo.

En el fondo, hay un temor a que la estructura tradicional de reparto del pastel cultural se altere y que haya más gente opinando, produciendo y consumiendo que no tenga que pasar necesariamente por sus manos y que pueda gestionar sus propios conocimientos y productos artísticos.

Al igual que los nuevos formatos de televisión -muy relacionados con el formato electrónico- han disminuido las cifras de audiencia para los canales y lo harán más en el futuro, Internet ha provocado que haya más públicos (en plural) que puedan encontrar lo que buscan sin pasar por los guardianes del secreto. Y más autores produciendo.

Además, las posibilidades de reproducción y su rapidez asustan a los creadores que pretenden ganarse la vida con sus obras a la manera en la que se ha venido haciendo en el último siglo: todo producto volcado en Internet, si tiene éxito, tiende a convertirse en anónimo o a contar con múltiples atribuciones en poco tiempo. Esto ya ha sucedido en la historia de la cultura: durante la mayoría de las épocas, la autoría no es considerada un valor; el resto, con el tiempo, produce una acumulación de la que se nutren los siguientes artistas sin conocer la trayectoria de un motivo o un recurso. La cultura siempre tiende al bien mostrenco, incluso en los grandes nombres. Sólo a partir del Renacimiento se produce una cierta ralentización que se agudizó con el nacimiento del concepto de originalidad artística en el Romanticismo. Pero incluso estos períodos se construyen a partir de la intertextualidad que es, en sí misma, una forma de anonimato: sorprenderia a los no informados una mera lista de obras que no son de quien les han dicho que son los libros de texto escolares. Pero es con Internet cuando el proceso de trasformación en bien común y anónimo se acelera exponencialmente, al igual que el libre acceso de los que buscan algo a diferentes focos de información y bases de datos que les ayuden a contrastar lo que encuentran si así lo desean.

Esta cuestión es una clave esencial para comprender el conocimiento en la red y es difícil de conjugar, en el estado actual de las cosas, con la mentalidad anterior a Internet sobre la autoría y sus rendimientos en cuanto a prestigio social y ganancias económicas. Y dificulta el trabajo de los guardianes del secreto: por eso rabian.

martes, 15 de diciembre de 2009

Hoy era Machado


Hoy el frío en Burgos tiene un sabor metálico. Ha venido con violencia de mordisco, agarrándose a la piel como si necesitara hacerse notar ante su larga ausencia. Entrar en clase lo alivia. Hoy tocaba Antonio Machado: Campos de Castilla. Qué mala vida han dado a este poemario los defensores del noventayochismo: de tanto forzar la lectura lo han dejado en el esqueleto y se han olvidado de que el libro creció, como el poeta. Machado participaba de una nueva idea sobre la obra, entendida como algo vivo que no se cerraba nunca.

Llega un momento en que Machado gira el volumen: el famosos poema A un olmo seco es la bisagra. Fue escrito en Soria el 4 de mayo de 1912, es decir, después de la primera edición de Campos de Castilla. A partir de ahí se introduce lo autobiográfico, una de las claves de la poesía moderna (no en vano el volumen se iniciaba con un autorretrato a lo Rubén Darío). No es ya la vida cronológica del poeta la que se pasa al verso como se hacía antes, sino el centro mismo de la existencia la que llega al núcelo de lo poético. Y ahí descubre Machado, para la poesía contemporánea, una línea que aun perdura. Y para hacerlo recoge como estrofa la silva más humilde, esa que esconde ser poesía para llegar a serlo de la forma más certera. La poesía española ya no podrá ser la misma: algunos se empeñarán, pero Machado ha encontrado su voz más auténtica y nos la lega.

La clave, lo sabemos, es la muerte de su esposa Leonor el 1 de agosto de 1912 y su marcha a Baeza. Desde allí se ensueña la Castilla soriana. Y sobrecoge:

Allá, en las tierras altas,
por donde traza el Duero
su curva de ballesta
en torno a Soria, entre plomizos cerros
y manchas de raídos encinares,
mi corazón está vagando, en sueños...
¿No ves, Leonor, los álamos del río
con sus ramajes yertos?
Mira el Moncayo azul y blanco; dame
tu mano y paseemos.
Por estos campos de la tierra mía,
bordados de olivares polvorientos,
voy caminando solo,
triste, cansado, pensativo y viejo.


La poesía española cambia en estos poemas. El paisaje se ha teñido de algo que llega desde muy adentro del poeta. Sentimos con él ese contacto de la mano amada:

Soñé que tú me llevabas
por una blanca vereda,
en medio del campo verde,
hacia el azul de las sierras,
hacia los montes azules,
una mañana serena.
Sentí tu mano en la mía,
tu mano de compañera,
tu voz de niña en mi oído
como una campana nueva,
como una campaña virgen
de un alba de primavera.
¡Eran tu voz y mi mano
en sueños tan verdaderas...!
Vive, esperanza, ¡quién sabe
lo que se traga la tierra!


Sólo podremos salvar de todos los naufragios la experiencia sensorial, sublimada con la ausencia: las manos que se enlazan, el sonido de la voz amada en el oído. Perderemos los rostros, pero no el recuerdo de los sentidos. Qué se salvará de nosotros si nadie nos recuerda así.

miércoles, 9 de diciembre de 2009

Herida


Se taponó la herida para que no vieran que lo habían vaciado. Siguió viviendo: se convirtió en contrafigura de sí mismo.

martes, 6 de octubre de 2009

La casa


Hace unos días acompañé a mis padres en un paseo por el lugar en donde estaba nuestra casa. No sólo el tiempo pasa: el espacio nunca vuelve. A veces, en la noche, oigo el viento estremecer las hojas y las ramas del gran plátano que plantó mi padre frente a la casa. Es curioso el regreso de lo que ya no existe. La ciudad ha crecido sobre mi infancia: como una gran plancha oxidada.