A la altura de 2001, cuando se publica Sefarad. Una novela de novelas (este es su título exacto con el que debería citarse siempre, veremos por qué en una próxima entrada), Antonio Muñoz Molina ya era un nombre consagrado en la literatura española y se le consideraba como una de las voces más reconocibles de su generación, aquella que había nacido durante el franquismo pero no comienza a escribir hasta el inicio de la Transición a la democracia. Desde Beatus Ille (1986), que pasó prácticamente desapercibida para el público, hasta la anterior a Sefarad, Carlota Fainberg (2001), su obra creció sumando el aprecio de la crítica y el de los lectores. El invierno en Lisboa (1987) llamó la atención sobre aquel joven novelista que practicaba un tipo de literatura que se ajustaba tanto a los gustos y preocupaciones de un sector amplio de su generación. Siguieron Beltenebros (1989) y El jinete polaco (1991, Premio Planeta). Aquella una obra clave en su género y esta una demostración de un tipo de literatura que nunca ha abandonado a Muñoz Molina: el reflejo autobiógrafico de los cambios producidos en España desde mediados del siglo XX, que también está presente en Ardor guerrero (1995). La obra de Muñoz Molina creció también ensayos y artículos en la prensa, hasta convertirse en uno de los intelectuales con presencia más reconocible y opinión más coherente, sobre todo en su planteamiento de la herencia republicana y en la dignidad del ser humano frente al poder. En el año 1995 fue elegido miembro de la Real Academia Española y desde 1990 viaja por el mundo como uno de los autores más importantes del panorama español del último período. Así llegó a pisar, por primera vez, Nueva York, que se ha convertido en residencia habitual para él, repartiendo su tiempo entre América y España. Y esta es la clave en la que quiero encuadrar la escritura de Sefarad.
Antonio Muñoz Molina se propone en Sefarad un cambio profundo en su escritura. No en la temática central del individuo frente al poder, del enfrentamiento entre los derrotados de la historia y la sociedad de pensamiento único, no en la perspectiva de la reconstrucción de una identidad y una biografía. Estos temas le han acompañado siempre en todas sus obras. El cambio de Sefarad implica un crecimiento intelectual notable.
En 2001 Muñoz Molina era un nombre indiscutible en las letras españolas pero en toda su obra había manifestado la necesidad de apertura al mundo, tanto de la sociedad española como de la cultura. Al recalar largos períodos en Estados Unidos comienza a sentir la necesidad de novelar otras cosas que no se reduzcan a temática española y busca la universalización de su escritura, tanto en el tono como, sobre todo, en la forma de abordarlos. Y surge el riesgo temático y técnico de Sefarad. Una novela de novelas, en la que se hace materia narrativa la lucha de los individuos contra la sociedad totalitaria. Aunque parte -de ahí el título- de un motivo sacado de la historia española -el destierro de los sefardíes de la Corona de Castilla-, su propósito es elevar el tiro y tratar ese tema desde un ángulo que pueda ser comprendido en cualquier parte del mundo, que pueda interesar porque toca temas universales, que se han repetido a lo largo de la historia. Desde mi punto de vista, con esta novela -que es una obra maestra en su género- no solo presenta su candidatura al Premio Príncipe de Asturias de las Letras -que obtendrá en 2013- o el Premio Jerusalén -del mismo año- sino al Premio Nobel de la literatura. Al tiempo.
Noticias de nuestras lecturas
Esta entrada de Paco Cuesta serviría, por sí sola como una introducción a la lectura de Sefarad. Para no perdérsela.
Mª del Carmen Ugarte se suma también a esta lectura. Su forma de arrancar es precisa: cuestionar la forma de leer la novela, que te obliga, de pronto, a frenar y preguntarte por lo que estás leyendo.
Myriam completa su magnífico análisis de las relaciones sentimentales de la novela de Vargas Llosa con el planteamiento del juego amoroso que tiene su núcleo en la pareja de don Rigoberto y doña Lucrecia.
Como sabéis, el último martes tuvimos la reunión mensual del Club de lectura en su formato presencial para comentar, en este caso, El héroe discreto de Vargas Llosa. La reunión -apretada por necesidades de agenda- fue muy variada y divertida y en ella hablamos de esta novela y preparamos las lecturas de Sefarad de Antonio Muñoz Molina y La gratitud de Fermín Herrero. Podéis ver una completa crónica de lo ocurrido en esta entrada de Mª Ángeles Merino.
Si alguien se pregunta cómo se puede enlazar la ciudad de provincias de Entre visillos con Bruce Springsteen, que acuda a esta entrada de Pancho que, además, encuentra un núcleo de tratamiento de emociones de la novela y lo explica. Y si alguien quiere saber por qué Sabina, que vaya a esta otra, en la que se comenta uno de los capítulos esenciales para comprender el juego de perspectivas narrativas que usa hábilmente la autora.
Ya sabéis que recojo en estas noticias las entradas que hayáis publicado hasta el miércoles anterior. Si me he olvidado de alguna, os agradezco que me lo comuniquéis.
Podéis consultar el listado con los títulos del presente curso y las condiciones de participación en este enlace.