
Miguel Vivanco, que, como sabéis, aparece de vez en cuando en La Acequia, me ha hecho dos visitas esta pasada semana. No pude dedicarle mucho tiempo porque ambos días tenía clase poco después de su llegada. En la primera, nos pusimos rápidamente al día y me regaló dos libros de Julio Camba (1882-1962), editados en la vieja y entrañable colección Austral: Sobre casi nada (1947) y Sobre casi todo (1948). Como comentamos los dos, Camba hoy hubiera sido autor de un blog de éxito: por su estilo, la extensión de sus textos, la mirada certera a la sociedad, variedad de temas, etc. Y es uno de los autores españoles que mejor cultivó el humor. Este gallego tan viajado merece volver a ser leído. Una perla, extraída de Sobre la viruela (del primer volumen de los citados), en la que hay tantas cosas contadas como si fuera un chiste:
Parece que en el año 1924 no hubo en Madrid más que un solo caso de viruela. La viruela desaparece en España, y esto, que parece tan grato a primera vista, a mí no deja de producirme una cierta tristeza.
¡Qué quieren ustedes! La viruela ¡era una cosa tan española! Yo nunca olvidaré lo que me ocurrió en Alemania al comienzo de la gran guerra, cuando, en unión de un amigo, fui detenido por una multitud xenófoba que pretendía lincharnos, acusándonos de servios. ¿Cómo demostrar nuestra verdadera nacionalidad? No llevábamos encima documento alguno, y la cosa hubiera tomado muy mal cariz si un caballero, señalando a mi acompañante, no hubiera gritado:
-¡Alto! No cabe duda de que se trata de dos españoles. ¿No ven ustedes las huellas de la viruela en el rostro de este señor?
(...)
No en balde se dice que es en el extranjero donde mejor se aprende el amor de la patria. Yo me di cuenta en Alemania de la importancia de nuestra viruela, que no sólo nos diferencia del resto de mundo, sino que, dentro de España, une en el mismo haz a todos los ciudadanos. ¿Conciben ustedes nada más absurdo que un catalán varioloso hablándonos de su nacionalismo? ¿Que no hay nada de común entre Cataluña y Castilla o entre Castilla y Galicia? Verdaderamente, no habrá muchos ferrocarriles que establezcan un eficaz intercambio entre nuestras distintas regiones; pero, por lo menos, hay estos dos formidables elementos de unión: la viruela y el Arancel. (...)
En su segunda visita, hablamos de exposiciones y arte, a raíz de mi crítica a la exposición de Warhol. Y me lanzó una pregunta que se hace él mismo: ¿por qué La Acequia tiene tantos y tan buenos comentaristas? No supe responderle, quizá como no vemos cómo crecen nuestros propios hijos, porque los vemos día a día. Sé por qué comenzó esta andadura. Ya he expuesto varias veces mis motivos, pero ¿cuáles son los motivos de mis cariñosos comentaristas y de mis visitantes anónimos para seguir viniendo y hacer que el blog crezca con ellos y se enriquezca? Sé que La Acequia no sería lo mismo sin ellos y que su crecimiento en temas, intereses e implicaciones ha sido por su estímulo: sin estos comentaristas, quizá La Acequia hoy sólo sería una carpeta en la que almacenaría mis cosas. Y mi vida se hubiera estrechado notablemente.