viernes, 14 de febrero de 2025

Cerezas en febrero

 


Alguien ha llenado el barrio de mariposas. Mariposas de papel blanco y fino, recortadas. Están en las aceras, en los alcorques, en la hierba de los jardines, sobre los bancos de madera. Mariposas delicadas que desaparecerán en unos días. Sonriendo, he recogido algunas y las he cargado en mis manos, tan leves son que apenas parecía que cargara el aire que mueven sus alas. Recordándolas ahora, me parecen producto de un sueño o de una alucinación. Quizá cuando baje a la calle mañana ya hayan marchado hacia tierras más cálidas.

En la frutería que regenta el peruano, la frutería mejor ordenada y limpia que he visto jamás, he comprado cerezas. Sé que no son de aquí -hay que esperar a mayo-, pero ya están aquí aunque no deberían estar aquí, así que ya son de aquí, no de este país, de mi barrio. Son cerezas dulces y carnosas -a mí me gustan más con un punto de acidez, tirando a guindas-. He comprado medio quilo, para quitarme el ansión que me han provocado. Al ponerlas en un plato he sentido que en algún sitio del mundo ya es primavera avanzada y que pronto llegará el verano. Es el sabor que he recibido al comerme el primer puñado.

No he podido tomarme el café en el bar de la esquina. Ha cerrado. La puerta está cubierta de hojas de periódico y un cartel escrito a mano pide disculpas. No se despiden para siempre, pero yo sé que si vuelve a abrir será con otra gerencia. Me he sentido huérfano y no he podido dejar de pensar en quienes lo llevaban hasta ahora. Como a esas personas que han sido importantes en un momento de tu vida y se marchan en silencio, les he deseado suerte en la vida.

viernes, 7 de febrero de 2025

"Valladolid apaisado. Paisajes urbanos de antaño y hogaño". Tintas de Pascual Aranda y textos de Antonio Corral Castanedo y otros autores

 




La verdadera existencia de las ciudades se conecta con la memoria de quienes la habitan o la sueñan y con la manera en la que la comunican. Al pasear cualquier ciudad, la imaginamos. Esto sucede incluso al consultar las herramientas más modernas que nos permiten visitarlas y recorrerlas metro a metro desde su digitalización con un satélite o con una cámara situada en el techo de un automóvil. De hecho, si buscamos las imágenes pasadas levantadas por estas herramientas informáticas de última generación, encontramos personas que ya han fallecido o se han mudado a otra ciudad, comercios que cerraron, edificios que fueron derribados hace años o a nosotros mismos hace unos años. En cualquier momento en el que pisemos una calle o una plaza, están todos los momentos anteriores desde su fundación -incluso antes, desde el territorio previo sin urbanizar-, pero también los momentos futuros. Y con el tiempo, las personas que la habitaron o visitaron, que nacieron, vivieron, sufrieron, gozaron y murieron en ese espacio. Personas que en su mayoría no han dejado ni el rastro de su nombre.

Las ciudades son el testimonio de todos aquellos que la comunicaron o la soñaron. Soy aficionado a contemplar absorto los planos antiguos de las ciudades que significan algo para mí, las ilustraciones antiguas que se publicaron con vistas generales o particulares. También las fotografías antiguas y el testimonio de personas que fijaron su impresión sobre ellas en escritos diversos. Por supuesto, también los proyectos de crecimiento y mejora, incluso los que no llegaron a realizarse. Todo eso es una ciudad.

Algo de todo esto encontrará quien visite la exposición Valladolid apaisado. Paisajes urbanos de antaño y hogaño que se muestra en la sala de exposiciones de la Casa Revilla de Valladolid hasta el próximo 20 de abril. Con el punto de partida de homenajear la memoria de Antonio Corral Castanedo (1932-2005) con motivo de cumplirse el 20 aniversario de su fallecimiento, esta exposición, organizada por la Fundación Municipal de Cultura del Ayuntamiento de Valladolid y el programa Valladolid Letraherido, acoge un nutrido grupo de tintas del artista Pascual Aranda (Valladolid, 1949) acompañadas de una selección de textos del escritor, crítico de arte, columnista  y académico de la Real Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción, a las que se suman otros nombres (Francisco Javier Martín Abril, Pedro Ojeda, Narciso Alonso Cortés, Félix Antonio González, Francisco Pino, Jorge Guillén, Miguel Delibes, Damasio Frías, José Delfín Val, José María Luelmo, José Zorrilla, etc.). Todo ello recogido en un magnífico catálogo que cuenta con un prólogo de Paz Altés. Dado el número de tintas, la exposición tendrá, como segunda sede, la SALA NAC de la Casa de Zorrilla.

