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jueves, 12 de diciembre de 2013

Ceguera y aspereza civil: dos claves de inicio en Todo lo que era sólido y noticias de nuestras lecturas.


Todo ensayo nace de premisas iniciales que soportan el resto de la argumentación. Muñoz Molina propone dos muy interesantes para comenzar Todo lo que era sólido: la ceguera ante lo que ocurría en la España de la burbuja inmobiliaria y lo que él llama la aspereza civil.

La primera es común a todos los países que han vivido una burbuja inmobiliaria como la que se dio en España a partir de los gobiernos del PP presididos por José María Aznar (1996-2004), en los que se liberalizó todo el suelo disponible y se dinamizó la economía española de forma casi exclusvia con el motor de la construcción sin establecer los controles necesarios. Si el efecto más inmediato fue la creación de millones de puestos de trabajo y la rápida circulación de dinero en España, las demoledoras consecuencias de aquello explican las causas de que en España la crisis última haya sido más profunda que en otros países: escasa formación de los trabajadores y fragilidad de los puestos de trabajo generados, corrupción generalizada, crecimiento irresponsable basado en la megalomanía de los políticos españoles, falta de inversión de los beneficios en el fomento de una economía sostenible y propia, extensión de una cultura de nuevo rico en la sociedad española, destrucción de los valores éticos y sociales que marcan un comportamiento cívico, etc. Como señala Muñoz Molina, los españoles demostramos un grado elevado de ceguera para no darnos cuenta de que repetíamos los mismos errores que otros países que habían tenido la misma tentación de crecimiento fácil. Es más, adorábamos a los políticos y a los personajes más significados que lo hacían posible y no veíamos ni sus malas maneras ni su interés personal ni los casos de corrupción que los salpicaban. O, lo que es peor, las disculpábamos. Pero esto es común a todos los países en los que ha sucedido una burbuja inmobiliaria de la magnitud que tuvo España. Una de las causas y de las consecuencias de este tipo de crisis es, precisamente, que la sociedad se convierte en sorda y ciega y pierde todo comportamiento basado en la buena ética.

La segunda base sobre la que construye su argumentación es más propia de España. Se explica en raíces históricas nacionales y es una idea que Muñoz Molina ha reiterado en varios de sus escritos. Me refiero a la aspereza civil y la violencia verbal con la que se manifesta. En contra de lo que podría esperarse, este clima de confrontación no ha sucedido en épocas de carencias o problemas graves. En la Transición española se dieron una serie de pactos -acuciados muchos por la excepcionales circunstancias históricas- que favorecieron la llegada de la Democracia. Aunque estos pactos fueron contestados por ambos extremos del abanico político -incluso con violencia y asesinatos-, la mayoría de los partidos políticos y de la sociedad española favoreció una salida constitucional en la que se integró. Ante la necesidad, la sociedad reclamó pacto, estabilidad y una altura histórica.

En efecto, en la época de euforia económica sucedió algo que merecerá un estudio por parte de los sociólogos e historiadores de años venideros precisamente por haber sucedido cuando nos creíamos ricos: la aparición en la primera línea política de un estado de confrontación permanente a pesar de que todo parecía ir bien en el país. Desde mi punto de vista, esto se debió a varias causas que paso a describir.

La primera, indiscutible, es la forma en la que salió del poder Felipe González. Sobre todo desde su última victoria electoral en 1993. Los últimos años de Felipe González en el gobierno evidenciaron una decadencia de su figura que fue aprovechada por los medios de comunicación contrarios para comenzar una crispación social como estrategia para terminar a toda costa con la larga etapa en el gobierno del PSOE. Aquello ha sido reconocido, explícitamente, por varios de los que participaron, por lo que no es rumorología sino historia. José María Aznar supo aprovecharse de esa política de crispación social y definirla políticamente mucho mejor que sus antecesores al frente del PP con aquella célebre frase: Váyase, señor González. Aznar es el típico ejemplo de político que llega en el momento oportuno y sabe aprovecharlo y que cinco minutos antes o cinco minutos después no hubieran pasado a la historia.

La segunda es la estrategia de varios medios de comunicación que radicalizaron sus mensajes. La política de los empresarios de este sector comenzó a extenderse más allá de la propiamente informativa. Aparte del fortalecimiento de la prensa en papel por aquellos años -aún Internet no les había hecho daño-, el reparto de las televisiones privadas y las nuevas emisoras radiofónicas fueron el objetivo fundamental de empresas que también se relacionaban con otros sectores, como el de la construcción. De hecho, los gobiernos nacionales de uno y otro color y los autonómicos comenzaron una estrategia a través de inversiones indirectas en estas empresas de la comunicación, favoreciendo a unas o a otras según su afinidad y lealtad. Hubo casos verdaderamente escandalosos. Estos medios de comunicación han radicalizado su mensaje desde entonces y hoy vivimos casi en un territorio de banderías que no beneficia a nadie y que se ha crispado más aún con la aparición de la conocida como TDTparty. Algunos empresarios, para terminar de potenciar esta radicalización, tienen acciones en medios de comunicación contrarios que procuran atizar el fuego del conflicto para ganar la fidelidad de sus seguidores, cada vez más repartidos en compartimentos estancos. Con ello se crea una base de audiencia potencial que se proyecta en su peso en la opinión publicada, con los consiguientes beneficios por ingresos publicitarios o por posicionamiento como herramientas para la divulgación de estrategias electorales.

La tercera es la actitud con la que el PP ha accedido al Gobierno nacional tanto en 1996 como en 2011. No me refiero, ahora, a su ideario político, sino a las maneras. En ambos casos, significados miembros de este partido han demostrado un afán revanchista y un cierto tono de suficiencia, contrario a todas las maneras de la corrección política en una democracia asentada. Con ocasión de perder el poder en 2004 tampoco encajó bien la derrota y las acusaciones al PSOE de urdir una gran conjura siguen hasta hoy. Todo ello no ha contribuido a un clima de sosiego sino que ha fomentado, interesadamente, esa aspereza civil de la que habla Muñoz Molina.

