Mostrando entradas con la etiqueta Vargas Llosa. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Vargas Llosa. Mostrar todas las entradas

lunes, 8 de enero de 2018

García Márquez descubre la nieve


Levanto la vista de la mesa de trabajo en la que me afano por buscar una palabra que se esconde. Nieva. No sé desde cuando, quizá justo en el momento de caer me llamó la nieve. En el edificio de enfrente, una familia de peruanos han salido al balcón a mirar la nieve y sonríen mientras graban la escena con sus teléfonos móviles: uno, dos, cuatro. Solo es eso, nieve. No sé dónde leí que García Márquez descubrió la nieve en su estancia en España: no la nieve sino ver nevar. Miro la nieve y no voy a levantarme para comprobarlo en el ordenador. Me gusta así: García Márquez descubrió cómo nieva igual que el coronel Aureliano Buendía conoció el hielo y se cuenta un mundo; pero quizá fuera Vargas Llosa quien descubriera cómo nieva cuando llegó a Madrid, joven aún, para estudiar en la Universidad Complutense y alguien lo subió a la sierra de Guadarrama en coche a ver nevar. Sí, creo que fue Vargas Llosa. Ver nevar. En otra ventana del edificio de enfrente asoman dos gatos y miran cómo caen los copos blandamente. Miro caer la nieve, como los gatos. Los peruanos ya se han refugiado en su casa y estarán llamando a sus familias diciendo que han visto nevar. ¿Qué hizo Vargas Llosa cuando vio nevar? Creo recordar -¿quién lo contaba, Carmen Balcells en una entrevista de hace muchos años?- que aquel joven escritor se arrojó a la nieve como un chiquillo. Quizá fuera un familiar de Vargas Llosa o cualquier otro joven escritor sudamericano quien descubriera la nieve cuando acudió a visitarlo y lo contó él en algún artículo de prensa. No soy consciente de haber hecho aún el descubrimiento de la nieve. No de la nieve, de cómo nieva. He visto nevar muchas veces, he corrido bajo la nieve, me ha sorprendido en la montaña, pero no sé si he descubierto la nieve, si la nieve me ha liberado de verdad de todo lo que soy y me ha devuelto a ese estado en el que todo sucede por vez primera. Quizá el próximo invierno, si tengo la fortuna de estar ahí cuando suceda.

jueves, 9 de abril de 2015

Lo público y lo privado en El héroe discreto de Vargas Llosa y noticias de nuestras lecturas y anuncio de la próxima (Sefarad, de Muñoz Molina).


Las dos tramas de la acción de El héroe discreto son fáciles de seguir y no plantean ningún reto al lector salvo el de preguntarse, hasta el capítulo en el que ambas se juntan, por qué nos cuenta dos historias el autor. Sin embargo, no solo es el personaje de Armida quien las une, sino su relación entre lo privado y lo público.

Las dos tramas desencadenan guerras en el seno de las familias correspondientes. Situaciones dramáticas que tocan en lo más profundo a sus protagonistas y que cambian de forma radical su vida, más en el caso de Felícito y su mujer que consiguen, gracias al drama, hablar y aclarar las cosas y sus sentimientos. La familia de don Rigoberto no sufre más que un paréntesis en sus proyectos, quizá porque en su seno no estaba el verdadero conflicto de la acción -a la espera de lo que suceda con el personaje que se aparece al hijo, de ahí la broma final en el avión como uno de esos malos efectos de las películas de terror.

Lo que definitivamente une ambas acciones es la relación entre lo público y lo privado. Conflictos familiares que deberían reducirse al ámbito privado terminan saltando a la esfera pública por el significado de ambas familias en sus comunidades. Y terminan haciéndolo a la manera en la que suelen ocurrir estas cosas en nuestra época: ambas historias acaban en manos de los medios de comunicación sensacionalistas, periodistas sin escrúpulos, redes sociales preparadas antes para el cotilleo que para la información y una opinión pública que consume todo esto con ansiedad. Tanto Felícito como don Rigoberto meditan sobre todo esto como víctimas sobre las que cae, además, el escarnio público sin tener ninguna culpa.

Desde mi punto de vista este es el verdadero tema de la novela, el que la separa de una fácil trama de conflictos familiares de tono menor. La narración está bien construida, los personajes son sólidos pero no iría más allá sin este tema, este cruce entre lo público y lo privado que convierte la vida de cualquiera en una ficción al estilo de un culebrón venezolano para ser consumida en hora de máxima audiencia. De ahí que nos debamos preguntar, como en el título de la obra, si en estos tiempos que corren es posible un héroe discreto en el sentido correcto del término, si algo en estos tiempos puede quedar en el ámbito de lo privado o todo ya son intereses que se airean en la plaza pública de los medios sin que a nadie le importen las consecuencias.

