Mostrando entradas con la etiqueta cosas. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta cosas. Mostrar todas las entradas

lunes, 7 de julio de 2025

El trabajo bien hecho

 



Esta mañana me he comprado un cinturón de piel de color negro. En la misma tienda, el dueño se ha ofrecido a repararme uno antiguo de color marrón que debe tener más de veinte años. En principio, bastaba con aplicarle un poco de pegamento especial. Con el uso, se han despegado las dos piezas por la parte donde me abrocho la hebilla. Un par de horas después, he pasado a recogerlo. Ya lo tenía pegado y seco, pero me insinuó que quedaría mejor si cosiera todo el perfil del cinturón (viene cosido con un hermoso hilo en la parte central). No se había atrevido a hacerlo sin preguntarme antes, me dijo. Le respondí que adelante, que no importaba el precio porque tengo cariño a ese cinturón y la piel está en perfectas condiciones a pesar del tiempo o precisamente por el tiempo. Me miró sin comprenderme del todo. Es un hombre mayor, afable, debería ya estar jubilado, pero le gusta su oficio. Él y su mujer abrieron esa tienda en pleno barrio de las Delicias hace muchos años y siempre han vendido el mismo género: cinturones, bolsos, mochilas, bandoleras. Por esto no te voy a cobrar nada, cómo te voy a cobrar, me compraste este cinturón hace muchos años, me dijo. No solo venden, también reparan este género. No se va a hacer rico, le dije. Para qué quiero yo ser rico a mi edad. Mientras me hablaba, acariciaba con los dedos la piel envejecida del cinturón.

Un poco antes había dejado un pantalón que necesita algunos arreglos y una mochila textil en un cose todo que regenta una mujer musulmana en la zona de Caño Argales. Hace años que voy a su taller. Nunca le he pedido un recibo de lo que le entrego, pero siempre cumple el plazo que me da y el precio más bajo de los que me da de forma orientativa cuando le pregunto. Quedará bien, me dijo. Sé que quedará bien.

Entre ambos recados, me he tomado un café y el camarero, que me conoce de hace solo unos meses, no me ha dejado pagar mi cortado. A este te invito yo, me ha dicho sonriente. Es muy joven. Es su último día en ese café, ha aceptado un trabajo en uno de los más antiguos de la ciudad. Le ofrecen, además, formación en gestión de restauración. Se necesita aprender, me ha dicho, para mejorar.

miércoles, 25 de junio de 2025

Especies extrañas de peces

 


¿Es tarde ya para todo?

El desierto chileno de Atacama es el más árido del planeta. A pesar de eso, ha sido habitado por el ser humano. En los años en los que la precipitación es superior a lo habitual, se cubre de flores amarillas, rojas, blancas, malvas, lilas... No busca que lo miremos, pero alguien como José Luis Cancho lo vio y escribió sobre eso uno de los párrafos más hermosos de la literatura española en ese prodigioso libro que es Los refugios de la memoria. Esas líneas son una pausa que reconforta una vida como lector. En la comuna de Alto Hospicio de Atacama se encuentra también uno de los mayores vertederos ilegales de ropa usada. Sobre todo, de esas marcas baratas que viajan en contenedores de un lado a otro del planeta para terminar en los océanos, en las costas africanas o en este desierto chileno. Toneladas de ropa amarilla, roja, violeta. A veces, con la etiqueta puesta.

La violencia. ¿Y después de la violencia?

El 24 de julio de 2014, también en Chile, falleció Jan Puerta, excelente fotógrafo y un ser humano excepcional. Tuve la dicha de que la lectura del Quijote que lancé aquí me cruzara con su vida. Cruzaba descuidado una calle en Limache y le atropellaron. Un día, Jan Puerta se había cuestionado su vida en Barcelona y supo que aquello no era lo que quería. Se salió a tiempo de un camino que no le hacía feliz. Lo vendió todo y se embarcó y viajó por el mundo hasta que encontró su lugar en Valparaíso.

