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sábado, 15 de junio de 2013

El Hereje en la producción de Delibes y noticias de nuestras lecturas


El Hereje supuso el regreso a la escritura para Miguel Delibes y su despedida. En realidad, en los años noventa manifestó, en varias, ocasiones, su deseo de dejar de escribir. Pero no podía evitar que la literatura se le terminara imponiendo. Publicó Señora de rojo sobre fondo gris en 1991 y Diario de un jubilado en 1995. Ambas tenían su razón: la primera era la expresión literaria del largo luego personal por el que pasó tras la muerte de su esposa. La segunda supuso el regreso de Lorenzo, un personaje por el que Delibes sentía predilección y que ya había aparecido en Diario de un cazador (1955) y Diario de un emigrante (1958). Le debía un tomo más, para profundizar en su evolución y en su historia. Retornar a él cuarenta años después era cumplir con un deber que agradecieron los muchos lectores fieles que tenía Delibes. Andaba Delibes despidiéndose de la literatura, aunque la literatura no le dejaba. Por aquellos años hubo un intento de que alcanzara el Premio Nobel y se promovió su candidatura desde varias instituciones de su ciudad local, Valladolid, pero también regionales y nacionales. Delibes se lo merecía, sin duda, pero moriría, como tantos otros, sin el Premio.

Fueron los amigos que alentaron la campaña los que le animaron a escribir una novela más. Sabían que el Nobel solo se fija en escritores en activo, aunque reconozca toda la obra de un autor. Fue en ese momento en el que surgió la historia de Cipriano Salcedo y el grupo de heterodoxos que vivieron en Valladolid en el siglo XVI. La historia ya había sido tratada con anterioridad por la literatura, pero nunca de la manera en la que la abordó Delibes. Para ello contó con el asesoriamiento de varios expertos en la historia de Valladolid en el siglo XVI: no tuvo que ir muy lejos, alguno compartía con él tertulia semanal. Quizá esta parte perjudique un tanto la novela: hay un momento en el que uno asiste a clases de historia. Sorteando estas páginas que hasta el estilo del resto cambian y de las que se deberían haber prescindido en la redacción final, El Hereje es una gran novela.

Curiosamente, supone afrontar un reto para Delibes, la escritura de una novela histórica. Aunque de esto hablaremos en próximas entradas, el autor consigue salir con bien de esto reto porque escribe una novela histórica de verdad, no como las crónicas noveladas al uso que se limitan a dar unos pequeños rasgos de época. El Hereje es una novela histórica de verdad porque logra poner en pie uno de los debates sustanciales de lo que ocurrió en el siglo XVI español y que tanto lastró la historia del país posteriormente: la libertad de conciencia, que fue impedida en el país por una perversa alianza entre trono e Iglesia. Un debate abierto, mal resuelto y sobre el que aún cabe meditar para comprendernos mejor como país.

Noticias de nuestras lecturas


Os recuerdo que Pancho dedicó a esta novela una serie de entradas que nos sirven de guía en esta lectura.

Mª Ángeles Merino se introduce en El Hereje por donde debe: por su amor a los libros y a Delibes.

Paco Cuesta nos lleva a El Hereje por el núcleo de la propuesta de Delibes: la libertad de conciencia.

Gelu publica su segunda aportación a El Hereje, situándola en el debate -todavía muy actual- sobre la fe y la historia.



No os podéis perder la última entrada dedicada por Pancho a la lectura de la trilogía de Baroja. Imprescindible todo lo que se dice en ella.

viernes, 31 de mayo de 2013

Campos de Castilla gira en Baeza y noticias de nuestras lecturas.

 
Esta entrada debió publicarse ayer, jueves, 
pero unos problemas informáticos me lo impidieron. 
Os pido disculpas.

Campos de Castilla gira en Baeza. La enfermedad y muerte de Leonor, cambia el poemario, arrasa al poeta por dentro y descoyunta el plan inicial. Antonio Machado -que concibe para España la forma moderna de las Obras poéticas completas publicadas en vida del autor y que con él van evolucionando- comprende que la experiencia biográfica por la que está pasando debe ser introducida en el mismo poemario y no en otro diferente: esta opción no solo trasforma Campos de Castilla, haciéndolo crecer mucho sino que inicia en España una línea poética basada en la literaturización intensa pero reconocible de los hechos vividos. Ya escribí aquí que no conozco mejor expresión literaria del duelo que la que se contiene en estos poemas. La tonalidad de la voz se hace más íntima, el ritmo más ligero pero, a la vez, más profundo. Y Machado, desde Baeza, recuerda con tanta intensidad Soria que la sueña despierto. Campos de Castilla queda así, partido en dos miradas al paisaje: la que se da de forma presente en él, antes de la muerte de Leonor, la que se da en el sueño, después de ella. Y todo queda atado con la epístola a su amigo José María Palacio. En ella se va graduando la pregunta -¿es ya primavera?- para suplicar un gesto -que lleve flores a la tuma de su esposa-. Queda, así, constituida una de las formas más fecundas de la poesía española del siglo XX, que aún perdura.

Noticias de nuestras lecturas

Pamisola comenta la acertada forma epistolar que elige Machado para escribir a José María Palacio y nos trae el recuerdo de la voz machadiana de Serrat.

Paco Cuesta también comenta con todo acierto la epístola a José María Palacio y sabe cómo situar Campos de Castilla en la obra de Machado.

Gelu sigue con su selección de poemas y enlaces machadianos. También nos trae a Serrat y un enlace con un video de la sobrina de Machado que no os podéis perder, para fijars después en el territorio castellano...

Luz del Olmo se sube a un viaje vagón de tercera, con Machado...

Mª Ángeles Merino llega a una de las honduras temáticas de Campos de Castilla: hombre y Dios en el paisaje castellano, sueño y realidad. Imprescindible.

Kety recuerda y conversa con Machado, Unamuno y Azorín, nada menos.

Excelente entrada de Pancho uniendo biografía y ritmo. el poeta, el agua y las campanas...

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Pancho llega al retrato más hondo de Juan, el hermano del protagonista de Aurora roja. Inmejorable forma de abordar la construcción de este personaje por Baroja.
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Si me he olvidado de alguna de las aportaciones, hacédmelo saber. Gracias.

La próxima semana terminamos con el comentario de Campos de Castilla. Recordad que, como final de curso, leeremos en junio El Hereje de Miguel Delibes. Terminaremos con un encuentro en la ruta que sigue en Valladolid las trazas de esta novela. Tendrá lugar el 13 de julio. Aquellos que aún no me hayáis escrito para participar, hacedlo cuanto antes. En los próximos días os responderé a todos personalmente.

jueves, 16 de mayo de 2013

Campos de Castilla en 1912 y noticias de nuestras lecturas.


Los lectores de la primera edición de Campos de Castilla no leyeron el mismo libro que hoy tenemos en nuestras manos. En 1912 se cerraba con un secreto íntimo: la esperanza de que Leonor, la joven esposa del poeta, mejorara de su enfermedad, pero el poemario consiste en otra cosa, fundamentalmente en la idea filosófica inicial que lo impulsa.

Cuando el libro se publica, de nuevo, en la primera edición de sus Obras completas (1917) el poemario ha cambiado en el sentido en el que dijimos en la entrada anterior del Club de lectura, incorporando los nuevos poemas escritos tras la muerte de Leonor y su destino en Andalucía. Desde 1912 hasta 1917, además de todo lo comentado la semana pasada, había ocurrido otra cosa: Antonio Machado desarrolla algo esencial para la modernidad poética española. De la lectura que Rubén Darío había hecho de los poemas becquerianos, nos había llegado a la poesía española la necesidad de que un poemario tuviera unidad y no consistiera solo en una selección de los mejores poemas escritos en un tiempo determinado. Con las Obras completas de Machado se introduce el crecimiento de la obra en torno a la voz poética del autor con la fuerte exigencia de que tampoco sea solo una recopilación de la obra sino una ajustada visión de la obra propia a la altura de un estado concreto de la evolución poética de esa voz (de ahí que en cada edición de las Obras completas se modifiquen los textos). Por eso, cada libro incorporado a las Obras completas tiene una nueva vida, diferente a su edición suelta.