La cuarta tiene su raíz en algunas claves de la política de José Luis Rodríguez Zapatero tras su acceso al poder en el 2004. Ni Zapatero ni Aznar son parte de la generación que protagonizó la Transición. A esto se suma que cada vez un sector mayor de la población se siente desvinculado de los pactos que llevaron a la Constitución española de 1978, bien por edad bien porque se han liberado de los temores y compromisos de aquellos años. Una de las grietas de esos pactos es, precisamente, todo lo englobado en la Memoria histórica. Un sector cada vez más amplio de la izquierda demanda la corrección o anulación de algunas de las bases que llevaron a aquel pacto: la concepción misma del Estado -República o Monarquía, centralismo o federalismo, independentismo, etc.-, la reparación de los derechos de las víctimas del franquismo o la condena de la dictadura de Franco a la manera de lo que sucede en Alemania con el nazismo. Esto ha provocado la reacción contraria, manifestada de una forma radical en los medios de comunicación afines a la derecha.

La quinta, el descrédito cada vez mayor de las instituciones básicas del estado español actual: partidos políticos, sistema parlamentario y Monarquía. Este descrédito se ha generado también en la época de abundancia: las imágenes de políticos imputados o condenados que no eran apartados por sus partidos, la conversión de la Monarquía en una familia mediática cada vez menos respetada por la opinión pública, el estado de algarabía continua del Congreso de Diputados, etc Sin duda, el perfecto ejemplo de cómo se ponen las semillas de la futura decadencia.

Todo ello está en la base de esa aspereza civil de la que habla Muñoz Molina. En España solo se amortiguaron los efectos de la Guerra civil provocada por el golpe de Estado de los generales en 1936 -que se sublevaron contra el poder legítimo del momento- en los pactos que llevaron a la Constitución de 1978. A partir de los últimos años de Felipe González la crispación ha regresado al país, alimentada por medios de comunicación necesitados de la cercanía al poder para subsistir y sedientos de cuotas de audiencia aun a costa de una escalada verbal que a todos perjudica. Hay poca altura política incluso para solucionar problemas históricos fácilmente solucionables, como las fosas comunes que aún existen en España con los cuerpos de las víctimas de los represaliados por el bando franquista.

La mediocridad cada vez mayor de nuestros gobernantes -tanto en sus maneras como en sus discursos- sirve, a la vez de espoleta y de mal ejemplo en un país que siempre ha estado abonado a estos radicalismos. Lo único sorprendente, en este caso, es que se diera en los mejores momentos económicos de los últimos cien años.

Ambas cosas, ceguera y aspereza civil llevaron a que no se pudiera llegar a un acuerdo de desarrollo sostenible del país que nos hubiera ahorrado las consecuencias más dramáticas de la crisis. Un ejemplo: uno de los mejores ministros de educación de los útlimos años ha sido Ángel Gabilondo (2009-2011). A pesar de que estuvo a punto de conseguir un gran pacto de estado para reformar la educación en España, a última hora todo fue imposible precisamente por la estrategia de crispación según la cual al enemigo político no se le debía dar esa baza. Es curioso que los dos grandes partidos políticos españoles solo hayan llegado a un gran acuerdo en los últimos tiempos: una reforma urgente de la Constitución española no sometida a referendum y obligada por la Unión Europea para limitar el déficit público.

Noticias de nuestras lecturas

Antonio Aguilera vuelve al Club de lectura por la puerta grande, con su primer comentario revulsivo de Todo lo que era sólido, abordando la burbuja inmobiliaria.

Pancho comienza su aportación sobre la obra de Muñoz Molina por el comentario de la portada, la cita y la autocomplacencia que nos cegó ante lo que iba a ocurrir. Excelente, como también su segunda entrada, en la que aborda las causas generales del descrédito del sistema parlamentario y una característica de la obra de Muñoz Molina: cómo parte del retrato de personajes concretos que adquieren calidad de tipos sociales que aclaran lo que en España ha pasado en los últimos años.

Paco Cuesta redacta un magnífico análisis de la perspectiva ideológica de Todo lo que era sólido, una reflexión que integra y no disgrega.

Mª Ángeles Merino sigue con su sagaz forma dialogada de comentar el ensayo de Muñoz Molina, aquí para explicar que donde había dinero ya no lo hay...

Myriam realiza una excelente aportación a la lectura: parte del texto de Muñoz Molina para hacer un análisis de las raíces de los comportamientos tan españoles mencionados por el autor y que están en la raiz de todo.

Gelu publica su tercera entrada sobre La estafeta romántica de Galdós. Llama mucho la atención el uso de las obras literarias en Galdós para la contextualización de una época.
 
Mª Ángeles Merino sigue con el comentario de Intemperie. Llega aquí al momento en el que el muchacho debe tomar las riendas de su vida y hacerse cargo incluso del pastor.

Ya sabéis que recojo en estas entradas de los jueves los comentarios que los seguidores del Club de lectura hacen en su blog hasta el miércoles y aquellos que me dé tiempo del mismo jueves. Si me he olvidado de alguno, os agradecería que me lo hicierais saber.

jueves, 21 de noviembre de 2013

La historia es algo que pasa lejos y noticias de nuestras lecturas


Al leer La estafeta romántica percibimos que para los personajes que escriben estas cartas, la historia es algo que pasa por allí, en las proximidades, pero no forma parte sustancial de sus vidas. Ya se ha comentado el cambio de actitud de Galdós a lo largo de los Episodios nacionales. En las primeras series, la historia española del siglo XIX -la gran historia- está más presente en la vida de los protagonistas, algo que afecta profundamente a sus vidas y que los impulsa a acciones o cambios de planes. Sin embargo, en la serie a la que pertenece esta novelita la historia se ha alejado de sus vidas. No es que no importe, es que es algo que ocurre lejos y de lo que llegan ecos que no tienen gran efecto en la vida cotidiana. Galdós tejió los Episodios para dar un cuadro del siglo XIX y para ello echa mano de acontecimientos históricos, personajes reales, sucesos de todo tipo, vida cultural y vida cotidiana. Pero sobre todo toma el pulso a la historia de España desde la mentalidad de la clase burguesa que tenía que haber encabezado el cambio y que poco a poco se acomoda a la nueva situación y deja de ser el necesario impulso revolucionario que trasformara el país. Por eso, muy inteligentemente, centra La estafeta romántica en las intrigas de dos mujeres cuyo principal objetivo es concertar matrimonios que aumenten el patrimonio familiar, independiententeme de las guerras carlistas o de las modas románticas. La historia es algo que conocen indirectamente porque su sentido práctico les dice que se dediquen a otras cosas de más provecho. Es un guiño inteligente por parte de Galdós quien, a finales del siglo XIX, ya había comprendido el hondo fracaso de todo un siglo revolucionario. Por eso lo mira desde estas dos mujeres que se escriben alejadas de la corte madrileña o de todo escenario que las aproximara a la historia convulsa del siglo.

