Estos días ando con poco tiempo para visitar los blogs amigos y os pido disculpas por no devolver vuestros comentarios. Son días en los que se juntan los afanes del fin de curso universitario con toda la convulsa situación española que afecta gravemente, como no puede ser de otra manera, a la Universidad pública del país que está inquieta ante las medidas tomadas por el gobierno y temerosa de las que vendrán en los próximos meses. En cuanto pueda poner orden, corregir los exámenes y trabajos y poner las notas prometo ponerme al día. Os hago constar aquí, de todas las formas, mi agradecimiento por vuestra constancia comentando en La Acequia.
Hoy he puesto el último examen del período ordinario. En la Universidad española ya no hay exámenes en septiembre, por lo que dentro de unos días se celebrarán las convocatorias extraordinarias. Mi examen de hoy correspondía a la asignatura de Literatura española y cine y elegí como pregunta el cotejo de una obra maestra absoluta del cine español, Calle Mayor (1956) de Juan Antonio Bardem y su texto de referencia, La señorita de Trévelez (1916) de Carlos Arniches (aquí podéis descargar el texto y aquí ver la adaptación para televisión de esta obra). En concreto, he puesto las dos escenas finales de la obra teatral y los quince últimos minutos de la película. Aunque Bardem se inspira en Arniches, transforma el texto de partida completamente. No es solo que se trate de lenguajes y códigos diferentes, es que la intención es muy otra. El punto de partida de ambas es el mismo: el aburrimiento de una ciudad de provincias provoca que un grupo de jóvenes sin nada mejor que hacer gasten bromas continuas como forma de salir de la atonía. En ambas, se planifica una broma pesada: hacer creer a una solterona (un tipo social que proviene de una sociedad en la que la mujer era tan solo un instrumento para la maternidad y la familia y no era considerada como individuo pleno) que ha encontrado el amor de su vida y sostener la ficción el tiempo suficiente como para que se planifique la boda. No contaré el final, por supuesto. En Arniches todo tiene un aire sainetesco y de farsa; en Bardem es una tragedia que agarra las entrañas del espectador y no le da ningún tipo de consuelo. Bardem, además, juega a una lectura entre líneas: una crítica del marasmo social de la España de postguerra y de la función del intelectual concienciado. Ambas obras abordan el tema de la verdad y sus consecuencias y lo solucionan de forma diferente: en Arniches se prefiere ocultar la verdad a la protagonista para evitarle más sufrimiento; en Bardem, se la enfrenta con toda la crueldad de la verdad (algo subrayado extraordinariamente por la actuación de Betsy Blair). A algunos les podría parecer más cruel esta solución, pero gracias a ella el personaje puede tomar su propia decisión. No puede haber verdera consideración sin verdad: hay personas que prefieren que las mientan o gobernantes que cultivan un curioso paternalismo según el cual las sociedades no son lo suficientemente maduras como para estar informadas sobre las circunstancias que atraviesan y sus verdaderas consecuencias. Siempre se ha dicho que la primera víctima de cualquier conflicto es la verdad. Algo de eso puede estar ocurriéndonos ahora.