En 1912 los lectores tuvieron en su mano la relación que el poeta -que se nos presenta ideológica, moral y estéticamente en ese modélico autorretrato inicial para que conozcamos quien nos conduce a través de los versos- sostiene con el paisaje. Venía Machado de una poesía intimista y su estancia en Soria le asoma a un paisaje y unas gentes desconocidas que mira de forma curiosa porque quiere comprenderlos en su raíz más honda, preocupado como estaba por la reflexión filosófica sobre los males de España que habían iniciado los regeneracionistas a finales del siglo XIX de una manera positivista y que el modernismo trasformó en mirada espiritual.

Usa para ello esa mirada propia del modernismo: descubrir las claves esenciales del paisaje en las que hallar lo permanente de un pueblo, sus grandezas y sus miserias. De ahí el valor simbólico del paisaje y el uso de la mitología popular, la relación tradicional con la agriculta o la ganadería o el acercamiento al folklore. Llega a Soria en un momento de decadencia de aquella zona castellana, afectada por la emigración y el abandono de las tierras. Y pone el acento en lo que para él es la clave del problema: entre los castellanos presentes y la Castilla eterna hay una desconexión. Se ha roto el pacto de respeto que deben los habitantes al paisaje y han roto con las tradiciones, dejándose llevar por un espíritu de ruindad, miseria y cainismo. De ahí las imágenes constantes de estos poemas iniciales de Campos de Castilla y de La Tierra de Alvargonzález, el texto más largo del poemario, que resume su planteamiento ideológico inicial.

Machado, además, toma una imagen construida tiempo atrás y que él eleva a la categoría definitiva por la fuerza poderosa de sus versos: el Duero, a su paso por Soria, es el corazón de Castilla y Castilla es el núcleo desde el que se construyera España. Es muy duro al describir esa ruptura de la armonía entre hombre y paisaje en la Castilla soriana. Esta dureza se marca aún más porque la voz poética toma distancia de lo que mira. Todo lo que ve en aquel paisaje es la clave para comprender los males que afectan a la nación.

En La Tierra de Alvargonzález da la solución a lo problemas: es el personaje del indiano que, tras conocer tierras lejanas, vuelve para recuperar el pacto con la tierra y las tradiciones. Es decir, regresar a la esencia espiritual que marca el paisaje sin desconocer lo que existe fuera de la propia tierra.


Noticias de nuestras lecturas

Paco Cuesta nos muestra cómo es caminar de la mano de Machado, con guiño cinematográfico incluido y valiente.

Kety nos regala, en verso, una semblanza completa de Machado que es toda una hermosa forma de comenzar a leerlo.

Ele Bergón se inspira en Machado para pasear los campos castellanos y después cantar a una olma muerta...

Gelu nos lleva por Campos de Castilla, antología de rimas y conclusiones que nos ponen ante el espejo del trato que se le ha dado a don Antonio.

Pancho nos ayuda a situar Campos de Castilla en el contexto vital de Machado y analiza el autorretrato que supone el prólogo en el que el poeta se presenta.

Mª Ángeles Merino escribe una entrada imprescindible dando cuenta de la exposición que conmemora el centenario de la publicación de Campos de Castilla. No os la podéis perder.

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Gelu enlaza Lorenzo Silva con Verónica Lake: aquí está el secreto.

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Pancho avanza hacia el final de Aurora roja y comenta con todo el acierto una las claves estructurales de la novela: el acto anarquista del teatro.

jueves, 9 de mayo de 2013

Propósito inicial de Campos de Castilla de Antonio Machado, balance final de La marca del meridiano de Lorenzo Silva y noticias de nuestras lecturas


Campos de Castilla de Antonio Machado -de cuya primera edición se cumplía el año pasado el primer centenario- supone uno de los avances más significativos en la construcción de una de las líneas poéticas de la modernidad española que más han perdurado. Este poemario, que iba a ser una cosa y terminó siendo otra tiene, precisamente en ese giro, la clave de muchas cosas que iremos desgranando en este mes que dedicaremos a su lectura.

Cuando Antonio Machado compone los poemas primeros de Campos de Castilla, cuando concibe el plan inicial del libro, está inmerso en las ideas que circulan en aquel momento en España. La evidente decadencia del país, su pérdida de peso en el contexto internacional y las manifestaciones de que el sistema creado por la Restauración borbónica era insuficiente están en la gestación inicial.

Machado, que va a Soria por motivos laborales (acaba de obtener la cátedra de francés y ocupa la vacante del instituto de Soria), profundiza en una de las ideas claves del modernismo: la mirada al paisaje como símbolo de la historia, de una historia en la que coinciden pasado, presente y futuro. Comprendiendo el paisaje y la relación que con él guarda el ser humano que lo habita, se hallarán, según piensan, las claves de lo que sucede, las razones de esa decadencia española y la forma de superarla. Unamuno lo había llamado intrahistoria y publicó en 1895 un ensayo fundamental que se convirtió en herramienta metadológica de todos: En torno al casticismo. Puede decirse que Campos de Castilla cerraba en poesía el ciclo que había abierto Unamuno en ese ensayo, aunque ambos libros tengan tonos y posiciones ideológicas -y, sobre todo, actitudes vitales- diferentes como diferentes eran ambos autores.

Pero entre 1895 y 1912 había ocurrido algo: Ortega y Gasset había regresado de Alemania y, a pesar de su juventud, consiguió un gran impacto en el pensamiento español por los años en los que Machado escribía Campos de Castilla. Gestaba Ortega su teoría sobre las generaciones como método de análisis histórico y polemizaba con Unamuno sobre la posición de España en Europa y la forma de modernizarla. De hecho, los famosos artículos de Azorín sobre la Generación del 98 -tan llenos de ese impacto que supuso en él el pensamiento de Ortega- se publican en el ABC en 1913. Campos de Castilla es, inicialmente, la aportación de Antonio Machado a este debate abierto sobre España desde unas décadas antes y que se había agudizado por aquellos años porque llegaba, pujante, una nueva generación, más moderna, más libre de trabas y que aspiraba, con ambición, a una modernización española basada en la introducción de los elementos nuevos que cambiaran sustancialmente lo que había predominado hasta ese momento en el país.

Pero la vida tiene sus propias reglas. Antonio Machado se enamora de Leonor y Leonor enferma y muere. Machado se va de Soria. Y el libro se trasforma y gira. Y Antonio Machado no renuncia a construir el poemario con ese material autobiográfico ni hace dos libros diferentes, como hubieran hecho otros: comprende que deben ser uno mismo, enlazado todo por el paisaje. La irrupción literaturizada de lo biográfico en el propósito filosófico inicial de Campos de Castilla lo ensancha por el lado de la intimidad de la voz poética. De esa tensión entre la reflexión histórica y el sentimiento biográfico, en la que triunfa finalmente la voz poética en su drama íntimo de la expresión del duelo a través del paisaje, nace una de las revoluciones más importantes de la poesía española.

Balance final de la lectura de La marca del meridiano




La marca del meridiano es la obra de un verdadero profesional de la escritura que ha sabido crear su público. El lector de esta obra encontrará las marcas tradicionales de la novela policiaca y la contextualización histórica en la España actual de una manera suficiente, enhebrada con facilidad pero sin que llegue, en ningún momento, a molestarle. La lectura se hace amena y rápida. El personaje protagonista -más aún si lo conoce de las novelas anteriores- tiene la suficiente humanidad como para que podamos empatizar con él -marcado aquí con el hecho de que cada vez nota más la edad y el esfuerzo físico que le supone su trabajo. No esconde nada: la corrupción policial, las desavenencias entre los diferentes cuerpos de seguridad, los problemas burocráticos, la presencia del mundo criminal en la vida cotidiana, los problemas políticos planteados por el nacionalismo catalán, etc. Nada está presentado con la suficiente hondura como para que moleste al lector medio que lee para entretenerse pero todo está presente para que no se eche en falta. No hay ningún experimento formal que aparte de la lectura al no avisado como tampoco hay caídas en el ritmo narrativo que aburran. Un término medio precisado en balanza. Silva consigue lo que busca: dar una novela más a su público.

