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domingo, 8 de julio de 2012

El beso adivinado

A veces un beso se nos impone desde la primera mirada, adivinado e inevitable. Una carambola de billar hace que se crucen las miradas que no esperaban la sorpresa y por eso quedan más atrapadas y desde entonces ya no se separan. Pero el primer beso debe tener su momento preciso. Todo parece una coreografía que debemos bailar porque un nudo en la boca del estómago nos impide alejarnos más de un metro del rostro deseado. No son ya los ojos los que miran, sino la piel entera. Nos olvidamos entonces de todas las precauciones que nos dictaban que no perdiéramos la cabeza. ¿Cuál era ya nuestro primer objetivo y qué importa? Ya nada nos pertenece en realidad porque ya lo tenemos todo. Suena la música y todo se hace cintura y espalda y mejillas, suavidad armoniosa que contrasta con el impulso que nos empuja el uno hacia el otro. Oigo tu respiración entrecortada y no puedo dejar de susurrarte al oído que te quiero. Llega, al fin, el beso, adivinado desde aquella primera mirada. Y todo se desencadena: qué más da ya cómo acaba y qué poco importa mientras el sabor de tu boca me acompañe.