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domingo, 11 de noviembre de 2018

De Chillida a Guillén. Esta es la mano de tu amigo


Se cumplen 125 años del nacimiento de Jorge Guillén, efeméride que ha pasado prácticamente desapercibida. Me extraña y no. Me extraña porque hay una línea de la poesía española actual que debería reivindicarlo como uno de los grandes maestros y si no lo hace es por injusticia o ignorancia. No me extraña porque en este país no se lee nada que no salga en las redes sociales y, además, los lectores tienen la memoria frágil.  Decía José Zorrilla que no iba a publicar en mayo un texto contra su Don Juan, que llenaba los teatros en noviembre, porque en noviembre en España nadie se acuerda de lo que se publicó en mayo. Hoy hubiera acortado los plazos a semanas.

Para conmemorar esos 125 años del nacimiento de Jorge Guillén, el Patio Herreriano de Valladolid ha programado la exposición De Chillén a Guillén. Esta es la mano de tu amigo (hasta el 3 de febrero), que recuerda la relación entre el escultor vasco y el poeta vallisoletano de la que ya he hablado aquí en varias ocasiones. Algunos podrán pensar que es una exposición menor y un tanto heterogénea por lo mostrado, el argumento y su pretensión, pero hablando de Eduardo Chillida y de Jorge Guillén no hay exposición menor.

En la sala 9 del museo, se expone una serie de dibujos y esculturas de manos -un tema que obsesionó al escultor-, que explica, en buena medida, la concepción del arte de Chillida: la mano del artista se convierte en tema pero también en poética. Se acompañan -sin explicación suficiente de la suma- de las xilografías de Más allá, que muestran la extensión del trabajo del escultor hacia el libro de artista y la relación con la escritura de Jorge Guillén. Recuérdese que en ese título de Guillén halló Chillida la clave que conectó su concepción del arte con la del vallisoletano, al que conoció en 1971 y quiso homenajear en los años ochenta. Esa clave tenía forma de verso: lo profundo es el aire. Hasta primeros de septiembre pudo contemplarse una magnífica exposición en el Arco de Santa María de Burgos -reseñada aquí- en la que se ejemplificaba mucho mejor y de manera más extensa esa relación. En esta de Valladolid también se echa en falta un mayor cuidado de los textos de los folletos, tanto en su didactismo como en su puntuación y sintaxis.

En la antigua capilla, puede contemplarse Lo profundo es el aire IV, una de las obras esenciales en las que Chillida exploró esa profundidad del aire que le llevó hasta el proyecto de vaciado de una montaña entera, Tindaya. La contemplé durante minutos, en silencio, en ese espacio de la capilla -el verdadero corazón del Patio Herreriano-. Solo por eso merece la pena la visita, incluso hubiera bastado para conmemorar la efeméride de Guillén y su relación con Chillida. Impresiona este bloque de granito, su vaciado, el trabajo de Chillida con la piedra. Impresiona también su manera de estar en ese espacio, dialogando con las piedras del recinto. Dos estilos, dos concepciones de arte, dos concepciones opuestas de lo sagrado, que se imponen al espectador en la suma excelentemente propiciada. Quien no se sienta conmovido al contemplarlo carece de sensibilidad artística. Tenerla supone verse apelado por la concepción del arte que allí se manifiesta, para comprenderla, disentir o asentir.



miércoles, 1 de agosto de 2018

más allá. Libros de artista de Eduardo Chillida


El pasado 6 de julio asistí -junto al poeta Pablo del Barco- a la inauguración de la exposición más allá. Libros de artista de Eduardo Chillida (Sala de exposiciones del Arco de Santa María, Burgos, hasta el 2 de septiembre). Los fondos para la muestra han sido cedidos por un coleccionista anónimo y solo han podido verse antes de forma tan completa en 2007 en la Biblioteca Nacional. Ha sido organizada por el Instituto Municipal de cultura y turismo del Ayuntamiento de Burgos y la Fundación Eduardo Chillida-Pilar Belzunce y comisariada por la nieta del artista, Rocío Chillida.

