Más allá, caza el cocodrilo, es su territorio. En todos los ríos habita al menos uno, que atrapa a los incautos que se acercan sedientos. No parezcas una gacela tímida. No te ofrezcas al sacrificio. Cuando doblas cualquier esquina, entras en un río.
A la altura de Simancas, el viejo puente mantiene su fortaleza, incluso cuando las crecidas del Pisuerga tapan los ojos y saltan el pretil con el hambre feroz del agua que llena el cauce. Un poco más allá, se entrega en el Duero en los terrenos del cocodrilo, dándole el agua que le hace falta para llegar al mar. La desembocadura es un espacio lleno de vida. También de muerte: hasta allí llegan las miradas de los ahogados.
El cocodrilo se extraña al vernos cerca del río. Reconoce en nosotros una vieja familiaridad con los peces.