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lunes, 2 de diciembre de 2019

La luz de una cocina encalada. Dolor y gloria, de Pedro Almodóvar


El corazón de una vida puede ser una humilde y hermosa cocina blanqueada de una cueva que sirve de vivienda a aquel que no ha encontrado otra cosa. El pasillo de la casa desemboca en un espacio circular, abierto al cielo. Por la abertura entra a chorros la luz de mediodía, que restalla contra las paredes blancas y los azulejos que acaba de poner el albañil aficionado al dibujo. Un hombre joven y atractivo, analfabeto, pero con un talento innato. En Dolor y gloria esta cocina es el lugar al que volver como refugio, pero también ese espacio en el que el protagonista comienza a descubrir que el mundo que le espera está lleno de misterios que le traerán tantas dosis de dolor como de gloria porque ambas son las dos caras inseparables de la vida.

Pedro Almodóvar ha realizado una gran película, una de las más importantes del cine español y la más personal de su larga ya trayectoria. En ella está todo lo que ha sido antes como director, condensado, explicado y moderado en el tono. Como si pretendiera cerrar aquí su trayectoria como artística dejándonos la luz por la que comprenderlo completamente incluso en sus películas menores o las más trasgresoras; como si pretendiera dar por finalizado lo que ha sido para aventurarse hacia nuevas fronteras.

El protagonista es un exitoso director de cine español paralizado por el dolor y la enfermedad. Ha llegado a la edad de los recuerdos: su infancia y la relación estrecha que mantuvo con su madre hasta el fallecimiento de esta; el gran amor de su vida, perdido en la época tumultuosa. Ha conocido el éxito internacional pero también el dolor físico y el anímico que le han producido el fallecimiento de la madre y el deterioro de su cuerpo. Almodóvar ha trazado una hermosa relación entre esos dos estados que recoge el título de la película y ha sabido introducir en ella todo su cine. Su trayectoria le ha traído hasta aquí inevitablemente: es una película de autor que explica todo lo que ha querido ser y, en gran medida, todo lo que ha vivido. No es solo que cada secuencia y cada plano tenga valor en sí mismo, que vaya desde el costumbrismo hasta la vanguardia, desde la crítica social hasta la farsa, desde el drama contenido hasta la comedia, es que la película es puro cine emocional, pero de esas emociones que se contienen para adensarse más y que termina siendo la misma película que ese director maduro y dolorido quiere rodar.

El guion es soberbio y todas las actuaciones se corresponden a lo requerido por el autor, pero quiero destacar aquí a Antonio Banderas, también contenido, construyendo un personaje rico en matices -llega a imitar sin parodiar la forma de hablar de Almodóvar en una breve secuencia- en una de las mejores interpretaciones de su carrera.

lunes, 26 de septiembre de 2011

La complejidad de las emociones. La piel que habito, de Pedro Almodóvar.



No vayas a ver esta película si consideras que el thriller psicológico solo puede hacerse como lo hacen las grandes productoras norteamericanas; no vayas a ver esta película si piensas que la violencia solo puede expresarse de una única manera; no vayas a ver esta película si tienes tantos prejuicios contra Almodóvar -esto es muy típico en España- que le niegas el pan y la sal; no vayas a ver esta película si piensas que el mejor crítico de cine español siempre tiene razón incluso cuando le ciega la enemistad a la hora de escribir; no vayas a ver esta película si crees que la identidad es algo firme y estable y no quieres pensar en el laberinto que todos llevamos dentro.

Esta película es de Almodóvar: su sello está en todos los momentos de la acción. He de reconocer que los primeros minutos de la película despertaron en mí todos los resortes contra Almodóvar que llevo dentro y me hiceron dudar si había hecho bien en ir a verla. Pero hay un momento, con la aparición de un estrafalario personaje vestido de tigre en el que me di cuenta de que aquella película cobraba altura: dejaba de ser un thriller psicológico correcto para convertirse en algo heterodoxo en el que caben por igual el drama y la comedia, el homenaje a muchos momentos de gran cine y las autoreferencia tan de Almodóvar, el tratamiento de lo local costumbrista (qué magníficas escenas primeras las que tienen lugar en la tienda de ropa) y de lo universal. En ese momento, plena inserción en el territorio tradicional de Almodóvar, comenzaba una tragedia de identidades cruzadas. Hay otro momento en el que se reconoce la altura de esta película llena de cine: cuando se inician las secuencias de flashback que cavan en la profundidad de los personajes de una manera en la que pocos cineastas pueden hacerlo.

Todo ello basado en un sólido guión que lleva al espectador de un lado a otro, sorprendiéndole constantemente de la mejor manera en la que debe hacerse en el cine, en una extraordinaria fotografía que toca por igual la frialdad de la violencia y sus momentos más oscuros.

Esta película no es un trhiller, como se publicita, no es una película de venganzas cruzadas, sino una indagación en la personalidad y en sus lados más oscuros relacionados con las pasiones, el gran tema de Almodóvar. ¿De qué somos capaces los seres humanos desarbolados por el amor o por el deseo de venganza? De los crímenes mayores pero también de la entrega más total y de ambas cosas juntas porque ninguno de nosotros está hecho de un sola manera.

Antonio Banderas retrata, con contención, un personaje muy complejo. Excelente Marisa Paredes. Pero quien está maravillosa es Elena Anaya.

Si ves esta película, déjate llevar por ella: permítete reír en momentos que parecen trágicos. El golpe siguiente te hará más efecto. Sobre todo si aprecias la gran banda sonora de Alberto Iglesias, merecedora de todos los premios. Y reconoce a uno de los pocos directores actuales que tienen un sello personal en todo lo que hace. Si no te gusta Almodóvar, estás en tu derecho, pero esta película es una extraordinaria obra cinematográfica.