Noticias de nuestras lecturas

Coincidiendo con nuestra lectura de Campos de Castilla, se ha inaugurado en el Monasterio de San Juan de Burgos hoy día 9 de mayo la exposición Campos de Castilla. Hoy es siempre todavía, que se había mostrado con anterioridad en Soria y Segovia para celebrar el centenario de la primera edición del poemario machadiano. Ha sido organizada por el Institituo Castellano y Leonés de la lengua en colaboración con la Institución Fernán González, depositaria de un imprescindible fondo machadiano.

Paco Cuesta comenta con acierto el poema inicial de Campos de Castilla -verdadero prólogo- de una forma inteligente y sutil, que os soprenderá.

Mª Ángeles Merino comienza presentandonos el autorretrato del autor de Campos de Castilla y comenta e ilustra el poema Campos de Soria, desde el ritmo hasta la ideología. Todo un magnífico arranque para 
centrar en el poemario.


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Pancho cierra su comentario de La marca del meridiano con una entrada sobre la acción final, que precipita el desenlace. No os perdáis su referencia cervantina, en la que da un verdadero pase de pecho... No es de extrañar que sus aportaciones hayan llamado la atención del mismo autor, Lorenzo Silva: aquí tenéis lo que dice.

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Pancho, en su lectura de Aurora roja, comenta ese estado crítico en el que comienzan a despertar ideas peligrosas sobre hombres mesiánicos que saquen a los países de los atolladeros...  Después,  llega al momento en el que Manuel, el protagonista de Aurora roja, opta por el eclecticismo en su posición ideológica y en su actitud vital. Baroja nos ha conducido certeramente hasta ese momento. No os perdáis ni las ilustraciones de esta entrada ni el video con el que termina. Excelente.

Os pido disculpas por el retraso en la publicación de esta entrada. Como sabéis los lectores habituales de La Acequia, he tenido circunstancias que me lo han impedido. Hemos fijado fecha definitiva para el cierre, por este curso, del Club de Lectura de La Acequia. Como recordaréis, en junio leeremos El hereje de Miguel Delibes. Con este motivo, nos veremos el sábado 13 de julio en Valladolid. Haremos la ruta teatralizada de El Hereje que se organiza en la ciduad por los lugares citados en la novela y tendremos una comida. Aquellos que queráis participar, escribidme un correo electrónico.

jueves, 11 de abril de 2013

La voz narradora de La marca del meridiano y noticias de nuestras lecturas


El brigada de la Guardia civil, Rubén Bevilacqua, nos cuenta, en primera persona, la historia de La marca del meridiano, como es habitual en esta serie de Lorenzo Silva y en este tipo de novelas policíacas. Esta opción es clave para entender la aproximación del lector al argumento, filtrado desde la personalidad del investigador y mezclado con sus reflexiones, recuerdos y emociones. Por eso, el cuidado en la caracterización del narrador condiciona la modalidad elegida. Los narradores de las novelas polciacas suelen tener algunas características en común y otras particulares. La combinación sabia de ambas permite al lector reconocer las claves del género e identificar al investigador diferenciándolo de otros muchos.

Bevilacqua es, como otros, un investigador con una gran capacidad deductiva y de análisis de una situación, un escenario o la psicología de las personas con las que se encuentra pero también es capaz de participar en la acción directa cuando es necesario. La mezcla cultural en sus orígenes familiares -subrayado por la dificultad que casi todos encuentran a la hora de pronunciar su apellido correctamente- le confiere una peculiaridad interesante para el contexto español en el que se sitúa, algo buscado intencionadamente por el autor al instalar a alguien así en el cuerpo de la Guardia civil. Bevilacqua es español, pero sus ascendencias y su formación e ideología anteriores al ingreso en la Guardia civil le permiten mirar la realidad española desde un cierto distanciamiento emocional, buscando antes la racionalidad a la hora de posicionarse en los conflictos contemporáneos españoles, tanto en lo que hace a los nacionalismos como a las cuestiones ideológicas. Esto le sucede en casi todos los aspectos emocionales e ideológicos y se acentúa con los años y las experiencias vitales.

De ahí uno de los hallazgos más interesantes de esta novela y que contiene la razón del título: el meridiano como frontera. Con esta imagen se hace referencia tanto al paso del meridiano de Greenwich cuando viajan a investigar a Barcelona como a las fronteras políticas o sociales entre Cataluña y España, a las diferencias entre lo que se recuerda y lo que se vive, entre el pasado y el presente, entre la bondad y la maldad, etc. Casi al final de la novela, Bevilacqua explica cómo en su pasado hubo un momento en el que pasó al otro lado de ese meridiano y cómo de aquella experiencia sacó el aprendizaje más importante de su vida que le ayudó a contener el animal que lleva dentro. Por eso marca con fuerza su camino por la senda de la honestidad, de la disciplina en el trabajo y el apoyo con los compañeros, el respeto escrupuloso a las leyes y las normas judiciales, etc. Esta explicación gustará a los seguidores de la serie, puesto que permite conocer mejor la forma del ser del protagonista y ayuda a empatizar con él.

Hay otro meridiano constante en la novela: Bevilacqua tiene ya 48 años y comienza a ver la vida desde el inicio del descenso. En su biografía hay fracasos sentimentales y triunfos profesionales. A pesar de eso, ha renunciado a buscar ascensos en su carrera y prefiere dedicarse al trabajo diario. Todo esto le permite convertirse en un referente de sus compañeros de equipo. En un momento contempla a Chamorro y Arnau y se los imagina dentro de unos años, cuando él ya se haya jubilado. Se permite también no solo sentir ternura sino también expresarla. Y expresa constantemente esta sensación en cuestiones físicas: lo que le cuesta despertarse por las mañanas o recuperarse de una noche con pocas horas de sueño.

Todo esto, más lo que conocemos de su biografía -lo que ya sabíamos, es decir, que está divorciado y tiene un hijo, que le gusta pintar figuritas de plomo, que vive solo y procura controlar su gusto por las mujeres, que tiene una preocupación social, etc.; lo que conoceremos ahora, es decir, que pisó el lado oscuro durante un breve tiempo, que tuvo una historia sentimental mal cerrada en Barcelona, etc.-, le hace cada vez más cercano al lector, especialmente a aquellos que comparten una franja de edad similar. De ahi buena `parte de su éxito. Silva sabe constuir un perrsonaje con la suficiente identidad diferenciadora de otros investigadores de las novelas policíacas.

Noticias de nuestas lecturas

Pancho arranca el comentario de La marca del meridiano de la mejor manera para que comprendamos al protagonista y sus motivaciones, incluido el simbolismo del meridiano...

Paco Cuesta nos adentra en La marca del meriano comentado algunas de las claves que hace de esta lectura una aventura bien apasionante... 

Mª Ángeles Merino nos presenta al personaje que nos va a guiar en La marca del meridiano, pero no os perdáis la primera parte de su entrada, con sus recuerdos personales...

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Mª Ángeles Merino nos lleva a uno de los núcleos más emotivos de Aurora roja, escribiendo a Juan: el anarquismo humanitario, que difícilmente tendrá éxito, por desgracia...

Gelu cierra, con broche de oro, su recorrido por la trilogía, con balance y guía recomendables.

