El corazón de una vida puede ser una humilde y hermosa cocina blanqueada de una cueva que sirve de vivienda a aquel que no ha encontrado otra cosa. El pasillo de la casa desemboca en un espacio circular, abierto al cielo. Por la abertura entra a chorros la luz de mediodía, que restalla contra las paredes blancas y los azulejos que acaba de poner el albañil aficionado al dibujo. Un hombre joven y atractivo, analfabeto, pero con un talento innato. En Dolor y gloria esta cocina es el lugar al que volver como refugio, pero también ese espacio en el que el protagonista comienza a descubrir que el mundo que le espera está lleno de misterios que le traerán tantas dosis de dolor como de gloria porque ambas son las dos caras inseparables de la vida.
Pedro Almodóvar ha realizado una gran película, una de las más importantes del cine español y la más personal de su larga ya trayectoria. En ella está todo lo que ha sido antes como director, condensado, explicado y moderado en el tono. Como si pretendiera cerrar aquí su trayectoria como artística dejándonos la luz por la que comprenderlo completamente incluso en sus películas menores o las más trasgresoras; como si pretendiera dar por finalizado lo que ha sido para aventurarse hacia nuevas fronteras.
El protagonista es un exitoso director de cine español paralizado por el dolor y la enfermedad. Ha llegado a la edad de los recuerdos: su infancia y la relación estrecha que mantuvo con su madre hasta el fallecimiento de esta; el gran amor de su vida, perdido en la época tumultuosa. Ha conocido el éxito internacional pero también el dolor físico y el anímico que le han producido el fallecimiento de la madre y el deterioro de su cuerpo. Almodóvar ha trazado una hermosa relación entre esos dos estados que recoge el título de la película y ha sabido introducir en ella todo su cine. Su trayectoria le ha traído hasta aquí inevitablemente: es una película de autor que explica todo lo que ha querido ser y, en gran medida, todo lo que ha vivido. No es solo que cada secuencia y cada plano tenga valor en sí mismo, que vaya desde el costumbrismo hasta la vanguardia, desde la crítica social hasta la farsa, desde el drama contenido hasta la comedia, es que la película es puro cine emocional, pero de esas emociones que se contienen para adensarse más y que termina siendo la misma película que ese director maduro y dolorido quiere rodar.
El guion es soberbio y todas las actuaciones se corresponden a lo requerido por el autor, pero quiero destacar aquí a Antonio Banderas, también contenido, construyendo un personaje rico en matices -llega a imitar sin parodiar la forma de hablar de Almodóvar en una breve secuencia- en una de las mejores interpretaciones de su carrera.
El protagonista es un exitoso director de cine español paralizado por el dolor y la enfermedad. Ha llegado a la edad de los recuerdos: su infancia y la relación estrecha que mantuvo con su madre hasta el fallecimiento de esta; el gran amor de su vida, perdido en la época tumultuosa. Ha conocido el éxito internacional pero también el dolor físico y el anímico que le han producido el fallecimiento de la madre y el deterioro de su cuerpo. Almodóvar ha trazado una hermosa relación entre esos dos estados que recoge el título de la película y ha sabido introducir en ella todo su cine. Su trayectoria le ha traído hasta aquí inevitablemente: es una película de autor que explica todo lo que ha querido ser y, en gran medida, todo lo que ha vivido. No es solo que cada secuencia y cada plano tenga valor en sí mismo, que vaya desde el costumbrismo hasta la vanguardia, desde la crítica social hasta la farsa, desde el drama contenido hasta la comedia, es que la película es puro cine emocional, pero de esas emociones que se contienen para adensarse más y que termina siendo la misma película que ese director maduro y dolorido quiere rodar.
El guion es soberbio y todas las actuaciones se corresponden a lo requerido por el autor, pero quiero destacar aquí a Antonio Banderas, también contenido, construyendo un personaje rico en matices -llega a imitar sin parodiar la forma de hablar de Almodóvar en una breve secuencia- en una de las mejores interpretaciones de su carrera.