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jueves, 25 de febrero de 2016

El Alcalde de Zalamea hoy, noticias de nuestras lecturas y aviso de la próxima.


Aunque Calderón deje todo cerrado dentro de la ortodoxia ideológica y teológica en El alcalde de Zalamea y defienda la sociedad estamental, no puede evitar el reflejo de una época en la que ciertos valores modernos comienzan a agrietar el sistema, singularmente, el poder del dinero que subvierte el orden establecido.

En la primera jornada aparece un claro precedente del figurón, el hidalgo don Mendo, acompañado de su criado Nuño. El hidalgo es un personaje ridículo que viene a tomar parte de la función del gracioso de la comedia barroca pero sin su baja extracción social. Calderón nos presenta en él a los hidalgos empobrecidos que poblaban España con su hambre y su vanidad y que tanto juego dieran en la literatura crítica desde el escudero de El Lazarillo. Su requerimiento amoroso es ridículo pero es aprovechado por el autor para reflejar una realidad social cuando Nuño le dice que tendría fácil la solución de su hambre si se casara con Isabel. El criado no ve más que ventajas porque el hidalgo comería y Pedro Crespo vería hidalgos a sus nietos. Sin embargo, el carácter de don Mendo no puede llevarle al matrimonio porque él representa la caricatura del hidalgo español orgullos de su sangre y que no está dispuesta a mezclarla con el dinero. Sabemos que la realidad española era muy diferente porque estos matrimonios eran frecuentes. No lo desaprobaba Calderón directamente al hacer ridículo a don Mendo precisamente por lo contrario, por su manía de nobleza y así lo convierte en una especie de doble cómico de don Álvaro.

También hay una sutil crítica moderna a la obligatoriedad de dar alojamiento en las casas particulares a los soldados porque esta obligación no se extendía ni a los hidalgos ni a los ricos que pudieran pagar la exención. Otros aspectos modernos los observamos en algunos matices del personaje Isabel y en la posibilidad de un respetuoso diálogo no exento de admiración mutua entre Pedro Crespo y don Lope. No menos moderna es la libertad a la hora de dictar justicia que tienen las villas libres, como Zalamea.

Curiosamente, la mejor respuesta a los desórdenes modernos establecidos por los nuevos tiempos la da Pedro Crespo. Él sabe qué estamento social le corresponde y, por lo tanto, no quiere subvertir el orden con algo que le sobra, el dinero:

¿qué gano yo en comprarle
una ejecutoria al rey
si no le compro la sangre?

Para hacer más poderosa esta defensa del orden estamental en boca de un villano rico como Pedro Crespo, en contra de la habitual compra de hidalguías de aquellos tiempos bien a través de ejecutorias bien a través de matrimonios desiguales, Calderón introduce la teología (el alma como ámbito que corresponde solo a Dios) y dos motivos procedenes de la tragedia griega. Por una parte, la soberbia de don Álvaro -similar a la hibris clásica-, por otra, la aparición del rey Felipe II como un auténtico deus ex machina que sanciona finalmente el conflicto reestableciendo el orden propio de la sociedad estamental.

Si quitamos, desactivamos o reducimos estos tres elementos, los sacamos del contexto ideológico en el que se producen, es fácil adaptar la obra a nuestros tiempos, modernizarla y hacer un montaje de El alcalde de Zalamea revolucionario, radicalmente moderno y hasta feminista. Ya no sería Calderón, claro. Y no estaríamos ante el mismo conflicto dramático.

ay suficientes ediciones disponibles en el mercado en papel y en formato electrónico. Os recomiendo aquellas que vengan acompañadas de prólogo y notas a pie de página. En Internet podéis encontrar una fiable y gratuita en el Portal que la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes dedica al autor en este enlace.

Noticias de nuestras lecturas

Mª Ángeles Merino resume la sesión presencial del club que tuvimos el pasado martes, con lo que me ahorra los detalles. Y, además, termina la comida...