En la tercera entrada de Pancho sobre Aurora roja se puede apreciar la forma en la que Baroja hace que entren y salgan en la historia de Manuel personajes que lo influyan profundamente.

jueves, 4 de abril de 2013

La marca del meridiano, una historia de viejos conocidos y noticias de nuestras lecturas


La marca del meridiano, de Lorenzo Silva, tiene todos los rasgos de la serie que este autor dedica a las andanzas de los guardias civiles Rubén Bevilacqua y Virginia Chamorro. Esta serie, nacida en El lejano país de los estanques (escrita en 1995) ha ido evolucionando, novela tras novela -si no cuento mal son seis más un libro de relatos-. Los cambios en la psicología de los personajes corresponden tanto al proceso natural de cumplir años y acumular experiencias a partir de su profesión y de sus vidas y de las relaciones que se establecen entre ambos, como a la evolución del país desde mediados de la década de los noventa hasta hoy. Este es el rasgo más sobresaliente de la serie y una de las convenciones del género policiaco al que se adscribe: mezclar la suficiente dosis de motivos personales y contexto social que jalonen y sitúan en una época concreta -de ahí que se den fechas y referencias históricas- los crímenes que se investigan, sin llegar nunca a la novela negra. De esta manera, estos crímenes son una muestra de la situación social de España en cada momento -solo hay que repasar los temas centrales de cada una de las novelas- y en la forma en la que Bevilacqua los afronta, con una cuidada mezcla de ingenuidad y escepticismo, una propuesta de solución que nunca podrá llevarse a cabo porque la sociedad española está dominada por otras fuerzas más poderosas. De ahí que Bevilacqua nos aparezca en cada entrega más escéptico, más fatigado y más crítico con lo que ocurre a su alrededor, pero también más entregado cuando ve a personas honestas, que sufren o intentan denunciar lo que sucede.

Silva ha sabido encontrar la mezcla perfecta entre todos esos elementos, presididios por un tipo de narrativa directa, sin alardes técnicos ni una problematización temática -es decir, huye de la profundización excesiva y parte de una información que todo lector conoce de antemano- en beneficio de una forma ágil. En esta serie, Silva ha buscado siempre al lector medio, que quiere leer algo que tenga que ver con su vida actual, entretenido y con una perspectiva crítica y que le permita identificarse con los personajes de una u otra manera, comprender sus razonamientos y su forma de entender la vida, aunque no la comparta totalmente pero sin demasiada complejidad lectora. Dado que el gran referente en la novela española, en los años en los que construye su personaje, era Pepe Carvalho, el protagonista de las novelas de Vázquez Montalbán, lo diferencia buscando un enfoque menos cultural y más volcado en el argumento principal (la investigación del crimen). En el fondo, la referencia de Silva es Plinio, el Jefe de la Policía local de Tomelloso inventado por Francisco García Pavón, pero un Plinio actualizado y ajustado a los nuevos tiempos.

Quizá por ello Silva adelgaza uno de los rasgos más habituales de los protagonistas de estas series policíacas sin alterar la convencional narración en primera persona. Bevilacqua -a pesar de sus lados oscuros o zonas del pasado inconfensables- no deja de ser un buen tipo cuyo escepticismo parte, precisamente, de su bondad y de la forma honesta con la que afronta su trabajo. Es algo que también gusta al lector medio, que quiere agarrase a una esperanza regeneradora: los males de la sociedad proceden de los malos, que son muy poderosos y persistentes, pero frente a ellos la mayoría de la población y de los funcionarios públicos se afanan por sacar adelante su trabajo incluso en las peores circunstancias. Ya es conocido que por su forma de tratar a la Guardia Civil y la evolución que ha tenido este cuerpo de la seguridad española en las últimas décadas Silva fue nombrado Guardia Civil Honorífico en el año 2010.

Por eso, nada más entrar en estas páginas uno se encuentra con viejos conocidos si ha leído otras novelas de la serie (una de las formas más divertidas de desmontar lo que significa el Premio Planeta es que se lo den a una novela presentada de forma anónima en la que los personajes son tan conocidos para todos). Para aquellos que no lo hayan hecho se da la suficiente información para conocer su pasado. Y como a viejos conocidos se les saluda, poniéndose al día de las novedades de su vida y del país. De ahí que también interese conocer que el crimen al que se enfrentan en su investigación sea el del asesinato de un viejo conocido del brigada Bevilacqua, lo que le hará recordar, desde su medio siglo de vida, sus inicios en el cuerpo de la Guardia Civil.


Noticias de nuestras lecturas

Pancho analiza magníficamente el arranque de Aurora roja y el dualismo que anticipa cómo será toda la novela hasta ese final en el que la dualidad desaparecerá con la muerte de Juan y la intranquila conciencia de Manuel. Después, comenta la localización de la nueva vida de Manuel (no os perdáis la imagen inicial de su entrada) como forma de explicar esta ciudad simbolo de tantas cosas, Madrid.

En la entrada de Mª Ángeles Merino (además, excelentemente ilustrada) se puede comprender la forma en la que Baroja tiene de darnos la orientación madura de la ideología y comportamiento de Manuel, por contraste con las situaciones y palabras que hay a su alrededor.

No os perdáis la imprescindible entrada en la que Myriam analiza la psicología de los personajes masculinos de la trilogía barojiana, ni su conclusión sobre la lectura.

Kety nos hace recordar nuestra lectura quijotesca trayéndonos un homenaje dulcinesco a Rosalía de Castro. Que cunda el ejemplo.


Próximas lecturas


El mes de mayo lo dedicaremos a Campos de Castilla, de Antonio Machado (podéis descargarlo, gratis, aquí). En junio comentaremos El hereje, de Miguel Delibes, bien conocido por nuestro querido Pancho, quien se convertirá en nuestra referencia como guía de lectura. Recordad que programamos una visita a la ruta urbana que se ha organizado en Valladolid con los pasajes más significativos de dicho libro. Ya os comunicaré la fecha y la disponibilidad de plazas.

jueves, 28 de marzo de 2013

Un burgués con conciencia de anarquista y noticias de nuestras lecturas.



Aurora roja, escrita expresamente como cierre de una trilogía que no comenzó como trilogía y redactada ya para no ser publicada en El Globo sino directamente como el tercer volumen, tiene esa voluntad de final desde su primer párrafo: de ahí la presencia en el prólogo de Juan, que cuenta con tanta presencia hasta su muerte al final de la novela.

La novela sigue las peripecias del protagonista, Manuel, pero ya no de la misma manera. Baroja no podía seguir insistiendo en los altibajos de su vida, como en las dos primeras novelas: no hubiera sido ni verosímil ni soportable para el lector. Su historia necesitaba un final diferente y un tono narrativo más sereno. Y entre los posibles elige integrarlo en el mundo burgués: gracias a la protección de Roberto y el estímulo de la Salvadora -que pone todo el tesón para suplir la conocida falta de volunta de Roberto, que se ve obligado a no volver a caer en la desidia si quiere conseguirla, con lo que Baroja parece sugerirnos la importancia de la aspiración a la estabilidad familiar como motivo de mejora, algo que siempre estuvo en el corazón de Manuel, por otra parte, cuando buscaba apariencias de familia que sustituyeran a su madre muerta- se hace propietario de una imprenta. Esto le lleva a ser constante en el trabajo y a irse apartando tanto de los amigos que pueden inducirle a los malos pasos como de la militancia activa en las ideas anarquistas de todo su entorno. Manuel se hace burgués tanto por su tendencia hacia la estabilidad como por su deseo de conseguirla junto a la Salvadora, que sabe bien cómo conducirle. De hecho, la mujer no accede al matrimonio hasta que no es propietario de la imprenta.

Pero a Baroja le interesa la historia de Manuel para dar cuenta de la situación de los marginados en una sociedad española -madrileña- que representa un sistema en descomposición completa, sintetizado en ese magnífico retrato final de un rey chico, enfermo, paseado por las calles de Madrid ante las críticas generalizadas y saludando con desgana. Como el hambre, el frío y las miserias habían sido ya retratadas en los dos volúmenes primeros, ahora necesitaba algo más, ya apuntado al final de Mala hierba: el debate ideológico. Este debate no detiene la acción, como puede parecernos: es la acción misma. En efecto, Baroja dedica gran parte de Aurora roja a presentarnos las diferentes formas de anarquismo del momento y enfrentarla tanto entre sí como con las ideas socialistas o radicales. Ninguno de ellos puede aspirar a solucionar la situación puesto que todos carecen tanto de fuerza como de organización para ello. El grito con el que se cierra el discurso de Juan en el teatro Barbieri, lo resume bien: ¡Viva la Anarquía! ¡Viva la literatura! En la anarquía está la solución, pero esta no podrá llegar nunca. De ahí el amargo pesimismo del mensaje barojiano: nada podrá hacer cambiar un sistema injusto.