Siempre me ha interesado la obra de Chillida. Es uno de los artistas de vanguardia que ha acompañado mis reflexiones sobre la materia, el espacio y el vacío. He de reconocer que el impacto que me produjo en 1982 la inauguración en Valladolid de la escultura dedicada por el escultor a Jorge Guillén a partir de un verso luminoso de este (Lo profundo es el aire) contribuyó mucho a que la obra de Chillida haya estado en mi imaginario artístico desde entonces (el nombre de la exposición procede de uno de los proyectos del escultor sobre la obra del poeta). Tenía yo 19 años y durante un tiempo un cartel de la escultura ocupó un lugar destacado en mi dormitorio. Me ha interesado constantemente la armónica relación de la forma y su entorno, el significado de la materia en su diálogo con el vacío que dicen de forma nueva y más profunda lo que estaba oculto. Chillida supo, como pocos, hallar un componente artístico en lo que no puede trabajarse más que revelándose, como si dijera ahí estaba y no lo veíamos hasta que el artista nos ha indicado la luz y el aire, el sonido del viento. Lo sólido cediendo el protagonismo a lo inasible.

Esta exposición muestra un aspecto poco conocido de Chilla y es un ejemplo de cómo no improvisaba ni trabajaba como mero ilustrador de obras ajenas. Su relación con escritores y pensadores, con cuya obra se encontraba para reflexionar sobre la propia condición del arte es esencial. Estos treinta y un libros de artista -que no lo son en realidad en la pura definición de este concepto puesto que es un conjunto heterogéneo- nos muestran los años de intenso trabajo sobre el pensamiento artístico propio y su relación con la obra de nombres esenciales como Gaston Bacherlard, Martin Heidegger, E.M. Cioran, Jorge Guillén, José Ángel Valente, Joan Brossa, etc. Una excelente forma de reencontrarse con uno de los artistas de la vanguardia del siglo XX que permanecerán siempre. Vayan a verla y, si pueden, háganse con el catálogo: está lleno de cosas interesantes que ayudan a comprender lo expuesto.

Tomé la fotografía en la inauguración de la exposición, con las autoridades presentes en el acto.
 En el centro, Rocío Chillida, nieta del artista.
 A su izquierda, Ignacio Chillida, su padre y uno de los impresores de estos libros.

lunes, 24 de enero de 2011

Ritmo y silencio


Algunos os habéis mostrado sorprendidos por mi afirmación de que la poesía es ritmo y le habéis querido poner palabras que son conceptos: amor, denuncia, emociones, risas y llantos. Quitad el ritmo y sólo os quedará prosa o un ensayo sobre la pasión o sobre la cuestión social. La poesía es ritmo y no otra cosa: ritmo para poner palabras encima, palabras que sólo significan poéticamente porque tienen ritmo. Da igual que pensemos primero el tema o el ritmo: éste predomina siempre. Viento del pueblo de Miguel Hernández se escribió en romance porque era el ritmo del pueblo español de entonces.

Cada estilo, cada tipo de poesía tiene un ritmo propio y todos son válidos: a veces es el acento sólo, en otras  ocasiones es el acento más el número de versos y la rima. Podemos tener versículo, ritmo de ideas en el verso libre, ritmo visual en la poesía de vanguardia que ocupa el espacio de la página, tridimensional en la poesía electrónica. Da igual que hagamos un hexámetro, un soneto, un romance, un caligrama, un rap, la letra para una canción pop. Es el ritmo lo que confiere carácter al poema.