En el estanque he visto especies extrañas de peces mirándome.

martes, 28 de enero de 2025

Lo bien hecho bien parece

 


La faena le duró un buen ratillo. Después, dio un paso atrás y sonrió. Había conseguido unir materiales tan diferentes para que aguantaran un tiempo más. Suficiente. Sacó la cajetilla de tabaco, dio un par de golpes en la mano izquierda para que asomaran un par de pitillos y se encendió uno. Mañana será otro día, se dijo. Así todo en su vida. Se encogió de hombros. Poco más se podía decir de las cosas nuevas. Miró sus manos, recogió en la caja el martillo y los clavos sobrantes. Siempre se necesitarán para otro apaño. A comer ya, es hora.

jueves, 2 de enero de 2025

No hay prisa en un día con niebla.

 


Después de varios días de niebla, la ciudad tenía textura de recuerdo. Los habitantes salían a la calle y se perdían al doblar las esquinas, en el laberinto imposible de sí mismos. Desde la seguridad del café, los miraba pasar, la mayoría inclinados hacia adelante de una manera extraña, a la  manera de los niños que comienzan a andar, como si algo tirara de ellos hacia la avenida, pero siempre estuvieran a punto de caerse al suelo. Señores con sombreros y abrigo de paño, jóvenes con cazadoras de polipiel y cremalleras, una señora elegante y chejoviana con un perro, una familia entera con los hijos tapados las cabezas con verdugos verdes, el aleteo de una mariposa de papel, el aliento de una joven hermosa y tímida que se calentaba las manos. Todos ellos pasaban, los veía a través de los grandes ventanales del establecimiento, uno detrás de otro, a veces arracimados. Venían de la nada y se perdían en la nada. Allá iba también mi vecino del tercero, grande y zafio, gruñendo contra el frío húmedo de la niebla; la novia peluquera que tuve cuando joven; el olor a albahaca; una bandada de aviones desorientados. Miré al camarero, que observaba todo sin asombrarse, apoyadas sus manos en la barra. He visto tantas cosas, exclamó sin quitar los ojos de lo que ocurría en la calle. Ponme otro café, le dije. Este año parece que nada existe ya, no hay prisa.

lunes, 7 de octubre de 2024

Después de la lluvia

 


Hay quien deja una despedida en este tinglado virtual, algo que se publicará cuando ya no esté. Si no se muere, va postergando el día de su publicación. Me imagino ese momento en el que se acerca el día, quizá la hora, en la que saldrá publicado el escrito y a su autor decidiendo retrasar la fecha porque no se ha muerto. ¿Esperará hasta el último minuto por si acaso sucede lo inevitable? Qué hacer si no se llega a tiempo, si cualquier cosa le impide retrasar la publicación: darse por muerto, publicar una nota de explicación (¡No me he muerto!), qué hacer. Y qué escribir en ese texto que deberá publicarse después de nuestro fallecimiento: una despedida solemne con una frase lapidaria, una lista de agravios y venganzas, una confesión. Quizá solo un adiós. Con lo elegante que es irse en silencio.

El derrumbe de una casa suele empezar con la mirada de quien se marcha de ella.

Después de la lluvia de estos días, hay un extraño silencio en la casa que anuncia que la tormenta no ha terminado.

Recuerdo una tarde de verano en la que los niños del barrio jugábamos a introducir la cabeza en una pila de agua. Alguien contaba para certificar la resistencia de cada uno. Luego nos tendíamos en la hierba para que el sol nos secara. Hace tanto de aquello.

lunes, 9 de septiembre de 2024

El segundo café del día


A veces tengo la sensación de que el mundo no existe. No sé si el mundo o el tiempo. Un día te levantas, te desayunas, te duchas, te vistes y sales a la calle. De pronto, en la esquina, te preguntas si esas acciones han sucedido hoy o corresponden a otro día: ayer, el verano pasado, por ejemplo. Como cuando subes a paso airoso las escaleras de un edificio y llegas al cuarto piso sin tener conciencia de haber pasado por el tercero. Comienzo a preocuparme si me dura más allá del segundo café de la mañana. Si lo hace -si dura más allá del café-, echo el día al montón de los días extraños, que miro con cierta aprensión al hacer el balance de fin de año.

lunes, 8 de julio de 2024

Gordolobos en flor

 