Noticias de nuestras lecturas

Luz del Olmo consigue sacar su ejemplar de la novela de Vargas Llosa del espacio que parecía buscar y lo lleva a territorios más anchos y propios.

A Mª Ángeles Merino se le aparece de nuevo la señorita Josefita para contarle su versión del secuestro de Mabel y demás enredos. Este personaje secundario será de los que más ganen en el libro... y no dinero.

Muy acertado el comentario de esta semana de Paco Cuesta, vinculando la novela con los culebrones sudamericanos.

Excelente el estudio de las relaciones entre Felícito y Mabel que nos aporta Myriam Goldenberg. No hay que perderse su serie de entradas sobre esta novela.


Pancho llega a una etapa de la novela de Martín Gaite en la que todo parece detenerse antes de la parte final: de ahí los recuerdos de los personajes, que parecen introducir hacia dentro la acción, acompañando la estación del año. No os perdáis la forma de enlazar con Poveda esta entrada tan bien ilustrada.

Ya sabéis que recojo en estas noticias las entradas que hayáis publicado hasta el miércoles anterior. Si me he olvidado de alguna, os agradezco que me lo comuniquéis.

Podéis consultar el listado con los títulos del presente curso y las condiciones de participación en este enlace.

Anuncio de la próxima lectura:
 Sefarad, de Antonio Muñoz Molina


Con la entrada de hoy doy por finalizado mi comentario de El héroe discreto de Vargas Llosa, aunque seguiré dando cuenta aquí de las que publiquen los blogs que se han sumado a esta lectura. El próximo martes, día 14 de abril, tendrá lugar la sesión presencial del Club de lectura a la hora y en el lugar habituales.

A partir del próximo jueves y hasta el 14 de mayo publicaré las entradas correspondientes al comentario de Sefarad, la obra de Antonio Muñoz Molina, el siguiente título en este club de lectura, con las referencias de quien quiera sumarse.

jueves, 2 de abril de 2015

La fragilidad de los refugios personales en El héroe discreto de Vargas Llosa y noticias de nuestras lecturas.



De una manera o de otra, los personajes principales de El héroe discreto de Vargas Llosa buscan construir un refugio personal ante un mundo hostil y duro, lleno de insatisfacción, en el que casi nunca tienen éxito los valores positivos. Hasta lo logrado por el trabajo honesto y constante -remarcado continuamente por el autor como algo positivo- tiene la contrapartida de la amenaza mafiosa -como la tiene el coraje de quien se enfrenta a ella- o la mala cabeza de los herederos que dilapidarán lo que se construyó con tanto esfuerzo. Por eso algunos se afanan en construirse un pequeño lugar en el que refugiarse dado que pocas veces la familia, el amor, las relaciones laborales o la sociedad pueden servir para ello. Buscar un paraíso para encerrarse y vivir casi una vida paralela a la que trascurre fuera de él. 

Lo hace Felícito Yanaqué poniéndole casa a su amante, Mabel, y viviendo allí como si fuera un paraíso amoroso que podría parecer ajeno al ruido exterior. Fuera de esas paredes se encuentra un matrimonio infeliz, una vida de duro trabajo. Cuando Mabel regresa a casa después de su secuestro, es tan fuerte lo que siente Felícito ante el temor de la pérdida que no le importa manifestar sus emociones ante los policías y parecer débil y hasta poco digno. La misma Mabel, cuando teme perderlo todo siente esa relación con el empresario como su refugio más que como una cómoda forma de vida de la que se está aprovechando y se lamenta por su mala cabeza.

Pero donde más intensa aparece esta sensación es en el refugio construido por don Rigoberto. Un doble refugio porque ya lo es, en primer término, su matrimonio feliz y cómplice con doña Lucrecia pero en él se atisba el delicado juego de las relaciones sociales y el extraño comportamiento de su hijo Fonchito.  No le puede bastar a don Rigoberto con ese primer refugio puesto que en él anida el reproche a su propia cobardía por no haberse atrevido a vivir como él quiere desde su juventud. Y construye en el despacho de su casa ese segundo refugio que le llena: rodeado de libros, arte, música. Hasta ahora le ha bastado con eso y algún viaje por el mundo, en vacaciones, para disfrutar de exposiciones, lugares con encanto, espectáculos teatrales, que luego recuerda escuchando los discos grabados por sus músicos favoritos o repasando los catálogos de las exposiciones que visitó. Por eso mismo desea tanto llegar a su jubilación y poder vivir plenamente su vida como si toda ella trascurriera en ese paraíso, para eso ha ahorrado, para eso planea jubilarse antes de tiempo.

