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jueves, 7 de julio de 2016

Una mujer joven que lee el Amadís de Gaula y noticias de nuestras lecturas


Quizá mi pasaje preferido de la novela de Larra es cuando se nos describe a Elvira como lectora. Sucede en el capítulo VII, cuando ya hemos visto explotar el conflicto de la ambición de don Enrique de Villena e intuimos el volcán amoroso que devora a Macías y a Elvira:

Sentóse cerca de la lumbre, después de haber dado las oportunas disposiciones para que durante la noche no faltasen sus dueñas del lado de la condesa, y púsose a leer un manuscrito voluminoso, que entre otros muchos y muy raros tenía don Enrique de Villena, por ser libro que a la sazón corría con mucha fama y ser lectura propia de mujeres. Era éste el Amadís de Gaula. (...)  El carácter de Elvira simpatizaba no poco con las ideas de amor, constancia eterna y demás virtudes caballerescas que en aquel libro leía; hubiera dado la mitad de su existencia por hallarse en el caso de la bella Oriana, y aun no le faltaba a su imaginación ardiente un retrato de Amadís cuya fe la hubiera lisonjeado más que nada en el mundo; era éste un mancebo generoso de la corte de Enrique III, a quien había conocido desgraciadamente después que a Fernán Pérez de Vadillo. Habíase casado, en verdad, ciegamente apasionada del hidalgo; pero desde su boda hasta el punto en que la encuentra nuestra historia, se había ensanchado considerablemente el círculo de sus ideas. Fernán Pérez, por el contrario, era siempre el mismo que en otro tiempo había cautivado sin mucho trabajo el inocente corazón de la niña Elvira; pero ésta no era ya la amante que se había prendado de Fernán Pérez; su carácter se había desarrollado de una manera prodigiosa, y un foco de sensibilidad y de fogosas pasiones creado nuevamente en su corazón, había producido en su existencia un vacío de que ella misma no se sabía dar cuenta.

En este pasaje Larra juega con dos cosas que lleva a la época de Macías pero que él conoce en su tiempo y que algunos asocian con los detalles autobiográficos que parece contener esta narración. En primer lugar, la mujer -y, en especial, la mujer joven- se había convertido en una lectora asidua de novelas. Ya lo era antes -mucho antes de lo que se suponía-, pero lo será con mayor intensidad a partir del siglo XIX. En segundo lugar, vincula la lectura con el despertar de la insatisfacción de la joven Elisa. Ella ha crecido, ha cambiado, lo que no ocurre con su esposo. Este carácter de la mujer insatisfecha está en el germen de gran parte de la narrativa del siglo XIX y Larra lo trata en esta novelita histórica como un sello de modernidad.

Son muchas las veces que el trovador Macías ha sido tratado en la literatura. Se conoce poco de él con certeza y creció la leyenda sobre su figura, su obra (un puñado de poemas escritos posiblemente entre 1340 y 1370, muy del gusto del amor cortés de la época) su vida y, sobre todo, su muerte. Los versos que se conservan -en especial los del Cancionero de Baena- y las primeras notas biográficas (Rodríguez del Padrón, por ejemplo) nos hablan de un caballero enamorado que cometió la osadía de enamorarse de quien no debía y traspasar las normas del amor cortés que permitían cortejar sin ser imprudente. La leyenda hace que muera a manos del marido ultrajado según los códigos morales que regían y que el trovador y su amada se conviertan en ejemplo de amor desgraciado e imposible. La leyenda fue recogida y tratada por diversos autores hasta que llegó a manos de Larra. En el teatro, por Lope de Vega (Porfiar hasta morir) y Bances Candamo (El español más amante y desgraciado Macías). Es de suponer que Larra conocía ambas cuando en 1833 escribe su Macías, drama histórico en cuatro actos y en verso, obra que no se estrenará por problemas con la censura hasta 1834, convirtiéndose en uno de los primeros dramas históricos románticos españoles.

Hay diferencias y similitudes en la forma en la que Larra aborda la leyenda de Macías en sus dos versiones. Como obra de teatro, Macías pone su foco en el drama amoroso y su choque brutal contra unos códigos morales con los que la sociedad impide la libertad de amar. Larra no se atreve a dar el salto total al formato nuevo del drama romántico y eso condiciona la obra, aunque no el mensaje fundamental que pone sobre la escena. Como  novela histórica, El doncel de don Enrique el doliente desarrolla más la historia del trovador enamorado, los conflictos entre los personajes y las intrigas en la acción. Pero, sobre todo, se extiende en un elemento: la ambición de poder de don Enrique de Villena, que irrumpe en la historia pasonial y la tensiona más. El doncel es esto, sobre todo, un choque brutal entre los jóvenes que sienten como románticos y una sociedad marcada por las luchas de poder. Pierden aquellos, claro.

(El próximo jueves haremos el balance final del curso y anunciaré las lecturas del próximo, en el que habrá algunas variaciones en el formato que espero sean del interés de todos.)

De esta novela hay suficientes ediciones en el mercado y tenéis una buena edición digital de acceso y descarga gratuita en este enlace de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes. Con este título damos por terminado el curso.

Noticias de nuestras lecturas

Mª Ángeles Merino da un acertado tono poético a su entrada de esta semana para comentar el concepto trágico del amor romántico que hallamos en la novela de Larra. No te lo pierdas.

El próximo martes tendremos la reunión mensual del Club de lectura en Burgos, en esta ocasión también para clausurar el curso y hablar del siguiente. Será ante un café o una cerveza en una terraza veraniega. Los habituales recibirán un mensaje con el lugar y la hora. Aquellos interesados en acudir, pueden escribirme un correo electrónico aunque no pertenezcan al formato presencial del club y les hago llegar la información.

Comienzo a recoger sugerencias de lecturas para el próximo curso. Recordad que leeremos en común diez títulos -uno al mes-, alternando autores vivos con clásicos, siempre en español. Podéis dejar vuestras sugerencias como comentario a esta entrada, a través de correo electrónico o en mi muro de Facebook o en el del Club de lectura (os invito a seguirlo a través de este enlace).

Recojo en estas noticias las entradas que hasta el miércoles han publicado los blogs amigos. El listado de lecturas del presente curso, en este enlace

jueves, 30 de junio de 2016

Una loca en la plaza de Arjonilla y noticias de nuestras lecturas.


El final de la novela es dramático: no podía ser de otra manera, dada la cosmovisión romántica. Cuando todo se opone al triunfo del amor, el mundo no puede ser regido por la bondad. Por eso, Larra había buscado una época histórica convulsa, llena de guerras civiles en Castilla y ambiciones desmedidas. La cordura no puede regir en esa sociedad y acaba destrozando a los individuos con los que se identifican los románticos, los individuos cuyo comportamiento busca la armonía con los sentimientos más nobles. Todo conspira para que no pueden alcanzar la felicidad. En las época negras son los individuos más sensibles los que sufren y su sufrimiento explica ese tiempo de la mejor manera.