Estos días, las afueras de la ciudad se han llenado de gordolobos en flor, pero este que traigo aquí ha agarrado en una grieta del suelo, pegado a la fachada de un edificio de nueva construcción dentro de la ciudad. De todos los usos del verbasco, me sigue admirando el que produce somnolencia. Se echaba al agua de los ríos para adormecer a los peces y poder cogerlos a mano. Envarbascar es una práctica prohibida por su toxicidad, al menos desde las Partidas de Alfonso X, el Sabio (1255), pero se ha usado de forma tradicional hasta hace poco -quizá aún se use en alguna parte-. Todavía hoy se consumen sus hojas y flores en infusión para enfermedades respiratorias y como calmante. Las romanas usaban la flor para teñirse el cabello de rubio y las hojas aterciopeladas de su roseta se utilizaban para limpiarse en el campo después de aliviarse... También para introducirlas en los zapatos, ayudando a mantener el pie caliente. Será por eso que sonrío al ver un gordolobo conquistar este edificio nuevo en la zona recién urbanizada. Con la lluvia abundante de los meses pasados y las temperaturas últimas, salen yerbas por todos los lugares: alcorques, paseos, jardines, huecos de los edificios, bases de los semáforos y señales de tráfico, vidas perdidas, miradas desorientadas y suspiros de aburrimiento.

jueves, 4 de julio de 2024

Pariré centauros

 


No sé si os he dicho que hay un prado en el que vi centauros. Lo atravesaron en carrera feroz hacia el bosquecillo de robles sin prestar atención a nada más que su propio galope, fijos en el retumbar del monte, felices y asesinos.

Cuentan que Nietzsche cayó definitivamente en la locura tras llorar abrazado a un caballo al que fustigaban cruelmente en Turín, en enero de 1889. Pariré centauros, dijo un día: definía así la mezcla de elementos opuestos en su pensamiento, que unía ciencia, arte y filosofía, lo racional y lo pasional.

Entre los centauros que atraviesan el prado, el más joven ríe y se ejercita: sabe que matará a varios de los que ahora juegan con él. Con suerte, llegará a anciano, será sabio y recordará este amanecer glorioso de la sierra al inicio del verano.

martes, 21 de mayo de 2024

La persistencia del gesto en la memoria

 


Figura en terracota de la cultura Djenné (Mali, siglos X-XVI).
Fundación Alberto Jiménez-Arellano Alonso. Universidad de Valladolid.


Qué vulnerable todo lo humano. Sin embargo, la persistencia del gesto en la memoria y el relato de los susurros en las voces.

Posó los dedos sobre el tallo de la flor y la arrancó. Me mostró la flor antes de aplastarla cerrando la mano: así todo. No se dio cuenta de que la fragancia de la flor se hizo más intensa.




domingo, 12 de mayo de 2024

De farolitos chinos y Miguel de Cervantes

 


El farolito chino que se cultiva en algunos jardines refinados europeos en realidad viene de América. Su nombre popular es una metáfora que habla de una mirada hacia lo exótico, el científico (abutilon megapotamicum) deriva del árabe y del griego. La parte árabe parece decir malva del Índico y la parte griega hace referencia a Río Grande, la región del Brasil. Esta flor de aquí me la encontré en el jardín de El Capricho, el edificio que el catalán Gaudí levantó en Comillas para el indiano Máximo Díaz de Quijano, por lo que la decisión del paisajista o del jardinero, encaja bien con el propósito del arquitecto: realizar un edificio de inspiración oriental. Llenó la fachada de girasoles cerámicos, supongo que en referencia al doble -o triple- significado simbólico de esta planta. Así, el edificio remitía a Oriente, al mundo en el que había hecho fortuna el propietario y a cierta extravagancia de la arquitectura inglesa de aquellos tiempos que interesaba al arquitecto y a una cierto grupo de enriquecidos comerciantes esnobs de su tiempo, que buscaban singularizarse, pero también a gustos e identidades y una cierta afirmación de la diferencia. Así que este farolito chino cántabro es un poco de todos los lugares.

*

Estos días, en la prensa se ha debatido sobre el origen de Miguel de Cervantes. José de Contreras y Saro, en una conferencia impartida en el Ateneo de Sevilla, afirmó que Cervantes nació en Córdoba a partir de la lectura de un documento datado el 4 de junio de 1593, en el que el autor afirma tal cosa en su declaración a favor de su amigo Tomás Gutiérrez, que había demandado a la Cofradía y Hermandad del Santísimo Sacramento del Sagrario de la Sata Iglesia Mayor de la ciudad por expulsarlo.