Sin embargo, el apoyo leal de don Rigoberto a la decisión de su jefe y amigo, Ismael, de contraer matrimonio con Armida derribará con facilidad las paredes de su refugio. Su nombre se ve implicado en el escándalo y traído y llevado por la prensa, las redes sociales y el cotilleo de la sociedad limeña, los herederos de Ismael desatan contra él un acoso personal y judicial, consiguen detener su jubilación anticipada y le acusan de comportamiento desleal contra le empresa. Vive todo ello con angustia y temor: "Ahora, con el escándalo, de nada le valía buscar la soledad del escritorio". Su verdadera vida, como él mismo se dice, es la que vivía en aquel despacho, lejos "de las pólizas y los contratos de la compañía, de las intrigas y menudencias de la política local, de la mendacidad y el cretinismo de la gente con la que estaba obligado a tratar a diario".

Sin embargo, todo refugio acaba por demostrarse frágil e insuficiente y el mínimo error de cálculo acaba por destruir cualquier espacio civilizado y propio, como concluye don Rigoberto, "la barbarie termina por arrasarlo todo". Y el mundo parece atisbar cualquier grieta.

El jueves de la semana próxima terminamos con los comentarios de El héroe discreto, de Mario Vargas Llosa. La siguiente lectura será Sefarad de Antonio Muñoz Molina.

Noticias de nuestras lecturas

Luz del Olmo recupera su ejemplar de la novela pero descubre que este le exige sus propios lugares de lectura y ritmos que se ajusten con el argumento.

Paco Cuesta se aproxima con mucha agudeza a mensajes diseminados por la novela más allá de la trama argumental: un abanico amplio de cuestiones que deja sobre la mesa Vargas Llosa para retratar en lo malo y en lo bueno la sociedad peruana.

Mª Ángeles Merino cuenta la historia en diálogo con Fonchito, un secundario que quizá también tenga algún pliegue más del que parece...

Myriam Goldenberg nos regala un análisis minucioso y plenamente acertado de las relaciones sentimentales entre Felícito y Gertrudis. No te lo pierdas.


Pancho escribe una excelente aproximación a los aspectos morales y religiosos de la sociedad retratada en la novela de Martín Gaite. Una buena forma de recordar esta lectura.

Ya sabéis que recojo en estas noticias las entradas que hayáis publicado hasta el miércoles anterior. Si me he olvidado de alguna, os agradezco que me lo comuniquéis.

Podéis consultar el listado con los títulos del presente curso y las condiciones de participación en este enlace.

jueves, 26 de marzo de 2015

Lituma escarba en su memoria (El héroe discreto de Vargas Llosa) y noticias de nuestras lecturas.


En un momento determinado, el sargento Lituma escarba en su memoria a partir de una intuición basada en un vago recuerdo: él conoció en su juventud a una persona que dibujaba arañitas como las que vienen en la firma de los anónimos recibidos por Felícito Yanaqué. Tras comunicárselo a su superior, debe comenzar a investigar por este camino. Sobre todo porque no tienen ningún otro sospechoso al que adjudicar la extorsión que sufre el empresario. Los lectores de novelas anteriores de Vargas Llosa conocen ya la personalidad  y algunos antecedentes de este policía, que se resumen en esta narración en unas pocas líneas. Un hombre que nos puede resultar incluso simpático pese -o quizá por ella- su desastrosa vida, su nada ejemplar pasado, su relativa pereza y torpeza mental. Como en ocasiones anteriores, Vargas Llosa lo utiliza como herramienta narrativa. Gracias a él la novela vuela hacia un pasado en el que Piura -Perú entero- no era un país próspero y en sus ciudades se juntaba el tercer y el primer mundo. Lituma debe volver a ese pasado suyo y no basta con el recuerdo. Su investigación le lleva a patear el territorio que recorría más de veinte años atrás, cuando era joven y junto a sus primos formaba la pandilla de los Inconquistables a los que se sumaría otro amigo sobre el que recaen, inicialmente, las sospechas. Al pasear las antiguas calles todo ha cambiado, apenas reconoce el territorio y se siente confuso, incluso el tipo de habitantes ya no es el mismo. Al poco encontrará la antigua casa de sus primos convertida ahora en un próspero taller y allí dará con uno de ellos, José y pronto con el segundo, Mono. Han cambiado, como ha cambiado la ciudad, han prosperado y parece que les va bien -no como a Lituma-, pero pronto el lector -incluso antes que Lituma- comprende que debajo de la capa de prosperidad, modernización y cambio, se conservan las huellas del pasado bien vivas. Como si aquello que fuimos nunca dejara de constituirnos por mucho tiempo que pase. Este juego entre pasado y presente se encuentra en toda la novela en diferentes medidas: es, por ejemplo, el impulso permanente de Felícito en busca de prosperidad y no dejarse pisotear, pero también se halla en su necesidad de amar y ser amado, le hace fuerte y, a la vez, débil. Se encuentra también en el resto de los personajes y en algunas de las obras más importantes del autor -por ejemplo, La Casa Verde-, pero en pocas ocasiones se detecta con tanta claridad como en ese paseo desorientado de Lituma volviendo a su barrio de juventud mientras le asaltan los recuerdos de un tiempo que está en la raíz de su presente.