El último capítulo sirve de epílogo amargo. Se nos da cuenta de cómo ya el amor imposible definitivamente y solo la locura y la muerte puede salvar de tanta amargura, que se traspasa al lector sin ahorrarle la crueldad de la mofa que hace la sociedad de quien sufre. No hay compasión, solo sarcasmo. Esta visión romántica de la sociedad no puede ser más amarga.

(El próximo jueves daré por cerrada la lectura de esta novela y dedicaré algún jueves más al balance del presente curso y el anuncio de las lecturas del próximo, en el que presentaré algunas variaciones en el formato que espero sean del interés de todos.)
De esta novela hay suficientes ediciones en el mercado y tenéis una buena edición digital de acceso y descarga gratuita en este enlace de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.  Con este título damos por terminado el curso.

Noticias de nuestras lecturas

Luz del Olmo lee los primeros cinco capítulos de la novela de Larra y los comenta con las claves de su significado. Entrada muy recomendable para comprender la narración.

Mª del Carmen Ugarte se despide del presente curso del club de lectura con una entrada que abre una vía interesante de entrada en esta novela a partir del modelo cervantino.

Gelu no resiste a la tentación y cae en ella, incorporándose también a la lectura final de este curso... y con un enlace a un vídeo que tenéis que ver.

Mª Ángeles Merino cuenta la historia desde Elvira, dándole otra manera de comprenderla, como hace siempre desde sus secundarios...


¿Quieres saber que hace The Who junto a Torrente Ballester? Vete a esta entrada de Pancho sobre La saga / fuga de J.B., lectura que nos ocupó hace meses, y de paso sabrás por qué lo cotidiano vence siempre cualquier incidencia histórica...

Comienzo a recoger sugerencias de lecturas para el próximo curso. Recordad que leeremos en común diez títulos -uno al mes-, alternando autores vivos con clásicos, siempre en español. Podéis dejar vuestras sugerencias como comentario a esta entrada, a través de correo electrónico o en mi muro de Facebook o en el del Club de lectura (os invito a seguirlo a través de este enlace).
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jueves, 23 de junio de 2016

Nadie puede más que su destino: Macías entra en escena en El doncel de don Enrique el doliente de Larra y noticias de nuestras lecturas.


Jaime, el paje de don Enrique de Villena, es el encargado de anunciar su visita al misterioso caballero negro que había entrado en el alcázar de Madrid e interrumpido la apacible jornada de caza. Sus quince años le perdonan su ingenuidad. Es él quien desbarata la estrategia narrativa planteada por el narrador de mantener oculto el nombre del misterioso caballero y nos descubre que se trata de Macías. El caballero se conmociona al oír el nombre de Elvira en la boca del adolescente y comprobar que ella no se ha olvidado de él:

-Paje, óyeme: nadie en el mundo pudiera haberme hecho más feliz con menos palabras; tú has renovado ideas que yo debiera haber abandonado hace mucho tiempo; pero nadie puede más que su destino. Si en tu vida has sospechado alguna cosa del mal que padezco, calla como la tumba; si nada has sospechado, nada preguntes, nada inquieras. Sobre todo, vuelvas o no al lado de Elvira, júrame no abrir tu boca para decir que me has visto en Madrid; toma -añadió quitándose un anillo que en el dedo pequeño traía-, toma, y éste te recordará la obligación en que quedas conmigo, y que el doncel de Enrique III no olvida jamás a las personas que una vez quiso bien. Ahora parte y calla. Nada has oído, nada has visto.

La forma de presentar a Macías proviene de la novela popular cuya estrategia copia la novela histórica romántica dado su objetivo de llegar al mayor número posible de lectores y, en especial, a los jóvenes cuyas emociones había liberado definitivamente el romanticismo. La presencia del personaje principal de la narración -el doncel de Enrique III- se había anunciado primero con el misterio -es un caballero negro, como en los mejores relatos de misterios medievales- y por las consecuencias de sus acciones, siempre enérgicas y rápidas -el final anticipado de la montería, los efectos en el ánimo de Elvira- y luego por el propio estado anímico del personaje antes de que sepamos su nombre y condición. Larra nos lo muestra desasosegado, con un gran dolor interior que arrastra desde hace tiempo, condenado a no conocer la felicidad y estar siempre en la acción para evitar el pensamiento. Macías es un joven melancólico y el prototipo del romántico. De ahí su dolor y su resignación fatal -está lejos de ser una resignación cristiana-:

«No; el infeliz Macías te probará el exceso de su amor en el mismo exceso de su silencio; él será eternamente desdichado, pero jamás tendrá valor para perturbar tu felicidad.»

Además, su aparición se ha dilatado estratégicamente hasta que conozcamos el carácter de su oponente, don Enrique de Villena, ambicioso de poder y sin escrúpulos, y el del ayudante de este, Ferrus, no menos falto de escrúpulos y adulador. Frente a ellos, Macías resplandece ante el lector. El de Villena y Macías son diferentes incluso en la fisonomía y carácter. Frente al primero, Macias aparece como un joven temendamente atractivo:

Su color era moreno, sus cabellos negros como el azabache; sus ojos del mismo color, pero grandes, brillantes y guarnecidos de largas pestañas; una sola vez bastaba verlos para decidir que quien de aquella manera los manejaba era un hombre generoso, franco, valiente y en alto grado sensible. Un observador más inteligente hubiera leído también, en su lánguido amartelamiento, que el amor era la primera pasión del joven. Su frente ancha, elevada y espaciosa, y su nariz bien delineada, denunciaban su talento, su natural arrogancia y la elevación de sus pensamientos. Ornábale el rostro en derredor una rizada barba que daba cierta severidad marcial a su fisonomía; su voz era varonil, si bien armoniosa y agradable; su estatura gallarda.

Larra enfrenta a ambos en el capítulo sexto. En un lado, un personaje de la alta nobleza y del otro, un oscuro y pobre doncel del rey. La diferencia entre ambos es social pero sobre todo moral: Macías se indigna ante la criminal proposición del conde de hacer desaparecer a su esposa para que él pueda aspirar sin problemas al cargo de Maestre de Calatrava. Aquí nace otro de los motivos recurrentes de la literatura romántica: la nobleza auténtica no se origina en el linaje sino en las acciones de cada individuo. Un cambio sustancial de concepto.

Ya tenemos, pues, todos los elementos necesarios para desarrollar el conflicto.

De esta novela hay suficientes ediciones en el mercado y tenéis una buena edición digital de acceso y descarga gratuita en este enlace de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.  Con este título damos por terminado el curso.

Noticias de nuestras lecturas

Mª del Carmen Ugarte analiza con sutileza algunas de las características básicas de este tipo de narraciones históricas de la época romántica a la que pertenece El doncel. Entrada más que recomendable.

Austri se hace María en la entrada de esta semana de Mª Ángeles Merino y nos cuentan la historia desde la perspectiva femenina... que tanto debió atrapar a las lectores de la época romántica.

El próximo jueves publicaré la última entrada de esta lectura y en julio será un buen momento de hacer balance del curso y comenzar a preparar el siguiente, para el que pienso algunas novedades.


