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lunes, 29 de enero de 2024

Todavía estoy aprendiendo

 


Francisco de Goya anheló la libertad como individuo y como artista. Vivió un tiempo en el que no era fácil. Lo consiguió en el arte, incluso cuando fue pintor de la Corte. Solo hay que ver su cuadro Retrato de la a familia de Carlos IV de España. Se deshizo del imperio de la línea y supuso, como ninguno, el puente entre Velázquez y Picasso o Dalí (por no decir también con los pintores impresionistas y toda la vanguardia pictórica de principios del siglo XX). Es uno de los grandes de la pintura universal. Además, reflexionó sobre el ser humano y comprendió los males de España y de Europa y lo plasmó en su obra, cada vez más libre. Asombra muchas veces verlo tan contemporáneo nuestro en esto. Lo pagó todo con el exilio, desde donde siguió asombrando con su capacidad para renovar el arte. A los ochenta años, escribió en un dibujo: Todavía estoy aprendiendo. Hoy la ciudad se ha llenado de goyas y todo el mundo se hace una fotografía con estas piezas escultóricas. Quizá después se acerquen a un museo cercano, en el que hay tres cuadros suyos.

miércoles, 4 de mayo de 2016

Goya y Dalí. Capricho surrealista.


Hasta el 29 de mayo puede visitarse esta exposición (Goya y Dalí. Capricho surrealista, Sala municipal de exposiciones de la iglesia de las Francesas, Valladolid), que se encuentra de gira por España y recupera, en parte, un montaje previo de hace unos años al que se ha añadido la confrontación con algunos grabados originales de Goya sin alterar para facilitar la comparación. Comisariada por Lola Durán Úcar, recoge en ella la intervención que realizara Salvador Dalí  en la década de los setenta del pasado siglo en la serie de Goya, Los caprichos. A través de la técnica del heliograbado, Dalí recuperó los ochenta grabados de la serie y respetando la base inicial de Goya introdujo en ellos, aprovechando casi siempre los espacios en sombra, que aclara, elementos propios de su arte (color, paisajes, relojes blandos, sexualidad, figuras, a veces a través de un cambio sutil en el título, etc.).

No he podido dejar de recordar que Goya trabajó una serie de grabados sobre los cuadros de Velázquez para su venta que contribuyeron en buena medida a la divulgación de la obra del sevillano entre la burguesía de su tiempo. En alguno de ellos, el aragonés introdujo sutiles variantes. El proceso era de admiración, estudio e intervención sobre la obra del maestro respetado. Algo similar hace Dalí con los caprichos de Goya: admiración, estudio e intervención. En ambos casos también está un cierto afán comercial. Inicialmente, es lógico que Dalí se enfrentara antes o después con estos grabados de Goya: en ellos late ya un aire de sueño y, como siempre dijo Dalí, él pintaba lo que soñaba, que es su esencial forma de concebir toda su obra. La forma de entender esta intervención nos lleva también hacia otra de las facetas más importantes del catalán, el diálogo con los maestros para llevarlos hacia nuestra contemporaneidad, sobre todo, con un juego intertextual que convierte lo que era arte en un arte que reflexiona sobre todo con el arte. En su intervención -que a veces es mínima-, procura alejar la obra intervenida de la mera crítica social. Una visita interesante para comprobar este juego de relaciones.

sábado, 20 de septiembre de 2014

Goya. Sus grandes series


Recomiendo que se vaya sin prisas a la exposición Goya. Sus grandes series, en la Sala Municipal del Museo de la Pasión de Valladolid hasta el 2 de noviembre, a pesar de que su contenido ya es fácil y cómodamente accesible a través de Internet. En ella se encuentra los más de doscientos grabados de Los caprichos (1799), Los desastres de la guerra (1810-1820), La Tauromaquia (1814-1816) y Los disparates (1815-1824), las grandes series de grabados en las que trabajó Francisco de Goya.

Goya se incorporó a la popularización del grabado que se dio a finales del siglo XVIII y que creció gracias a la demanda de las clases medias que buscaban alimentar su cultura por una parte y decorar las paredes de sus casas con objetos de lujo como se consideraban estos trabajos. Antes de sus grandes series ya había trabajado en una Huida a Egipto y, sobre todo, en una serie de grabados sobre la obra de Velázquez en la que introduce sutiles cambios y reinterpretaciones. De hecho, muchas personas conocieron a Velázquez a través de esta interpretación de Goya a la vez que este estudiaba y hacía suya la técnica pictórica del maestro barroco.

Pero será en estas cuatro series en donde estará el Goya más personal, el menos preocupado por la perfección de la técnica del grabado y al que le interesaba más el contenido crítico, documental, satírico o ideológico de su producción. Goya, ilustrado al fin y al cabo, comprendió pronto la ventaja de la imagen grabada y reproducida como herramienta de difusión de unas ideas y de su crítica visión de la España de su época. Este es el gran valor -aún vivo- de las series de los grabados de Goya, desde el primero hasta el último, el más personal de todos, cuando Goya ya había roto las amarras con una España que le había defraudado completamente.

Recomiendo pasear con calma por esta exposición, sin prisas y dispuestos a echar mucho tiempo en ella. Quizá no es tan buena idea como parece ofrecer todas las series completas puesto que pueden abrumar al espectador normal de estas exposiciones, quizá hubiera sido mejor aligerar lo expuesto para ganar en didactismo y en trabajo museístico de divulgación. De hecho, por algo será que nunca se habían expuesto juntas las cuatro series. No sé si debe colgarse todo porque se tiene todo, opino que no. Pero Goya es siempre Goya y siempre es oportuno en una España que aún está falta de su propia revolución ideológica en la que las reflexiones de Goya siempre deben tenerse en cuenta por actuales, así que no voy a discutir esto más allá de la mera duda sobre su oportunidad: el propio visitante puede hacer sus selección o ver la exposición fragmentada.

viernes, 16 de noviembre de 2007

Monstruos.

[Detalle de la fachada de la Iglesia de la Merced, Burgos]

Según las versiones, el Capricho 43 de Goya, El sueño de la razón produce monstruos, puede explicarse de forma aparentemente contradictoria: del dormitar de la conciencia nace la fantasía del arte pero también se originan las visiones, los sueños y las acciones más oscuras del ser humano. La atracción del abismo fue el sentimiento romántico del que nació la locura y el genio artístico. Y el malditismo del poeta.
Al volver a casa, anocheciendo ya, rocé con mis dedos esta fachada que desde lejos se ve airosa pero acercando la mirada nos representa monstruos agazapados en la piedra. Sentí el vértigo de la locura en mis dedos. Cuántos artistas han caminado en el delgado filo hacia la demencia. No es necesaria para la creación pero la imaginación colectiva ha querido forjar la efigie del artista a partir de ella. Es más, muchos genios se han perdido por la exagerada propensión a la autodestrucción a la que parecía condenarles su condición de artistas. El paseante creía estar a salvo de la condena al mirar esta fachada desde la ribera del río. Pero qué atractiva es la desfiguración de la piedra mirada de cerca.