Mª del Carmen Ugarte aborda el estudio del refrán Dádivas quebrantan peñas en la obra. Y tiene razón al hacerlo no solo porque sea un tema recurrente en el teatro clásico: sigue tan de actualiad que una dádiva te abre cualquier puerta...


Brujona gallega llama Pancho a doña Emilia al proseguir con la lectura de Los Pazos de Ulloa. Y yo, ahora que no nos oye doña Emilia, no dejo de darle la razón.

Recojo en estas noticias las entradas que durante la semana han publicado los blogs amigos. El listado de lecturas para lo que queda de curso, en este enlace.

Anuncio de la lectura del mes de marzo


Ya está disponible en librerías Andarás perdido por el mundo, volumen de cuentos de Óscar Esquivias (Ediciones del Viento, 2016). Será el título que leamos y comentemos durante el mes de marzo. Esquivias es uno de los autores más importantes para este Club de lectura y le debemos un encuentro que cuando abordamos su trilogía dantesca no pudimos tener. Lo compensaremos y el autor se reunirá con nosotros en una fecha que anunciaré más adelante. Como siempre, este encuentro, organizado por el Club de lectura, será abierto a todos los que nos quieran acompañar.

jueves, 18 de febrero de 2016

Conflicto familiar y conflicto social en El Alcalde de Zalamea y noticias de nuestras lecturas.


En realidad, todo el argumento de El alcalde de Zalamea está subordinado al conflicto que se establece como consecuencia del desorden social provocado por don Álvaro. No tanto a la reparación del daño provocado por la violación de Isabel como a sus consecuencias estructurales. Cuando don Álvaro se encapricha de Isabel y la fuerza no está agrediendo solo a la mujer ni a su familia. Aunque la honra, según la ideología de la época, fuera algo que correspondía al linaje, todo se complica una vez establecido que los villanos también tienen honra (por derecho divino, de ahí la famosa afirmación de Pedro Crespo) y que el que atenta contra ella pertenece no solo a otra escala social sino también al ejército. La habilidad de Calderón a la hora de manejar cada uno de los momentos del conflicto se hace patente con las oportunidades que se le dan a don Álvaro para reparar el daño de forma pacífica y el desprecio que este manifiesta solo ante la posibilidad de casarse con una villana.

Calderón desciende a lo familiar en varias ocasiones e incluso a la ternura de las relaciones paternofiliales (las conversaciones de Pedro Crespo con sus hijos) y lo hace de forma magistral sin salirse de los registros ideológicos canónicos de la época. Isabel, como corresponde a su tiempo, está avergonzada por el daño ocasionado a la familia, su hermano se convierte en un vengador y Pedro Crespo queda herido por su doble condición de padre y de alcalde. Calderón sabe imprimir verdad a este personaje y su dolor, que es el sostén de la comedia.

Esta carga de emociones, sin embargo, no deben cegarnos ante el objetivo final de la obra. La intimidad dolorida de esta familia es el motivo que engancha el interés del espectador o del lector como ejemplo concreto de un problema general de mayor trascendencia que nos enfrenta al conflicto de estamentos sociales. Cada uno de sus representantes obra según sus derechos -Pedro Crespo como alcalde de una villa fuera de todo señorío y don Álvaro como representante de la nobleza- y del choque solo puede salirse por la actuación de un poder superior, el representado por Felipe II (Rey, no lo olvidemos, por designación divina).

Pero para el espectador, el carácter de Pedro Crespo como padre y alcalde y herido por el conflicto entre la legalidad y el deseo de venganza, marca la recepción de la obra.

Hay suficientes ediciones disponibles en el mercado en papel y en formato electrónico. Os recomiendo aquellas que vengan acompañadas de prólogo y notas a pie de página. En Internet podéis encontrar una fiable y gratuita en el Portal que la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes dedica al autor en este enlace.

Noticias de nuestras lecturas

El próximo jueves, día 25 publicaré la última entrada correspondiente a esta lectura. El martes 23 tendremos la reunión habitual del club de lectura en su formato presencial para comentar El alcalde de Zalamea. Después nos ocupará el libro de relatos de Óscar Esquivias, Andarás perdido por el mundo.