Pascual Aranda es un artista plástico de larga trayectoria, premios y éxitos, que ha tenido como tema recurrente la ciudad de Valladolid. Para esta exposición parte de los trabajos que realizó durante la pandemia de 2020, en los que utilizó un papel de calidad y tamaño apaisado, lo que da pie al título de la muestra. Se inspiró en sus apuntes en la ciudad, pero también en fotografías y planos antiguos. El resultado es una mirada a la ciudad más allá de la perspectiva y de la técnica, ambas muy personales y características de su estilo. A veces es la realidad la que se impone, pero en la mayor parte de las ocasiones responde a la mirada personal del pintor: la ciudad imaginada, querida o soñada. De las tintas nace una ciudad que es y no es la que podemos ver al pasearla: está el presente y el pasado desde ángulos posibles e imposibles. De la contemplación de los cuadros y su diálogo con los textos, el visitante recibe la imagen de la memoria de la ciudad: lo que fue y lo que es, lo que pudo ser y lo que pudo imaginarse. Sobre todo esto manda el artista, que nos trasmite su ciudad, su memoria de la ciudad, una memoria llena de nostalgia y melancolía, pero también la trasmisión de una ciudad amable, a la altura de los seres humanos que la han habitado y la habiten. Cuando se sale de la muestra, se es más consciente de que en cualquiera de las calles vistas está el tiempo y el espacio, pero sobre todo, la mirada de quienes trasmiten la memoria de la ciudad.

lunes, 3 de febrero de 2025

De la realidad y la IA

 


Hoy he mantenido un encuentro con un club de lectura de estudiantes de español que coordina un antiguo alumno mío para una universidad norteamericana. De su mano, es el segundo grupo que se aventura en el Quijote de Miguel de Cervantes y me gusta colaborar con su proyecto. Él fue un buen estudiante y ahora es un buen profesional. En el grupo había alumnos residentes en China, Europa, Estados Unidos... Comienzan ahora. Para invitarles a leer la obra les he hablado de todos los elementos que pueden atraparles, pero sobre todo de dos. En primer lugar, en el Quijote encontrarán la novela más completa técnicamente resuelta con "aparente" descuido y, para ello, les he pedido que presten atención a la destrucción violenta de la figura del narrador omnisciente que Cervantes lleva a su máxima expresión a partir de la lección del Lazarillo. Por unas u otras razones, en la novela no existe ningún narrador completamente fiable, absolutamente ninguno, lo que obliga al lector a participar en la construcción de la historia desde la primera frase del prólogo, en la que Cervantes lo apela. En segundo lugar, tanto en esa cuestión estructural del narrador como en muchos episodios argumentales, la comprensión de la realidad solo existe con el otro. Toda la novela, en el fondo, es eso: solo podemos afrontar la realidad desde la suma de perspectivas, ninguna predomina sobre la otra. Y en esas estamos en el mundo ahora mismo, volver a comprender que a la realidad solo se sale aceptando al otro y sus imperfecciones, tantas como las nuestras y que solo así podremos afrontarla, acompañados.

Luego me he entretenido jugando con uno de los programas de inteligencia artificial de moda. Con unas palabras y conceptos claves le he pedido que me construyera un poema. En cuestión de décimas de segundo me devolvió un poema al estilo de los que se escriben ahora. Cambié los conceptos y puse unos reivindicativos y antisistema y tardó lo mismo en devolverme otro. Asombrosamente perfectos ambos, tal y como los escribiría cualquier poeta de los tantos que abundan hoy. De hecho, ambos poemas -el sentimental y el reivindicativo- podría adjudicárselos a un puñado de poetas que conozco sin dificultad alguna y pasarían un filtro de lectura de sus seguidores sin problema alguno. Me ocurrió lo mismo cuando le sugerí construir un poema "arriesgado", como le dicen algunos, por ir contra el sistema y contra la gramática y salió más que aceptable. Luego le pedí, con los mismos conceptos, que me escribiera los poemas en endecasílabos. Los dos textos que me devolvió estaban llenos de carencias. Mientras que los primeros eran aceptables, estos segundos resultaban falsos y era fácil comprender las dificultades de la redacción, como los de un mal aprendiz. El primer "endecasílabo" tenía doce sílabas. Le pedí que lo corrigiera y consiguió un verso de once, facilón en la expresión, pero sin acento en sexta. Se lo dije. Me pidió perdón y lo volvió a intentar. El nuevo verso tampoco tenía acento en sexta y se lo volví a decir. Se volvió a disculpar y generó un nuevo intento en el que consiguió formalmente un endecasílabo, pero sin verdadera poesía dentro. Pasé al segundo "endecasílabo", en el que ocurría lo mismo y, en esta ocasión, tardó un intento más. El tercer endecasílabo se le atragantó y no llegó a conseguir ni siquiera la forma tras varios intentos -quizá porque se empeñaba en seguir la sintaxis de los dos anteriores-. Le dije que lo dejara por imposible y se disculpó amablemente por sus errores. Y así me quedé pensando, en cómo estos programas son capaces de producir textos a la moda, sea cual sea su temática, con perfección absoluta -y absolutamente convencionales y previsibles, como se escribe hoy-, pero encallan a la hora de llenar de verdadera poesía y creatividad un verso medido. Por ahora.

sábado, 1 de febrero de 2025

Porque todo es así y todo pasa

 


Estas tierras que fueron de tantos otros antes,
de nadie al fin, pero huellas de todos,
de mí mismo ahora, que voy de paso
de la nada a la nada, dejándome
en cada roce del viento que azota el valle,
dejándome al paso en el roce
en la espina del cardo seco
que orgulloso se yergue en la cuneta,
dejándome en el aliento lo que creía ser,
porque todo es así y todo pasa
y lo último sucede en la mirada
como si todo mar llegara al páramo
para hacer del olvido un territorio.