Por eso mismo es intersante buscar, en la postura de Manuel, el rasgo barojiano. Ante la imposibilidad de cambiar el mundo, Manuel se integra en él, cansado de pasar hambre y frío y no tener seguridad en la vida. Ha aprendido por propia experiencia la dureza de la marginación y gracias a su alma bondadosa ha conseguido encontrar gente a su alrededor -Roberto, la Salvadora- que lo ayudan a estabilizarse. Pero no puede dejar de encontrar dentro de él también el pellizo de la incomodidad espiritual que le produce la situación. De la misma manera que cuando estaba entre los marginados sabía que ese no era su mundo o cuando participaba en actividades criminales no estaba a gusto con ellas, ahora -fundamentalmente por la impronta que deja en él su hermano, Juan, ejemplo perfecto del anarquismo humanitario y que llega a adquirir un rasgo mesiánico que lo conduce a una honda tristeza que agrava su enfermedad- tampoco está satisfecho con la vida burguesa que adquiere y sabe que la única solución para esa sociedad injusta y para un sistema corrupto sería reducirlo todo a cenizas. Pero pronuncia esta convicción íntima que resume fielmente su situación anímica con la tristeza de quien sabe que no encontrará dentro de él la fuerza suficiente para iniciar el incendio. Quizá sea esta incomodidad espiritual la evidencia más clara de que la lucha por la vida no termina cuando se asegura la parte material.


Noticias de nuestras lecturas

Myriam hace una excelente aportación con el balance sobre los tipos femeninos presentes en la trilogía. De imprescindible lectura.

Mª Ángeles Merino sabe cómo hablarle a Manuel, desentrañando sus motivaciones, miedos y aspiraciones. Aquí todo conducido ya por el estímulo de Salvadora...

Paco Cuesta termina su lectura de Aurora roja señalando con exactitud el cruce de sentimientos que tiene Manuel, que tenemos los lectores...

Aunque, a partir del próximo jueves, comenzaré la lectura de La marca del meridiano de Lorenzo Silva, seguriré recogiendo fielmente las aportaciones que aún os queden de la trilogía barojiana.

jueves, 21 de marzo de 2013

La muerte de D. Alonso y noticias de nuestras lecturas.


La forma en la que Baroja hace entrar y salir a los personajes de la trilogía es una parte de su atractivo. En todo ello hay el pulso excepcional de la vida. Como en esta, los personajes entran a veces sin ser llamados, desaparecen sin dejar rastro aunque el lector quisiera saber más de ellos o regresan a la vida de Manuel para cerrar hilos argumentales o hacer más compleja su vida o darle soluciones que el protagonista, por sí mismo, no puede conseguir. Sucede con la Justa, la hija del trapero, que reapareció para que Manuel pudiera satisfacer su impulso pasional y tener un amago de familia pero que, con las mismas, desapareció para volver como una mujer soez y descarada: la forma en la que Manuel rechaza su acercamiento y trabaja psicológicamente su olvido, pone de manifiesto la evolución de Manuel en su proceso de madurez. Lo mismo ocurre con Salvadora (que amarra a Manuel al sentido común) o con Jesús o Juan (que sirven, estos dos, para confrontar la evolución ideológica y el aburguesamiento del protagonista).

D. Alonso es otro de esos casos. El viejo hombre del circo, que tanto había aparecido y reaparecido en los malos tiempos y que tan simpático se había hecho al lector porque en su rareza e insistencia en contarnos su biografía había mucho de ternura, vuelve ahora. No en persona, sino como relato implicado con el final de otro de esos personajes constantes en la vida de Manuel, el Bizco. Ortiz, el policía, le cuenta que D. Alonso acabó siendo policía, de forma tan extravagante como lo había sido su vida. La muerte de D. Alonso y el trato cruel que se le da a su cadáver, encaja perfectamente con su vida, tan pendiente de que llegue la buena entre tantas penalidades como sufre mientras se agarra a esa esperanza. Y sirve para que al lector se le retuerzan las tripas al comprobar el estado de una sociedad en la que pocos restos de humanidad quedan.

Noticias de nuestras lecturas

Pancho analiza las claves de la narración de Mala hierba, desde la muerte de Vidal hasta el diálogo final entre Jesús y Manuel. Excepcional entrada que nos ayuda a comprender mejor la apuesta narrativa de Baroja.

No os perdáis la segunda selección de fragmentos de Mala hierba realizada por Gelu, en ella os daréis cuenta de la variedad de la obra de Baroja. Y en la tercera, la forma en la que tiene de ilustrarlo con la música de Chueca, que tan bien va a Baroja, incluso con la ironía del vasco...

Mª Ángeles Merino, a través de su diálogo con el protagonista, aborda e ilustra con ernorme acierto los nuevos ambientes en los que se asienta la vida de Manuel. Parece, por fin, haber alcanzado la estabilidad junto a una nueva forma de familia.

Paco Cuesta señala con todo acierto, la sensación que sentimos como lectores al leer la discusión ideológica de la obra, que nos desconcierta a veces.

Próximas lecturas



La lectura de Aurora roja termina el próximo jueves, 28 de marzo. Cumpliendo el programa anunciado, el siguiente libro es La marca del meridiano, de Lorenzo Silva (mes de abril). Después leeremos Campos de Castilla de Antonio Machado (mayo, podéis descargarlo gratis aquí) y El hereje, de Miguel Delibes (junio). Es posible que nos veamos todos en julio, en Valladolid, en la ruta urbana que se ha organizado en la ciudad para explicar los lugares en los que trascurre esta última novela. Con ello, terminaremos el presente curso del Club de lectura.

jueves, 14 de marzo de 2013

El aburguesamiento de Manuel y noticias de nuestras lecturas


No suele presentar la novela española un debate de ideas como la de Aurora roja (probablemente debido a la poca valentía de los novelistas españoles que procuran no complicarse la vida en estos aspectos), de ahí otro de los rasgos de interés de esta novela. Hemos visto, en los dos volúmenes iniciales algún atisbo de lo que encontraremos en el tercero, sobre todo en los diálogos protagonizados por Jesús. Pero la cuestión social en esas dos entregas iniciales se abordaba sobre todo a partir de la narración de las situaciones. Es en Aurora roja en donde Baroja nos presenta un verdadero debate ambientado en La Aurora, lugar en el que se reúnen los anarquistas en la Junta que dará título a la novela. De los debates, el lector saca la idea que nos quiere trasmitir el autor: la esterilidad de los planteamientos allí manejados. Oscilan estos entre los utópicos, los filosocialistas, los instintivos, los teóricos o los prácticos. Y evidencian una de las raíces de la fortaleza y la debilidad del movimento anarquista: por su misma esencia, no puede organizarse de forma eficaz para luchar contra un sistema implacable que expulsa de su seno a todo aquel que no se ajuste a los cánones de la productividad. Baroja hace que esto lo sepan, en especial, las mujeres que rodean a Manuel en esta novela y lo apartan de las tendencias que hasta ahora le habían vencido en los momentos de debilidad. Salvadora e Ignacia aplican el sentido común a todo: ganar dinero, no gastarlo, aprovechar las oportunidades de mejorar con ambición y, sobre todo, trabajo. Manuel, como le echa en cara Jesús, está dominado por ellas. El lector, que le ha visto padecer en las dos novelas anteriores, lo comprende y quiere que tenga fortuna en su nueva condición de empresario. A ello contribuye la forma en la que Baroja narra los acontecimientos: ha serenado todo lo que hace referencia a ese pequeño grupo familiar y aplica la caricatura degradadante a todo lo que puede apartarle de él. Excepto en lo que hace a su hermano, Juan. Sin anticipar el final de la novela, de la relación entre Manuel y Juan, sus dos formas de entender la vida tan diferentes, nacerá por contraste y síntesis la propuesta de Baroja.

Noticias de nuestras lecturas
Mª Ángeles Merino nos hace entrar con brío en Aurora roja dialogando con Manuel y comentando todos los puntos esenciales de la construcción del personaje de su hermano.