A veces el poeta busca el ritmo de la cacofonía o de la modificación del ritmo y si lo hace bien el resultado es inmejorable: un verso de ritmo par descoyunta un ritmo impar si hacemos una silva con endecasílabos y octosílabos. Si no hubiéramos perdido el oído levantaríamos la mirada y diríamos: aquí pasa algo. El poeta inteligente lo hace para subrayar lo que dice: a veces lo dice sin palabras. Como cuando se introduce un párrafo en prosa en un poema en verso libre y rompemos el ritmo sintáctico o ideológico. Como cuando Peret tocaba con la madera de la guitarra en sus rumbas, como cuando mi amigo Diego Fernández Magadaleno ejecuta una pieza para piano con partes del piano que no son las teclas.

Es el ritmo: el poeta debe buscarlo en las palabras, en la sintaxis, en los acentos, en las dimensiones de la página sobre la que se va a imprimir su poema, en la estructura del espacio virtual en el publica en Internet Quien piense que sólo sirve como subordinado a la palabra, debe pasearse por la poesía visual o por la poesía de vanguardia en la que la palabra no dice nada. Jorge Guillén, aparte del ritmo interno de sus poemas, buscaba la arquitectura del poema en la forma en la que se imprimían sus libros: no respetarlo es matar su ritmo.

Eso sí, no olvidemos que parte del ritmo es el silencio: y que colocar los silencios en un poema es la dificultad más grande para el poeta.

lunes, 30 de junio de 2008

De la creación de Sancho Panza, con algunas gotas de narratología, y noticias de nuestro Quijote


Sobre la creación de Sancho Panza

Como todo en el Quijote, el personaje de Sancho Panza ha ocupado a los investigadores, que han dado a conocer todas las fuentes posibles en donde Cervantes pudo sacarlo:

- Por una parte, el folklore y la literatura oral tradicional, campo popular en el que ya corrían refranes en los que se hablaba de un hombre simple y pobre con ese nombre, acompañado de su asno. En este grupo de influencias, también entrarían los personajes propios del carnaval, don Carnal y doña Cuaresma, que ya habían sido llevados a la literatura culta en el Libro de Buen Amor y a la pintura por Brueguel el Viejo, por citar sólo dos ejemplos. En general, en ellas encontramos un rústico que se ajusta a la primera descripción de Sancho que hallamos en el Quijote: simple, de pocas luces, capaz de perder la cabeza por una recompensa puesto que es fácil seducirle mostrándole un plano de las tierras de Jauja.

- Por otra parte, las fuentes librescas: desde los personajes rústicos del teatro breve del siglo XVI o los graciosos de las obras largas del teatro barroco. Por supuesto, todas las referencias cultas de las figuras populares citadas con anterioridad. Y algunas que provienen de ciertos escuderos de libros de caballerías un tanto más reales de lo que solían ser.

Un poco de todo habría en la cabeza de Cervantes al construir a Sancho, sin duda. A todo lo dicho deberíamos añadir la indudable filiación erasmista de Sancho, aunque no lo parezca a primera vista -o así no nos lo hayan vendido.

Pero la genialidad del personaje no está en sus inicios, sino en su desarrollo.

Sancho viene dado por la historia, una vez que se continúa más allá del Capítulo VI. Don Quijote necesita un escudero y, siendo él una parodia de los caballeros andantes, Sancho debe serlo también de los escuderos. De ahí todas sus características y el motivo -qué idea más brillante- de que su montura sea un asno, que dará tanto juego a lo largo de la historia.

Todo lo demás nace de otra realidad que se impone por el tipo de narración por el que opta Cervantes: al tratarse de una novela de camino, que se hace delante de los ojos del lector, como si se fuera construyendo en ese preciso momento, los protagonistas establecen una relación que no se daba en la novela de caballerías puesto que ambos descubren el mundo a la vez desde miradas diferentes. Como amo y criado se conocen de antes, viven su realidad de otro modo a como lo hacen los grandes personajes de las novelas: de ahí la insistencia cervantina en fijarse en las cosas mínimas que les suceden, en la sonrisa de uno, la fatiga del otro, expresiones de ira o humor, las necesidades más cotidianas, etc. Además, al tratarse de una novela que surge del realismo y de la puesta en conflicto de la figura del narrador, todo el intercambio entre ambos lo deben hacer ellos mismos, conversando, y no el narrador. Y ahí los tenemos, dialogando en mitad de la Mancha, en su España cierta, en busca de la ínsula Barataria.