Noticias de nuestras lecturas

La estafeta romántica, de Benito Pérez Galdós

Mª Ángeles Merino se dirige a Fernando para comentarle las cartas que de él y de su romanticismo -y del romanticismo en general- se escriben en el texto. No os perdáis las ilustraciones.

Myriam se lanza a una tarea necesaria para comprender la novela -y la obra narrativa entera de Galdós-, su acercamiento a la mente femeninda. Aquí, con más necesidad, dado el carácter de las mujeres que escriben las cartas de la obra. En su primera entrada estudia a Doña María Tirgo, Juana Teresa, Demetria, Gracia. En la segunda, Valvanera, Pilar, Aura, Nicolasa, Pepita, Justina, Jerónima, Carlota y Consolación. Finalmente, concluye su primera aportación sobre la caracterización psicológica de estas mujeres. Son entradas imprescindibles por la forma de penetrar en el carácter de estas mujeres.

Del magnífico análisis de las seis cartas correspondientes que hace Pancho se puede desprender el gran conocimiento de la psicología humana que tenía Galdós. No puedo estar más de acuerdo con la afirmación inicial de su entrada.

Ele Bergón rescata una interesantísima curiosidad: la noticia del final de la revisión de las pruebas de imprenta de La estafeta romántica y el testimonio del trabajo infatigable de don Benito. No os lo perdáis.

Paco Cuesta va del bosque de personajes de la obra a la individualidad y se hace una interesante pregunta al final de la entrada.

Gelu realiza su primera aportación sobre la novela de Galdós y repasa adaptaciones al cine de su obra y la biografía del autor. No os perdáis sus enlaces.


Ya sabéis que recojo en estas entradas de los jueves los comentarios que los seguidores del Club de lectura hacen en su blog hasta el miércoles y aquellos que me dé tiempo del mismo jueves. Si me he olvidado de alguno, os agradecería que me lo hicierais saber.

El pasado martes, día 19, tuvo lugar la sesión del Club de lectura presencial correspondiente al mes de noviembre. Aunque en ella dimos cuenta de la lectura de La estafeta romántica, en los blogs todavía seguiremos ocupándonos de esta obra el resto del mes. En diciembre leeremos Todo lo que era sólido, de Antonio Muñoz Molina. En la citada sesión se procedió a la primera selección de textos para el próximo curso a propuesta de los participantes.


jueves, 14 de noviembre de 2013

Las dos cartas iniciales de La estafeta romántica como ejemplo de la técnica epistolar en Benito Pérez Galdós y noticias de nuestras lecturas


Las dos cartas iniciales de La estafeta romántica son un prodigio de habilidad narrativa. En ellas se condensa todo el tono que quiere dar Galdós a este episodio. A la altura de 1899, cuando Galdós lo redacta y publica, el novelista es dueño de una intención clara en estas novelitas. Su pretensión de dar cuenta de la historia de España del siglo XIX no ha cambiado, pero sí se han modificado sus entusiasmos iniciales. Pasada la Revolución de la Gloriosa, en medio de la Restauración y abocado el país a una decadencia que supone su pérdida de peso internacional, a Galdós le ha decepcionado la burguesía que debería haberse encargado de la modernización del país: aquella burguesía revolucionaria ha fracasado, en buena medida, y no ha cambiado suficientemente ni las estructuras socioeconómicas ni las mentales de la nación. De ahí que estos elementos burgueses que aparecen en la serie a la que pertenece La estafeta romántica sean vistos desde un ángulo menos heroico: este heroísmo irá depositándose cada vez más en el pueblo. A esto se suma la crítica que realiza Galdós de los excesos románticos, a los que ve fruto de impulsos infructuosos que desgastaron a una generación idealista sin conseguir unos avances concretos.

Mucho de eso hay en la elección de las dos mujeres que se escriben estas dos primeras cartas. Alejadas de todo heroísmo y todas las veleidades políticas, ambas hablan, fundamentalmente, de "su asunto" que no es otro que la preocupación por los jóvenes, su estabilidad emocional y la forma de concertarles la boda que a ellas les gustaría, siempre en beneficio de la familia, claro.Estas dos cartas facilitan el acceso a la novela a aquellos lectores que no hayan leído los episodios anteriores de la serie. Se nos informa de los datos más relevantes para que podamos comprender las circunstancias en las que se encuentran los protagonistas, con un resumen rápido de los antecedentes. A doña María Tirgo y a la marquesa de Sariñán, a la altura de febrero de 1837, lo que verdaderamente les intersa es saber cómo está Demetria y si Fernando Calpena puede suponer o no una molestia que tuerza los planes que tienen para ella. Galdós sabe adentrarse en el carácter de estas dos mujeres. Sabe captar muy bien Galdós la mentalidad de este tipo de mujeres cuya preocupación fundamental son esas circunstancias familiares y a las que las cosas del mundo les llega como telón de fondo. Su edad y su carácter práctico, además, las hacen criticar tanto los romanticismos de los jóvenes como las calaveradas de los mayores. Pertenecen a una burguesía acomodada -incluso ennoblecida- conservadora, que no quiere más sustos que los naturales de la vida, que ya les parecen mucho. Y así van, en sus cartas, hablando de todo pero centrándose, sobre todo, en las estrategias que les procuren el final feliz de sus planes. Hasta en ese ir y venir de las cartas y en lenguaje, Galdós sabe captar el espíritu de esa clase social.

Noticias de nuestras lecturas

La estafeta romántica de Benito Pérez Galdós

Myriam introduce la lectura y anuncia los objetivos de sus entradas al analizar la obra desde el punto de vista de los personajes femeninos y las relaciones sentimentales. Excelente aperitivo.

Paco Cuesta analiza con fineza extraordinaria el motivo del suicidio de Larra en la obra.