Dos graves errores comete Contreras en la argumentación, por entusiasmo y por ingenuidad académica (pensémoslo así). En primer lugar, dar la impresión de que el documento, conocido, debatido y desechado en cuanto al lugar de nacimiento en 1914, desapareció desde este año hasta que él pudo consultarlo en los archivos de la Universidad de Sevilla hace unos meses, cuando el documento ya fue redescubierto y estudiado de nuevo en 2016 y nuevamente desechado en cuanto al nacimiento de Cervantes (el documento es muy interesante como testimonio de a la relación de Cervantes con el teatro). En segundo lugar, dejarse llevar por el entusiasmo y construir una teoría por la que el Miguel de Cervantes autor del Quijote es el cordobés y el de Alcalá de Henares sería un familiar suyo, proponiendo, a partir de ahí, una curiosa interpretación que ha resultado fácil de desmontar. Que Cervantes tiene raíces familiares en Córdoba era ya muy conocido y que también pudo estar en varias ocasiones en la ciudad. Quizá le haya pesado al conferenciante su poco de orgullo local y su tanto de vanidad investigadora. Por el camino, alguien de la Junta de Andalucía, reclama el documento para estudiarlo, no vaya a ser que Cervantes fuera andaluz y se pudiera relocalizar al bueno de don Miguel, supongo que para sacar el provecho adecuado de todo eso. La prensa -no solo los portales digitales que buscan impacto de visualizaciones, también la prensa seria- enloqueció como solo pasa ahora, dando la noticia sin contrastar. 

Fue tal el revuelo en pocas horas -la marca Cervantes es siempre popular- y el camino de las elucubraciones, que los estudiosos debieron reaccionar pronto, al igual que tuvo que hacerlo Francisco Rodríguez Marín en 1914, para explicar lo que declaró Cervantes en 1593 y por qué lo hizo. Y así han intervenido José Solís de los Santos, Alfredo MartínezRogelio Reyes y José Manuel Lucía Megías. En definitiva, la declaración de Cervantes en 1593 no significa que afirmara que naciera en Córdoba, sino que podía sentirse propiamente de la ciudad o llevar hasta la mentira su testimonio con la idea de favorecer en todo a Tomás Gutiérrez afirmando su raíz cordobesa, que nadie iba a comprobar, por supuesto. Ni era la primera vez que mentía Cervantes ni sería la última: lo hace en documentos oficiales y en lo que relata de sí mismo en su obra, mentiras que tantas veces han confundido al cervantismo aficionado y han sido utilizadas sin pudor por intereses (locales e ideológicos) de otros. 

En este tráeme acá los huesos de Cervantes -que siguen sin identificar a pesar del dineral gastado hace unos años por el ayuntamiento de Madrid para localizarlos en el lugar que todos los investigadores saben que están-, varias conclusiones. En primer lugar, que don Miguel sigue vivo y es un valor seguro; en segundo, que la prensa ha dado al olvido el verdadero periodismo cultural; en tercero, que a muchos les sigue pasando lo que le ocurría a don Quijote, no distinguir la realidad de la ficción; en cuarto, que los localismos y los nacionalismos casan siempre mal con la razón científica, puesto que tienen su origen en la ficción. Caben mejor en una novela que en un ensayo.

*

A fin de cuentas, nacer es el azar mayor de cada existencia que no depende de nosotros.

lunes, 6 de mayo de 2024

BROOM. Neandertales y Homo sapiens

 


Una teoría sostiene que los neandertales desaparecieron porque su genética no tuvo el suficiente tiempo para adaptase al cambio climático de su tiempo. Antes de extinguirse, se produjeron algunos cruces con el Homo sapiens y muchos de los seres humanos actuales tienen fragmentos de ADN neandertal en el genoma (especialmente en algunas poblaciones asiáticas y europeas), lo que explica la predisposición a ciertas enfermedades, la relación con algunos alimentos, comportamientos anímicos, el tipo y calidad del sueño, el gusto por el aislamiento, la tendencia a la depresión o algunos tonos claros de piel y cabello. Quizá también nos legaron algunos hábitos, habilidades y creencias. Según parece, los últimos neandertales pudieron vivir en el sur de la península ibérica, cerca del estrecho de Gibraltar frente a una pradera inmensa puesto que el nivel del mar era mucho más bajo. A pesar de eso, no hay testimonio de que los neandertales supieran cruzar masas de agua, cosa que sí consiguieron los sapiens. No es mal sitio para terminar una vida y extinguirse, desde luego.

