Desde el último cambio de hora, además de dormir peor de lo habitual y buscar los minutos perdidos, recibo misteriosos correos en mi dirección electrónica que el programa no archiva en las casillas correspondientes ("Hoy", "Ayer", "Lunes", "La semana pasada", etc.) sino en una extraña y novedosa titulada "Mañana". Como sucede a partir de las once de la noche, supongo que vienen generados desde listas de correo que no han actualizado su reloj al horario de verano. Ocurre que puedo recibir a la vez un mensaje que se archiva en "Hoy" y otro que se clasifica en "Mañana". O que el de "Mañana" llegue antes que el de "Hoy".
Recuerdo mi estupor la primera vez que constaté este hecho. Además de alabar la previsión de los programadores informáticos que ya establecieron esta opción vaya usted a saber la razón, pensé qué hacer con los mensajes recibidos durante esa hora, la última del día. Como los más frecuentes corresponden a servicios de información y periódicos digitales, recordé una regularcilla serie de televisión en la que el protagonista obtenía el periódico del día siguiente y tenía unas horas para cambiar el futuro a partir del conocimiento de lo que iba a ocurrir. Si lo lograba, el periódico modificaba la portada con la nueva realidad.
La pregunta es qué puedo hacer yo con esa hora en la que un periódico me remite las noticias de "Mañana". Lo que sucede es que a esas horas reconozco que ya no estoy para nada y el traje de superhéroe lo tengo en la lavadora. Así que me quedo perplejo, delante de la pantalla, decidiendo el exacto entendimiento de ese mañana inusitado. A las doce de la noche todo se regulariza, y el presente alcanza al futuro. ¿He perdido la oportunidad de evitar un atentado, una guerra, un robo, una irregularidad urbanística? Alguien me está regalando una hora, y tengo el presentimiento de que no sé aprovecharla suficientemente.