Solo Pancho es capaz de relacionar a Calderón con MarK Nopfler a la vez que comenta los pormenores del nudo de la trama y cómo el autor mueve los caracteres para que cada uno se sitúe de cara al final del drama... y continúa hasta explicar cómo es posible cerrar un asunto peliagudo dentro de la ideología de la época.

Coro Entreaguas se fija en el personaje de La Chispa para llamar la atención no solo sobre su carácter sino sobre su función en las tropas de los ejércitos de aquellos tiempos. Una entrada más que recomendable.

Gelu comenta y resume un artículo de Sánchez Rojas que nos ayuda a comprender la mentalidad calderoniana en su contexto.

En esta ocasión tiene visita doble Mª Ángeles Merino. A la Chispa le sucede Isabel y es ella quien comenta los pormenores de su drama, en el que no tiene condición de individuo sino como la parte más frágil del honor familiar...

Paco Cuesta escribe un relato-diálogo que comenta de forma magnífica la obra y cómo oscila entre venganza y justicia debido a las normas sociales de la época. No hay que perdérselo.

Mª del Carmen Ugarte sigue con su interesantísimo análisis de los refranes en la obra de Calderón, ahora con el hecho de dar o no consejos...

Luz del Olmo rescata una crítica neoclásica de la obra. Un interesante documento.

Recojo en estas noticias las entradas que durante la semana han publicado los blogs amigos. El listado de lecturas para lo que queda de curso, en este enlace.

jueves, 11 de febrero de 2016

La presentación del conflicto en El Alcalde de Zalamea y noticias de nuestras lecturas


La presentación del conflicto en El alcalde de Zalamea es ejemplar dentro del patrón de la comedia barroca. Calderón consigue, además, que sea interesante, variada y entretenida para el público. Sorprende por la original marcha de la tropa de soldados en pleno camino. No falta nada en ella: la soldadesca jura, se queja, denuncia las corruptelas y es acomapañada de mujeres como la Chispa. Aprovecha en esas primeras escenas para la presentación indirecta de don Lope y Pedro Crespo y para situar con total precisión la geografía en la que trascurre la acción con la mención de las localidades de Llerena, Zalamea y Guadalupe.

Sin embargo, singularmente, el capitán don Álvaro de Atayde es presentado directamente, a través de sus palabras y sus acciones. Calderón prefiere enfrentarlo directamente a la opinión del público sin que otros hablen por él: será él mismo quien sea responsable, desde el mismo inicio, de su condena final.

Al terminarse la primera jornada, el espectador tiene ya todos los elementos necesarios para juzgar a cada uno de los personajes y comprender, cuando se desencadene el drama, las raíces de sus comportamientos y valorarlos y conocer que el conflicto se desarrolla en un campo ideológico sustancial. Don Álvaro se pregunta qué opinión puede tener un villano y Juan, el hijo de Pedro Crespo, le responde:

Aquella misma que vos;
que no hubiera un capitán
si no hubiera un labrador.

Es clave la necesidad de todos los estamentos sociales, la obligación de cumplir cada uno con su misión dentro de una estructura fuertemente definida, jerarquizada y sostenida teológicamente pero que a todos compromete para el correcto funcionamiento. Calderón deja, intencionadamente, que este fundamento ideológico de altura teórica sea sostenido por la boca de un villano. Y también marca intencionadamente la gran debilidad del carácter de don Álvaro, soberbio y dispuesto a romper el equilibrio en beneficio de sus solos privilegios de clase: ¡Vive Dios, que ya es bajeza / sufrirlo!

De tal manera es así que a partir de esta escena el autor se limita a poner los motivos que desarrollen el conflicto planteado y la solución final, que analizaremos en próximas entradas.

Hay suficientes ediciones disponibles en el mercado en papel y en formato electrónico. Os recomiendo aquellas que vengan acompañadas de prólogo y notas a pie de página. En Internet podéis encontrar una fiable y gratuita en el Portal que la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes dedica al autor en este enlace.

