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martes, 10 de abril de 2018

Un silencio blanco


La sorpresa de la nieve. Escucho La isla de los muertos de Rachmaninoff y nieva. Respira la música mientras nieva. El crescendo remarca alguna de las rachas que provocan que los copos sean más intensos y grandes. Rachmaninoff compuso su poema sinfónico basándose en una copia en blanco y negro del cuadro de Arnold Böcklin titulado de la misma manera. En el ordenador lo busco y repaso las diferentes copias que hizo el pintor desde la primera, en 1880. Me quedo con la V, de 1886. En ella, la figura blanca que algunos han identificado con Caronte se inclina ligeramente hacia adelante, no sé si en señal de respeto o de vencimiento. La barca, con su fúnebre carga, se encuentra más cerca de la isla -apenas un erizado peñasco- que en el resto. La cala de las primeras versiones ha sido ya sustituida finalmente por un pequeño embarcadero. Qué hizo a Böcklin obsesionarse con este tema y pintarlo repetidamente. Según escribo, la música llega a ese momento de silencio, tan dramático: el silencio, tan importante para la música como las notas. ¿Se puede anotar el silencio? Caronte, quien sea -el artista nunca lo aclaró-, se inclina. ¿Se puede anotar ese momento de silencio en el que ya no somos, en el que acabamos de dejar de ser? Es primavera, extraño inicio de primavera el de este año. Nieva sobre la ciudad, que se cubre de un silencio blanco.