Noticias de nuestras lecturas

Myriam regresa a su blog para aportarnos su visión de la sexualidad en esta novela de Vargas Llosa. Y tiene razón en todo lo que dice, especialmente en el hecho de que el autor no esconda sino todo lo contrario, la sexualidad a edades avanzadas, en un amplio abanico de casos. En esta primera entrada desbroza el panorama, que continuará estudiando en futuras ocasiones.

Josefita salta a la lista de secundarios de Mª Ángeles Merino, que ha sabido captar que esta mujer tenía una historia desde la que contarnos la de su patrón. Interesante perspectiva.

Paco Cuesta publica un extraordinario acercamiento a la novela de Vargas Llosa en el que juega con la actualidad y nos da algunas claves técnicas de la obra. No os la podéis perder.


Pancho continúa con el comentario de Entre visillos: llega a la salida de los toros y propone un resumen, unas ilustraciones y un arranque de su texto que hacen pensar y mucho.

Gelu también continúa oportunamente con la novela de Martín Gaite, para documentarnos los elementos fundamentales de aquella educación sentimental: libros, cine y música.

Ya sabéis que recojo en estas noticias las entradas que hayáis publicado hasta el miércoles anterior. Si me he olvidado de alguna, os agradezco que me lo comuniquéis.

Podéis consultar el listado con los títulos del presente curso y las condiciones de participación en este enlace.

jueves, 19 de marzo de 2015

No todo es como lo pintan: la aparente felicidad del éxito de la burguesía peruana en El héroe discreto de Vargas Llosa y noticias de nuestras lecturas con una invitación cervantina


Felícito Yanaqué e Ismael Carrera son hombres de éxito: empresarios reputados en Piura y Lima, respectivamente. Felícito viene de abajo: ha trabajado mucho toda su vida hasta construir su propia empresa de trasporte desde sus orígenes como mero conductor. Ismael es la segunda generación de una sólida firma pero también ha trabajado mucho y ha conseguido que su empresa crezca más allá de donde la heredó. Ambos, a pesar de su diferente origen, pueden decirse emprendedores hombres de negocio instalados en los círculos burgueses de su respectivas ciudades. Su vida, por lo tanto, tiene la aparencia ante los demás de la felicidad. Muchos, sin duda, los envidiarán.

A partir de estos personajes y de sus vidas, Vargas Llosa teje El héroe discreto. Casi como quien no quiere la cosa, con buena dosis de humor y mucha ironía, nos va dando detalles de ambos que descascarillan esta aparente felicidad de la vida de dos triunfadores en un Perú que ha dado un salto económico.

Felícito no es feliz en su matrimonio puesto que nunca amó a su esposa, duda de que su primer hijo sea suyo y se ha refugiado desde hace tiempo en el amor de una mujer más joven que él cuyo oficio es el de cortesana. Ismael es viudo y tras sufrir un infarto comprueba no solo que sus hijos no lo quieren sino que desean su muerte para heredarlo. Por soledad y con mucha intención de venganza, decide casarse con su criada, Armida, para castigar a sus hijos. Sin embargo, pronto sabremos que Armida no tiene intenciones muy sanas en la relación con su antiguo señor.

Sutilmente Vargas Llosa nos lleva a la infelicidad de estos personajes -o la frágil felicidad que se han construido para soportar el día a día de su éxito- y nos atrapa con sus peripecias para pintarnos un retrato de un mundo, el Perú actual, en el que nada es como parece: ni las familias, ni las relaciones personales, ni la estructura social ni las instituciones. Todo, en efecto, es tan endeble que en unos días se puede venir abajo. Un retrato burgués que ya no es el decimonónico precisamente por esa fragilidad de la vida si la basamos en la felicidad.