No os perdáis la entrada de Pancho sobre los pasajes de la obra en los que se relata la muerte y el entierro de Larra. Quiero llamaros la atención sobre las ilustraciones que elige.

Mimosa también se lanza a una oportunísima aportación: las conexiones entre Larra, Werther y Fernando Calpena, que aclaran muchas cosas.

Juega inteligentemente nuestra Mª Ángeles Merino con un diálogo epistolar con nuestro Fernando Calpena, a ver si pone los pies en la tierra el pobre.

Intemperie de Jesús Carrasco

Mª Ángeles Merino continúa narrando desde dentro del niño la historia de esta novela, lo que da otra perspectiva al texto. Llega ahora a su encuentro con el tullido.

Gelu publica su aportación a nuestra lectura de este libro, fijándose en algunos fragmentos y resaltando la altura poética de alguno de ellos.

La ciudad del Gran Rey de Óscar Esquivias

Esta novela de Esquivias -al que tendremos que volver tarde o temprano en el Club de lectura-, compite en una lista de las mejores novelas distópicas. Hay que recordar que fue una de las primeras novelas que comentamos en el club de lectura. Podéis verlo en este enlace.

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jueves, 7 de noviembre de 2013

La estafeta romántica y los Episodios nacionales de Benito Pérez Galdós y noticias de nuestras lecturas


Los Episodios nacionales de Benito Pérez Galdós son el gran cuadro narrativo de la España del siglo XIX hasta el punto de que si alguien deseara conocer la historia convulsa de este siglo podría tomarlos como una fiable aproximación: en ellos se encuentran los principales avatares históricos como los sentimientos, las formas de pensar y las costumbres del país. A partir de 1873 y con la idea de contar un panorama completo de la sociedad de su tiempo (Galdós usaba la novela como herramienta de conocimiento del mundo), dio a la imprenta cuatro series completas de diez novelas cada una (la primera abarca la Guerra de la Indepencia y su protagonista es Gabriel Araceli; la segunda nos lleva hasta la muerte de Fernando VII y se ocupa del conflicto entre liberarles y absolutistas y es protagonizada por el Salvador Monsalud; la tercera trata de la Primera Guerra carlista y la protagoniza Fernando Calpena y la cuarta del período comprendido entre la Revolución de 1848 y la de 1868, protagonizada por José García Fajardo)  y una que quedó imcompleta (que nos llevaría hasta la Restauración borbónica y está protagonizada por el narrador, Tito). El proyecto, que durante algún tiempo mereció críticas de un sector de los escritores y estudiosos españoles, nunca perdió el atractivo para los lectores y ha sido muy imitado por diferentes autores hasta hoy. Algunos rindiéndole un homenaje explícito recientemente, como Arturo Pérez Reverte (sobre todo en Cabo Trafalgar, pero también en Un día de cólera o El asedio). Posiblemente, Pérez Reverte sea quien mejor haya sabido ocupar el hueco ocupado en su día por Galdós en la narrativa española.

Los protagonistas de cada serie nos marcan las perspectivas argumentales adoptadas por el autor, puesto que junto a la explicación de los grandes acontecimientos históricos no dejaba de reflejar la forma de ser y pensar de los españoles del momento, sus costumbres, etc. Así, Gabriel Araceli es un joven aventurero que surca todos los cambios del momento y explica la modernización de la estructura social del país; Salvador Monsalud es un joven liberal luchador constante por el triunfo de esta ideología; Fernando Calpena es un romántico; José García Fajardo es una persona a la que la política ya no le interesa como a los anteriores y Tito es un narrador en primera persona que reflexiona con cierta distancia sobre lo que ocurre.

Galdós nos dejó en estas novelitas su visión de lo que ocurrió en la España del siglo XIX. Su mirada a la historia de España contiene un elemento esencial que la explica: España no ha tenido suerte con sus dirigentes y el pueblo se ha llevado por manifestaciones emocionales. De él surgen los héroes que lo representan y que sacrifican su esfuerzo y en muchas ocasiones su vida sin obtener una recompensa a la altura de sus acciones. Así, la historia de la revolución -y de la contrarrevolución- española del siglo XIX es un complejo entramado que avanza pero no llega nunca a concretarse en grandes realidades. Sobre esta visión de la historia de España Galdós suele adoptar la mirada del cronista. De las épocas anteriores a su llegada a Madrid en 1862 se informó a través de entrevistas con los protagonistas vivos, la memoria oral y, sobre todo, la prensa y las muchas memorias escritas que se ocupan del período. Levantó con ello un testimonio histórico en el que no falta nada de lo esencial y por el que circulan, de una u otra manera, todos los protagonistas, aunque siempre busque un héroe de ficción que explique los hechos.

La novela escogida para comentar en este mes, La estafeta romántica, pertenece a la tercera serie. Al no ser la primera de ella, puede suponer una cierta dificultad para los lectores que necesiten una previa presentación de los personajes, pero este reto es interesante para aquellos que no hayan leído las novelas anteriores puesto que exige una mayor atención de la que se sacará mayor deleite. Supone un significativo cambio técnio al elegir la modalidad epistolar. Aparte de buscar la variedad y no caer en la monotonía de la crónica novelada, Galdós usa esta técnica para otras cosas: abordar una modalidad, la de  la narrativa epistolar, poco cultivada en España pero, sobre todo, para dar paso a la voz femenina en su mayor intimidad. En efecto, Galdós, que siempre mostró una aproximación a los personajes femeninos en su novela, los relata aquí desde dentro, adoptando inteligentemente la fórmula epistolar para ganar en verosimilitud.

Noticias de nuestras lecturas
Intemperie

Mª Ángeles Merino comenta con fina perspectiva una de las notas características de Intemperie de Jesús Carrasco: la ausencia de personajes femeninos.

Anabel Rodríguez escribe sus impresiones de Intemperie a partir de la idea de que en ella hay una extraordinaria película del oeste. Y eso que no le gusta leer en otoño...

La estafeta romántica

Mª Ángeles Merino le busca la forma a la novela para entrar dentro de ella a la misma altura de los personajes. No os lo perdáis.

Paco Cuesta nos lleva de un lado a otro para introducirnos en La estafeta romántica: parece que se dispersa, pero no, ata las muchas cosas de su entrada, como quien no quiere la cosa, de forma certera.