¿Dónde terminará el último de los sapiens? ¿Qué recordará en los últimos días de su existencia después de haber enterrado a sus familiares y amigos? ¿Se arrepentirá del pasado de la especie? ¿Tendrá tiempo suficiente entre la urgencia para dejarse embargar por la melancolía? ¿Podrá refugiarse en la belleza de los atardeceres? Cuando se haya impuesto la certeza de que todo se termina.

lunes, 15 de mayo de 2023

Vecería

 


Algunos árboles frutales se entregan un año con tanta generosidad -es su condición-, que deben descansar al siguiente, exhaustos, sin frutos. Estos ciruelos son veceros. Cada dos años producen unas pequeñas ciruelas negras de agradable sabor. Cuando alcanzan la madurez hay que consumirlas pronto, en uno o dos días puesto que se estropean con rapidez. Estos árboles ni siquiera están aquí ahora para ser cosechados, la parcela está abandonada y cerca de un paseo ajardinado hace años que no recibe atención ninguna. No son míos, pero los guardo como si fueran un tesoro secreto en esa estúpida creencia que tenemos los seres humanos de que descubrimos el mundo como si nadie hubiera pisado antes por él, sin darnos cuenta de que estos ciruelos fueron plantados por alguien, alguien los cuidó durante un tiempo, los veía crecer y dar fruto, se echaba la siesta junto a ellos en las tardes de verano, aunque ahora ya no esté por aquí. Dan tantas ciruelas, que los paseantes y los animales no dan abasto y el suelo queda sembrado de ellas. Hace dos años recogía unas pocas en cada paseo para consumirlas en casa y las eché de menos el año pasado. En mi impaciencia, no comprendía que el árbol tuviera que recuperar su energía, solo pensaba en mí. Hoy he visto estos ciruelos llenos de fruta, muy verdes todavía, pero que avisa que madurará antes de septiembre, quizá debido al calor de estos meses. He sopesado con delicadeza algunos frutos, acariciando su piel tersa y comprobando las ramas más llenas. Debo esperar la generosidad del árbol, no tener prisa. A su tiempo justo, todo.

viernes, 31 de marzo de 2023

Mirarse en un espejo y no verse

 


- Hace demasiado que no hablas de actualidad.
- Podemos estar buceando dentro de nosotros mismos unos días y al regresar todo estará igual para volver a hablar del estado de la cuestión. Por desgracia siempre hay una guerra en Crimea. El mapa entero del mundo está lleno de Crimeas. Todas iguales. Todas con los mismos muertos, aunque tengan diferentes uniformes o sean paisanos, aunque sean ortodoxos o católicos, cristianos o musulmanes, altos o bajos, rusos o ucranianos, hombres o mujeres, adultos o niños, zurdos o diestros, todos nuestros porque los muertos nunca son de ellos.

(Escribí este texto el 2 de marzo de 2014.)

Algunos cargan con su trampantojo hasta cuando están solos.

Una historia en la que alguien busca una puerta de salida y encuentra dos. En ambas muere. No puede renunciar a abrir alguna de ellas, es la vida.

Es tiempo ya de duraznos enloquecidos de amor. Abajo, en el valle, han florecido en gradación del blanco al rosa. En verano comeremos el fruto de su delirio. No hay poema que lo iguale.

Mirarse en un espejo y no verse. Estás ahí, sí, pero no eres tú.

domingo, 19 de febrero de 2023

La belleza de lo pequeño. De verónicas y margaritas

 



El anuncio de la primavera está en los detalles. De pronto, la flor del almendro. Hoy ha amanecido el paseo moteado de las gotas azules de las verónicas (aunque con las condiciones adecuadas esta hierba puede florecer en cualquier época del año). La descripción dice que la flor de la veronica persica es de azul cielo oscuro con el centro blanco. Para apreciarla mejor sin arrancarla hay que arrodillarse y aproximarse mucho. El nombre parece una derivación popular del original, betónica, y lo que era proximidad fonética trasformó la planta en símbolo de la mujer que tendió un paño a Cristo para que se limpiara el sudor y la sangre en el Viacrucis, según la tradición cristiana. Es una flor hermosísima y delicada, que destaca elegante sobre el verde fresco de la hierba. Más resultona y presumida, la margarita que también explota ya en el campo. En la medicina tradicional, ambas tienen similares usos cicatrizantes y depurativos. A saber.

