No vayas a ver esta película si consideras que el thriller psicológico solo puede hacerse como lo hacen las grandes productoras norteamericanas; no vayas a ver esta película si piensas que la violencia solo puede expresarse de una única manera; no vayas a ver esta película si tienes tantos prejuicios contra Almodóvar -esto es muy típico en España- que le niegas el pan y la sal; no vayas a ver esta película si piensas que el mejor crítico de cine español siempre tiene razón incluso cuando le ciega la enemistad a la hora de escribir; no vayas a ver esta película si crees que la identidad es algo firme y estable y no quieres pensar en el laberinto que todos llevamos dentro.
Esta película es de Almodóvar: su sello está en todos los momentos de la acción. He de reconocer que los primeros minutos de la película despertaron en mí todos los resortes contra Almodóvar que llevo dentro y me hiceron dudar si había hecho bien en ir a verla. Pero hay un momento, con la aparición de un estrafalario personaje vestido de tigre en el que me di cuenta de que aquella película cobraba altura: dejaba de ser un thriller psicológico correcto para convertirse en algo heterodoxo en el que caben por igual el drama y la comedia, el homenaje a muchos momentos de gran cine y las autoreferencia tan de Almodóvar, el tratamiento de lo local costumbrista (qué magníficas escenas primeras las que tienen lugar en la tienda de ropa) y de lo universal. En ese momento, plena inserción en el territorio tradicional de Almodóvar, comenzaba una tragedia de identidades cruzadas. Hay otro momento en el que se reconoce la altura de esta película llena de cine: cuando se inician las secuencias de flashback que cavan en la profundidad de los personajes de una manera en la que pocos cineastas pueden hacerlo.
Todo ello basado en un sólido guión que lleva al espectador de un lado a otro, sorprendiéndole constantemente de la mejor manera en la que debe hacerse en el cine, en una extraordinaria fotografía que toca por igual la frialdad de la violencia y sus momentos más oscuros.
Esta película no es un trhiller, como se publicita, no es una película de venganzas cruzadas, sino una indagación en la personalidad y en sus lados más oscuros relacionados con las pasiones, el gran tema de Almodóvar. ¿De qué somos capaces los seres humanos desarbolados por el amor o por el deseo de venganza? De los crímenes mayores pero también de la entrega más total y de ambas cosas juntas porque ninguno de nosotros está hecho de un sola manera.
Antonio Banderas retrata, con contención, un personaje muy complejo. Excelente Marisa Paredes. Pero quien está maravillosa es Elena Anaya.
Si ves esta película, déjate llevar por ella: permítete reír en momentos que parecen trágicos. El golpe siguiente te hará más efecto. Sobre todo si aprecias la gran banda sonora de Alberto Iglesias, merecedora de todos los premios. Y reconoce a uno de los pocos directores actuales que tienen un sello personal en todo lo que hace. Si no te gusta Almodóvar, estás en tu derecho, pero esta película es una extraordinaria obra cinematográfica.