Mimosa escribe una entrada oportuna. Tras regalarnos un relato impagable de su vinculación con Galdós, nos facilita una guía de personajes y cartas que será muy útil para aquellos lectores que la necesiten.

Excelente entrada la de Pancho para comenzar su lectura de La estafeta romántica. Desde el inicio hasta el final y todo ello bien ilustrado.

Ele Bergón -Luz del Olmo- nos regala una preciosidad para quien no conozca la relación que exitió entre Galdós y doña Emilia Pardo Bazán. No digo más.

Ya sabéis que recojo en estas entradas de los jueves los comentarios que los seguidores del Club de lectura hacen en su blog hasta el miércoles y aquellos que me dé tiempo del mismo jueves. Si me he olvidado de alguno, os agradecería que me lo hicierais saber.

jueves, 31 de octubre de 2013

Balance de la lectura de Intemperie de Jesús Carrasco y noticias de nuestras lecturas.


Intemperie es una excelente novela que llega tarde y pronto. En el contexto de la literatura occidental, especialmente en la anglosajona, en la que ha querido instalarse públicamente el autor en sus declaraciones, no supone ninguna novedad, sino todo lo contrario, llega cuando el género parece comenzar a agotarse. Este tipo de narrativa, que tiene ya unos cuantos años de vida y que ser remonta a precedentes claros cuya raíz común es el naturalismo de finales del siglo XIX y su tronco crece con el expresionismo y el existencialismo por un lado y la recuperación del sentido trágico que se dio en el siglo XX, especialmente en el teatro. Influida por los géneros cinematográficos que buscan esas nuevas formas de reavivar la esencia de la tragedia clásica en un mundo moderno, esta tendencia gana adeptos y sorprende, sobre todo, cuando recrea un ambiente casi apocalíptico, de final de los tiempos, en los que los seres humanos son víctimas de un entorno hostil y de otros seres humanos que se comportan con inusual violencia (la exageración de los rasgos es una de las características del género), en el que deben aprender a sobrevivir con unos pocos recursos y la ayuda de aquellos que también son vícitmias pero aún guardan comportamientos piadosos. El final de este tipo de argumentos dependerá de las creencias y la ideología del autor: cabe desde la visión esperanzadora hasta el nihilismo más absoluto. Hemos analizado cómo en Intemperie Carrasco se decanta por una visión teológica, por mucho que no lo parezca a primera vista.

En el contexto español, la novela ha sorprendido porque tal y como se nos ha presentado -es decir, con la intensidad con la que usa todos los recursos de esta fórmula narrativa y el excelente trabajo editorial- ocupa un lugar vacío en la narrativa española actual. Es decir, en Intemperie se aúnan la excelencia de la escritura y la oportunidad. Sin embargo, no carece de precedentes y aunque el autor no quiera adscribirse a ellos, es justo recordar los principales, como ya hicimos en la primera entrega de esta lectura.

Sin embargo, Intemperie es una vía muerta. Este tipo de fómulas literarias, por sus mismas características, diícilmente pueden tener eco. Más excatamente: los ecos nunca están a la altura de la voz primera. Carrasco sólo podría continuar este tipo de narrativa con éxito si se decantara definitivamente por una narrativa alegórica, como ya hiciera, por ejemplo, Saramago, maestro del género. De todas las formas, las indudables habilidades técnicas demostradas en Intemperie y la sabiduría mostrada a la hora de construir una narración hacen concebir esperanzas sobre las próximas obras de este autor. Sería deseable que Intemperie fuera un impulso y no una losa.

Noticias de nuestras lecturas

Pancho concluye sus aportaciones sobre Intemperie fijándose en los detalles y de allí saca conclusiones nada pequeñas, sino sustanciales, sobre la novela. Excelente entrada esta.

Mª Ángeles Merino relata la angustia de la escena del torreón desde las emociones del muchacho protagonista, lo que aumenta la intensidad de su significado.

Paco Cuesta llega a la raíz de una de las características de Intemperie: la esencialidad de las cosas por la que sobran nombres de personas y lugares y los datos del tiempo. Carrasco, en efecto, juega con las emociones universales para conseguir el efecto querido en la recepción.

En noviembre, la Estafeta romántica de Benito Pérez Galdós



En diciembre leeremos La estafeta romántica, de Benito Pérez Galdós (Episodios Nacionales, Tercera serie, número 26), obra de la que hay suficientes ediciones comerciales en papel y libro electrónico y que podéis encontrar en una correcta edición digital gratuita en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes aquí. En esta Biblioteca tenéis una excelente información sobre el autor y su obra en el portal correspondiente. Como os dije al publicar la lista de obras del presente curso (que podéis encontrar en este enlace), tenía ganas de volver a los Episodios Nacionales y he querido hacerlo a través de uno de los menos conocidos que os sorprenderá a aquellos que tengáis una idea preconcebida de estas novelas galdosianas. Comenzamos el jueves próximo.

viernes, 25 de octubre de 2013

El conflicto de Intemperie de Jesús Carrasco y noticias de nuestras lecturas.


La desnudez del páramo en el que trascurre la acción de Intemperie y la ausencia de diálogos no debe confundirnos: el trabajo sintético del autor no elimina los detalles. De hecho, la novela está llena de ellos. Mayoritariamente se decantan por desarrollar el simbolismo expresado en el título y corresponden, por una parte, a la dureza del paisaje y la violencia de los personaje contrarios al protagonista. Por otra, aquellos que se relacionan con el protagonista: los detalles que revelan su temor y aquellos que le van atando al cabrero. En ambos casos se concreta al máximo. Es curioso cómo el autor consigue que el lector salga con la sensación de abstracción en una novela tan llena de detalles. Y quizá lo consigue con una de las técnicas narrativas mejor trabajadas por Carrasco: la omisión de elementos sustanciales.

El conflicto que se plantea en Intemperie es la huida del muchacho para alcanzar la libertad. Pero el lector nunca llegará a ser informado plenamente de las razones de la huida. Sabiamente, Carrasco deja las suficientes referencias para que lleguemos a la conclusión de la razón de la huida: el niño es sometido a vejaciones con el consentimiento del padre. Y aquí viene otra de las omisiones fundamentales: no se desarrolla plenamente la vida del muchacho antes de la huida. Tenemos información que nos habla de una sociedad poco solidaria y una familia en la que la ausencia de la madre y la ternura es la marca más explícita.