He leído que las hormigas del género cataglyphis, que habitan en los desiertos más extremos del planeta, son capaces de encontrar el camino de regreso al nido por mucho que se hayan alejado. Para ello no solo memorizan visualmente el camino y llevan el cálculo de los pasos que han dado sino que marcan el territorio con señales olfativas y usan la luz polarizada como guía. También detectan el dióxido de carbono de otras hormigas y perciben las vibraciones y señales magnéticas más pequeñas. La nota dice que pueden regresar al nido aunque se hayan alejado más de cien mil veces la longitud de su cuerpo.

¿Hasta donde puedo llegar yo alejándome cien mil veces de mí mismo y recordar mi nombre?

Aquí y allá todo es anuncio de la primavera. Queda un mes todavía, según el calendario, pero esta mañana he visto verónicas y he escuchado pasar los pájaros en el alero del viento.

martes, 4 de octubre de 2022

El árbol de la castidad


Junto a la acequia, un saucegatillo joven que se resistía a la fotografía. No hubo manera de que se dejaran sacar una sus flores azules, tan crecidas hacia arriba, tan exhibidas. Las dejé por imposibles a la espera de mejor luz dentro de unos días, pero la boca se me llenó con su nombre: saucegatillo, sauzgatillo, sau-ce-ga-ti-llo, sauz-ga-ti-llo. Dicen los sabios que sauzgatillo nace por síncopa de saucegatillo y este es un compuesto de sauce y gatillo. Sé que en algunos lugares llaman gatillo a la flor de la acacia, pero esto qué importa cuando la boca entera se llena de una palabra y la palabra pierde la referencia de la cosa, es decir, de la planta que nombra. Otra cosa, más seria, es el nombre latino de la planta: vitex agnus-castus y ya se complica: algo así como enredadera del cordero casto y resulta que sus bayas eran tomadas por los monjes para reducir el deseo sexual. Parece que sirve como tónico para el aparato reproductor tanto de mujeres como de hombres pero reduce las ganas de contacto sexual. De ahí también que a la planta se la conozca como el árbol de la castidad. Por si acaso, me alejo, no sea que a la castidad se llegue por mera cercanía con la planta. 

Me dedico a los reflejos de la luz en el agua, tan de mañana. Hoy no le nacen a uno las ganas de filosofar sobre si se es o no se es en los reflejos. Basta con mirar cómo juega la luz en la superficie del agua. Como mucho, preguntarse si en la primera lámina de agua se ha impreso la imagen. ¿Podría enrollarla con delicadeza y llevármela a casa?

sábado, 24 de septiembre de 2022

Parábola de la paja prensada

 

El prensado de la paja se ha mecanizado hasta el punto de que se ha conseguido una paca densa, con escaso porcentaje de oxígeno dentro. Poco a poco, la paja prensada va hacia el color marrón. El resultado consigue que, en caso de incendio, la combustión sea muy lenta y de ahí la extensión del uso de la paca en la construcción que se dice ecológica y sostenible. La maquinaria nueva recoge con tanta eficacia los tallos del campo que no queda prácticamente nada para que se pastoreen los rebaños o se refugien los animales silvestres. Estos quedan desnudos ante la mirada del cazador o las rapaces, sin el amparo de la rastrojera; aquellos desaparecen de nuestros campos y se estabulan para acabar alimentados por la paja que hubieran comido en la tierra. Se arrancan las hierbas, los arbustos y los árboles de las lindes de las tierras y no encuentran amparo las perdices que crían libres, ni rama para cantar los gorriones. Cuando abre la ventana, el antiguo habitante de la ciudad al que le ha nacido de pronto un alma bucólica y se ha construido una casa sostenible con muros de paja, se extraña de que ya no canten los pájaros como oía que ocurría antiguamente. Su preocupación, ahora, es que no llega la señal de internet, que las campanas de la iglesia barroca le despiertan las mañanas de los domingos y que los vecinos no clausuran el corral con gallinas de la pared frontera. Por suerte, es fin de semana y podrá ir a la ciudad con su automóvil para pasar la tarde en el centro comercial más grande de la región y comprar muebles fabricados en Asia y diseñados en Suecia.

