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miércoles, 10 de mayo de 2017

Un acontecimiento editorial. Edición facsímil de Zorrilla: Su vida y sus obras, de Narciso Alonso Cortés


Pocas veces se tiene la fortuna de participar en un proyecto que, desde el principio, se sabe tocado por el don de la oportunidad. El Ayuntamiento de Valladolid publica edición facsímil de un clásico de la filología española, uno de esos textos que se han convertido en imprescindibles para el estudio de una época y un autor. Este es el caso de Zorrilla: Su vida y sus obrasde Narciso Alonso Cortés. El libro se publicó por vez primera en tres volúmenes que aparecieron desde 1916 hasta 1920 y, desde el principio, se convirtió en una obra de referencia usada y copiada por todos los estudiosos sobre la historia literaria española del siglo XIX y sobre Zorrilla. El trabajo de Alonso Cortés fue metódico en la recopilación de datos, ordenación de las referencias, establecimiento de la biografía definitiva sobre Zorrilla e interpretación de la aportación del romántico a la literatura española. Aunque investigaciones posteriores han modificado parcialmente algunas cuestiones o aportado otras referencias y hallazgos, lo sustancial del trabajo sigue siendo válido e imprescindible para cualquier estudio sobre este autor. Por otra parte, Alonso Cortés consiguió un texto que también apasiona al mero aficionado a las biografías de personalidades o la reconstrucción de una época. En sus páginas se levanta una época entera.

Alonso Cortés publicó una segunda edición de su obra, corregida y ampliada, en 1943. Entre los libros donados a su fallecimiento al Ayuntamiento de Valladolid se conservaba un ejemplar de esta segunda edición con anotaciones del estudioso que es el que se ha tomado ahora como base para esta edición facsímil. He tenido la fortuna de redactar el estudio introductorio que acompaña al texto. Y, para que este sea del todo manejable y útil para el lector general y el especialista, se publica con una herramienta fundamental de la que carecía, un magnífico índice de nombres elaborado por la profesora Irene Vallejo González.

Por otra parte, la edición está cuidadísima y se ha conseguido un volumen cómodo y elegante, con un diseño atractivo y un precio asequible para todos -ha sido una de las preocupaciones de los editores siempre-. Paz Altés ha sido el alma de esta edición, un viejo proyecto suyo, y a ella se le tiene mucho que agradecer.

Editar el volumen en los actos del bicentenario de Zorrilla es también un gesto significativo porque pone en limpio y accesible el mejor estudio que existe sobre este autor. Una de las misiones más importantes de una institución pública. Y, a la vez, constituye una especie de homenaje al autor de la monografía, trabajador infatigable, profesor de varias generaciones de estudiantes que pasaron por las aulas del Instituto Zorrilla y promotor de la Casa Museo Zorrilla.

Se presenta oficialmente el libro mañana jueves día 11 a las 13:00 hs. en la Sala principal del Teatro Zorrilla de Valladolid, en los actos de la Feria del Libro de esa ciudad. Intervienen: Óscar Puente, alcalde de Valladolid, Teófanes Egido, cronista oficial de Valladolid, Pedro Ojeda Escudero e Irene Vallejo González.

[Actualización: En este enlace puede verse el vídeo completo con la presentación, en la que intervenimos, por este orden, Óscar Puente (Alcalde de Valladolid). Teófanes Egido (Cronista oficial de Valladolid), Pedro Ojeda Escudero (autor del estudio introductorio) e Irene Vallejo González (autora de los índices).

sábado, 30 de noviembre de 2013

Palabras en la jubilación de Irene Vallejo, Catedrática de Literatura española de la Universidad de Valladolid.

Acabo de llegar de la comida que hemos celebrado en homenaje a Irene Vallejo, Catedrática de Literatura española en la Universidad de Valladolid, que se jubiló al final del curso pasado. Irene Vallejo me dirigió la Tesis Doctoral sobre la obra dramática de Francisco Martínez de la Rosa y con ella he firmado alguno de los trabajos académicos de los que me siento más orgulloso, es especialista en la literatura española de los siglos XVIII y XIX y sus estudios figuran entre los de consulta obligada en estas marerias. El encuentro no ha querido ser insititucional sino una muestra de cariño de un pequeño grupo de compañeros y antiguos alumnos.

Vivimos unos tiempos convulsos en la Universidad española. No solo por los cambios legislativos o por los recortes presupuestarios o por las modificaciones en las estructuras metodológicas y de la misma tipología de los estudios, que llevan desde hace unos años a la Universidad española a la deriva y a la incertidumbre por causas externas e internas. Los tiempos convulsos se deben, fundamentalmente a que en la Universidad española se ha perdido el ambiente académico. Salvo honrosas excepciones, en la Universidad española no se habla de cuestiones académicas, que quedan reservadas a la más estricta privacidad del profesor, como si tuviera que guardarlas en secreto y practicarlas solo después de cerrar la puerta del aula. En los pasillos en donde se encuentran los despachos de los profesores -hasta la antigua noción de Departamento se ha perdido físicamente para dar paso a espacios que se parecen más a hoteles de carretera, con todas las connotaciones de la acepción- se habla muy poco de materias académicas, hay escaso debate de ideas y la mayor parte del profesorado se limita a trabajar por objetivos para conseguir exclusivamente la promoción curricular personal y no para generar un estado científico y cultural permanente en la institución que se consolide más allá de individuos concretos y repercuta en la sociedad. Los pasillos de las Facultades españolas se han convertido, por lo general, en covachuelas de cotilleo, asiento de medradores sin escrúpulos, fanatismos normativistas que no fomentan de verdad la calidad de la enseñanza y de la investigación y cabildeos de grupos mediocres cuya actividad se basa, fundamentalmente, en destruir el prestigio de aquel a quien se envidia o que puede resultar una traba para el triunfo de la propia estirpe a la hora de ocupar todos los cargos disponibles. Conozco y he sufrido algunos casos de profesores brillantes que se apagan como cohetes de feria mientras se comportan como auténticos depredadores en su entorno, creando tan mal ambiente a su alrededor que dejan detrás de sí las peores consecuencias de un campo de batalla. También conozco depredadores que, además, son mediocres académicos. Y buenos profesores pusilánimes que han permitido que todo esto ocurriera delante de la puerta de su despacho sin hacer nada para evitarlo. El debate de altura universitario en España se reserva a muy pocos ámbitos: unos pocos grupos de investigación que merecen tal nombre -muy pocos- y unos cuantos simposios, seminarios y congresos -una mínima parte de los que se celebran anualmente.