A Felícito le hacen chantaje, precisamente porque tiene éxito, con unas cartas tan amables y tan bien redactadas que en vez de escritas por una asociación mafiosa parecen haber sido redactadas por una novia un poco enfadada. Como le dice el sargento Lituma -viejo personaje del mundo del autor- la de la extorsión es un impuesto inevitable por el crecimiento de Perú. Las noticias en los informativos aluden a que en ese momento de riqueza han aumentado los crímenes. Pero Felícito, hombre de carácter formado en el trabajo duro, sigue la única herencia que le legó su padre: la máxima de no permitir que nadie lo pisotea. Incluso llega a sospechar de la corrupción de la policía porque, como se dice en la narración, todo puede comprarse con dinero: amor, policía, jueces, políticos.

A Ismael el mundo se le vino abajo al quedarse viudo y comprobar hasta qué punto de crueldad podían llegar sus hijos. A pesar de su éxito solo puede contar con dos fieles testigos en su nueva boda: su chófer y Rigoberto, el gerente. Rigoberto parece feliz en su matrimonio y con la vida que se ha construido, en la que entran sus planes para jubilarse antes de tiempo y aprovechar para cultivar sus aficiones culturales. Con su mujer, doña Lucrecia, hay una complicidad sexual basada en juegos entre los que entra burlarse de la nueva relación de su jefe. Pero tampoco puede ser feliz de verdad: su hijo, Fonchito, tiene desde hace un tiempo unas visiones en las que se le aparece Edilberto Torres, al que Rigoberto identifica como el diablo.

En las primeras setenta páginas de la novela, aparentando escasa profundidad al jugar con una forma de contar amena y ágil, Vargas Llosa nos ha metido de lleno en el mundo de la burguesía peruana que ha levantado la economía del país en los últimos tiempos en la que toda la felicidad es pura fachada de débil estructura.

Noticias de nuestras lecturas

Mª Ángeles Merino inicia su comentario de la novela de Vargas Llosa con un salto desde el páramo castellano a Perú, para imbuirse de las palabras, objetos y personajes de esta narración. Buena forma de comenzar la lectura.

Luz del Olmo ha perdido su ejemplar de El héroe discreto y a partir de este hecho construye una sutil e interesante entrada que no puedes perderte.

Paco Cuesta acierta al ver El héroe discreto como un paso más a la hora de contar América tal y como quisieron hacer los autores del llamado boom hispanoamericano. Interesante entrada para pensar a partir de ella.


Pancho continúa con su comentario de Entre visillos y en esta entrada aborda la ciudad desde la perspectiva singular de Pablo Klein, el turista accidentalmente profesor de alemán...

Ya sabéis que recojo en estas noticias las entradas que hayáis publicado hasta el miércoles anterior. Si me he olvidado de alguna, os agradezco que me lo comuniquéis.

Podéis consultar el listado con los títulos del presente curso y las condiciones de participación en este enlace.

Y ahora que se habla de Cervantes


Como decía en la entrada de ayer, ahora que se habla tanto de los huesos de Cervantes y que muchos quieren sacarse la fotografía publicitaria a su costa, el mejor homenaje que podemos hacerle es leer su obra. Os recuerdo que sigue abierta la lectura colectiva del Quijote que impulsé en el año 2008 y que muchos disfrutamos porque se convirtió en la primera lectura colectiva de la obra completa en la que se usaban las herramientas propias de Internet. Podéis acceder a través de este enlace: abierta y gratuita, sin agobios y siempre disponible para intervenir con comentarios, para aportar, para preguntar.  De aquella experiencia nació este Club de lectura. Recordad que el año pasado completamos esta lectura con la del Quijote apócrifo de Avellaneda.

jueves, 12 de marzo de 2015

Vargas Llosa y Perú (para iniciar el comentario de El héroe discreto) y noticias de nuestras lecturas


¿En qué momento se había jodido el Perú?, se preguntaba Santiago Zavala al inicio de Conversación en La Catedral (1969), la tercera novela de Mario Vargas Llosa. Zavala también piensa que no hay solución posible ni para Perú ni para ellos tomados uno a uno: El Perú jodido, piensa, Carlitos jodido, todos jodidos. La conversación entre Zavala y Ambrosio a la que hace referencia el título de la novela trascurre en el humilde bar La Catedral a mediados de los años sesenta. Ambos son de procedencia social muy diferente y en su conversación recuerdan lo ocurrido durante la dictadura del general Odría (1948-1956).