La desmitificadora entrevista a Jesualdo Beldaña (otro J.B.) ocupa toda la entrada de esta semana de Pancho. Desmitificadora y excelente juego narrativo de Torrente... Para leer con calma y disfrutarla.

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jueves, 16 de junio de 2016

Razón de estado: el conflicto entre lo personal y el poder en El doncel de don Enrique el doliente y noticias de nuestras lecturas.


Tras la contextualización histórica, Larra lanza la narración de forma vertiginosa para buscar rápidamente el conflicto de partida de su historia. Centra estas primeras páginas en don Enrique de Villena, que es descrito hasta el capítulo IV de una forma muy teatral: primero, con la relación de los acontecimientos protagonizada por Ferrus y Fernán Pérez de Vadillo que contribuye a poner en situación al lector; segundo, con la acción más que con las palabras del propio don Enrique quien, tras recibir una visita inesperada que le anuncia la llegada de un caballero negro, interrumpe bruscamente la montería en la que se entretenía y acude a uña de caballo al alcázar de Madrid, que estaba siendo construido por Enrique III.  Allí conversan, en la intimidad de sus aposentos, la esposa de don Enrique, doña María de Albornoz, y Elvira. Y aquella plantea rápidamente el conflicto: es infeliz porque sufren de amor y la causa es la ambición de poder desmedida del de Villena: ¡maldita razón de estado!, exclama. Sus palabras y temores se confirman. Su esposo viene a pedirle el divorcio. Aunque ella cree que es porque existe otra mujer, en el capítulo IV -que se desarrolla en la legendaria cámara en la que, según la creencia popular, don Enrique de Villena desarrollaba conjuros mágicos y experimentos propios de la alquimia-, sabremos la razón. Dado que el maestre de Calatrava acaba de morir, Villena debe desprenderse de su mujer lo antes posible porque es incompatible el cargo al que aspira con su condición de casado.

Este conflicto entre la razón íntima y la razón de Estado es clave en el romanticismo. Los sentimientos se cruzan con el deber o las ambiciones de poder y desestabilizan la vida de todos los individuos que se cruzan con ellas. Hay una radical incompatibilidad entre ambas cuando se desatan las pasiones negativas y los románticos sitúan exactamente en ese punto el conflicto histórico que termina afectando a cada uno de los personajes.

De esta novela hay suficientes ediciones en el mercado y tenéis una buena edición digital de acceso y descarga gratuita en este enlace de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.  Con este título damos por terminado el curso.

Noticias de nuestras lecturas

Mª del Carmen Ugarte propone una lectura ciertamente interesante de la novela de Larra desde la perspectiva de género y desde la biografía del propio autor. Más que recomendable.

Mª Ángeles Merino se adentra entre las pelusas de los chopos para comentar el arranque de la novela de Larra, fijándose en la construcción inicial de los personajes. No os perdáis las ilustraciones.

Pancho sigue padaleando esta novela de Torrente Ballester que nos ocupó hace tiempo en nuestra lectura. A pequeños sorbos: ya dije en su día que era la mejor forma de disfrutarla. Haciéndolo así nos encontramos ahora con otro JB que se ríe con sorna de todo lo que les ocurre en aquella provincia que no existe pero sí existe. Quizá la más real de todas...

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jueves, 9 de junio de 2016

La nueva forma de entender el mundo como raíz de El doncel de don Enrique el doliente de Larra,noticias de nuestras lecturas y un autorretrato quijotesco de Adrián.


Larra fue un hombre decididamente partidario del concepto de civilización de su tiempo. Sus grandes preocupaciones, manifestadas en sus escritos -sobre todo en los artículos políticos y costumbristas sobre la España de su tiempo- se originaban, sobre todo, en las reticencias que determinadas fuerzas tradicionalistas oponían al desarrollo completo de esa civilización moderna, lo que provocaba confusión y conflicto. Aunque sin llegar nunca a establecer un planificado proyecto político -como tampoco lo llegó a escribir como crítico o escritor-, siempre apostó por abrir las puertas a la modernidad. De hecho, mucha parte de su frustración como hombre público y pensador se ocasionó al comprobar que España no le acompañaba al ritmo y por el camino que él creía conveniente.

En El doncel de don Enrique el doliente, Larra parte de la confrontación del mundo de la civilizada Europa del siglo XIX con el pasado que reconstruye en la narración:

nuestra nación, como las demás de Europa, no presentaba a la perspicacia del observador sino un caos confuso, un choque no interrumpido de elementos heterogéneos que tendían a equilibrarse, pero que por la ausencia prolongada de un poder superior que los amalgamase y ordenase, completando el gran milagro de la civilización, se encontraban con extraña violencia en un vasto campo de disensiones civiles, de guerras exteriores, de rencillas, de desafíos, y a veces de crímenes, que con nuestras extremadas instituciones mal en la actualidad se conformarían.

En el fondo, aunque parece negarlo, Larra propone un camino para su presente. La España de su tiempo estaba igualmente instalada en el conflicto. Hay algo necesario en una época de transición convulsa como la que le tocó vivir a su generación: buscar en la historia momentos similares -aunque no sean idénticos- en los que poder proponer el drama que supone para los individuos y las sociedades no llegar a espacios de entendimiento civilizado. El civilizado siglo XIX parece proponer otra forma de solucionar esos conflictos. El choque entre los tiempos convulsos del pasado en el que la historia aún no podía aceptarlas y las nuevas maneras de entender el mundo, las relaciones personales y la libertad, protagonizan en realidad estas revisiones literarias del pasado. Gustaron, aparte de que tuvieran más o menos calidad literaria, porque extremaban las dificultades para llevar a cabo lo que sentían los que ya eran modernos en una época aún regida por muchas condiciones del pasado. Era una forma de explicar lo que a tantos les estaba ocurriendo.
De esta novela hay suficientes ediciones en el mercado y tenéis una buena edición digital de acceso y descarga gratuita en este enlace de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.  Con este título damos por terminado el curso.

Noticias de nuestras lecturas

Mª Ángeles Merino comienza la lectura de la novela de Larra y la sitúa ante las preocupaciones del propio autor y de su época y la necesaria revisión de la historia. No os perdáis las ilustraciones.


Pancho culmina su comentario de la novela de doña Emilia Pardo Bazán que nos ocupó hace unos meses. Y lo hace en una entrada excelente tanto en su punto de arranque como en la conclusión. No os perdáis la forma de ilustrarla.



Tras ello, Pancho retorna a La saga/fuga de J.B. de Torrente Ballester, que leímos aquí en 2014 pero en la que sigue encontrando fuente de inspiración. Llega ahora a una de las cosas que más me hicieron disfrutar de la novela: las disquisiciones literarias y lingüísticas. Una buen dosis de humor gallegosalmantino...