Por suerte, frente a todo ello, profesionales de la talla de Irene Vallejo se han esforzado en cumplir siempre con su trabajo cada día, fueran cuales fuesen las circunstancias personales o profesionales: dar sus clases de la mejor manera posible, dedicarse a sus alumnos sin intentar comprar su adhesión con recursos de mala índole ni dogmatizarlos, investigar honestamente, crear un ambiente académico allá donde se hayan encontrado, respetar a todos y formar un grupo de discípulos a partir de la dirección de sus Tesis Doctorales. Todo ello sin participar en rivalidades ni en ataques al prestigio de otros colegas ni en fomentar el interés personal por encima del institucional. Esta profesora cuenta entre sus discípulos con algunos de los mejores especialistas en el campo de la literatura de los siglos XVIII y XIX, sobre todo en el teatro. 

Si una palabra define a Irene Vallejo es la constancia en su trabajo y entender este como una función al servicio de la institución y la sociedad. La Universidad española, que muchas veces más que madre es madrastra, ha dejado de agradecer de verdad a estos profesores todo su esfuerzo. Desde hace un par de décadas, se suceden las jubilaciones de magníficos profesionales sin un reconocimiento público. Esto se ha acelerado en los últimos cinco años. Dado que se ha decidido que no haya dinero para la cultura, ni siquiera lo hay para publicar homenajes que testimonien el agradecimiento. Mal va una institución que no se comporta como debe con aquellos que le han dedicado toda una vida de forma honrada. Peor va una sociedad que lo consiente.

En mi discurso de agradecimiento le dije a la profesora Irene Vallejo que aunque no siempre una buena siembra es garantía de una buena cosecha, el labrador debe tener tesón cada año para preparar el terreno, como pienso que ha hecho ella. En su caso, además, recoge el producto de su dedicación a lo largo de su vida: sus compañeros y sus alumnos lo apreciamos, su obra queda para la consulta de los especialistas y los que hemos convivido con ella en los buenos y en los malos momentos sabemos de su carácter. Sus amigos conocemos también el valor de su amistad y la firmeza de sus valores, más aún en estos tiempos en los que la más leve brisa hace mudar los hábitos de las personas.

miércoles, 25 de septiembre de 2013

Homenaje a Pedro Calvo Asensio



Esta tarde, en la sede del Congreso de los Diputados de España, se ha presentado el volumen que esta institución ha publicado en homenaje a Pedro Calvo Asensio, del que soy coautor (Pedro Calvo Asensio: Diputado, farmacéutico, periodista y autor polifacético (1821-1863), coordinado por Francisco Javier Puerto) . El pasado 18 de septiembre se conmemoraron los 150 años de su fallecimiento. 

En el año 2001, junto a la profesora Irene Vallejo publiqué un estudio en dos volúmenes sobre este personaje de la historia de España. Calvo Asensio (1821-1863) representa todo aquello que a uno le gustaría ver en un hombre público. Consecuente con sus ideas progresistas, encabezó el sector puro de esta ideología, que se negó siempre a transigir con los pactos y componendas que hicieron que algunos progresistas traicionaran sus creencias políticas a cambio de situarse en cargos políticos. La pureza de su ideología y su tarea infatigable en favor de los sectores más populares y de las ideas de libertad política y libertad de imprenta, le hicieron muy famoso y muy querido en su tiempo pero también le granjearon ataques continuos por parte de los gobiernos moderados. Excepto en el Bienio progresista (1854-1856) fue siempre un hombre de oposición y, al frente del sector progresista que encabezaba promovió las bases de la Revolución de septiembre de 1868 que no llegó a ver por su prematura muerte, sin duda debida a la debilidad provocada por su actividad frenética. Fue escritor, divulgador científico -estudió Farmacia y siempre defendió a las clases médicas porque las entendía parte fundamental del necesario progreso material español-, diputado en varias ocasiones, pero sobre todo fue un periodista de raza. De los diferentes periódicos que fundó destaca La Iberia, el gran diario del progresismo español del siglo XIX. A su muerte, su puesto en la dirección de este periódico y al frente del progresismo lo ocupó Sagasta quien, sin la muerte de Calvo, no hubiera tenido el lugar en la historia de España que tuvo. Pocas veces hay un homenaje tan merecido como este que se ha celebrado hoy.