Sobre Perú Vargas Llosa ha reflexionado mucho en su obra narrativa: La ciudad y los perros, La casa verde, Pantaleón y las visitadoras, La tía Julia y el escribidor, Historia de Mayta, ¿Quién mató a Palomino Molero?, El hablador, Lituma en los Andes, tratan directa o indirectamente el tema de Perú como entidad histórica y política. Deberíamos sumar las que abordan otras realidades americanas. También, por supuesto, los cientos de artículos y conferencias en los que Vargas Llosa ha abordado el tema y su participación política en aquella aventura que lo llevó a ser candidato a la presidencia de su país.

En realidad, eso que se llamaría el boom hispanoamericano comenzó como una arriesgada apuesta para contar toda la América hispana de una forma diferente a como se venía haciendo. En El héroe discreto, Vargas Llosa volvió a la narrativa tras obtener el Premio Nobel para seguir contando Perú, ahora un Perú próspero en el que siguen reconociéndose las cosas de siempre pero hay también nuevas realidades y, sobre todo, una mirada quizá menos crítica ante su país porque su presente le guste más que su pasado. Todo ello entremezclado de humor pero también de una fina forma de ponernos delante nuevas realidades. No estamos ante la mejor obra de Vargas Llosa pero sí ante una novela que nos permite reconocernos en ese terreno tan suyo. No se puede apreciar bien esta novela sin ponerla en ese contexto de tratamiento de Perú que arraiga en la obra del autor.

Noticias de nuestras lecturas

Sor Austringiliana -ya sabéis de quién hablo- se pasea por Palacios de Benaver con Vargas Llosa... hasta un ciprés.


Gelu trabaja sobre los capítulos correspondientes a la primera parte de la novela de Martín Gaite buscando la música y las películas que aparecen en ella. Excelente y útil propuesta.

El pasado martes día 10 tuvimos la reunión mensual habitual del Club de lectura en su formato presencial. En este caso, para abordar el comentario de Entre visillos. Mª Ángeles Merino, con la dedicación que ya conocemos, la resume. Lo pasamos bien en esa hora y media y se nota en el texto.

Ya sabéis que recojo en estas noticias las entradas que hayáis publicado hasta el miércoles anterior. Si me he olvidado de alguna, os agradezco que me lo comuniquéis.

Podéis consultar el listado con los títulos del presente curso y las condiciones de participación en este enlace.

viernes, 18 de abril de 2014

García Márquez en el camino de Rubén Darío: la hispanidad como proyecto


En Literatura hispanoamericana, una de las asignaturas que imparto este semestre, tenía previsto culminar la materia con el comentario de Cien años de soledad de García Márquez. Más ahora, tras su fallecimiento.

Me gusta estructurar mis asignaturas con un hilo argumental más allá de los temarios tradicionales que ahora pueden encontrarse con facilidad en manuales, monografías y otro tipo de materiales didácticos. En este caso he querido explicar la construcción del imaginario colectivo hispanoamericano a través de la literatura, lo que me llevaba desde los Diarios de Colón a Rubén Darío. Este poeta es la cristalización definitiva y prodigiosa de la explicación de una idea de lo americano y su puesta en valor para el siglo XX. A principios de aquel siglo, Darío encabeza y da forma a la corriente de pensamiento que reúne lo indígena con lo español, las creencias tradicionales de los pueblos precolombinos con la espiritualidad católica, lo antiguo americano y el substrato grecorromano del Mediterráneo. Todo ello sin renunciar a la modernidad que recorre Europa. Este sincretismo que se define entonces como hispanidad se hace bandera frente a lo anglosajón. En él los elementos no están subordinados sino que nutren por igual la sangre de Hispania fecunda que cantó Darío. La hispanidad tal y como nació no es un concepto peninsular sino que tiene un fuerte sentimiento americanista. Rubén Darío, como su creador vitalista, cantó con entusiasmo las bases que sostenían lo hispánico. A él se debe también la reconciliación de los intelectuales americanos con lo español puesto que todo el siglo XIX había buscado la culpabilización de todos los males de la sociedad americana a la herencia española. Fue grande Rubén Darío por muchas cosas, pero sobre todo por esta mirada integradora que logró fusionar en un proyecto de lo americano cosas que hasta ese momento se habían pensado irreconciliables. Harían bien algunos intelectuales en revisitar estas ideas.

Después de Darío, nadie como García Márquez en el mismo sentido. En él es muy notoria esta construcción del imaginario colectivo americano que comenzara a fabricar Cristóbal Colón en las páginas del Diario de su primer viaje trascrito por fray Bartolomé de las Casas . Sus famosas declaraciones en las que temía que España, al ingresar en la Unión Europea en 1986, se olvidara de América evidencian que García Márquez participaba de la misma corriente encabezada por Darío.