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Autorretrato quijotesco de Adrián
Como saben los lectores habituales de este blog, este club nació con una aventura: la primera lectura colectiva completa del Quijote que usaba los recursos de la web 2.0. Aquí quedó aquella locura como la única guía de esta novela en abierto y gratuita para consulta de los intersados. Además, cualquiera puede unirse, comentar y aportar ideas. Como Adrián, alumno mío en el Grado de español de la Universidad de Burgos, que se ha lanzado a leer el Quijote y se ha hecho un autorretrato quijotesco como los que se publicaron durante aquellos meses de lectura gozosa. ¡Qué grande, Adrián! A ver si alguien se anima a seguir tu ejemplo y me remite nuevos autorretratos de lectores cervantinos.


 

jueves, 2 de junio de 2016

El doncel de don Enrique el doliente de Mariano José de Larra, la literatura histórica en el romanticismo y noticias de nuestras lecturas.


En la época romántica se produce una revisión completa de la historia. En España este revisionismo lo ocupa todo: todas las épocas históricas y ámbitos. Era necesario. Las alteraciones ocurridas en el siglo XVIII que llevan a la aparición del liberalismo, los episodios revolucionarios (el más importante, pero no el único, la Revolución Francesa), la caída del Antiguo Régimen, etc., habían trasformado en muy pocas décadas no solo el panorama político europeo sino también y sobre todo, la forma de entender el mundo y la manera de explicar el pasado para comprender el presente y lanzar una propuesta de proyecto histórico diferente de la que predominaba hasta ese momento. Hay cambios sustanciales en todos los espacios conceptuales pero el más significativo es que la historia y el individuo ya no necesitaba explicarse por la intervención de Dios. Intervenían ahora en exclusiva las pasiones humanas y el conflicto entre la sociedad y el individuo exento de teología.

Desde el principio, esta nueva forma de entender el mundo y explicar el pasado se traslada a la literatura. Contribuye mucho el nuevo concepto de Nación. Si la manera de entenderse como nación o país o comunidad era diferente, había que explicar todo lo ocurrido en el pasado también de manera diferente. Los nacionalismos exigían comprender las leyendas y los pasajes más importantes de la historia de otra forma. Incluso inventando el pasado o forzando su interpretación -es condición innata de cualquier nacionalismo-. Y los escritores -muchos de ellos también hombres públicos dedicados a la política o la prensa- se pusieron a la tarea. De ahí el auge de la literatura histórica. De hecho, en gran medida, el romanticismo es un movimiento historicista tanto como lo es de retrato de costumbres contemporáneas para estudiar el proceso de cambio que se estaba llevando a cabo.

Novelas, dramas, poesía narrativa, artes plásticas, ópera, etc. Todo se vio inundado de obras de contenido histórico. Los europeos necesitaban comprenderse de acuerdo a las nuevas ideas que habían trasformado el mundo. Porque esta es otra de las características de su literatura histórica: se iba al pasado para comprender el presente, no para entender el pasado en sí mismo. Aunque hay cierta tendencia a la reconstrucción arqueológia de una época, siempre se busca manifestar en ella las pulsiones, los deseos y las ideas nuevas. Cuando los escritores españoles viajan a la Edad Media buscan en ella identificar la España nueva y a los españoles del siglo XIX. Este anacronismo de partida era necesario. No debe expulsarnos de estas obras porque debemos ser muy conscientes siempre de que cuando hablan de un conflicto histórico o personal en el siglo XV, por ejemplo, están hablando de ellos mismos. Casi una condición de su manera de entender la literatura histórica.

Lo veremos en esta obra de Larra a lo largo de este mes de junio.

Noticias de nuestras lecturas

Mª del Carmen Ugarte comienza su comentario sobre la novela de Larra impulsándose desde la recreación medieval hasta el cementerio de neumáticos incendiados cerca de Madrid o la tala salvaje de árboles...


El pasado martes 31 se celebró la habitual sesión del Club de lectura en su formato presencial. Como era de esperar, allí se trasladaron las muy diferentes impresiones sobre la novela Cicatriz de Sara Mesa que se han podido apreciar también en este formato virtual. Algunos lectores manifestaron que la novela les había gustado, que la trama les había hecho pensar y posicionarse, mientras que otros solo habían podido terminar la novela para poder comentarla. Hubo un consenso general en que la novela no terminaba de cuajar toda la arriesgada propuesta inicial y que en ella había una especie de esbozo de una buena novela. Esta división de opiniones motivó una de las sesiones presencial del club de lectura más vivas y con más intervenciones diferentes. Algunas de ellas trasladaron, de forma muy interesante, las situaciones vividas por los protagonistas a la vida real cotnemporánea.

Una crónica-resumen de esa sesión puede encontrarse en el blog de Mª Ángeles Merino en este enlace.


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sábado, 13 de febrero de 2010

Acuse de recibo: Mariano José de Larra, Obras completas.


Siempre es bueno volver a Larra. En realidad, Mariano José de Larra (1809-1837) nunca se ha ido: no sólo se le lee, sino que se le imita. En gran medida, sus escritos se hallan debajo de muchas columnas y artículos periodísticos actuales tanto en la estructura, en la temática o en el retrato de los personajes.

Esta vigencia de Larra tiene varios razones: el talento en la construcción de un estilo adecuado para las páginas de un periódico impreso; el acertado análisis de una sociedad que, en tantos sentidos, sigue siendo la nuestra; la brillante construcción de imágenes literarias mezcladas con una veta crítica que pretendía la modernización de las costumbres. Curiosamente, gran parte de los artículos más conocidos de Larra tienen fuentes francesas: a veces párrafos enteros eran traducción literal de artículos franceses a los que no citaba. Pero bastaba una frase, una intención, una mirada de Larra para que todo encajara en la realidad española de una forma que no ha sido superada.

Larra fue un ser contradictorio, a veces irritante: quizá porque nunca tuvo paz interior ni llegó a un pacto consigo mismo pudo escribir su obra. Este desajuste e inadaptación también se daba con la sociedad española de su tiempo y terminaría llevándole a lo que hoy sería diagnósticado como una profunda depresión: no se mató por amor ni porque el país le decepcionara, se mató porque lo llevaba dentro.

Joan Estruch ha preparado la mejor edición, hasta ahora, de la Obra Completa de Larra (Cátedra, 2009). La más completa, también: en estos dos volúmenes (I, Artículos; II, Novela, Poesía, Teatro, Varia) está lo que se ha demostrado que escribió. Nunca podremos tener unas obras que reúnan todo lo que hizo: una parte fueron colaboraciones anónimas para los periódicos en los que trabajó.

Volver a Larra es necesario y saludable. Como saben los lectores más antiguos de La Acequia, en el verano de 2007 publiqué una serie de entradas que llamé Larra en la era virtual (pueden encontrarse buscando, hacia atrás, en este enlace) en las que subrayaba la actualidad del escritor. Dadas las fechas en las que me llegan estos volúmenes sería bueno que constatáramos lo poco que hemos cambiado leyendo El mundo todo es máscaras. Todo el año es carnaval (podéis hacerlo también en el formato original del texto). Aunque estos días serían también una buena lectura los artículos de sátira política: no resistáis la tentación de poner nombres actuales a los personajes.

miércoles, 30 de abril de 2008

La generosidad (Miguel Vivanco).