Noticias de nuestras lecturas

Mª del Carmen Ugarte analiza el refrán de la comedia Haz lo que te manda tu señor... con todo acierto. Un régimen en el que hasta con los refranes dejaba a todos en su sitio...

Pancho nos lleva de la mano hasta el núcleo de ese agosto extremeño en el que se desatan en Zalamea todas las claves de un drama espada en mano... Solo es es capaz de encajar con tino aquí a Bruce Springsteen... 

Gelu selecciona los versos esenciales para la comprensión de la comedia calderoniana y los va comentando. Una buena forma de entender la obra.

La cocina de Mª Ángeles Merino sigue asaltada por Chispa para comentarle la obra. Esto sí es teatro entre pucheros de altura.

Paco Cuesta escribe una excelente entrada sobre lo justo y lo legal en la obra de Calderón con ejemplos contemporáneos. Más que recomendable.

Luz del Olmo comenta el drama desde la perspectiva de Isabel a través de un oportuno poema que os recomiendo leer.

Recojo en estas noticias las entradas que durante la semana han publicado los blogs amigos. El listado de lecturas para lo que queda de curso, en este enlace.

jueves, 4 de febrero de 2016

La ideología de El Alcalde de Zalamea (de nuevo sobre su condición o no de contemporáneo) y noticias de nuestras lecturas.


Me ha interesado mucho el debate que se ha suscitado, tanto en Facebook como en los blogs amigos, a raíz de mi anterior entrada (la primera con el comentario de El alcalde de Zalamea) sobre la posibilidad de leer en clave de contemporaneidad esta comedia. Proponía yo que Calderón era un clásico pero no un contemporáneo. Una obra o un autor con esa consideración permite múltiples lecturas a lo largo de todos los tiempos. Siempre es posible revisitar estos textos con provecho y disfrute. Sin embargo, esas lecturas actualizadas no nos permiten en muchos casos afirmar la contemporaneidad del texto: lo que es contemporáneo es nuestra mirada, nuestra propuesta de lectura o, en un caso como el que nos trae aquí, el montaje de la obra que se nos propone. No solo es así sino que debe ser así excepto en caso de estudio filológico o recreación arqueológica. A veces podemos hacer contemporáneo a un clásico con poco esfuerzo: en él está el núcleo de lo que somos ahora. En otras ocasiones nuestra lectura debe forzar algo la situación. No niego que no podamos hacer esto (sería destruir la literatura) pero sí debemos tener cuidado en nuestras afirmaciones. Me explico con esta obra.

Si entendemos el motivo de la violación que desencadena el drama y su castigo como una propuesta feminista o como un caso actual de violencia de género, no entendemos el conflicto tal y como lo propuso Calderón. El autor no denuncia la violencia de género como hacemos hoy, ni siquiera las consecuencias individuales que tiene para la joven agredida sexualmente sino las consecuencias que tiene para la estructura social de la época (estamental y teológica). Que las emociones individuales tengan su momento en el texto no pueden conducirnos a proponer a Calderón como un pensador contemporáneo. La mujer violada no tiene personalidad -ni social ni jurídica- propia: es parte de una familia y, en este caso, de un estamento social. Así como su agresor es parte también de esa estructura social.

El alcalde de Zalamea o el garrote más bien dado no denuncia una violación y la castiga (eso es una lectura nuestra, actual, contemporánea) sino la ruptura de unas normas de comportamiento de la sociedad estamental. Los nobles tienen una misión, una función que deben cumplir en esa estructura social marcada fuertemente por la teología. El violador la infringe comportándose violentamente, tomando algo que no le pertenece de una manera innoble y provocando una conmoción en esa estructura social. Su motor interior es claro y ha sido tratado muchas veces en la literatura: el mal amor mezclado con sus ímpetus juveniles y su soberbia (es el pecado fundamental que comete) le ciegan y actúa como no debe.