Cervantes, que ha leído el Lazarillo y comprendido a la perfección cómo en esa novelita anónima se creaba la narración moderna, entiende que sus personajes ya no pueden ser de una pieza, como en la narrativa idealista anterior, y que deben cambiar a la vista del lector por las experiencias que llevan en sus alforjas y las que hallan en su viaje: desde su encuentro, don Quijote y Sancho están destinados a no ser los mismos que comenzaron la aventura. Su relación pasará, como veremos, por mil incidencias, para terminar, al final del libro, distinta.

Dejo aquí, por lo tanto, apuntadas, características de la excelencia de este libro que nos acompañarán a lo largo de las páginas que nos restan.

Noticias de nuestro don Quijote

Antònia sigue hilando recuerdos y lecturas con el Quijote: ha hecho una emotiva entrada (traducción al español, aquí) en la que une la quema de los libros de la biblioteca del hidalgo con la que muchos hubieron de hacer para evitarse problemas en aquellos tiempos de la dictadura franquista. Recuerdo que José María Luelmo, un poeta y empresario vallisoletano que, por amistad y posición social, no hubiera tenido nada que temer, me contó cómo hubo de quemar libros dedicados y cartas de todos sus amigos republicanos. Luelmo, junto a Francisco Pino y otros, sostuvieron varias revistas de vanguardia antes de la guerra y organizaron actos y visitas de otros artistas españoles. Entre lo que quemó había testimonios de Lorca, Guillén, etc. Cuánto daño hace la intolerancia.

Antònia se fija también en una expresión muy significativa del capítulo y ve en la sobrina una jovencita despierta, además de comentar con acierto los matices de la parodia inquisitorial y dejarnos una perla magnífica con la anécdota que relata en ¿Loco o cuerdo? That's te question.

Juan Luis publica su entrada sobre el Capítulo IV, en el que, acertadamente, se plantea la ambigüedad de la locura de don Quijote. También me gusta cómo denomina diálogo de besugos al que el protagonista sostiene con los mercaderes. Lo es, sobre todo, porque cada uno está un plano diferente. Como en la vida...

Josegura publica un sugerente apunte, a partir del Quijote, sobre la poca relevancia que ha tenido la heterodoxia española en su presencia en las lecturas tradicionales. Animo a verla en La cara B de la literatura española.

Devin Town, autor del blog El círculo de las almas perdidas -qué nombre más sugerente-, promete sumarse a la iniciativa y la divulga en su entrada El Quijote en Internet. ¡Gracias, bienvenido y aquí están las entradas ya publicadas, esperando tus comentarios!

Dianna, en Quijote en la playa MP3, nos regala un quijote playero y audible. No, no está mal la idea: descargarse en el cacharrito los capítulos del Quijote e irlos escuchando mientras uno se broncea. Podéis apuntaros, que no me enfadaré.

Manuel-Tuccitano se fija en la creación de Sancho como parodia y en los Doce Pares en El Quijote, el escudero y los 12 pares. Además, en su entrada colabora su hija con una hermosa ilustración, llena de humor y gracia.


Javier García Riobó ha vuelto a regalarnos una obra maestra en su comentario visual al capítulo VII. Era muy difícil de resolver el problema de la quema de libros en su opción de buscar los reflejos en los escaparates. Y lo ha hecho de forma magnífica. Atentos a su escudero postmoderno y la visión actual de Barataria.


