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sábado, 28 de enero de 2017

Cierra Bizarte


Hoy se ha celebrado la última actividad en el Espacio Cultural Bizarte de Béjar, una lectura de textos de mi amiga Marina Hernández. Ese espacio está muy vinculado a mi vida y a mi obra literaria desde hace unos años, tanto como para que no pueda dejar pasar este hecho. Marina ejerció de presentadora allí en mi retorno a la literatura en papel tras varios años de haberme apartado por razones que contaré algún día. A las ocho de la tarde del sábado 27 de abril de 2013 lanzamos allí Esguevas, con mis textos y las fotografías de Javier García Riobó. Al salir del acto, había nevado en Béjar. Hoy Marina me ha enviado una foto de la Peña de la Cruz nevada, con lo que parece cerrarse este círculo. Entre una nieve y otra, el calor de la amistad, de la complicidad y de la cultura.

Pasar por los Portales de Pizarro de la Plaza de la Piedad (por ejemplo, hacia la imprenta de Luis Felipe Comendador o hacia la Plaza Mayor para tomar algo en el Abrasador) era, hasta ahora, pasar por delante de la puerta de un espacio amable entregado siempre a la cultura, con especial apoyo a los artistas locales. Allí he asistido a conferencias, tertulias, recitales, exposiciones de pintura y fotografías. Siempre había un hueco para la conversación con los amigos y con quienes han llevado  eficazmente durante estos años este lugar, su dueño y mantenedor, Antolín Velasco, y, singularmente, quien siempre estaba allí, Reynaldo Lugo, escritor de origen cubano afincado en Béjar desde hace tiempo.

El local era una antigua farmacia bien conocida en la ciudad. Tras su cierre, fue puesto en valor y rescatado para actividades culturales por los socios entusiastas del contenedor cultural Notesalves, que promovieron desde sus instalaciones un movimiento artístico del que todavía quedan evidentes huellas en Béjar, unidos por la sólida memoria del artista Josetxo Lamy, una notable pérdida para el mundo cultural bejarano. Todos ellos son amigos míos pero no me ciega la pasión. Las razones son evidentes y quienes no lo vean así es simplemente porque no saben apreciar la cultura y lo que esta puede significar para una ciudad del tamaño de Béjar, que es mucho. El nombre del contenedor Notesalves hacía referencia a un conocido poema de Benedetti cuyo texto aún puede verse en el suelo del local, sabiamente conservado por Bizarte en la reforma del local. Espero que si vuelve a usarse este espacio para cualquier otra actividad se mantenga porque un espacio es también su historia, como ese maravilloso cuadro de luces antiguo que he usado como ilustración fotográfica varias veces en este blog.

Cuando estoy fuera de Béjar una temporada, como me sucede ahora -demasiado tiempo sin pisar esas calles, sin subirme a la sierra, demasiado-, echo de menos esas tierras por su paisaje pero también por su gente y, en especial, por este grupo de activistas culturales que me han hecho feliz, muy feliz, como pensaba que no podía ser feliz uno en una tierra de acogida. Desde el cierre de la mayoría de las fábricas textiles, Béjar entró en una decadencia que poco a poco se ha hecho visible en sus calles y edificios y se lleva ahora por delante este espacio cultural. El entorno natural de Béjar y las personas que habitan la ciudad tienen capacidad sobrada para remontar la decadencia a poco que se impulsen las buenas ideas que existen y a esto me ato cada vez que me acuerdo de esas calles o cada vez que las piso y me resisto a aceptar lo que ven mis ojos, como me será muy difícil aceptar que la puerta de Bizarte esté cerrada.

La cultura es parte sustancial de cualquier territorio, debe ser parte sustancial. Una de las dimensiones que me sirve siempre para medir a una ciudad pequeña es la existencia de empresas como Notesalves o Bizarte, mantenidas por un grupo de personas sin apoyo de las instituciones y entregadas al impulso de la cultura arriesgando su propio dinero y echando muchas horas de trabajo y esfuerzo generoso que repercute siempre en beneficio de la comunidad. Por eso mi agradecimiento a quienes han sostenido Bizarte y mi apoyo absoluto a quienes quieran impulsar allí nuevas empresas relacionadas con la cultura.

sábado, 28 de marzo de 2015

Memoria líquida. Exposición de la obra de Juan Manuel Arruabarrena


Conocí a Juan Manuel Arruabarrena (Soraluze, Guipúzcoa,1958) el pasado verano. Mientras se preparaba un arroz que compartimos con varios amigos en su estudio del pueblo salmantino de Navacarros me mostró la obra expuesta allí. En ella resaltaban los excelentes y sugerentes paisajes de tierra y bruma. Por entonces también experimentaba con colores vivos. Poco después, abrió en Bilbao Arruabarrena Espacio Variable, en donde conjuga su faceta profesional con la artística.

En su estudio en Navacarros estaba muy presente la huella que dejó en él la amistad con Josetxo Lamy, un artista al que yo pude conocer al fina de su vida pero que, sobre todo, me ha llegado a través de su obra, del espacio para mí tan querido de La Casa de la Sal de Candelario y del cariño y admiración de quienes le trataron.

Sabía que Arruabarrena es un experimentador continuo, que nunca se instala cómodamente en un territorio conocido y que procura combinar técnicas mixtas con materiales que siempre nos llevan a las texturas, a la materia, a los elementos con mayor fuerza de la naturaleza pero tratados con un vigor propio. Aún así ha conseguido sorprenderme por la energía, color y dinamismo que trasmiten las obras expuestas en el Ábside de San Gil (Béjar, hasta el 7 de abril) bajo el nombre de Memoria líquida. Arruabarrena ha mirado el mar, el agua y lo ha trasformado en pura acción y sugerencia: conserva la memoria de lo que fue para convertirse en fuerza, color y movimiento.