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sábado, 9 de febrero de 2013

La noche más oscura (Zero dark thirty)


La noche más oscura (Zero dark thirty) aborda la década de investigaciones que concluyeron con la muerte de Osama Bin Laden el 2 de mayo de 2011 y que había comenzado tras los atentados del 11 de septiembre de 2001 cometidos por la organización Al Qaeda. El guion de Mark Boal opta por centrar todo el interés narrativo en la evolución del personaje protagonista -y, de paso, regala un personaje de alta tensión a la actriz Jessica Chastain, que lo encarna excelentemente-, Maya, una agente de la CIA. Bin Laden queda como el fantasma que pareció ser: alguien a quien no vemos ni siquiera el día de su muerte, puesto que es Maya quien se nos muestra. Desde su llegada al terreno y toma de contacto con los métodos iniciales de investigación hasta que consigue el objetivo tras chocar con la burocracia pasa por varios estados de ánimo que le llevan a convertir la captura de Bin Laden en algo personal puesto que, finalmente, no solo trata de cumplir su labor como miembro de la CIA sino el final de una obsesión personal, como revela la última escena en la que su vida parece haberse quedado sin meta.

Kathryn Bigelow ha dirigido una película que voluntariamente se instala en la corriente de la no ficción, es decir, un tipo de arte que busca la proximidad del documento. No es algo nuevo. Desde el llamado Nuevo periodismo se ha ensayado esta frontera tanto de un lado como de otro de la línea. En los últimos años, la llamada literatura de no ficción ha cobrado un auge inusitado gracias a varias obras maestras del género (sin lugar a dudas, en español, La fiesta del chivo de Vargas Llosa, pero también varias obras de Javier Cercas como Soldados de Salamina o Anatomía de un instante) y ahora parece que le ha llegado el turno al cine. Esta modalidad no es tan nueva como parece pero sí llama la atención su crecimiento en los últimos tiempos, quizá porque se parte de la idea de que todos estamos ya tan saturados de información que somos capaces de extraer nuestras propias conclusiones, quizá también porque exista la idea de que el autor deba esconderse como opinante para convertirse tan solo en un experto que muestra lo que pasó para no interferir en la opinión del receptor. Un nuevo retorno al objetivismo realista.

Es interesante analizar cómo se resuelve en cada caso la contradicción que esconde la naturaleza del género de la no ficción y cómo oscila la balanza entre lo ficcional y lo documental en cada obra y si la idea del autor parte de uno o de otro lado.

En el guion de La noche más oscura se busca dar continuidad a todas las investigaciones que condujeron a la muerte de Bin Laden en la mirada de la agente Maya, desde su inexperiencia inicial hasta la obsesión final. Siguiéndola, se documentan las torturas que se usaron durante los primeros años y los medios tecnológicos y de investigación deductiva que predominaron al final, además de la exposición detalada de la forma en la que se llevó a cabo la misión con la que todo terminaba. Uno de los problemas de la pretendida objetividad documental es que la película puede entenderse bien como una defensa de las torturas iniciales bien como una crítica: ¿fueron o no necesarias para conducir al desenlace? Otro es que ignora todo lo anterior al 11 de septiembre de 2011, desde los contactos de Bin Laden con los EE.UU. o la protección que deparó la Casa Blanca a los talibanes en su guerra con la Unión Soviética, hasta el caldo de cultivo que supone mantener la situación social de Afganistán o las tensiones en el mundo árabe. Para una película que se pretende documental, dejar fuera del análisis una buena parte de lo que sostiene todo el conflicto, es una carencia notable.

La noche más oscura es una excelente película rodada con todos los medios necesarios que contribuyen a dar la impresión de estar en los lugares en lo que todo ocurrió y que documenta técnicamente muy bien la caza de Bin Laden por la inteligencia norteamericana. Consigue mantener el interés sobre unos hechos gracias, precisamente, a enfocarlo todo desde el personaje de la protagonista y un guion excelente y bien estructurado. Mantiene el ritmo en su largo metraje, aunque hubiera ganado si fuera algo más corta. Sin embargo, a mí me dejó la sensación de que jugaba demasiado con los trucos de guion: no tanto en lo que mostraba y que más ha llamado la atención del público y de la crítica -las torturas- sino en lo que no mostraba -las razones del conflicto-. Reduce así su interés documental: no es más que el retrato de un método de investigación y de acción de la inteligencia norteamericana a lo largo de diez años para conseguir cazar a su enemigo número uno del momento. Un derroche tecnico que, sin embargo, no contribuye a explicarnos la historia, como si para comprenderla nos bastara con mostrarnos la metodología de trabajo de los agentes de la CIA.