Perdonad si me he olvidado de alguno, porque con estos calores corre uno el riesgo de que se le reblandezca el cerebro, como diría Cervantes. Hacédmelo saber y corregiré la omisión.

miércoles, 27 de febrero de 2008

Caminar ciego sobre las cosas

Esos centímetros que nos separan del suelo, en demasiadas ocasiones, son abismos de ceguera. Caminamos sin mirar las cosas, sin sentir cómo las descubren nuestros pasos, nuestro exacto peso marcado por la huella de los pies: unos gramos apenas es lo que aportamos. Somos una especie soberbia que rara vez rasamos nuestra mirada para descubrir que nuestros pies se hunden en el mismo barro que nos constituye: tan gigantes nos pensamos. Debemos, radicalmente, percibir, como dijo Guillén:

Queda curvo el firmamento,
Compacto azul, sobre el día.
Es el redondeamiento
Del esplendor: mediodía.
Todo es cúpula. Reposa,
Central sin querer, la rosa,
A un sol en cenit sujeta.
Y tanto se da el presente
Que el pie caminante siente
La integridad del planeta

Qué evidente se hace todo, entonces. No porque lo comprendamos, sino porque somos parte del trayecto.

sábado, 3 de noviembre de 2007

El Arlanzón en otoño.



Jorge Guillén, del que ya hemos hablado aquí tantas veces, cantó, a través de la luz, el aire y las formas del espacio, al planeta entero en la sensación humana del paseante. Incluso, ya mayor, cuando sentía la inevitable urgencia del tiempo, en su volumen Final (1981) de Aire nuestro, seguía creyendo con tozudez y retranca castellana, en la creación diaria del mundo. En el poema Todo a la vez poetiza un río que es la existencia pero siempre, en contra de lo que se cree de don Jorge, con la presencia humana como testigo y vértice:

Parece un río entre riberas verdes
Con el trasfondo oscuro de unos bosques

Es por la mañana temprano y todo se ofrece como recién brotado:

Cuando la luz ofrece la más diáfana
Trasparencia radiante

con esa luz se desvela el misterio y el paseante comprende la raíz heraclítea del mundo pero desde la emoción humana:

Vivacidad de cambio,
Sucesión de paisajes,
Marinos y silvestres,
Perpetua creación,
El humano consuelo.

Algo así pensaba yo esta mañana tenue de otoño -a don Jorge le gustaba más el verano- al pasear junto al río. Qué extraordinaria belleza de la luz en este lugar tras el cansancio de los días, qué sensación, tras la noche, de una nueva esperanza.

domingo, 1 de julio de 2007

Profundidad.

[Hospital del Rey, Burgos.]
Hacia dentro sólo está el abismo. He vivido tantas veces esa negra tentación del vacío que me sé de memoria todos sus recovecos. A veces es necesario, como una pausa en medio de la algarabía. Pero ensimismarse sólo debe ser el primer acto de un salto largo, como el nadador que se lanza a una breve carrera sobre el trampolín para arrojarse al agua. Lo dijo el poeta, la profundidad la da la dimensión del aire, no la materia sólida. Como la goma de los viejos tirachinas, la necesidad de encogerse nos debe lanzar hacia la profundidad de la vida y de las cosas.

viernes, 30 de marzo de 2007

Guillén en Chillida


"Lo profundo es el aire" es un verso de Guillén que explicó en palabras a Eduardo Chillida la coexistencia del vacío y la materia, una de las claves de su producción. Desde principios de los años ochenta glosó el verso casi como obsesión, como en esta escultura de acero de 1982 -en 1981 lo había hecho en hormigón-, que regaló a Valladolid (y que lo lleva grabado en un lateral). Lo tuvo presente, como definición de su propia obra, hasta que las siete sílabas vertebraron el proyecto Tindaya, con el vaciado de la montaña.
Guillén construyó gran parte de sus poemas con sabia intuición plástica y arquitectónica, como correspondía a la vanguardia de la que participaba. Por eso es lógico este encuentro con el escultor vasco. El uno desde la palabra, el otro desde el metal dialogan en un mismo lenguaje con uno de los mejores resultados del arte moderno no sólo español. Se conocieron en 1971, con motivo de un viaje de Chillida a Estados Unidos.