El héroe -el muchacho-, en su lucha por la libertad parte del lugar más bajo posible: destruida su dignidad, solo y atemorizado como un animal herido, se refugia simbólicamente en un hoyo. Pronto sabremos que su huida está mal planificada y que le expone a una naturaleza que no se apiada de él sino que parece someterlo a una dura prueba de supervivencia, como si fuera el Dios del Antiguo Testamento. Sin embargo, este paisaje, que parece ser un antagonista del héroe no lo es, precisamente por esa misma razón: somete a prueba a aquellos que quieren vivir en él y el héroe resolverá su conflicto en la medida que consiga alcanzar esa adaptación. En el desarrollo del conflicto contará con antagonistas -sus perseguidores y aquellos que los ayudan- y un único ayudante, el cabrero. Las razones del cabrero son varias pero el lector intuye que él antes sufrió la misma experiencia del muchacho. De hecho, su carácter es precismente el de aquel que se ha adaptado al paisaje a partir de muchas renuncias (renuncia a la defensa, renuncia a la vida en sociedad) y un puñado de valores (respeto al paisaje y a los seres vivos y plantas que viven en él, solidaridad con los perseguidos, piedad con los que sufren). Ambas cosas serán su herencia. El muchacho saldrá adelante en tanto en cuanto asimile -no hay un proceso intelectual marcado en la novela, es más bien un proceso natural de aprendizaje- todo ello. Por eso el final deja al lector una mezcla de sensaciones entre las que están la alegría y una cierta amargura ante un ciclo que parece repetirse inevitablemente. Todo dependerá de si comparte o no esa resolución del conflicto marcada por la aceptación de las normas de supervivienca de un paisaje que con tanta dureza simboliza la vida del ser humano.

Noticias de nuestras lecturas

El pasado martes 22 tuvo lugar la primera sesión del Club de lectura presencial, hermano del que mantenemos aquí, que es posible gracias a la labor de la Asociación de Antiguos Alumnos y Amigos de la Universidad de Burgos, que tan buena labor está realizando desde su fundación. Nos reunimos en la sala habitual de la Biblioteca General de la Universidad de Burgos. En el presente curso el número de participantes ha aumentado y, por primera vez, cuenta por la asistencia de algunos lectores que son viejos amigos de La Acequia desde el inicio del Club, cuando comenzamos a leer el Quijote, con lo que ellos hacen visible la unión de ambos formatos del Club de lectura. Nos reuniremos, como es habitual, una vez al mes, para comentar el título correspondiente y, al final del curso, tendremos una excursión relacionada con la ultima lectura, como hicimos en el mes de julio pasado al seguir la ruta de El Hereje de Miguel Delibes. En el presente curso hay una novedad: tres títulos del próximo curso saldrán del proceso de selección que se realizará en las reuniones del Club de lectura presencial, por medio de un proceso de votación a partir de las propuestas iniciales.

Mª Ángeles Merino pone voz al muchacho y lo hace llegar hasta el castillo, espacio en el que ocurren, como sabéis, cosas que harán girar el relato hacia su desenlace. No os perdáis su cuidadoso trabajo de ilustración.

Mimosa da las razones por las que ha llegado a Intemperie y concluye su lectura con una afirmación certera: esta novela es de las que dejan una huella en el lector para siempre. Tiene razón, no se olvida fácilmente.

Paco Cuesta argumenta magníficamente en su entrada última sobre la cadena que lleva al éxito de Intemperie y se interroga sobre el éxito posterior de la fórmula.

Pancho resalta magistralmente el juego con el ritmo de la acción que es una de las claves de este relato, así como la relación entre el niño y el muchacho y la lucha de ambos contra el mal desenfrenado de esa cuadrilla de la muerte.

Lectura correspondiente al mes de noviembre



El próximo mes leeremos La estafeta romántica, de Benito Pérez Galdós (Episodios Nacionales, Tercera serie, número 26), obra de la que hay suficientes ediciones comerciales en papel y libro electrónico y que podéis encontrar en una correcta edición digital gratuita en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes aquí. En esta Biblioteca tenéis una excelente información sobre el autor y su obra en el portal correspondiente. Como os dije al publicar la lista de obras del presente curso (que podéis encontrar en este enlace), tenía ganas de volver a los Episodios Nacionales y he querido hacerlo a través de uno de los menos conocidos que os sorprenderá a aquellos que tengáis una idea preconcebida de estas novelas galdosianas. Nos servirá de necesario contraste con Intemperie -aunque no sea, precisamente una relaxing cup of café con leche-. Comenzamos el primer jueves de noviembre. El próximo terminamos la lectura de Intemperie.

Como el próximo mes de diciembre leeremos Todo lo que era sólido de Antonio Muñoz Molina, os invito a leer el discurso que pronunió ayer al recoger el Premio Príncipe de Asturias a las Letras, que podéis descargaros aquí y que tiene mucho que ver con este ensayo.

jueves, 17 de octubre de 2013

La violencia en Intemperie de Jesús Carrasco y noticias de nuestras lecturas


En Intemperie hay una presencia calculada de la violencia, cuya disposición a lo largo de la novela está sabiamente administrada en su creciente dosis, hasta llegar a un límite que quizá busque conmocionar a un tipo de lector ya tan habituado a ella en el arte que sería incapaz de percibirla de otra manera y que sorprenderá a quienes no estén acostumbrados a su presencia en la literatura que busca un público amplio. Extrema y explícita casi siempre aunque parte de una elipsis sobre los motivos para que el muchacho protagonista salga de su casa y se eche al mundo. A través de las alusiones al padre y al ambiente familiar, la violencia es el motor primero de su decisión. Esta elipsis está bien trabajada por el autor: el lector quiere aclarar estos motivos -que nunca se le darán del todo- y esto le hace adentrarse en las páginas del libro en busca de una respuesta. La violencia en esta novela deja a las víctimas sin refugio -simbolizado en su título-, en un descampado emocional. Existe la esperanza, pero esta es tan frágil que el lector teme -en un suspense bien mantenido por el autor- que en cualquier momento se rompa.

