
En primer lugar, como género, apuesta por un tratamiento del conflicto alejado del drama y más próximo a la tragedia clasicista -lo que supone un riesgo de frialdad en algunos de los aspectos argumentales, como han detectado muchos de los críticos que buscaban en ella aquello a lo que su gusto estético está acostumbrado-. Parte de la elección viene dada por la época elegida: pero no del todo, porque hemos visto tratamientos dramáticos de la antigüedad alejados del clasicismo. De ahí la contención de la pasión amorosa -presente pero no desbordada- o del tratamiento de las escenas violentas.
Ágora recupera algunas de las dinámicas esenciales de la modernidad como forma para dar salida a los conflictos planteados. La destrucción de la convivencia implica, como en la película, una época de caos. En esta situación, afrontar de manera individual los retos planteados, como se hace en la postmodernidad -basada en pactos de supervivencia concretos y circunstanciales ante el descrédito de las grandes ideologías-, conduce a la derrota inevitable y el imperio de la violencia y el fanatismo. En estas opciones individuales no todas son tratadas de la misma manera: más aceptable la de Davo, más hipócritas las de Orestes y Sinesio. El más condenable, al final de la película, es el escepticismo de Orestes porque parecía el personaje más próximo a Hipatia. No es condenado Davo, pero sí se indica que no puede ser la solución a los conflictos (se hubiera trasformado toda la película si se hubiera contado desde él el argumento). Sí lo es Sinesio, que resulta extraordinariamente siniestro al final.
El argumento retrata una época en cambio convulso: se pasa de una civilización regida por las claves del paganismo a otra cuyas dinámicas lo son por el cristianismo. Del mito a la teología. El paganismo ya no es válido: los esclavos han adquirido conciencia de sí mismos y se han adscrito al critianismo, que les ofrece la igualdad y la caridad como solución a su situación. La sociedad ya no es la misma: presenta una variedad visible como nunca antes. Las normas políticas que regían el Imperio han cambiado: ahora los emperadores son cristianos. Los gobernantes, poco a poco, tomarán partido entre los diferentes bandos en conflicto. Religión y poder político se confunden en la toma de decisiones. En un momento de cambio, no es de extrañar que las vertientes más fanáticas se impongan: en las calles, en los templos y en los palacios. Tampoco el mundo doméstico, aunque es el último refugio, está a salvo. El ágora ha quedado destruida como espacio de convivencia y su ruina arrastará a todos porque nadie se salva de lo que implica el cambio.
La propuesta ideológica es clara: si los desequilibrios introducidos en el ágora no se contienen, con principios válidos para todos, sólo cabe la destrucción y el triunfo de los fanáticos. Estos destruirán el saber, unirán creencia y política y aumentarán el ciclo de sus persecuciones porque el fanático no puede respetar al otro, puesto que basa su pensamiento en el planteamiento de que sólo él está en el lado correcto y esto lo avala en su afán de dominio y control del Poder.
Por eso, en la caracterización del personaje de Hipatia se prescinde del componente de espiritualidad que se halla en el neoplatonismo: sería contrario al mensaje de la obra. Su carácter es el que pretendía la ilustración cuando lo recupera en el siglo XVIII: una científica moderna, alejada de los fanatismos religiosos y que busca, en su acción política, una fraternidad entre los seres humanos ajena a toda mezcla de creencia y política. Esta opción está más marcada aún con su contradicción al mantener esclavos en su familia como restos de un mundo que declina y su actitud con ellos (incluida la liberación de Davo).
Todo ello está tratado desde una estética cuya manifestación más evidente es lo que podríamos llamar el plano del director: aquel en el que se señala lo pequeño del conflicto de Alejandría en relación al cosmos, al que llega el enfrentamiento sólo como un pequeño eco. Amenábar opta por el distanciamiento con estos planos-secuencia (que han sido reducidos en la copia destinada a la proyección comercial), precisamente para indicar su apuesta ideológica y estética. Provocan un efecto contextualizador del conflicto humano causado por la lucha desde diferentes fanatismos que se quieren hacer con el control politico de la ciudad a partir de explicaciones de ese mismo cosmos que guarda silencio y lejanía.
Quizá por eso también que no haya en la película un tratamiento del amor pasional de forma directa: introduciría perturbaciones a la hora de completar la propuesta ideológica.
Quizá no estén bien explicados estos planos-secuencia para un público acostumbrado a la fácil digestión del cine comercial, especialmente el de contenido histórico, y de ahí que muchos puedan pensar que es el aspecto más débil de la película.
Quizá por eso también que no haya en la película un tratamiento del amor pasional de forma directa: introduciría perturbaciones a la hora de completar la propuesta ideológica.
Quizá no estén bien explicados estos planos-secuencia para un público acostumbrado a la fácil digestión del cine comercial, especialmente el de contenido histórico, y de ahí que muchos puedan pensar que es el aspecto más débil de la película.