Por eso hay que estar atentos a las marcas del monstruo, que no son visibles porque las llevamos dentro: tan dentro que sentimos las cicatrices porque nos ha vaciado por completo y, en la piel interior, trabajada como si la hubiéramos entregado a un taxidermista tosco, se perciben las cicatrices de las herramientas que ha usado para destriparnos. Seguimos caminando, como espantapájaros mecánicos, pero vamos llenos de vacío dentro tanto, que en el silencio de la noche se oye el rumor del roce de su navaja, infatigable, eficaz y nuestra.
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miércoles, 21 de mayo de 2008
Las marcas del monstruo
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