Paco Cuesta nos deleita con una entrada que es una invitación a leer Aurora roja. Os recomiendo que se la enviéis a amigos que duden sobre la actualidad de Baroja.

Excelente entrada la de Pancho para comprender algunas razones de la presencia de la cuestión social en Mala hierba.

Gelu selecciona los fragmentos más significativos del Prólogo de Aurora roja.

No os perdáis la entrada de Myriam: nos recupera a don Quijote y Sancho y hace repaso de la Sevilla cervantina...

También cervantina es la entrada de Kety, que reproduce el soneto que Darío dedicara al español.

domingo, 10 de marzo de 2013

El reto de Aurora roja y noticias de nuestras lecturas


La práctica totalidad de Aurora roja no estaba en el proyecto inicial que se publicó en el periódico El Globo. Recodemos que no pensó Baroja inicialmente en una trilogía. La busca era una novela por entregas. Se convirtió, con variantes significativas, en las dos primeras partes en la edición de 1904: La busca y Mala hierba. Y el paso de una novela a una trilogía es importante para La lucha por la vida. De ahí la reflexión -ideológica y narratológica- que contiene Aurora roja. Esta debería cerrar las dos anteriores, marcadas por el deambular de Manuel por Madrid ejerciendo oficios y cayendo, por su carácter y las circunstancias que le rodean, en el mundo de la delincuencia -menor y mayor- y la vida en la calle con todas las consecuencias. ¿Cómo enriquecer y dar variedad a la continuidad para cerrarla desde un presupuesto ideológico? Por una parte, ya lo sabemos: mientras Manuel no encuentre la energía interior que construya su voluntad, dependerá de la ayuda de terceras personas que inclinarán su vida hacia la estabilidad o la delincuencia. Por otra, se anuncia desde el final de la segunda parte la presencia de un elemento nuevo, que se extrae de todas las circunstancias sociales que hemos visto (hipocresía, la presencia de una capa social fuera del sistema y de otra que está en el límite y a la que cualquier circunstancia puede echar fuera de la vida regular) y que casi se desprende de toda la narración como una consecuencia lógica: el anarquismo. Es decir, la conciencia de clase. Aún no sabemos si ese será el motor que mueva a Manuel, pero Manuel ya se reconoce en él.

Y esta es la situación al comenzar Aurora roja: consecuencia y cierre de todo lo anterior. Pero sucede que Baroja, el estilo narrativo barojiano, huye siempre de toda monotonía. Sabe que debe introducir un elemento nuevo para que no se repita, sin más, la alternancia biográfica de Manuel entre estados buenos y malos. Sería acumular más de lo mismo y Baroja busca la variedad. Y ese es el motivo del Prólogo del tercer volumen -los otros dos, en su versión novela carecen de él, aunque ya sabemos que el folletín de El Globo sí lo tenía-. Es una pieza maestra: representa, en sí mismo, una condensación del significado ideológico y narrativo de la trilogía y podría componer una narración autónoma. Baroja lo centra en las peripecias del hermano de Manuel, del que se había hablado al inicio de la trilogía. Decide abandonar el seminario porque ha dejado de creer -lo que ha visto en el Seminario, en especial un escándadalo de pederastia, le ha empujado a leer y la lectura le ha abierto los ojos de una nueva realidad- y, tras un breve trayecto en tren, comienza un peregrinaje a pie que es todo un viaje simbólico hacia la vida -hasta en el tratamiento del paisaje, cuando aparece la luz final tras la tormenta-. Este viaje supone también un aprendizaje de la injusticia y la solidaridad y reafirma en este personaje lo que le faltaba a Manuel: la voluntad decidida de seguir siempre hacia adelante sin volver jamás atrás.

Veremos cómo juega Baroja con esta nueva línea narrativa.

Noticias de nuestras lecturas

Mª Ángeles Merino nos muestra -e ilustra maravillosamente- la nueva caída de Manuel en el submundo, camino ya de la delincuencia abierta. Solo le queda la solidaridad de los suyos...

Pancho nos muestra -no hay que perderse las ilustraciones- la forma en la que Manuel vuelve a estar en la calle: apenas un día en el que baja la guardia y su pereza y lo implacable de la sociedad, lo arroja de nuevo al hambre y al frío.

Gelu nos regala una nueva selección de frases de la obra: en este caso, el tema central es el frío y el hambre. Sabe Baroja cómo hacernos llegar la situación de sus personajes.

Paco Cuesta se adentra en Aurora roja como debe ser, por el Prólogo. Quijotesco y barojiano. ¡Gracias, Paco!

Kety nos lleva de la mano de la pastora Marcela hasta el Quijote, con motivo de la celebración del Día internacional de la mujer trabajadora.

domingo, 3 de marzo de 2013

El anarquismo como salvación y noticias de nuestras lecturas

Baroja nos conduce sabiamente hacia el final de Mala hierba. Ha dejado que Manuel experimente fuertes alternancias en su estado en este tomo. Salió de la calle de la mano de Roberto, que le buscó acomodo en una esfera social propia de la clase media y le aconsejó que buscara en sí mismo la voluntad enérgica que le sacara de vivir al filo del hambre y la delincuencia, de vivir, en definitiva, sin más objetivo que sobrevivir día a día. Pero Roberto, finalmente, ha salido de su vida porque nada -según él pensaba hasta toparse con Esther- le podía apartar del objeto de la suya propia: trabajar infatigablemente en aquello que sabe hacer para obtener dinero a la espera de conseguir una añorada herencia que parece no llegar nunca. Y el mundo en el que le dejó demuestra ser tan falso como el otro del que procede Manuel. Aunque más refinado en la apariencia y en los métidos, todos allí se dedican a la mentira y al intento de vivir sin trabajar -desde los artistas bohemios hasta la Baronesa-. Manuel se ha refugiado en unos y en otros buscando un remedo de familia porque, en el fondo, el joven solo busca ser acogido con cariño. De allí sale para econtrar trabajo en una imprenta y cuando todo parece que le lleva a estabilizar su vida sucede un pequeño incidente que lo desbarata todo: una borrachera le lleva a dejarse ir y perder el trabajo. Observemos esto. Manuel siempre vive sin seguridad ninguna. Todo en su biografía está plagado de esos pequeños incidentes o encuentros causales que le pueden dejar, de nuevo, en la calle. De allí le saca su primo para asegurarle un bienestar de origen turbio, al servicio de una sociedad criminal peligrosa. La muerte de su primo a manos del Bizco -por causas pendientes del pasado- vuelve a cambiarlo todo en Manuel.

Pero hay dos cosas que guarda Manuel y que ambas nacen de una bondad natural que conserva a pesar de todos sus sinsabores. Una es la confianza en las personas que lo ayudan. Otra es el escrúpulo ante los actos criminales o los malos comportamientos sociales. De aquella nace una especie de solidaridad -es notable cómo se ayudan en este libro los que no tienen nada-; de este un instinto de conservación que le empuja a salir pronto de los lugares en los que puede peligrar su vida. Pero Manuel no ha podido encontrar esa voluntad dentro de él que consiga sacarle de la inestabilidad de la vida. Tampoco trabajar le ha servido de nada: los trabajos que se le ofrecen al alguien de su clase no sirven nada más que para subsistir en condiciones miserables. Y, por supuesto, la sociedad está regida por unas ideas que no protegen a los desfavorecidos, sino que los saca brutalmente del sistema. Baroja remata esta idea con algunos de los pasajes más contundes y de interés para la actualidad del momento en que se publicó: un sistema que se viene abajo denunciado por los veteranos de Cuba, lleno de corrupción implicada con la delincuencia, con un sistema policiaco y judicial torcido... Es decir, una estructura social que se resiente desde sus cimientos: una de las razones de la modernidad y actualidad de esta trilogía.