Hubo polémica con la escultura, no gustó a muchos porque consideraban que su precio -sólo el del coste de fabricación- y su lugar de colocación no eran correctos. Recuerdo que la prensa comentó que Chillida se paseó por Valladolid meses antes para buscar la ubicación adecuada y que en principio consideró incrustarla, elevada, en la fachada lateral de San Gregorio (a mí siempre me sonó a leyenda urbana). Luego la bajó, con humildad, al suelo, y eligió el acero con aspecto oxidado como material porque en aquella transición la ciudad se llenó de pintadas y así era más fácil su mantenimiento.


La escultura ocupó su espacio con una pequeña intervención que convirtió aquel rincón olvidado en un jardín-cosmos de piedra, acero y árbol. Hemos de reconocer que es uno de los lugares más hermosos de la ciudad. Si fuéramos de otra pasta, hasta estaríamos orgullosos del feliz encuentro entre dos genios.
Mientras tanto, allí queda el aire jugando con el acero y recordando el primer poema de Cántico ("Más allá"):
(El alma vuelve al cuerpo,
Se dirige a los ojos
Y choca.) -¡Luz! Me invade
Todo mi ser. ¡Asombroso!
Afirmación radical de vida y de existencia, de presente ("Eternidad en vilo") y de la plenitud del ser. Nunca se ha vuelto a escribir como Guillén, es difícil tener esas certezas:
Soy, más, estoy. Respiro.
Lo profundo es el aire.
La realidad me inventa,
Soy su leyenda. ¡Salve!
Es difícil exponerse a esa luz cenital y salir indemne como Guillén y Chillida.

martes, 27 de marzo de 2007

Guillén en la calle de la Constitución

Luis Santiago también es el autor del relieve que retrata a Jorge Guillén en la fachada de la que fue su casa en la Calle de la Constitución de Valladolid, como lo es del conjunto escultórico del Parque del Poniente. La placa se colocó conmemorando el centenario del nacimiento del poeta, el 18 de enero de 1993. Menos lucida, retrata mejor tanto el aspecto como el gesto de Guillén en sus años finales.
Ahora, que ya no se lee a don Jorge, quizá es tiempo de recuperarlo. Trabajó su obra (esencialmente Aire nuestro) en la rigurosa exigencia de la poesía moderna, y contiene en ella una voz original dentro de la vanguardia, a pesar de que muchos se empeñaron en negársela.
Pasó de la luz geométrica y exaltada de Cántico a la conciencia reflexiva de Clamor. En este volumen hay un poema que casi lo resume: Luzbel desconcertado y que debería encontrarse en toda antología de la poesía española del siglo XX.
La voz de Luzbel toma conciencia de sí mismo ("Yo, yo"), ironizando sobre su nacimiento, sobre Dios y sobre los hombres:
Yo amanezco también
Con este sol, que sólo anuncia el gallo,
Como nadie sospecha mi llegada,
Un gallo es suficiente.
¡Estúpidos rincones soñolientos!
También ahí las calles se confían,
Se abandonan durmiendo a los contornos
Vigilados por alguien. ¿Él quizá?
Pero ¿le importa a Él
Que esas desventuradas bestias - hombres
Y gallos-
Descansen, cacareen?
Le bastará la adulación rezada.
¡Ay, vanidad de Dios!
Que me acusen de orgullo: lo prefiero.
Luzbel critica la creación divina ("Niebla boba") y le recrimina no haberse conformado con los ángeles y el cielo y haber creado a la humanidad caótica ("¿Puede tener buen gusto un creador?"). Y afirma que su pecado es haber visto claro el verdadero móvil de la vanidad de Dios. En sus palabras, acusa al delirio de Dios la falta de armonía del ser humano, cuyo infierno es la incomunicación y la guerra. De la masa se distingue un solitario en una ventana:
Se vuelve hacia luz y ve un vacío
Tan absoluto que se ahoga, tiembla.
Visión del gran vacío. Puro el éxtasis.
Acaba, con lógica, arrojándose por la ventana ("Saeta hacia lo oscuro"):
Ese suicida, noble,
Tiene tanta razón como un gran loco.
En presencia del Músico sin par,
¡Cómo va fracasando la Armonía!
Rezad, rezad a Dios. Es su consuelo.
Sigue el largo poema, como epopeya del artista enfrentado al clamor de un armonía resquebrajada. Y el sol se pone:
La luz de este modesto sol poniente
Se extingue por las calles
De la ciudad, caótica sin trampa.
(Curioso:
Esas primeras iluminaciones,
Fantasías eléctricas,
Oponiéndose adornan el crepúsculo.)
Venus está. Se anuncia el orfeón
De estrellas, las tan fieles, que proclaman
La gloria de Quien es.
Venús, adiós.
¿La gloria?
No. La niego.
No, no.
Luzbel envidia la armonía divina, por eso la niega, aunque no debe hacer demasiado para que se destruya, puesto que el ser humano es un colaborador voluntarioso y avezado. En el fondo, Luzbel, como el ser humano, se desorienta ante la soledad. Poema complejo, con una lectura ortodoxa, que permite ver el impacto del tiempo histórico en el poeta y jugar con lecturas parciales. Pide ya mismo, de algún postmoderno, una glosa que lo invierta o lo actualice.
[Guillén, tan pulcro con la arquitectura física del poema, a la que consideraba con lógica parte integrante del mismo, se enfadaría con el sangrado de los tres últimos versos citados, pero no logro que la técnica lo ampare.]