Ante la ausencia de poder que castigue adecuadamente la acción sobre el terreno, Pedro Crespo actúa como puede hacerlo según su condición de padre y la función social que le corresponde y castiga al culpable según su posición en Zalamea. Este es el punto más delicado de la obra de Calderón. Un villano castiga a un noble. Nos puede parecer una acción arriesgada y, sin duda, lo era en aquellos tiempos, incluso en un tipo de población como esta, que no estaba sometida a jurisdicción señorial.

Y esta es la clave de interpretación de la obra en la propuesta de Calderón: un villano tiene derechos también. No los mismos que un noble (porque también su misión y función social es diferente), pero los tiene. La famosa afirmación de Pedro Crespo ( Al rey la hacienda y la vida se ha de dar/ pero el honor es patrimonio del alma,/ y el alma sólo es de Dios) no es ni un manifiesto revolucionario ni una justificación de derecho de los individuos en sí mismos sino la aplicación de la visión teológica de la vida que tenían en el siglo XVII. Lo que se debate es que cuando un noble se sale de su esfera y comete un acto violento como el que aquí tratamos debe ser castigado. Y como quien debe o bien no quiere o bien no está, la autoridad más alta de la zona puede ejercer justicia (justicia, que no venganza) aunque esta no acierte en todo el procedimiento. Por eso aparece al final el Rey y sentencia: que errar lo menos no importa, si acertó lo principal

Aunque un hecho como este pudiera causar conmoción social en los que veían la nobleza con derechos feudales y absolutos, quien puso en riesgo la estructura social fue don Álvaro con su acción, no Pedro Crespo. La lección final de la obra, por lo tanto, se dirige hacia la nobleza que se sale de su función, de su misión en una estructura teológica (de ahí la referencia al alma y a Dios). Calderón no es revolucionario, en absoluto, sino todo lo contrario, quiere afirmar todas las normas de una sociedad estamental. Lo que nos resulta chocante es que dirija la lección a los nobles, a los que en una visión fácil de la historia podríamos pensar exentos de obedecer cualquier ley.

Por otra parte, la obra se compone en unas décadas en las que a la Monarquía española le interesa fomentar el prestigio social del campesinado, reconocer la importancia de los villanos en la estructura social y fijar población en el campo español, que sufría una sangría constante debida a los conflictos bélicos, la intensidad de la recaudación de impuestos y ciertos desmanes de la nobleza con un sector proclive con frecuencia a entenderse como señores feudales incluso en lugares que estaban exentos de tener señor. Por aquellos años se estrenaron varias obras del teatro español en las que se reforzaban estas ideas: oportunidad, moda, pero también impulso más o menos velado de los gobernantes para reforzar a los villanos como motor social necesario. No olvidemos tampoco que el teatro barroco español se concibe desde el inicio como un lugar de encuentro de todos los estamentos sociales.

Dicho esto, desmontando el texto original y eliminando su contexto histórico podemos encontrar en sus versos y en sus acciones referentes que nos sirvan para una visión contemporánea: la bravuconería del joven noble frente a la sensatez del villano, el dolor del padre, la agresión violenta a una mujer en lo que hoy llamamos violencia de género y en aquellos tiempos se entendía de otra manera, el interesante conflicto jurisdiccional, etc. Por eso es fácil -también útil- llevar esta comedia a visiones ideológicas actuales.


Hay suficientes ediciones disponibles en el mercado en papel y en formato electrónico. Os recomiendo aquellas que vengan acompañadas de prólogo y notas a pie de página. En Internet podéis encontrar una fiable y gratuita en el Portal que la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes dedica al autor en este enlace.

Noticias de nuestras lecturas

Luz del Olmo nos deja una fórmula magistral para que podamos leer esta comedia calderoniana con disfrute y aprovechamiento, así como sus primeros apuntes sobre la obra. Os propongo imitarla.