El reencuentro con Salvadora y Jesús -son nombres más que significativos- contribuyen a que el final de este libro sea más esperanzador que el primer volumen. Manuel no está solo, es acogido por uno de esos remedos de familia que siempre ha buscado. Y es acogico por algo más notable: Jesús le hace ver que es anarquista y que en el anarquismo está la verdadera esperanza para aquellos que, como ellos, sufren las desigualdades de la vida y el infortunio de la sociedad. Quizá sea ese el camino que le espere a Manuel en el tercer volumen, que comenzamos a comentar la próxima semana....


Noticias de nuestras lecturas

Mª Ángeles Merino sigue su certero diálogo con Manuel para llegar a los pasajes de mayor denuncia política de la segunda parte de la trilogía.

Paco Cuesta pone de relieve la dirección ideológica del final de la novela.


Pancho aborda la resolución de trabajar de Manuel y su hallazgo de un nuevo grupo de amigos, pero quiero destacar de su análisis la forma en la que analiza el tratamiento en miniatura de los comportamientos sociales por Baroja, después comenta -e ilustra magníficamente- los pasajes en los que aparece, de una u otra manera, el amor en la novela. Necesario complemento de la historia que Pancho trata adecuadamente.

domingo, 24 de febrero de 2013

Un protagonista que desaparece o cómo a Roberto le pasan cosas que no deben y noticias de nuestras lecturas


En el capítulo IV de Mala hierba, Manuel desaparece. Es la primera vez que sucede: el narrador se olvida del que hasta ahora le había servido de guía para contar su historia para centrarse en Roberto. Baroja toma este recurso de la novela decimonónica -no se remonta el autor a Cervantes, que fue quien creó esta técnica cuando separó a Sancho de don Quijote-. Es un recurso propio del folletín: el lector está acostumbrado a Manuel y, de pronto, este le falta. Por una parte, evidencia uno de los rasgos de este personaje protagonista: en muchas ocasiones, su falta de voluntad le lleva a ser mero testigo de las cosas, una mera excusa del autor para transitar por diferentes ámbitos de la vida madrileña, como en el devenir de la novela picaresca, cuando el pícaro fue más ojos que acción y sirvió para dar testimonio de una parte de la realidad española que no entraba en otra literatura. Pero, por otra, la desaparición de Manuel en este capítulo se debe a lo que en él sucede. Roberto da un paso contrario a lo que tantas veces constituye su discurso al hablar con franqueza a Esther y aconsejarla que deje a su marido. Todo ello, en un diálogo perfectamente estructurado por Baroja, le lleva, a través de un juego verbal en el que dicen y hacen cosas contradictorias, a un beso que lleva a otros. No lo veamos con ojos actuales, sino con los de la sociedad del momento y con las palabras del mismo Roberto cuando afirmaba que nada le podría apartar de su objetivo: al fin y al cabo, Esther ya es una mujer destruida y Roberto solo da un paso más. Esta escena en la que se besan -precedida por párrafos que lo anuncian- es de un erotismo que no esperamos encontrar en Baroja, pero aquí está. Su procedencia -la popular novela erótica de principios del siglo XX-, tanto en las palabras que se dicen y en los gestos -ella se refugia en su pecho, él aparta con la mano unos rizos de su frente, él la besa con dulzura, ella le presenta los labios para un beso mucho más pasional-, evidencia el registro y la fina ironía de Baroja tanto en lo estético -introducción de un género menor en su novela- como en lo ético, lo que confirma la degradación de todo el ambiente, por mucho que se revista de buenos motivos: ni siquiera Roberto... Por eso no puede estar presente Manuel. El golpe de efecto final es más que evidente: Bernardo, el marido abandonado -merecidamente abandonado, diríamos-, no se preocupa por su matrimonio, sino por su padre...

Noticias de nuestras lecturas

Pancho sabe cómo unir Cogolludo con los Lumiére, además de darnos las claves para comprender a la Baronesa barojiana....

Mª Ángeles Merino nos regala una maravillosa entrada, con toda la documentacion precisa para que comprendamos el trabajo en la imprenta y la vida que le espera a Manuel cuando se deja, de nuevo, ganar por la pereza y regresa a la calle.

Gelu nos lleva a su octava entrada con antología de frases ilustradas para que podamos fijar mejor el recuerdo de Mala hierba. Y, hablando de Esther, nos sabe llevar hacia Perfidia...

Paco Cuesta aborda un tema palpitante desde la misma concepción de la novela: la conciencia social en Mala hierba.

Ele Bergón nos rescata Cogolludo de la mala imagen que de la localidad nos trasmite Manuel...

Quiero pediros disculpas, las muchas ocupaciones y el poco tiempo ha retrasado esta entrada, que debió publicarse el jueves pasado. Si no me fallan las fuerzas, el proximo terminamos con Mala hierba y comenzamos con el tercer volumen de la trilogía barojiana.

sábado, 16 de febrero de 2013

De la negrura al humor, y noticias de nuestras lecturas


Hay algo que ha llamado la atención a varios de los participantes en esta lectura: el humor barojiano. No es que no estuviera presente desde el inicio de la narración, sino que ahora se hace más evidente por el cambio de ambiente. Recordemos que la historia, tal y como comenzaba en las entregas de El Globo, diario en el que se publicó como folletín, contaba con un narrador un tanto peculiar movido por las ansias de venganza contra un familiar y que en sí mismo es ya todo un trabajo paródico de la figura del narrador. El espacio en el que se desarrollaba el inicio de la narración, la casa de huéspedes, un microcosmos en sí mismo, era un ámbito en el que se trataba a los persoajes y sus costumbres con un humor descarnado que venía a resaltar su mediocridad, su hipocresía y miseria moral. Este es, sin duda, un uso muy barojiano del humor.

Sin embargo, la vida de Manuel fue cayendo en la desgracia. Aunque nunca se abandona el humor, incluso en los momentos trágicos del velatorio de su madre, el ambiente es tan opresivo y el horizonte tan negro, que cualquier ironía se trasforma en negrura antes que sonrisa cómplice del lector.

Pero basta con que Manuel abandone -aunque sea provisionalmente- esa vida y los ámbitos por los que pasa sean menos opresivos, para que el humor aparezca para resaltar, de nuevo, los mismos rasgos de los personajes y de la sociedad en general: egoísmos, hipocresías, miserias. Así se hacen inolvidables las descripciones de la vida de los artistas bohemios o de los periodistas que con el mismo oficio escriben una cosa y su contraria y se fijan en la memoria los gestos y actitudes del agente de empleo. Ha bastado que Manuel pueda comer caliente, vestir con decencia y dormir bajo techo para que aflore, de nuevo, el humor como recurso técnico para desentrañar todo este tipo de estrategias sociales.

En este tratamiento humorístico de los personajes y de los ambientes por parte de Baroja se ha visto, con acierto, un precedente de los esperpentos de Valle-Inclán. No es tanto un precedente como una coincidencia estética. En el fondo, Baroja y Valle participan de las mismas técnicas de tratamiento de estos temas, aunque Valle lleve mucho más allá el recurso.

Noticias de nuestras lecturas

Pancho sabe cómo conseguir unir a Ramoncín y los plagios de Internet con Baroja. No te lo pierdas.

Mª Ángeles Merino cuenta cómo trabaja Manuel para no trabajar después de haberse despedido de la baronesa.

Luz del Olmo aborda con inteligencia el uso por parte de Baroja del personaje de Manuel como hilo argumetal de la narración.


Paco Cuesta, después de aludir al inicio de Mala hierba y su similitud con el mundo actual, comenta, con toda inteligencia, el juego que establece Baroja con el lector tradicional de los folletines y la frustración que le provoca. No os perdáis esta entrada.

La Mosca cojonera ocupa el espacio de Abejita para traernos una foto cervantina de Bruselas.

jueves, 7 de febrero de 2013

Nuevos ámbitos, viejos hábitos y noticias de nuestras lecturas


Manuel se pasea, en Mala hierba, por nuevos ámbitos: espacios y personajes diferentes a los de La busca. Sin embargo, a pesar del mayor refinamiento, lo que sucede es lo mismo que en la primera entrega: escaso amor al trabajo diario y laborioso, inclinación a vivir de lo ajeno, hipocresía y engaños. Como en la primera novela, todos tienen su propia justificación a sus actos y nadie se siente responsable de su accidentado vivir. Desde el mismo Manuel, que se siente sin energías suficientes hasta los artistas bohemios con los que se relaciona. El único que parece desplegar actividad es Roberto, que ahora tiene varios empleos y sigue tras su soñada herencia.

