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lunes, 2 de marzo de 2015

Belle de jour (con Cincuenta sombras de Grey)


En el canal de televisión TCM repusieron en la noche del domingo Belle de jour, la película francesa de Luis Buñuel estrenada en 1967 con Catherine Deneuve como protagonista. Como estos días se exhibe en las salas de cine de todo el mundo Cincuenta sombras de Grey, dirigida por Sam Taylor-Wood, la comparación inicial entre ambas ha sido una tentación a la que no he querido resistirme. Sobre todo porque hacía por lo menos veinte años desde mi último acercamiento a la película de Buñuel.

Las dos películas parten de la adaptación de novelas previas (la primera publicada en 1928 por Joseph Kessel, la segunda en 2011 por E.L. James), ambas tratan directamente la iniciación en una sexualidad no convencional de las protagonistas y ambas han obtenido éxito en la taquilla con un público mayoritariamente femenino. A diferencia de la novela de Kessel -conocida pero que no supuso un gran éxito editorial-, la de E.L. James sí fue un éxito de ventas y ha generado una gran polémica tanto por su escasa calidad literaria, su nula originalidad (se trataría de una adaptación directamente erótica de la saga Crepúsculo, además de recoger y mal mucho material de acarreo de los relatos galantes, eróticos o pornográficos) como por el oportunismo y ciertos componentes de mercado que hacen de ella un producto comercial antes que artístico. Hay que reconocer, de todas las formas, que ha dado resultado: se ha leído mucho, ha generado un interés por ciertas prácticas sexuales como si estas acabaran de inventarse y ha puesto de relieve, de nuevo, que hay un público -mayoritariamente femenino, según parece- necesitado de hablar directamente de sus fantasías sexuales de una forma que no sea ni demasiado escandalosa ni demasiado pornográfica o, al menos, de verlas reflejadas por escrito o en una película para comentarlas luego en las reuniones de los cafés o de los salones de los hogares. Y todo ello es un negocio seguro para quien hábilmente sabe manejar toda esta realidad sociológica. Si al menos sirve para que algunas personas vean la expresión de la sexualidad sin temor, bienvenido sea, pero no deberíamos confundir más las cosas.

Belle de jour fue la película con mayor éxito comercial de Luis Buñuel y él mismo se interesó por las razones. Y alguna de las que le dieron coinciden con lo anteriormente dicho: en 1967 había un público femenino que quería ver en la pantalla del cine una parte de sus fantasías y poder comentarlas de forma explícita sin avergonzarse por ello. Buñuel no era estúpido y algo de eso podía intuir cuando aceptó el encargo de adaptar la novela de Kessel aunque bajo sus condiciones para jugar en una línea entre lo comercial y toda su línea artística enraizada en el surrealismo y la denuncia de la sociedad burguesa. Uno parece estar preparado para que esto fuera así en 1967 pero no en la actualidad, cuando la libertad sexual y el acceso a todo tipo de material que explícitamente la plantea es tan fácil en el mundo occidental. Pero si el fenómeno ha sido tan internacional y ha provocado tanto revuelo y ha hecho ganar tanto dinero a sus promotores es que todavía hay muchas fantasías sexuales no confesadas o no practicadas más por falta de oportunidad que de ganas. Por otra parte, vivimos en un mundo tan erotizado con fines comerciales que este fenómeno irá en crecimiento exponencial en los próximos años: hay mucho dinero en juego.

Sin embargo, aunque Belle de jour y Cincuenta sombras de Grey faciliten esta comparación a pesar de las décadas que separan una de otra, las similitudes acaban ahí. La película de Buñuel es una obra maestra del cine y la novela de Kessel se deja leer con cierto interés a pesar de los muchos años que han pasado por ella y ni la novela de E.L. James ni su adaptación cinematográfica resisten comparación alguna. Buñuel fue un pionero en el cine a la hora de introducir la sexualidad y el erotismo como una parte sustancial de su denuncia de la hipocresía de la sociedad burguesa: La edad de oro habla por sí sola. De hecho, cuando Buñuel procede a trabajar el guion con el que adapta la novela de partida introduce en el argumento inicial todo ese mundo propio. No se puede comprender del todo Belle de jour sin haber visto previamente La edad de oro, a la que se remite en varias ocasiones. Algo singular que definitivamente aparta un ejemplo de otro: mientras que en Cincuenta sombras de Grey la protagonista necesita de un hombre que la inicie en la sexualidad fantaseada, en Belle de jour es la propia mujer quien decide hacerlo libremente y sin ningún condicionamiento romántico.

Belle de jour nos cuenta la historia de Séverine, una mujer de la burguesía acomodada que es incapaz de mantener relaciones sexuales con su marido -un médico de prestigio- mientras tiene continuamente sueños en los que disfruta siendo maltratada y violada. Estas fantasías la llevan a la prostitución para intentar conseguir placer y adentrarse en un mundo social muy diferente al suyo, en el que tiene experiencias diversas pero siempre relacionadas con el sadomasoquismo y otras prácticas no convencionales.