El tratamiento de la naturaleza por el autor, que la lleva hasta un territorio parco en posibilidades de supervivencia, deja a los seres humanos que por ella transitan bajo un sol abrasador y sin agua. Este paisaje no actúa voluntariamente sobre los protagonistas, pero es violento en sí mismo y les reduce a mera condición de supervivientes. Se trata de un espacio no apto para una vida confortable. De hecho, los habitantes de los pueblos han huido buscando lugares mejores donde vivir. Los que se han quedado o se comportan con brutalidad sobre otros seres humanos, ejerciendo una violencia familiar, social o institucional sobre ellos o aprenden a sobrevivir fuera de los lugares poblados en unas condiciones durísimas que les empuja al límite entre la vida y la muerte ante cualquier circunstancia adversa. El muchacho aprende esta lección de supervivencia de la mano del cabrero. De ahí su evolución desde el pequeño hoyo que le permite refugiarse al principio del relato -en el que el temor a ser descubierto le hace orinarse encima- hasta el final, en el que parece haber aprendido las mínimas instrucciones.

Esta es la pequeña esperanza: aceptar la guía del pastor y respetar las normas que permiten sobrevivir en esa naturaleza límite que se comporta como un Dios que nunca responde, nunca ayuda, pero siempre está presente. Las otras salidas no son esperanzadoras: la huida o convertirse en violento. Eso sí, aquel que respeta la vida exigida por ese paisaje siempre estará en la lista de las víctimas.

Noticias de nuestras lecturas

Mª Ángeles Merino sabe poner el acento en donde cada uno tiene su propia intemperie, además, claro de seguir la narración en la voz del niño e ilustrarla en su manera acertada de siempre.

Pancho comenta con todo acierto los recelos ante la gente que guardan al protagonista de malos encuentros y la lección de vida permanente que representa el cabrero.

Luz del Olmo comenta la autenticidad de la narración y la fuerza con la que conmueve las emociones de los lectores esta novela.

Mimosa analiza las pistas que el autor deja a lo largo de la narración y que nos pueden ayudar a comprender el motivo inicial de la huida de casa del protagonista. Excelente aportación.

Paco Cuesta pone sobre la mesa una posibilidad que tiene muchas sugerencias abiertas e interesantes: la influencia del cine de Bergman en la estética del tipo de narración a la que pertenece Intemperie. Muy interesante.

El próximo martes día 22 tendrá lugar la primera sesión del grupo presencial del Club de lectura. Se ha remitido un correo con todos los detalles a los que os hayáis registrado.

Avisadme si me he olvidado de alguna de las contribuciones de los participantes en el Club de lectura.




jueves, 10 de octubre de 2013

El espacio en Intemperie de Jesús Carrasco y noticias de nuestras lecturas.


En Intemperie, el espacio se hace simbólico. Aunque podamos identificarlo con algunos paisajes concretos españoles (singularmente el vinculado biográficamente al autor), este en el que trascurre la historia de la novela se trasforma en el símbolo que da título al libro. Las claves estilísticas que lo permiten parten de la cuidadosa elección de los términos, muchos de los cuales nos llevan a un mundo rural -de ahí las mencionadas referencias a Delibes- en el que la naturaleza es la protagonista frente al mundo urbanizado -el pueblo del que huye el muchacho, los restos del castillo, el poblachón abandonado en el que se encuentra el establecimiento de otro de los personajes, alguna frágil edificación-. Por un esforzado trabajo de condensación, el paisaje es parco y solo permite sobrevivir en él a quien lo conoce y respeta. Todos los otros irrumpen provocando disturbios que acaban pasándoles factura -como los habitantes de los pueblos que finalmente deben emigrar vencidos por la tierra, el alguacil y su motocicleta que introduce una extraña modernidad en el ámbito natural-. El niño tendrá la suerte de encontrar un guía propicio. El pastor es un hombre hecho para ese paisaje, que puede mantenerse en él porque no le pide más de lo que puede darle.

Así, el paisaje se trasforma en un símbolo y en un personaje más de la novela. En contra de lo que pueda parecer en una primera lectura, no se mantiene al margen del conflicto de los seres humanos, sino que participa en él seleccionándolos. La esencialidad de este paisaje no le convierte en un ente abstracto en el que ocurren las cosas sino en un motor de ellas, como si tuviera -desde el silencio- sus propios planes. Las pruebas son continuas: la sed, el hambre, el sol implacable. Hay algunas alusiones a Dios en la novela de Jesús Carrasco que apartan del naturalismo la historia. Tanto en la estatua con la que se topan como en la frase final de la novela se podría percibir una espiritualización de ese paisaje. Un Dios implacable, que no da explicaciones de sus actos -de ahí quizá la lectura de la Biblia-, pero que somete a los seres humanos a las pruebas que marcarán su destino último.

Noticias de nuestras lecturas


Paco Cuesta nos ofrece un inicio de lectura excepcional a la hora de abordar el parecido a Delibes del autor para después situarnos en el ritmo de escritura, que mantiene la tensión desde su inicio.

Luz del Olmo recrea las emociones que provoca en el lector uno de los episodios más duros del libro: humo y fuego. 

Mª Ángeles Merino adopta la voz del niño y cuenta la historia desde dentro hasta el encuentro con el pastor: nos hace más cercana la emoción y el miedo.

Pancho comenta los primeros momentos del niño con el cabrero, no se olvida de algunas de las claves más misteriosas de la novela y lo ilustra todo de forma excelente.

Mimosa aporta una de las más llamativas labores de esta novela: la del vocabulario, trabajado en contra de las líneas simplificadoras de la narrativa española actual.

Si me he olvidado de alguien hacédmelo saber. Incorporo cada jueves las entradas que se hayan publicado hasta el miércoles anterior.

jueves, 3 de octubre de 2013

La nacionalización de una forma narrativa: Intemperie, de Jesús Carrasco. Y noticias de nuestras lecturas.