La obra del colombiano es una construcción de esa conciencia de la historia americana en la que se integran los mismos elementos de la hispanidad pero actualizados a las corrientes de pensamiento político de mediados del siglo XX. Culmina todo ello en Cien años de soledad: Macondo es el espacio simbólico en el que toda esa historia se hace presente. Pero donde mejor se ve esta cualidad es en el uso del lenguaje español que en García Márquez se hace castizo, americano, moderno y antiguo, todo ello a la vez, para dejarnos el testimonio de un idioma para todos los hispanohablantes. Es una obra maestra por muchas razones pero sobre todo porque en su lenguaje consigue unir de verdad ese proyecto de la hispanidad que latía en Darío. Es una de las obras  literarias que más han hecho por la unidad del idioma en el último siglo. Se puede afirmar, sin ningún género de dudas, que en los textos de García Márquez -mucho más que en laos de Vargas Llosa, otro de los grandes pero con un pensamiento más occidentalizador- el idioma español deja definitivamente de ser peninsular hasta para los más recalcitrantes academicistas para hacerse eso, español, en el sentido de hispánico. García Márquez merece pasar a la historia por muchas razones -es uno de los maestros más importantes del periodismo en lengua española, trabajó como pocos la frontera entre la realidad y la ficción, construyó prodigiosas historias de amor y tiempo, etc.- pero sobre todo porque en él se hace realidad el proyecto de ese concepto de lo hispánico tanto en la materia narrativa como en el idioma.

España, que está desorientada desde hace demasiado tiempo en lo económico, en la innovación industrial, en lo cultural, ha buscado con lógica una proyección europea pero lo ha hecho casi como expiación de un sentimiento de inferioridad y nunca ha llegado a presentarse en Europa como lo que debería ser, el puente de conexión con Hispanoamérica encabezando un proyecto común. Ha habido notables esfuerzos -las Cumbres Iberoamericanas, cada vez más descafeinadas; el certero proceder de la Real Academia Española al construir nuevos modelos de diccionarios, gramática y ortografía basados en lo hispánico y ya no en lo peninsular-, pero falta la construcción de un verdadero proyecto integrador. Para ello quizá deba asumir el concepto de hispanidad que está sobre todo en la obra de Darío y de García Márquez y no en la rancia celebración que nos dejó el franquismo.

sábado, 9 de febrero de 2013

La noche más oscura (Zero dark thirty)


La noche más oscura (Zero dark thirty) aborda la década de investigaciones que concluyeron con la muerte de Osama Bin Laden el 2 de mayo de 2011 y que había comenzado tras los atentados del 11 de septiembre de 2001 cometidos por la organización Al Qaeda. El guion de Mark Boal opta por centrar todo el interés narrativo en la evolución del personaje protagonista -y, de paso, regala un personaje de alta tensión a la actriz Jessica Chastain, que lo encarna excelentemente-, Maya, una agente de la CIA. Bin Laden queda como el fantasma que pareció ser: alguien a quien no vemos ni siquiera el día de su muerte, puesto que es Maya quien se nos muestra. Desde su llegada al terreno y toma de contacto con los métodos iniciales de investigación hasta que consigue el objetivo tras chocar con la burocracia pasa por varios estados de ánimo que le llevan a convertir la captura de Bin Laden en algo personal puesto que, finalmente, no solo trata de cumplir su labor como miembro de la CIA sino el final de una obsesión personal, como revela la última escena en la que su vida parece haberse quedado sin meta.

Kathryn Bigelow ha dirigido una película que voluntariamente se instala en la corriente de la no ficción, es decir, un tipo de arte que busca la proximidad del documento. No es algo nuevo. Desde el llamado Nuevo periodismo se ha ensayado esta frontera tanto de un lado como de otro de la línea. En los últimos años, la llamada literatura de no ficción ha cobrado un auge inusitado gracias a varias obras maestras del género (sin lugar a dudas, en español, La fiesta del chivo de Vargas Llosa, pero también varias obras de Javier Cercas como Soldados de Salamina o Anatomía de un instante) y ahora parece que le ha llegado el turno al cine. Esta modalidad no es tan nueva como parece pero sí llama la atención su crecimiento en los últimos tiempos, quizá porque se parte de la idea de que todos estamos ya tan saturados de información que somos capaces de extraer nuestras propias conclusiones, quizá también porque exista la idea de que el autor deba esconderse como opinante para convertirse tan solo en un experto que muestra lo que pasó para no interferir en la opinión del receptor. Un nuevo retorno al objetivismo realista.