Buñuel crea su obra maestra a partir de la confrontación inicial entre estos dos mundos de la protagonista. En el real todo es frío y convencional -un precedente directo imitado o mejor, homenajeado, por Stanley Kubrick en Eyes Wide Shut (1999) con Tom Cruise y Nicole Kidman-, los actores trabajan con una contención que raya en la inexpresividad, los colores son fríos para reflejar el otoño del paisaje y simbólico del París por el que pasean. En el mundo de los sueños todo tiene fuerza y violencia y sorprende por los giros, como la escena campestre con los toros. También se juega con los recuerdos de la protagonista, en los que se nos dará las razones de sus traumas. En el prostíbulo irán juntándose ambos mundos, sobre todo a partir de la aparición del personaje del murciano interpretado por Paco Rabal (qué magnífica ruptura del tiempo narrativo oírlo cantar flamenco en una taberna parisina) y su joven aprendiz de criminal. En el prostíbulo aparecen las mejores apuestas de Buñuel: la experimentación con los sonidos, la caja de la que ignoraremos el contenido, etc. Continuará mezclándose hasta el final, cuando también se desordena el espacio y el espectador ya no sabe si está en la realidad o todo ha sido un sueño de la protagonista. Buñuel nos deja un final abierto que rompe cualquier explicación lógica porque lo que a él le interesaba era precisamente eso, la ruptura de las convenciones sociales burguesas que impiden el desarrollo de la plena sexualidad de los personajes.

Pues eso, lo que va de una obra maestra a un aprovechamiento comercial de un tema del que si no estamos saturados es porque todavía hay un buen componente de hipocresía educacional en el mundo a la hora de vivir plena y libremente la sexualidad. El día en el que una cosa como Cincuenta sombras de Grey deje de ser un fenómeno social, aún revisitaremos Belle de jour por su calidad artística.

lunes, 18 de marzo de 2013

El arte del retrato y la construcción de las personalidades de un siglo. Dimitri Kasterine: Mitos del siglo XX


No se ha estudiado de manera suficiente la importancia del retrato a la hora de fijar la imagen que tenemos de una personalidad y, a través de la suma de personalidades, de un movimiento o de una época. Incluso después de la aparición del cine y otros medios audiovisuales, el retrato fotográfico -como antes la pintura- capta mejor el espíritu del retratado: los gestos, la forma de vestir, la manera de posar. El retratista debe saber mucho más que la técnica, ha de comprender a la persona que retrata y sacar de ella su característica esencial, en una imagen que lo defina. A veces uno llega a tener la impresión de que el retrato es superior a la personalidad que retrata, no tanto porque esta sea insignificante, sino porque aquel le da otra dimensión y lo convierte en un icono, una referencia. Muchas de las grandes personalidades del siglo XX las recordamos no tanto por lo que hicieron como por sus retratos. De ahí la importancia de la iconografía de una época: vivirá más que las realizaciones de los que sirvieron de modelo.

La exposición Dimitri Kasterirni: Mitos del siglo XX (Sala municipal de exposiciones de San Benito de Valladolid, hasta el 5 de mayo), es una magnífica ocasión de ver a uno de los mejores retratistas de las últimas décadas y que no debería perderse ningún buen aficionado a la fotografía. El británico Kasterini no solo domina como pocos la técnica del retrato sino que ha sabido captar la personalidad de muchas de las grandes personalidades del siglo XX. Su famoso retrato de Mick Jagger para la revista Radio Times en 1975 supuso su lanzamiento internacional. Desde entonces algunas de las imagenes fijas que tenemos todos de escritores, músicos, actores se deben a su mirada. Kasterirni ha contribuido firmemente a crear nuestro mundo de referencias. Entre mis favoritos están las fotos que mejor captan la forma de ser de personajes como Truffaut, Kubrick, Caine o las obras maestras que suponen las imágenes que tomó de Graham Greene, Norman Mailer o, más recientemente, de Paul Auster.

Repasando esta excepcional muestra, uno constata que nuestra memoria histórica, aquella que nos ayuda a comprender mejor nuestro mundo, se compone, sobre todo, de imágenes que nos construyen las personalidades que lo han protagonizado.

Es una lástima que una Sala como la de San Benito, que puede presumir, por la lista histórica de las exposiciones que ha mostrado, de ser una de las mejores de España, insista en el mismo error al disponer de tal manera las imágenes y la iluminación que al contemplar lo expuesto el espectador se ve reflejado en el cristal a sí mismo, al resto de los visitantes que están cerca y a lo que se cuelga en la pared de enfrente. Si a esto se suma una imperdonable falta de ortografía en uno de los paneles, uno sale de esta exposición con la impresión de que los responsables no terminan de comprender la importancia de que las exposiciones que programan se vean de la mejor manera posible.