miércoles, 7 de septiembre de 2022

Centaura contra los agoreros

 

Ha bastado la humedad de estas últimas noches para que aparezcan algunas flores en el campo, aunque no haya llovido por estas tierras. Como Quirón, me he agachado a recoger esta. Plinio el Viejo cuenta que andaba el centauro manejando las armas de Hércules y una flecha se le cayó sobre el pie, hiriéndole y usó esta flor para curarse y que por eso lleva su nombre. Dice el saber popular que la centaura sirve para sanar heridas y bajar la inflamación. También para las digestiones lentas, la fiebre, la falta de apetito y un puñado más de cosas. Como no sé si sirve para los males de amor, la he dejado en su lugar. Me he limitado a admirarla, tan pequeña y tan hermosamente exacta.

Ahí estaban las plantas en el campo sediento, esperando un poco de humedad y otro tanto de esperanza. La que nos falta a nosotros. Deberíamos aprender más de las flores y menos de los agoreros. Cuánto gusto por llevarnos siempre al borde del precipicio. Como el centauro Quirón herido por las armas de un dios, arrodillarnos ante la flor más humilde.

jueves, 25 de agosto de 2022

Historia de un ladrillo

 


Gran parte de los edificios históricos de esta ciudad combinan la piedra caliza de Campaspero con el ladrillo visto, que han resistido bien el paso del tiempo. A veces los ladrillos se agrietan, pero la fábrica es sólida. Han visto pasar los siglos y mudar las costumbres y solo cuando la agresiva forma de entender la modernidad los derriba, sucumben. Nada heroico. Sin fanfarrias, llega la excavadora y los echa al suelo con la pala en unos minutos. La voracidad de estos tiempos no permite despedidas largas.

Los hornos Hoffman se impusieron a finales del siglo XIX. Permitían una mejor cocción, más rápida y barata. Abrieron el paso a una segunda época dorada de la construcción con ladrillo. Recientemente, se ha puesto en valor la obra del arquitecto valenciano Rafael Guastavino (1842-1908), que usó ladrillos para levantar grandes obras en Boston y Nueva York que otros no se atrevían a emprender o les parecían imposibles, especialmente bóvedas. Sumó los nuevos métodos de fabricación a la tradición que venía del mundo árabe y elevó los resultados a los prodigiosos resultados que aún pueden admirarse en Estados Unidos. Ya entrado el siglo XX llegaron los ladrillos huecos, un prodigio técnico para reducir su peso.

Hoy, al pasar por una obra en la que han derribado una tapia de finales del siglo XIX, he recogido un ladrillo del suelo. Lo he sopesado y he dudado durante un momento si traérmelo a casa o no. Aquí lo tengo, en la mesa del despacho. Lo contemplo con respeto. En él están los ingenieros que desarrollaron los métodos para su fabricación, pero también toda la historia de miles de años desde que se fabricó el primer ladrillo de adobe. También en este ladrillo están los obreros que lo fabricaron y los peones que lo trasportaron en carros hasta la obra, sus mujeres e hijos que apenas tenían derechos, el arquitecto que levantó el plano de la tapia, los albañiles que pusieron cada ladrillo y el mortero que los unía, las personas que en estos más de cien años han pasado junto a la tapia, los novios que se han apoyado en ella para besarse a escondidas, los grafiteros que quisieron dejar su sello, aquellos que orinaban la pared amparados en la noche, los niños que en el regreso de la escuela golpeaban la tapia con un palo, el gato que trepaba para encaramarse en lo más alto, el viento que giraba por la esquina después de rozarse con las ramas de las acacias. Este ladrillo tiene más peso que todo lo que yo pueda realizar en la vida.

martes, 23 de agosto de 2022

Quioscos

 


Tengo varias suscripciones electrónicas a la prensa que consulto en el desayuno, pero todavía pido el periódico en papel cuando tomo el café de media mañana en un bar. En estos domingos últimos, he vuelto a comprar el periódico en un quiosco y con él me he dirigido a una terraza para leerlo con calma. El periódico en papel ha cambiado. Por lógica, predominan ahora los análisis, las crónicas y los reportajes. Me encuentro bien desplegando el periódico y los suplementos en la mesa de la cafetería, como si el tiempo hubiera recuperado una dimensión más humana.