viernes, 23 de marzo de 2007

Jorge Guillén en el Poniente


El conjunto escultórico Jorge Guillén y niños botando barcos de papel (1998), situado en el estanque central de la Plaza del Poniente de Valladolid, es obra del escultor Luis Santiago (1962). Ocupa sabiamente el espacio, sin intentar monopolizarlo. Tienes que mirarlo detenidamente para saber que está allí. De gran perfección técnica, juega con la línea realista de las esculturas del poeta y los dos niños y la simbólica del conjunto, materializada en los tres barcos de papel metálico botados en el agua (con los nombres de los poemarios del autor), lo que no sé si le gustaría a Guillén. Los niños que juegan en el Poniente, parque que todos los que hemos crecido en la ciudad recordamos a pesar de sus continuas trasformaciones, se suben a las esculturas y caminan por el borde del estanquillo. Los padres se asustan ante la osadía de los más pequeños y les suelen contar, con voz misteriosa, que un niño se ahogó allí en un tiempo de leyenda, para impedir un chapuzón a destiempo. Quedan así, las dos esculturas de los muchachos, alejadas de la claridad de Cántico y se convierten en espectros de los ahogados, retenidos por el tiempo cincelado en los gestos previos a su muerte. De noche quizá cobran vida y se susurran el uno al otro las ensoñaciones de las vidas cortadas. El poeta, girado en escorzo, no las hace mucho caso, y prefiere mirar más allá, quizá hacia el mar de Málaga, porque no sabe bien qué hace en una tierra a la que no quiso volver.
Cuando estudiábamos Hispánicas, un amigo, Ramiro F. Mayo, y yo le felicitamos a Guillén uno de sus últimos cumpleaños. Le remitimos, desde la Oficina Central de Correos, un telegrama. Quizá ande ahora entre los papeles del poeta, tan ambicionados en su día por alguno y sobre los que ha caído el olvido. Quizá por allí también se encuentre la copia de unos espantosos poemas adolescentes que le mandé años antes. Me contestó con esa amabilidad suya no exenta de fina ironía, remitiéndome dedicado el volumen de una antología publicada por Plaza & Janés en 1975 (que le solicitaba), con selección y prólogo de Manuel Mantero. En las páginas en blanco del libro venían unas palabras de ánimo. Cuánto tiempo hace ya de aquello.