Ángel Díaz, condenado a muerte por asesinato, ha sido ejectuado ayer en Florida. Por un error de los médicos encargados de administrarle la dosis letal a través de una inyección, el veneno ha tardado 34 minutos en hacer efecto. Los testigos cuentan que sus manos, atadas a la camilla, se retorcían manifestando el dolor porque, según parece, el calmante que debía neutralizarlo, no llegó a las venas a tiempo.
Treinta y cuatro minutos para morir.