Pancho nos hace ver magníficamente una raíz del inicio de la obra: tiempo de verano, de cosecha, de orgullo por lo que se ha trabajado y defensa de la raíz propia. En frente, el impulso de aquello que se acelera a partir de la enviciada pasión que lo quiere todo fácil y rápido.

Mª del Carmen Ugarte entra en la comedia analizando uno de sus campos de trabajo, los refranes y el primero no puede ser más certero para el contenido, sobre villanos. Prosigue la aventura de esta lectura por un motor temático: el hambre. Y lo analiza magistralmente a partir de los refranes.

Coro Entreaguas hace una interesantísima lectura sobre la mujer y el mundo campesino en la obra de Calderón que no puedo más que recomendárosla.

Myriam analiza de una forma muy interesante el reflejo de las emociones femeninas en la obra de Calderón, un proceso real y otras manifestaciones artísticas. Aunque se pueda debatir sobre la afirmación final, todo el estudio de estas manifestaciones es más que recomendable.

Gelu selecciona algunos versos de la obra y nos pone frente al caso de mal amor que desencadena el drama. Muy acertado todo ello.

Mª Ángeles Merino se ve visitada de nuevo por la Chispa y con ella nos sitúa ante todos los puntos desde donde arranca el drama. Un buen conflicto comienza con unos buenos preliminares...

Recojo en estas noticias las entradas que durante la semana han publicado los blogs amigos. El listado de lecturas para lo que queda de curso, en este enlace.

jueves, 28 de enero de 2016

Calderón es un clásico, pero no un contemporáneo. A propósito de El Alcalde de Zalamea y noticias de nuestras lecturas.


Tenemos que ser conscientes, cuando nos enfrentamos a una obra de teatro barroca, que lo que nosotros leemos o vemos como espectadores difiere notablemente de la comedia concebida por sus autores o recibida en la época -lector o público teatral-. En primer lugar, la trasmisión textual -salvo que dispongamos de un autógrafo e incluso en estas ocasiones- interviene continuamente en el texto para adaptarlo a la compañía o al momento de la representación. Cada cierto número de años, además, las obras sufrían una trasformación. Esta podía ser tan radical que ya no debemos hablar de adaptaciones sino de versiones o de obras nuevas. En segundo lugar, tanto la concepción de la obra, su puesta en escena y su recepción difieren de cualquiera de nuestras representaciones. Todo es diferente: la estructura en tres jornadas, la forma de concebir la función -intercalando obras menores-, la concepción de la compañía, la manera de representar las obras, la adecuación del mensaje de la comedia con el público que asistía a los corrales, etc.

De hecho, debemos pensar en la misma tradición textual de la obra que nos ocupa. Partiendo de una obra anterior de Lope de Vega, Calderón construye la suya que sufre, a lo largo de los siglos, trasformaciones significativas. Incluso en el título, puesto que esta comedia fue conocida durante mucho tiempo como El garrote más bien dado, que pone el acento en el momento escénico clave del drama y en su mensaje ideológico. Cuando nos acercamos a El alcalde de Zalamea, todo nos tienta para que saquemos conclusiones propias más de nuestra ideología que del propio texto. Es fácil leer, incluso en documentos académicos, lecturas feministas o revolucionarias. Ni Calderón era feminista tal y como concebimos hoy este concepto ni mucho menos revolucionario. El texto es una obra plenamente barroca, defensora del sistema estamental del momento y de la visión teológica del mundo en el que cada estamento tenía su misión y cada individuo su lugar. Lo veremos a lo largo de estos comentarios.

Esto no quita que, como ha sucedido a lo largo de los siglos, propongamos nuestra propia visión de la obra e incluso la escenifiquemos conforme a nuestros planteamientos teatrales e ideológicos. Pero eso no es Calderón, sino una obra diferente aunque tenga las palabras de Calderón. Es lícito, pero no deberíamos esconderlo ni hacer declaraciones que conviertan a Calderón -o a Lope- en un contemporáneo nuestro. Son autores y textos clásicos y, como tales, resisten su lectura a lo largo de los tiempos y permiten que cada época los lea de una manera o de otra. Pero no, no son nuestros contemporáneos.