Intemperie, de Jesús Carrasco, se convirtió en un éxito de crítica y público nada más salir de la imprenta a principios del presente año. Los críticos la recibieron con tanto entusiasmo unánime que levantó entre los lectores la lógica expectativa, que aún no se ha extinguido. La novela, sin duda, lo merece y hay que felicitar la labor del editor, que supo valorar lo que tenía entre manos y difundirla entre los críticos adecuados de los suplementos culturales del país para que salieran casi al mismo tiempo y cinco minutos antes de que los lectores pudieran verla en las librerías del país. Intemperie no ha sido el caso de una novela que ha necesitado tiempo para ser valorada ni el boca a boca para ser vendida desde sus primeros días en las librerías. No sé si esto pesará a la larga sobre la valoración de esta novela puesto que en España, más aún en el cainismo de los círculos literarios, no se suele perdonar un éxito de este tipo, cuya rapidez se debe, inicialmente, a la excelente labor editorial y después a la propia obra -hablo de su cronología no de razones de calidad-. Es de desear que no se convierta en una losa sobre Carrasco puesto que un éxito así en una primera obra suele trabar muchas carreras.

Una de las cosas que más ha llamado mi atención sobre esta novela que nos ocupará los jueves del mes de octubre hace relación a su filiación. Muchos críticos han sacado a colación la posible influencia de Miguel Delibes (Las ratas o Los santos inocentes) o de Camilo José Cela (La familia de Pascual Duarte). Me parece curioso -bueno, no porque en España hasta los críticos leen demasiado deprisa y tienen poca memoria- la ausencia, al menos, de otro nombre: Ignacio Aldecoa. El autor se ha apresurado a negar estas influencias. Ha declarado que esta literatura le lleva a una España que no le interesa nada y busca más engancharse a la narrativa norteamericana: Raymond Carver, Richard Ford, John Updike, John Cheever o Cormac McCarthy. En la lista mencionada por el autor es muy significativo este último nombre: en Intemperie hay demasiados vestigios de su novela The Road. Carrasco niega la influencia en Intemperie de una tradición narrativa española que lleva directamente hasta ese campo desolado en el que trascurren los hechos de su obra. Tiene todo el derecho a hacerlo pero el lector tiene también todo el derecho a descubrir los hilos que a ella remiten. En efecto, en Intemperie también están Cela, Delibes y Aldecoa y muy bien aprovechados, con toda la legitimidad de un narrador con el pulso que ha demostrado Carrasco.

Ahora bien, instalarse como ha hecho voluntariamente en esta linea norteamericana nos lleva a un viejo concepto de la historiografía literaria: si es así, Carrasco ha llevado a cabo una nacionalización de un tipo de narración anglosajona. Es decir, ha escrito en español algo que lleva circulando un tiempo en otro idioma. Valorada así, ha conseguido un pleno acierto pero corre un serio riesgo. Se incorpora a una tendencia narrativa que ya comienza a saturar el gusto, como bien ha puesto en evidencia Antonio Muñoz Molina en un excelente y oportuno artículo publicado en Babelia que, sin hablar de Intemperie, a ella puede remitirse directamente. Se trata de un tipo de narrativa -que antes que en la narración tuvo su recorrido teatral puesto que el pulso latente es el de la tragedia griega actualizada en el siglo XX y también cinematográfico reconocido por el mismo autor- en el que todo está dominado por la dureza desnuda y simbólica -el tiempo, el espacio, las relaciones personales-. Un neonaturalismo al que se le han podado las hojas que sobran pero sin renunciar al impacto de la temática más dura en el lector. De hecho, se busca este impacto quizá por considerar al receptor tan saturado de violencia por su presencia constante en el arte contemporáneo que debe dejársela sola en la escena, sin posibilidad de evadirse de ella. En un paisaje apocalíptico alguien debe emprender una marcha que es, a la vez, un camino de purificación -como todos los caminos simbólicos-. Ya veremos alguna de las claves las próximas semanas.

Jesús Carrasco ha escrito una excelente novela, que merece el éxito que ha tenido y que ha sorprendido porque pertenece a una tendencia abandonada en la literatura española en los años cincuenta (con la excepción de Delibes y alguno de sus varios continuadores últimos que han novelado el abandono de los pueblos españoles) y llevada a su máximo rigor en la literatura anglosajona de la última década, sobre todo en lo que hace al extremo de desnudez y dureza. Una novela llena de deudas -alguna de las cuales ha negado- pero con una certera forma -no exenta de algún defecto- en la que ha contado una historia que interesa y que puede atrapar al lector desde un punto de vista simbólico, social o emotivo. Pero se trata de una novela cuyo trazado no puede seguir en una segunda novela.


Noticias de nuestras lecturas



En primer lugar, quiero recordar aquí nuestra lectura colectiva del Quijote, la primera que lancé en este blog y que nos unió durante tanto tiempo. Una experiencia pionera en la lectura de la novela cervantina utilizando los recursos de la web 2.0 que todavía sigue abierta para quien desee sumarse en este enlace. Cervantes nos seguirá reclamando. En el 2015 deberemos recordar nuestra experiencia por razones obvias. Por ahora, este año se conmemora el cuarto centenario de la publicación de las Novelas ejemplares, cuya Tasa se fecha el 12 de agosto de 1613, por lo que a estas alturas del año, iniciado ya el otoño, podemos imaginar a Cervantes ilusionado y nervioso en las primeras semanas de circulación de los ejemplares de unos textos que venían ocupándolo durante años de trabajo intenso y constante. El libro se tasó en 286 maravedís y así salió de la imprenta por obra y gracia de Juan de la Cuesta, con privilegio de Castilla y de los Reinos de la Corona de Aragón.

Al hilo de este recuerdo, os informo de que Mª Ángeles Merino recopila las entradas que escribió para aquella lectura en un mismo espacio: Leemos el Quijote.

En este camino también nos sale al paso una curiosa historia sobre el Quijote que nos trae Ele Bergón.

Y si queréis hallar una deliciosa y quijotesca entrada, os recomiendo que leáis esta parte de la crónica de su viaje a China escrita por Luis Antonio.

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Mª Ángeles Merino comienza su lectura de Intemperie documentándose ampliamente sobre las opiniones del autor e indagando con éxito en el espacio y el tiempo en el que suceden los hechos novelados. Y sobre la sed, un símbolo permanente en la narración.

Pancho comienza con un excelente análisis de todas las claves de abstracción y contextualización que nos permitan disfrutar de la lectura de esta novela. Un juego inteligentemente buscado por el autor. Y, como siempre en Pancho, un título esclarecedor del motor inicial del protagonista.

Luz del Olmo señala la búsqueda de la esencialidad en esta novela y su efecto.