Es interesante analizar cómo se resuelve en cada caso la contradicción que esconde la naturaleza del género de la no ficción y cómo oscila la balanza entre lo ficcional y lo documental en cada obra y si la idea del autor parte de uno o de otro lado.

En el guion de La noche más oscura se busca dar continuidad a todas las investigaciones que condujeron a la muerte de Bin Laden en la mirada de la agente Maya, desde su inexperiencia inicial hasta la obsesión final. Siguiéndola, se documentan las torturas que se usaron durante los primeros años y los medios tecnológicos y de investigación deductiva que predominaron al final, además de la exposición detalada de la forma en la que se llevó a cabo la misión con la que todo terminaba. Uno de los problemas de la pretendida objetividad documental es que la película puede entenderse bien como una defensa de las torturas iniciales bien como una crítica: ¿fueron o no necesarias para conducir al desenlace? Otro es que ignora todo lo anterior al 11 de septiembre de 2011, desde los contactos de Bin Laden con los EE.UU. o la protección que deparó la Casa Blanca a los talibanes en su guerra con la Unión Soviética, hasta el caldo de cultivo que supone mantener la situación social de Afganistán o las tensiones en el mundo árabe. Para una película que se pretende documental, dejar fuera del análisis una buena parte de lo que sostiene todo el conflicto, es una carencia notable.

La noche más oscura es una excelente película rodada con todos los medios necesarios que contribuyen a dar la impresión de estar en los lugares en lo que todo ocurrió y que documenta técnicamente muy bien la caza de Bin Laden por la inteligencia norteamericana. Consigue mantener el interés sobre unos hechos gracias, precisamente, a enfocarlo todo desde el personaje de la protagonista y un guion excelente y bien estructurado. Mantiene el ritmo en su largo metraje, aunque hubiera ganado si fuera algo más corta. Sin embargo, a mí me dejó la sensación de que jugaba demasiado con los trucos de guion: no tanto en lo que mostraba y que más ha llamado la atención del público y de la crítica -las torturas- sino en lo que no mostraba -las razones del conflicto-. Reduce así su interés documental: no es más que el retrato de un método de investigación y de acción de la inteligencia norteamericana a lo largo de diez años para conseguir cazar a su enemigo número uno del momento. Un derroche tecnico que, sin embargo, no contribuye a explicarnos la historia, como si para comprenderla nos bastara con mostrarnos la metodología de trabajo de los agentes de la CIA.

martes, 6 de marzo de 2007

Resumen apresurado de doce días


He procurado recuperarme, aunque no he hecho mucho caso al médico puesto que no he faltado a mis clases. Y es que, según parece, necesito reposo para cortar esto.

Doce días.


He dedicado buena parte del tiempo a la lectura en el sofá. Devoré los libros que me faltaban por leer de la docena de títulos seleccionados para la fase final del V Premio de la Crítica de Castilla y León. Y entre los últimos, saltó la sorpresa: Autómata, de Adolfo García Ortega (Barcelona, Bruguera, 2006), que ya tenía en el montón de pendientes antes de que me llegara la lista definitiva.
Los miembros del Jurado nos reunimos en el Teatro Liceo de Salamanca el pasado viernes, día 2 de marzo. Y la mayoría coincidimos. Autómata es una magnífica novela que crecerá con el tiempo -se prepara ya su traducción al inglés-. El autor juega con diferentes niveles de narración. La historia, plagada de referencias literarias, se deja leer con apasionamiento en su ropaje de novela de aventuras que surca varios siglos. No desvelaré más sorpresas, porque animo a leerla. Y más cuando este tipo de literatura no es nada frecuente en este país. Enhorabuena a Adolfo García Ortega.

Entre los finalistas, quiero resaltar Calle del Paraíso, de Gustavo Martín Garzo, que se lee con placer. Y Leyendo las piedras, de Antonio Colinas: novela entreverada de relatos breves, o colección de relatos con consistencia de novela.

El año 2006 ha sido una buena cosecha para la literatura.

Por cierto: Salamanca, bellísima. Hace tiempo que no la visitaba (antes era casi obligada cita anual) y me reencontré con una ciudad que siempre me gustó.

Mi libro de cabecera no es novedad sino una novela de Vargas Llosa que se me pasó en su día: Historia de Mayta. Voy a saltos de cuarto de hora, así que tardaré en terminarla.

Fatigado del tren, del mismo cansancio y de mi cuerpo, he pasado estos días. Gracias a los amigos que se han preocupado. Y perdón a aquellos a los que no he podido dar debida cuenta de los trabajos pendientes. Los plazos de entrega incumplidos pesan sobre mi cabeza. Pero no doy más de mí (por ahora).