Todos los blogs de temática burgalesa que llevan unos meses de circulación han recibido la generosa aportación de Miguel Vivanco en sus comentarios. A mí, además, me ha querido hacer un regalo que, supongo, por mis compromisos de estos días, no he podido recibir en mano. Así que, en uno de los sobres plastificados y reciclables de correo interno de mi Universidad, me he encontrado ayer, martes, el folleto de la exposición colectiva Paisajes Políglotas, que estos días se organiza en el burgalés Consulado del Mar y en la que participa. Como ya se ha informado de esta exposición en Blogochentaburgos y Burgostecarios, sólo me queda animar a todos los que pasen por esta ciudad hasta el 7 de mayo, que acudan a verla.

Yo tengo que agradecerle otro gesto generoso: en el mismo sobre encontraba una nota de su puño y letra en la que afirmaba: "El día del libro es cualquier día", en lo que tiene toda la razón. Y, para demostrarlo, la acompañaba de dos regalos que hablan de su agudeza: dos volúmenes cuya elección es soprendente y acertada. Se trata de Tertulia de Madrid, del mexicano Alfonso Reyes, en edición de la Espasa-Calpe Argentina (Buenos Aires, 1949). Y Lecturas españolas, de Azorín, en edición de Thomas Nelson and Sons (Edimburgo, s.a.).

Digo sorprendente porque ya no se leen, lamentablemente, estas obras. En la primera, Reyes colecciona trabajos suyos sobre Azorín, Juan Ramón Jiménez, Valle-Inclán, Ramón Gómez de la Serna, Galdós y Rubén Darío. Son artículos vividos, en los que se suma la experiencia personal con la finura en el análisis de la obra y estilo de estos autores. No es la filología que se hace ahora, pero quizá la que debamos hacer en el futuro.

En la segunda, que Azorín dedica a Larra, el escritor reúne artículos que reflexionan sobre el concepto de España (y de Castilla), el problema de España, como se decía, desde el siglo XVI hasta finales del XIX, porque estaba ya embarcado en la construcción de su concepto noventayochista de la historia cultural de su época. En este libro está el mejor Azorín. El final de su Epílogo en Castilla, fechado en Nebreda en marzo de 1912, le define (y nos define):

No saldrá España de su marasmo secular mientras no haya millares y millares de hombres ávidos de conocer y comprender.

Siento que el alicantino acertara.
Vivanco ha demostrado finura y olfato en el regalo. Me gustaría corresponderle. Vaya, desde aquí, hasta que pueda, mi abrazo.

viernes, 14 de septiembre de 2007

Palabra y recepción.



La atención que está dedicando el atractivo periódico burgalés La Palabra de Burgos al fenómeno de los blogs es digna de elogio. El responsable de este acercamiento es MacGregor, que, además, lleva sus artículos a su propio blog, Palabra de mac. Desde el juego de conceptos que muestra en el título, indica ya la inteligencia en sus análisis y en la selección de todo el material que cuelga en la red. Por otra parte, sus opiniones sobre los blogs burgaleses que está analizando coincide casi totalmente con la mía. Esta vez ha dedicado su tiempo a La Acequia. Y se lo agradezco.
Todo lo que uno escribe para publicar por cualquiera de los medios disponibles está sometido a la mirada del receptor. A pesar de que algunos escritores afirman escribir solo para sí mismos y que les importa muy poco el que está al otro lado de la comunicación, todos estamos sometidos a él hasta para existir. Es éste el que nos hace. Nada se da en la comunicación sin que alguien lo reciba. Y todo, en esta recepción, se da según éste. Es él quien tiene las claves, no quien produce el texto. Si eso era así en los medios de comunicación tradicionales, en este mundo virtual, en el que el receptor interactúa de forma inmediata con el texto, todavía se aumenta más el poder del receptor. La proximidad con el público y esa capacidad de interacción hace al mundo de los blogs todavía más dependientes de la parte final del proceso comunicativo. Hace unos años, cuando las primeras web o los primeros blogs, se tenía la incertidumbre de la permanencia en la red que ahora ha desaparecido: podemos encontrar, leer y comentar tanto un post colgado hace tres o cuatro años como el que se publicó ayer. Puedo comentar entradas de blogs que ya han dejado de ser actualizados hace un año y alguien me responde al día siguiente. En esto, también, el mundo de los blogs tiene una gran ventaja sobre los periódicos en papel puesto que las Hemerotecas suelen ser tumbas a las que solo vamos unos pocos investigadores. Seguro que si Fígaro viviera ahora sería un bloguero radical y apasionado.

sábado, 11 de agosto de 2007

Más espacio y primer anuncio de las Jornadas de octubre.



Desde hace unos días, los más observadores habréis visto, en el margen izquierdo del blog, dos líneas invitando a visitar mi espacio virtual. En él, que también se llama La Acequia y ha sido construido de la forma más sencilla posible, encontraréis información académica relacionada con mi profesión. Es, lo confieso, una forma de ordenar las cosas para tenerlas a mano (es curioso el arrastre de conceptos y expresiones al mundo del ciberespacio: ¿qué es aquí "tenerlas a mano"?) y facilitar su consulta a colegas, alumnos e interesados. No se actualizará con la frecuencia de este blog, ni tiene sus mismas pretensiones, pero cuenta con canales de comunicación. El más importante, por ahora, es el avance de las III Jornadas sobre Lenguaje y Periodismo. MUTANTES. LAS PALABRAS EN LA RED, que se celebrarán en la Universidad de Burgos del 23 al 25 de octubre de 2007. Como veréis al consultar el programa previsto, al mundo de los blogs se le dedicará una sesión completa más alguna ponencia.


Otro de esos vasos comunicantes es la serie de artículos sobre Larra en la era virtual que me ocupa en el mes de agosto y que continuará en los próximos días. Es difícil saber el público con el que uno cuenta y si interesa esto o lo otro. Pero Larra debía estar presente en este formato, o eso creo.


El blog seguirá adelante por muchas cosas, alguna de las cuales confesé en un meme hace unos días. Ahora bien, en agosto...


lunes, 6 de agosto de 2007

De lo que no se debe decir a que me prohíban éste. Con una coda final sobre el caso de "El Jueves" (Larra en la era virtual).




El caso de El Jueves ha vuelto a poner de actualidad en España el debate sobre la censura. También en esto, Larra, como todos los periodistas -publicistas se llamaban- del siglo XIX tiene opinión que nos sirve y demostración clara de que, cuando el ingenio se aguza, la censura no sirve o da unos resultados que el censor no preveía.

Tres son los artículos que quiero citar hoy: El Siglo en blanco (marzo de 1834), Lo que no se puede decir, no se debe decir (octubre de 1834) y La alabanza, o que me prohíban éste (marzo de 1835). Su publicación cubre un año en el que el gobierno del momento ha intentado controlar la opinión pública hasta niveles que hoy consideraríamos mayoritariamente intolerables.