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Noticias de nuestras lecturas

Paco Cuesta comienza con fuerza esta lectura: plantea una de las claves fundamentales para comprenderla, el concepto del honor. Pasa después a analizar, con acertados toques de actualidad, una de las claves de la obra: la construcción del texto y la autoría.

Pancho escribe sobre la vida de Calderón para, acto seguido, llevarnos a la jornada primera de la obra: la ilumina, haciéndonos del autor una persona que experimentó aquello de lo que habla. Entrada más que oportuna.

Hasta cocinando no puede dejar de llenar la cabeza de literatura y secundarios Mª Ángeles Merino. Si queréis saber por donde sale ahora para comentar este drama os aconsejo que no os perdáis su informada y divertida entrada.

Gelu comienza su comentario de la obra situándonos en el conflicto del honor y el individuo, bien documentada, como siempre.  Y en su otro blog nos regala la información y todo tipo de materiales sobre una de las adaptaciones más populares de la obra, la película estrenada en 1954 y dirigida por José Gutiérrez Maeso, algo convencional a la hora de afrontar el drama como era habitual en aquella época del cine español



Paco Cuesta termina con acierto su lectura de Los Pazos de Ulloa proponiendo una síntesis de objetivos buscados por doña Emilia Pardo Bazán y que justifican los toques folletinescos de la novela.

El listado de lecturas para lo que queda de curso, en este enlace.

jueves, 21 de enero de 2016

¿De algo malo puede salir algo bueno? o el final de Los Pazos de Ulloa y noticias de nuestras lecturas


Cuando se termina la lectura de Los Pazos de Ulloa -sobre todo si se desconoce la continuación de la novela-, el lector se pregunta si es posible la bondad en tierras en las que no hay orden e impera la naturaleza más brutal. Se tiene la sensación de que en aquellas tierras la historia solo pasa para remover la superficie porque todo, en el fondo, sigue igual. Los dos grandes caciques han cambiado de partido político por la evolución de los tiempos pero permanecen enfrentados y repartiéndose el poder con artimañas poco democráticas y hasta delictivas, los sacerdotes y otros elementos propios de la iglesia católica intentan frenar el progreso según los nuevos tiempos mientras que los partidarios de este tampoco son ejemplos a seguir.

Ante el desorden de los seres humanos, imperan las normas de la naturaleza salvaje de aquellos pazos. A la casona de los Ulloa no llega la civilización ni el progreso en esta novela. Destruida la relación de fuerzas del Antiguo Régimen, la casa ha caído en decadencia, como la estirpe que le da nombre y cuyo último ejemplar es don Pedro. Esta decadencia provoca un vacío de poder civilizador y el dominio de las fuerzas más primitivas (de ahí el nombre del mayordomo): el sentido de la posesión de hombres y tierras, un sentido de la tradición cargado de componentes nocivos, las explosiones de furia, el poder de la sexualidad. Nada pueden oponer frente a ellas las personas de carácter débil, como don Julián o Nucha.

Sin embargo, hay un elemento diferenciador en Emilia Pardo Bazán. Ante la brutalidad del drama y los acontecimientos, la debilidad o la inocencia pueden convertirse en una fuente de esperanza. Es algo que la separa del naturalismo puro. En la espiritualidad de don Julián observamos una extraña fortaleza de la debilidad de su carácter. Con el final -casi epílogo- de la novela, la autora parece indicar que esa debilidad de don Julián, aunque no pueda evitar los dramas inmediatos que proceden de las explosiones de violencia, es la única opción de sobrevivir a tanta fuerza primitiva. Se sufre pero se triunfa finalmente. De hecho, los diez años que el sacerdote pasa en una parroquia en mitad de la nada lo convierten en un eremita, casi en un santo, que puede volver para intentar reparar algo de lo que ocurrió. Como si el sufrimiento que le provocó la debilidad de su carácter le convirtiera en un ser puro. Hay una pizca de ascetismo en la intención de este personaje, sin duda.