La última persona que conocí que saliera a vocear la prensa fue la Chata. Regentaba un quiosco histórico, junto al atrio de Santiago, que databa de 1915. Demetria Rodríguez, la Chata, se jubiló en 2005 y, en una entrevista que le hicieron por entonces, relataba que, cuando no se había dado bien la mañana, salía con la bicicleta a vender por las calles de los barrios. El quiosco sobrevivió poco en manos de su último propietario, se cerró y fue desmantelado, como ha ocurrido con tantos otros. Esta de la imagen es la escultura en bronce dedicada a Leoncia Gómez, obra de José Antonio Calderón, sita en la plaza de San Juan de Cáceres. La erigió el Periódico de Extremadura en 1998 en el mismo lugar en el que Leoncia solía ofrecer el periódico. En los años noventa vendían periódicos en la calle personas sin recursos económicos, ejemplares de La Farola, una cabecera sobre la que corrieron sospechas de aprovecharse de las necesidades de quienes los vendían y que había nacido para dignificar la limosna. No recuerdo en qué paró aquello. Hoy, el periódico en papel ya no se vocea, espera lánguido a los compradores ocasionales en los mostradores de los escasos quioscos de prensa que hay en la ciudad. En contra de los que se alegran de su declive, soy de los que piensan que ahora, más que nunca, necesitamos buenos periódicos, buenos periodistas. Lo demás es solo ruido y así andamos.

Mi amigo Javier García Riobó compró a diario, hasta los últimos días de su vida, El País. Después de leerlo, recortaba con precisión de cirujano, titulares, palabras, frases publicitarias, imágenes y bandas de color, con los que hacía sus collages artísticos. Daba una nueva vida a lo que había nacido para ser consumido y desechado en unas horas. Descubría así un mundo oculto, como si nos mostrara un secreto que estaba ahí, pero nosotros no habíamos sabido ver.

En La Rubia había dos quioscos. Uno, de cemento y tejado en pico, vendía chucherías; otro, de metal, la prensa. Eran pequeños y supongo que incómodos, atendidos durante horas y años por las mismas personas, a las que nunca me encontré fuera. Recuerdo aún cuando dejé de frecuentar el primero para comprar mis primeros tebeos en el segundo, si el ahorro de la propina de varias semanas daba lo suficiente. Un verano, junto a ellos, abrieron un quiosco de helados que era atendido por una chica de mi edad. Era morena y tenía una hermosa sonrisa. Aquel verano, claro, cambié los tebeos por cortes de crema y chocolate que ella me entregaba entre dos galletas de barquillo.

miércoles, 17 de agosto de 2022

Sobre la felicidad

 

El estudio de Gallup sobre el Estado global de las emociones detecta, año tras año, que cada vez nos sentimos más tristes, tenemos más miedos y nos mostramos más enfadados. El informe recoge encuestas realizadas en más de cien países. Con sus datos, se elabora un índice mundial que mide la felicidad por países y es curioso cómo en algunos países el índice de felicidad sigue siendo muy alto a pesar de que cada año descienda la sensación que tenemos de ser felices. En estos países se tiene casi todo para serlo, pero la sensación general es de infelicidad y la sociedad se muestra cada vez más crispada, lo que aumenta el grado de malestar en una espiral negativa que impide poner remedio a los problemas reales con medidas eficaces puesto que las dinámicas son destructivas.

Es curioso observar todo esto y comprobar cómo algunas estrategias políticas y sociales saben jugar con nuestras sensaciones, deberíamos meditar más sobre lo que verdaderamente nos hace felices. ¿Es la felicidad un estado mental que nos convierte en seres conformistas y egoístas o nos permite ser más solidarios y atender mejor las necesidades y problemas de los otros? Por el contrario, la infelicidad en aumento, ¿nos hace estar a la defensiva, ser más agresivos defendiendo nuestra parcela de bienestar, o nos provoca la necesidad de socorro mutuo?

Hace bien el estudio de Gallup en partir de las emociones para medir la felicidad porque no hay escala objetiva para hacerlo. De lo contrario, se vendería a peso en las tiendas y habría quien se lucraría con su comercio, almacenándola para especular con ella provocando momentos de desabastecimiento para subir los precios. Quizá ya se haga. Dichosos aquellos que hayan sabido salirse a tiempo del mercado de la felicidad.