El Siglo en blanco es un artículo en el que Larra se pone de lado de El Siglo, cuyas columnas han debido salir a la calle en blanco, sólo presididas por el título de cada sección, dado que se ha prohíbido el texto. Con mucha ironía, defiende el derecho a opinar:

no es cosa tan fácil como parece enseñar a callar al hombre, el cual nació para hablar, según han creído erróneamente algunos autores mal informados, dejándose deslumbrar sin duda por las apariencias de verosimilitud que le da a esta opinión el don de la palabra, que nos diferencia tan funestamente de los más seres que crió de suyo callados y taciturnos la sabia naturaleza.

Como quizá podríamos recordar muchos españoles de hoy, alude, con el recurso irónico de que Platón enseñaba durante cinco años a callar a sus alumnos antes de que aprendieran otras cosas, a cómo ya hubo un tiempo reciente -la Década Ominosa del reinado funesto de Fernando VII- en el que fue obligado el callar:

De cuánto se pueda callar en cinco años podrase formar una idea aproximada con sólo repasar por la memoria cuanto hemos callado nosotros, mis lectores y yo, en diez años, esto es, en dos cursos completos de Platón que hemos hecho pacientemente desde el año 23 hasta el 33 inclusive, de feliz recuerdo; en los cuales nos sucedía precisamente lo mismo que en la cátedra de Platón, a saber, que sólo hablaba el maestro, y eso para enseñar a callar a los demás, y perdónenos el filósofo griego la comparación. Esto con respecto a dar una idea de lo mucho que se puede callar en cinco o en diez años; ahora bien, con respecto a lo que se puede callar en un solo día, basta para formar una idea leer, si es posible, El Siglo, periódico que no se ofenderá si aseguramos de él que trae cosas que no están escritas; periódico enteramente platónico, pero que no puede haber sacado tanto provecho como honra de su ciencia en el callar.

El segundo, Lo que no se puede decir, no se debe decir, es una burla directa de la censura en la que practica el luego tan extendido recurso de decir las cosas sin decirlas. Para ello, afirma someterse, como buen súbdito a la ley, para que no le prohíban el artículo que quiere escribir:

Empiezo por poner al frente de mi artículo, para que me sirva de eterno recuerdo: «Lo que no se puede decir, no se debe decir». Sentada en el papel esta provechosa verdad, que es la verdadera, abro el reglamento de censura: no me pongo a criticarlo, ¡nada de eso!, no me compete. Sea reglamento o no sea reglamento, cierro los ojos, y venero la ley, y la bendigo, que es más. Y continúo: «Artículo 12. No permitirán los censores que se inserten en los periódicos:

»Primero: artículos en que viertan máximas o doctrinas que conspiren a destruir o alterar la religión, el respeto a los derechos y prerrogativas del trono, el Estatuto Real y demás leyes fundamentales de la Monarquía».

Esto dice la ley. Ahora bien: doy el caso que me ocurra una idea que conspira a destruir la religión. La callo, no la escribo, me la como. Éste es el modo.


Por lo tanto, no dirá nada de los derechos y prerrogativas del trono, el Estatuto. Será un escritor sumiso: Los escritores, por otra parte, debemos dar el ejemplo de la sumisión. O es ley, o no es ley. ¡Mal haya los descontentadizos! ¡Mal haya esa funesta oposición! ¿No es buena manía la de oponerse a todo, la de querer escribirlo todo?

Si no se pueden escribir sátiras e invectivas, pues no las escribirá, si tampoco pueden disfrazarse con alusiones ni alegorías, pues no se disfrazan, cosa ya de por sí difícil para un escritor.

En buen hora; voy a escribir ya; pero llego a este párrafo y no escribo. Que no es injurioso, que no es libelo, que no pongo anagrama. No importa; puede convencerse el censor de que se alude, aunque no se aluda. ¿Cómo haré, pues, que el censor no se convenza? Gran trabajo: no escribo nada; mejor para mí; mejor para él; mejor para el Gobierno: que encuentre alusiones en lo que no escribo. He aquí, he aquí el sistema. He aquí la gran dificultad por tierra. Desengañémonos: nada más fácil que obedecer. Pues entonces, ¿en qué se fundan las quejas? ¡Miserables que somos!

Finalmente, puede contemplar con agrado de buen ciudadano su trabajo:

Hecho mi examen de la ley, voy a ver mi artículo; con el reglamento de censura a la vista, con la intención que me asiste, no puedo haberlo infringido. Examino mi papel; no he escrito nada, no he hecho artículo, es verdad. Pero en cambio he cumplido con la ley. Este será eternamente mi sistema; buen ciudadano, respetaré el látigo que me gobierna, y concluiré siempre diciendo: «Lo que no se puede decir, no se debe decir».

Debe observarse cómo ha criticado la ley defendiéndola y sin que ningún censor que quiera cumplirarla pueda porhibirle el resultado.

El tercer artículo, La alabanza, o que me prohíban éste es la culminación del camino. Si no se puede opinar de nada con el riesgo de que te prohíban el texto, se debe hacer lo único que te garantizará directamente la aprobación del censor. Comienza con una interesante disquisición sobre si se escribe para sí mismo o para otros. Concluye que todos los escritores lo hacen para sí mismos:

Los autores han dicho siempre en sus prólogos, y se lo han llegado a creer ellos mismos, que escriben para el público; no sería malo que se desengañasen de este error. Los no leídos y los silbados escriben evidentemente para sí; los aplaudidos y celebrados escriben por su interés, alguna vez por su gloria, pero siempre para sí.

Entonces, ¿quién escribe para otro? Quien escribe para el censor. Claro, él nunca ha escrito para este otro porque: Bien determinado como estoy a no escribir jamás para el censor, he tratado siempre de no escribir sino la verdad, porque al fin, he dicho para mí, ¿qué censor había de prohibir la verdad, y qué Gobierno ilustrado, como el nuestro, no la había de querer oír? Así es, que si en el reglamento de censura se prohíbe hablar contra la religión, contra las autoridades, contra los gobiernos y los soberanos extranjeros, y contra otra porción de materias, es porque se ha presumido, con mucha razón, que era imposible hablar mal de esas cosas, diciendo verdad. Y para mentir más vale no escribir. Todo esto es claro; es más que claro; casi es justo.