Finalmente, la escena final -preparada a lo largo de toda la novela- en la que vemos a los dos jóvenes hijos de don Pedro, abre la puerta a la esperanza. Doña Emilia parece querer encender una luz a los lectores a los que previamente ha sobrecogido con buena dosis de folletín truculento. Perucho y su hermanastra se encuentran un tanto por encima de la fealdad del mundo. Ya lo estaban desde el principio, a pesar de las circunstancias de sus vidas. De ahí su complicidad a lo largo de la segunda mitad de la narración, una complicidad que procede de la intuición y no del interés, que nace de la bondad de su carácter y que se ejemplifica en sus acciones y, sobre todo, en la belleza física de ambos. La autora parece contradecir aquí el naturalismo que quiere aplicar a lo largo de la novela diciéndonos que de algo malo puede salir algo bueno. La mirada que les dirige don Julián en las líneas finales es todo un síntoma de que doña Emilia no era capaz de mantener la tesis naturalista en todos sus aspectos. Para comprobar por dónde se decanta sería necesario leer La madre naturaleza...

Puede consultarse el interesante y documentado portal sobre la escritora alojado en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes (en este enlace), en el que se halla una buena edición de la obra (aquí). También aconsejo ver la excelente serie de televisión que adaptó la novela (en este enlace).

Noticias de nuestras lecturas

Paco Cuesta compara con cuadros de tonalidades diferentes la obra y los rasgos de personajes y acciones. Y acierta.

Pancho presta atención a la forma en la que trascurre el paréntesis de calma y en la manera en la que se describe la decadencia de estas casas solariegas ganadas irremediablemente por fuerzas naturales al dejar de prestar su función de ordenación del territorio. Después comenta la focalización de la narración a través de los ojos de Julián y los cambios que ocurren en la casona cuando acontece el embarazo de Nucha.

Gelu nos da la versión que de doña Emilia tenía José Sánchez Rojas. Y un pequeño regalo: el vídeo con las imágenes de la autora en 1920. Para no perdérselo.

Para aquellos que no pudisteis acudir a la reunión del club de lectura en su formato presencial (que mantuvimos el pasado martes), Mª Ángeles Merino hace la detallada crónica correspondiente. En ella podréis leer el debate sobre la actualidad o no de esta novela que para algunos lectores ha envejecido mal.

Recojo en estas noticias las entradas que hayáis publicado hasta el miércoles anterior. Si me he olvidado de alguna, os  agradezco que me lo comuniquéis.

Nuestra próxima lectura: 
El alcalde de Zalamea, de Pedro Calderón de la Barca


Con la entrada de hoy cerramos el comentario de Los Pazos de Ulloa. Aprovechando que la Compañía Nacional de Teatro Clásico ha montado El alcalde de Zalamea y que podemos verlo en alguno de los teatros españoles del circuito habitual de la compañía, leeremos esta obra de Calderón de la Barca. Ya sé que muchos no compartís mi afición a leer textos teatrales y así me lo habéis hecho notar en otra ocasión, pero en esto soy muy tozudo... Hay suficientes ediciones disponibles en el mercado en papel y en formato electrónico. Os recomiendo aquellas que vengan acompañadas de prólogo y notas a pie de página. En Internet podéis encontrar una fiable y gratuita en el Portal que la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes dedica al autor en este enlace.

Como curiosidad: "mi debut" en el teatro con una compañía profesional fue con la que formó Fernando Fernán Gómez en 1979 para poner en escena esta obra. Tenía yo 16 años y necesitaban figurantes locales en su paso por el desaparecido teatro de la Feria de Muestras de Valladolid (en el que tanto buen teatro vi en aquellos tiempos). Hacía de campesino.

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Coro Entreaguas comienza muy acertadamente el comentario de El alcalde de Zalamea vinculando la obra con la violencia de género, algo permanente en la sociedad que está en el desencadenante del conflicto del drama.

El listado de lecturas para lo que queda de curso, en este enlace