A todos ellos el autor les depara una vida llena de altibajos que, sin embargo, no les lleva a procurarse una vida honesta y una forma más segura de ganarse la vida. Todo lo contrario: un artista bohemio quiere casarse para vivir de su mujer, una mujer de mundo juega siempre con la seducción pero arriesgando demasiado, etc.

Todo parece dar círculos en esta sociedad retratada por Baroja: círculos viciosos de los que nadie puede escapar y en los que los pocos momentos de plenitud son tan frágiles que el lector -estrategia moralizadora del autor que no interviene pero trabaja el argumento- se pregunta si merecen la pena. Mientras tanto, la mala hierba que suponen estos comportamientos, asfixia toda posibilidad de progreso real: bien sea individual, bien colectivo.

Noticias de nuestras lecturas

Mª Ángeles Merino da la clave de interpretación ideológica de esta segunda parte, a raíz del título de esta entrega. Imprescindible entrada para comprender la propuesta de Baroja.

Pancho ilustra y comenta con todo acierto la bohemia artística que conoce Manuel al comienzo de la segunda parte.

Gelu confecciona, como de costumbre, una vibrante antología de citas y música relacionada con el comienzo de Mala hierba.

jueves, 31 de enero de 2013

No basta con los buenos propósitos y noticias de nuestras lecturas


El inicio de Mala hierba, la continuación de La Busca, deja claro que no basta con tener buen fondo, acumular experiencias o sentir la inclinación hacia el cambio de vida. Manuel nos aparece como en la primera entrega: sin la voluntad ni energía suficiente para cambiar. En la primera conversación con Roberto, al que reencuentra y se convierte en su protector, queda claro que Manuel no sabe cómo mejorar su vida y que confía en quienes se encuentra para ello. En definitiva, es una persona sin voluntad, clave temática de esta obra y una de las reflexiones filosóficas más importantes de aquellos tiempos. En un monólogo interior, breve, pero significativo, Manuel reflexiona sobre esto mismo ante la insistencia de Roberto: "Es como si me dijesen que tuviera un palmo más de estatura". Esta conciencia de su propio problema no le lleva a poner las bases para salir de él sino a constatar su propia impotencia y coger rabia a su protector por no facilitarle directamente el trabajo que busca.

La fortuna y una especie de simpatía que despierta en aquellos con los que se va topando, le deparan que ahora su situación mejore. Gracias a la intervención de Roberto se instala en un peldaño más alto de la sociedad y puede escapar del mundo de los golfos al que parecía destinado: ya no está en los márgenes de la sociedad. Pero Baroja ha sabido despertar inquietud en el lector, que ya aprecia a este muchacho como si debiera protegerlo él mismo: corre el riesgo, en cualquier momento, de caer de nuevo en su anterior vida puesto que no es él quien domina sus pasos y se deja llevar por unos y otros.

El que haya ascendido un peldaño en la escala social y que las calles que frecuenta ahora no sean las mismas de la primera novela, no significa que Manuel que se libre de incurrir en delitos. Lo que sucede es que ahora son de guante blanco. La sociedad madrileña que frecuenta ahora sigue evidenciando los mismos males que los barrios obreros y marginales anteriores: suciedad, fealdad y falsedad, sobre todo. Manuel va de uno en otro amo, desempeñando trabajos o participando en estafas. En todo ello se acomoda y aprende pronto, pero nada le impulsa a tomar decididamente uno u otro camino en su vida, el suyo propio.


Noticias de nuestras lecturas

Merche Pallarés vuelve al blog para contarnos su visita a la casona de los Baroja, en Vera del Bidasoa.

Gelu selecciona los pasajes que más le han interesado de La Busca y, a la vez, da cuenta de la música que se cita en la novela.

Pancho recorre -con excelentes ilustraciones-  la vida de Manuel desde la muerte de su madre hasta que es recogido por el Sr. Custodio, quizá la etapa más brutal de su vida. Pasa después a comentar la vida de Manuel en casa del trapero, con clave narratológica incluida.

Luz del Olmo recrea su Madrid y busca en él el retratado por Baroja en La Busca. Una excelente entrada. Antes había publicado otra imprescindible: cómo Ramón Gómez de la Serna retrata a Baroja y nos facilita la entrada a su obra.

Paco Cuesta vuelve con fuerza: amplía la mirada a la trilogía, desde la mala transición hacia el mundo urbano... Después, presta atención al retrato de la vida bohemia con la que comienza Mala hierba.

Mª Ángeles Merino nos cuenta cómo la aparición de la hija del trapero conmociona y cambia la vida de Manuel, que no sabe reconocerse lo que le pasa y tomar cartas en ello, por mucho que el lector lo tenga claro...


jueves, 24 de enero de 2013

Buscar la solución dentro de uno y noticias de nuestras lecturas.


En La Busca existe el vértigo de la vida de los miserables, de aquellos que parecen estar condenados por nacimiento a vagar en los márgenes de una sociedad a la que dificilmente podrán acceder. Ni siquiera el trabajo honesto se ofrece como verdadera posibilidad para ellos: son el elemento frágil del que se puede prescindir a la primera ocasión sean o no culpables de aquello de lo que se les acusa, hayan cometido una sola falta del tipo que sea, puede que ni siquiera se adapten a un trabajo sin horizonte alguno en el que se les somete a unas condiciones que les impide tener una verdadera vida digna. Nos retrata una capa de la sociedad que no suele llevarse a la literatura pero que existe, que ha existido siempre aunque muchas veces se cierre los ojos ante ella. Baroja decide adentrarse sin moralinas en esos barrios, en las casas y tabernas que frecuentan y retratarnos su complejidad, su forma de organizarse al margen de la legalidad oficial. No piensa Baroja, ante esa realidad, que la solución venga de las instituciones ni de la caridad ni de la mano de organizaciones políticas. El único motor que puede arrancar a alguien de ese tipo de vida es conservar dentro un hueco de voluntad, una especie de conciencia que haga desagradable ciertos comportamientos.

Manuel ha llegado al final de La Busca sin haber podido gobernar su vida. Es un muchacho cuando llega a Madrid y mientras su madre vivía podía estar bajo su protección, pero tras su muerte se ve empujado a una vida llena de penurias. Pero siempre se siente diferente, hay un margen de desconfianza, una especie de institinto de supervivencia cultural que lo empuja hacia afuera, aunque todo parece condenarle a no conseguir escapar. La estancia en casa del trapero, el sr. Custodio, le permite comprender que aun en la basura hay posibilidades de regeneración. Por eso, cuando ya no puede volver a la trapería y regresa a la calle, entre los golfos, conservamos una cierta esperanza de que pueda escapar de esa vida y alcanzar una integración en la sociedad que le permita una vida menos incierta.

Sabe terminar esta novela Baroja de la misma manera que ha conducido la narración, sin demorarse en detalles y pidiendo la colaboración del lector: tenemos la esperanza de que así sea, pero no la certidumbre. Para ello deberebemos leer la segunda parte de esta trilogía.

Noticias de nuestras lecturas


Pancho, en su última entrada, nos ilustra sobre la incertidumbre de la vida laboral y de la vida misma de estos personajes sumidos en la miseria. No echéis en saco roto sus reflexiones sobre el estilo de Baroja. Como debo hacer justicia, me olvidé de reseñar su quinta entrega sobre La Busca: en ella podréis ver cómo Baroja inserta temas en la unidad central, con una naturalidad que asombra.

Mª Ángeles Merino escribe una magnífica entrada sobre cómo llega Manuel a trabajar para el trapero. No os perdáis ni las ilustraciones ni la intención.

Esta es la última entrada sobre La Busca. Pasamos a leer y comentar, a partir de la próxima semana, la segunda novela de la trilogía La lucha por la vida, Mala hierba (1904).