Para demostrarlo, está decidido a alabar todos los logros de los gobernantes:

¡Maldicientes! Lo mismo que el entusiasmo. Mil veces he oído decir que han apagado el entusiasmo. ¿Y qué? Pongamos que sea cierto. ¿No se acaba de decidir ahora que se haga entusiasmo nuevo? ¿No se va a escribir a todos los señores gobernadores que fomenten el espíritu público y que hagan entusiasmo a toda prisa? ¿Y no lo harán por ventura? Y excelente y de la mejor calidad. El año pasado no hacía falta el entusiasmo; como que la facción era poca y el peligro ninguno, nos íbamos pandeando sin entusiasmo y sin espíritu público; y luego, que entonces estaba la anarquía cosida siempre a los autos del entusiasmo, y ahora ya no. Y el entusiasmo de ahora ha de ser un entusiasmo moderado, un entusiasmo frío y racional, un entusiasmo que mate facciosos, pero nada más; entusiasmo, señor, de quita y pon; y entusiasmo, en una palabra, sordomudo de nacimiento; entusiasmo que no cante, que no alborote el cotarro; que no se vuelva la casa un gallinero. Y éste es el bueno, el verdadero entusiasmo. No, sino volvamos a las canciones patrióticas. ¿Qué trajo la ruina del sistema? Unas veces dicen que fue la libertad de imprenta, otras que fue... No, señor, hoy estamos de acuerdo en que fueron las canciones. ¿Y esto no será de alabar?

Yo alabaré siempre; yo defenderé; reniego de la oposición. ¿Qué quiere decir la oposición?

He aquí un artículo escrito para todos, menos para el censor. La ALABANZA, en una palabra: ¡QUE ME PROHÍBAN ÉSTE!

Coda final.

Algunos pensarán que prometer una coda final ha sido un truco para hacer tragar la píldora de los párrafos anteriores. ¿Recurrir a truco tan bajo? No, por cierto. Aquí va lo prometido.
España está muy lejos de ser un país con censura. De eso, los que tenemos una edad sabemos algo. Por lo tanto, no hablamos de censura más que por extensión y miedo de volver hacia atrás. Estos miedos instalados en el ser de todo español y que hacen a veces que actuemos de formas extrañas en nuestra vida: desde educar sin disciplina hasta pensar que ninguna ley está por encima de nuestro libre voluntad. O de que algunos, en cuanto ejercen cualquier grado de autoridad, saquen tan fácilmente comportamientos exageradamente marciales.
La actuación judicial contra la portada de El Jueves no ha gustado a casi nadie, a mí tampoco. Pero es cierto que cumple la ley. ¿Por qué no se ha cumplido la ley en ocasiones anteriores? Vaya usted a saber. ¿Por qué se ha cumplido precisamente ahora? Larra me da un golpecito en el hombro, y contesta: "Lo que no se puede decir, no se debe decir, así que calla o alaba". Pues eso.
La portada inicial no me gustó. En cambio, me gustó mucho más y me pareció más satírica la portada rectificada: demuestra más ingenio. Yo fui lector asiduo de esta publicación. Dejé de serlo, no sé si por edad o por estética. Por eso, espero no tener que volver a comprarla, cosa que solo haría si comienza a salir en blanco. ¡Exagero! Pues claro. Pero es que uno empieza a cumplir la ley y no sabe dónde terminar. Y no critico la ley, que nos ampara y vela por nosotros, por supuesto. El Jueves en blanco...

Ahora, bien, en el mundo de Internet, ¿qué sentido tiene esto?
(Continuará)

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Durante el mes de agosto la actualización del blog no será diaria.Estamos en verano, no me pidáis constancia.Tantos mis comentarios como la publicación de los vuestros sufrirán del estío.

viernes, 3 de agosto de 2007

La muerte del Bachiller (Larra en la era virtual).


Después de pasar revista satírica a la sociedad madrileña del momento, como cualquier blogger actual que se precie, Larra decide terminar la publicación de El pobrecito hablador y así lo anuncia en el número 13 (marzo de 1833):

Trece números y diez meses va a hacer que, acosados del enemigo malo que nos inducía a hablar, dimos principio a nuestras habladurías. -¿Qué? ¿No queda más que hablar?, nos dirán.- Mucho nos falta efectivamente que decir, pero acabamos de entrar en cuenta con nosotros mismos, y hecha abstracción de lo que no se debe, de lo que no se quiere, o de lo que no se puede decir, que para nosotros es lo más, podemos asegurar a nuestros lectores que dejamos el puesto humildemente a quien quiera iluminar la parte del cuadro que nuestro pobre pincel ha dejado oscura.

En los doce números anteriores ha dejado un retrato social crítico, alguno de cuyos tipos aun permanecen en el imaginario colectivo y muchas de cuyas técnicas se usan hoy en el ciberespacio, como veremos en otro post:

-Sátira contra la Corte.
-¿No se lee porque no se escribe, no se escribe porque no se lee? (Artículo enteramente nuestro).
-Empeños y desempeños (Artículo parecido a otro.).
-¿Qué cosa es por acá el autor de una comedia? (Artículo nuestro.)
-Sátira contra los malos versos de circunstancias.
-¿Quién es por acá el autor de una comedia? Artículo segundo: El derecho de propiedad.
-Carta segunda escrita a Andrés por el mismo Bachiller.
-Manía de citas y de epígrafes.
-El casarse pronto y mal. (Artículo del Bachiller.)
-El castellano viejo.
-Robos decentes.
-Reflexiones acerca del modo de resucitar el teatro español.
-Carta de Andrés Niporesas al Bachiller.
-Vuelva usted mañana. (Artículo del Bachiller.)
-El mundo todo es máscaras: todo el año es Carnaval (Artículo del Bachiller.)
-Carta última de Andrés Niporesas al Bachiller Don Juan Pérez de Munguía.

En ellas encontrarán los autores de los blogs actuales los modelos básicos del retrato de costumbres, de tipos, el periodismo de denuncia (Vuelva usted mañana debería ser lectura obligada), el chascarrillo. Difiere el formato, claro. Y la extensión.
Para terminar con la publicación, a Larra se le ocurre, a la manera cervantina, matar a su personaje haciéndole volver al redil social de las buenas costumbres-es decir, a lo políticamente correcto-. Así nos lo cuenta Andrés Niporesas, personaje encargado de la redacción del último número de El Pobrecito hablador, el 14 (acordémonos de la posibilidad que nos da Internet para crear varios pseudónimos, cada uno con su personalidad):

El Bachiller... ¡ha muerto! ¿Alguna alevosa pulmonía? No; no era un soplo de aire quien había de matar a un hablador. ¿Una apoplegía fulminante? ¡Ah! Un pobrecito no muere de apoplegía. ¿Murió de tener razón? ¿Murió de la verdad? ¿Murió de alguna paliza? Pero, ¡ay!, era su estrella dar palos y no recibirlos. ¿Dio con alguno más hablador que él? ¿Murió de algún atragantón de palabras?


No es la recuperación de la cordura lo que provoca su rehabilitación, sino el miedo. El personaje creado por Larra no ha tenido la precaución de refugiarse en el anonimato (obsérvese la ironía tras la que se esconde el propio autor) y sufre las consecuencias -aprendan los bloggers satíricos. Se retracta de todas las sátiras publicadas y dice sus últimas palabras, que conocemos gracias al escrito que el antiguo escribiente del Bachiller envía a Andrés Niporesas:

Ea pues, hijos, yo me muero todo: tomad para vos este escarmiento: antes de hablar, mirad lo que vais a decir; ved las consecuencias de las habladurías. Si apego tenéis a vuestra tranquilidad, olvidad lo que sepáis; pasad por todo, adulad de firme, que ni en eso cabe demasía, ni por ello prendieron nunca a nadie: no se os dé un bledo de cómo vayan o vengan las cosas; amad a todo el mundo con gran cordialidad, o a lo menos fingidlo si no os saliere de corazón, con lo cual pasaréis por personas de muy buena índole, y no como yo, que muero en olor de malicioso porque he querido dar a entender que de algunos países nunca puede salir nada bueno... en fin... muero.. a Dios... hijos... ¡de miedo!

Como el médico que le atiende no se fía de la muerte cierta del hablador, para comprobarla, le grita al oído que el mundo está lleno aun de todos aquellos a los que había satirizado. Como no reacciona, hace una comprobación extrema, sabiendo, como les pasa hoy a la mayoría de los autores de blogs, que el hablador odia a los periódicos establecidos y desconfía de ellos:

Entonces, haciendo el último esfuerzo, cogió algunos periódicos españoles, púsoselos sobre la cara, y esperó un momento; pero no rebullendo mi amo, el doctor exclamó con la mayor pena, dejando caer la ropa sobre el difunto: "Muerto está; cuando nada dice a todo esto, ni un soplo de vida le queda. En paz descanse."


Hágase la prueba con cualquier blogger actual.

El próximo de la serie, sobre Larra y la censura (con alusiones al caso de El Jueves, no tratado aun en La Acequia).

(Continuará)
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miércoles, 1 de agosto de 2007

Dos palabras (Larra en la era virtual).

[Mariano José de Larra. Grabado de mi propiedad.]

Hace unas semanas, mi querido Blogófago, tras tomarnos un café, cogió al vuelo una alusión mía a Mariano José de Larra y, acertadamente, trascribió las líneas iniciales del primer artículo de El pobrecito hablador. Revista satírica de costumbres, etc., etc. Por el bachiller D. Juan Pérez de Munguía (1832-1833). Lo introdujo tan oportunamente que remito a él en este caso. El artículo lleva por título "¿Quién es el público, y dónde se le encuentra?" y es una ingeniosa entradilla de la publicación que Larra culmina con una NOTA. El pobrecito hablador, por no dejar meter baza a nadie, no admite ni da contestaciones.


Antes, Larra había redactado unos párrafos, a modo de propaganda y editorial, en los que diseñaba las características de la nueva publicación. El texto tenía como título Dos palabras y, mutatis mutandi, nos depara sorpresas si lo comparamos con el mundo de los blogs.

Comienza por afirmar que no quiere redactar un periódico tradicional porque no se cree capacitado para ello y no le gusta adoptar sujeciones: la misma libertad que cualquier blogger desea para sí mismo. Estas sujeciones deben entenderse no sólo desde el punto de vista ideológico, sino también del formato:


Emitir nuestras ideas tales cuales se nos ocurran, o las de otros, tales cuales las encontremos para divertir al público, en folletos sueltos de poco volumen y de menos precio, este sí es nuestro objeto; porque en cuanto a aquello de instruirle, como suelen decir arrogantemente los que escriben de profesión o por casualidad para el público, ni tenemos la presunción de creer saber más que él, ni estamos muy seguros de que él lea con ese objeto cuando lee. No siendo nuestra intención sino divertirle, no seremos escrupulosos en la elección de los medios, siempre que estos no puedan acarrear perjuicio nuestro, ni de tercero, siempre que sean lícitos, honrados y decorosos.

Claro, en época de Larra, y más en el formato impreso por el que opta -otra cosa eran los libelos anónimos plagados de insultos o grabados obscenos y caricaturizadores, o las hojas manuscritas que circulaban a cientos-, no sólo no era legal, como ahora, entrar en ofensas personales, sino que tampoco era muy recomendable atentar contra las instituciones. De ahí que afirme que su sátira no será nunca individual y concreta -lo que puede significar también ponerse la venda antes de la herida. Ya le llegarán tiempos mejores a Larra, en los que sí que caerá en el retrato durísimo de personalidades de su tiempo, especialmente de aquellos que le defrauden, como Martínez de la Rosa.

Afirma después otra característica que sigue vigente en el mundo de los blogs (es la esencia de gran parte de ellos):

Siendo nuestro objeto divertir por cualquier medio, cuando no se le ocurra a nuestra pobre imaginación nada que nos parezca suficiente o satisfactorio, declaramos francamente que robaremos donde podamos nuestros materiales, publicándolos íntegros o mutilados, traducidos, arreglados o refundidos, citando la fuente, o apropiándonoslos descaradamente, porque como pobres habladores hablamos lo nuestro y lo ajeno, seguros de que al público lo que le importa en lo que se le da impreso no es el nombre del escritor, sino la calidad del escrito, y de que vale más divertir con cosas ajenas que fastidiar con las propias. Concurriremos a las obras de otros como los faltos de ropa a los bailes del Carnaval pasado: llevaremos nuestro miserable ingenio, le cambiaremos por el bueno de los demás, y con ribetes distintos lo prohijaremos, como lo hacen muchos sin decirlo, de modo que habrá artículos que sean una capa ajena con embozos nuevos.

Aviso a navegantes: Larra no plagia, sino que se inspira en otros con descaro y desparpajo. Y supera a sus modelos con el ingenio y la profundidad de la mirada. Y aquí se burla ingeniosamente de cualquier ley sobre la propiedad intelectual, como si supiera que en la futura Internet nada será de nadie:

Además, ¿quién nos podrá negar que semejantes artículos nos pertenezcan después de que los hayamos robado? Nuestros serán indudablemente por derecho de conquista. Habralos también sin embargo enteramente nuestros.

Y, en cuanto a un avance de materias a tratar, se declara incapaz de hacerlo, porque el trancurrir de El Pobrecito hablador será abierto:

Siguiendo este sistema no podemos fijar los materiales de que hablaremos; sabemos poco, y aun sabemos menos lo que se nos podrá ocurrir, o lo que nos podemos encontrar. Reírnos de las ridiculeces, esta es nuestra divisa; ser leído, este es nuestro objeto; decir la verdad, este es nuestro medio.

Larra, que era un jovencísimo escritor en esa época, nos da muchas claves de este mundo virtual de ahora. A ellas hay que añadir el pseudónimo frecuente en las publicaciones periódicas de su tiempo-nick, lo llamamos ahora-: pobrecito hablador, bachiller Juan Pérez de Munguía (a los que añadirá otros en años sucesivos, hasta su más famoso: Fígaro), o lo que afirma en las líneas finales:


Aunque nos damos tratamiento de nos, bueno es advertir que no somos más que uno, es decir, que no somos lo que parecemos; pero no presumimos tampoco ser más ni menos que nuestros escritores de la época.

¿Algún blogger es capaz de dar más y expresarlo mejor? Lo que Larra no pudo vivir es la inmediata comunicación con los lectores. Pero incluso el periódico era un avance considerable en esto con respecto a los formatos anteriores.

Uno de los males actuales es que pensamos haberlo inventado todo.

(Continuará.)
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