© Pedro Ojeda Escudero, Del desconsuelo, 2025.

viernes, 31 de enero de 2025

No termina de pasar el tren

 


Veo pasar un tren cargado de automóviles recién salidos de la fábrica. En sentido inverso, otro tren de mercancías. Hay un ritmo en el lento encuentro, tac tac. Una base musical sobre la que construir una vida. ¿La de quienes ocuparán esos automóviles dentro de unos días? Quizá solo la mía, mientras los observo pasar.

Una de las cosas más llamativas en los últimos tiempos es la pérdida de la urbanidad. En todos los ámbitos: en el trato personal, en la literatura, en la política. Una cosa debería ser no caer en la trampa social de los convencionalismos y otra la pérdida de la cortesía. No nos damos cuenta de que al soltar las furias ya no las dominamos y se nos pueden volver en contra. Me sorprende la ingenuidad de algunos que utilizaron la actitud bronca para hacerse un hueco y ahora se sorprendan de que se les responda de la misma manera, como si tuvieran el patrimonio de la falta de respeto. También de aquellos que pensaron que se comprendería su teatrillo, que era todo ficción. También me sorprenden mucho los que aplauden al que tiene como armas la bronca y el mal gesto, el acoso y la mentira. A la bicha no se la controla. Si uno grita otro grita más.

En el arte, el grito siempre ha sido una herramienta: de compromiso, de desesperación, comercial. Usada en su medida es magnífica. Como ahora gritan todos, si todos gritan, nadie grita. Como ahora todos gritan, lo más revolucionario es bajar la voz. El grito ya no es un mensaje ni trasmite mensaje. En el ruido no hay nada.

No termina de pasar el tren, tac tac.

martes, 28 de enero de 2025

Lo bien hecho bien parece

 


La faena le duró un buen ratillo. Después, dio un paso atrás y sonrió. Había conseguido unir materiales tan diferentes para que aguantaran un tiempo más. Suficiente. Sacó la cajetilla de tabaco, dio un par de golpes en la mano izquierda para que asomaran un par de pitillos y se encendió uno. Mañana será otro día, se dijo. Así todo en su vida. Se encogió de hombros. Poco más se podía decir de las cosas nuevas. Miró sus manos, recogió en la caja el martillo y los clavos sobrantes. Siempre se necesitarán para otro apaño. A comer ya, es hora.

lunes, 27 de enero de 2025

La lluvia, conflicto constante

 


Marca la lluvia
el conflicto constante
en el cristal.

Circunstancias del calendario. Hoy, decenas de miles de palestinos desplazados por la guerra en Gaza, regresan a su casa tras el alto el fuego: a pie, la mayoría. Quieren comprobar si aún tiene paredes. Muchos de ellos solo quieren reencontrarse con los seres queridos, de los que hace meses que no saben nada. Muchos habrán muerto, todos tendrán cicatrices. En realidad, no quieren regresar a su casa, sino al hogar. En la televisión, imágenes de la conmemoración de la liberación del campo de concentración y exterminio nazi de Auschwitz hace ochenta años. Se recuperan las imágenes de aquel crimen contra la humanidad que algunos quieren negar, como si no hubiera existido. Pocas cosas peores que ver al otro desprovisto de su condición humana.

Herminia es la profunda borrasca que nos azota estos días. Hace honor a la etimología de su nombre. Llueve y la lluvia deja rítmicas notas líquidas sobre el cristal de la ventana mientras escribo.


domingo, 26 de enero de 2025

La Regenta, adaptación de Eduardo Galán dirigida por Helena Pimenta

 

La Regenta de "Clarín" se publicó en dos volúmenes en 1884 y 1885 y pronto levantó una gran polémica tanto por el carácter del autor, que se había ganado ya unos cuantos enemigos por su condición de crítico temible e ideología progresista, como por su temática, en la que exponía la hipocresía y mediocridad de la vida española del momento y se unía a la corriente narrativa que trataba el adulterio desde la condición insatisfecha de la mujer y sus consecuencias sociales (como se percibe, hago mención a La mujer insatisfecha. El adulterio en la novela realista, el ensayo clásico y luminoso de Biruté Ciplijauskaité que aborda las obras de Gustave Flaubert, Leon Tolstoi, "Clarín", Theodor Fontane, Benito Pérez Galdós, Fernán Caballero, Henry James y Henrik Ibsen). Pronto se la consideró una obra maestra de la literatura española que ha sido leída e interpretada con mejor o peor fortuna puesto que no siempre la novela sostiene lo que alguno de sus intérpretes ha querido que diga. Esta condición de obra maestra, la extensión de la trama y la complejidad de los personajes, ha provocado que hayan escaseado las adaptaciones a otros códigos artísticos. Han sido afortunadas las adaptaciones al cine (inolvidable la de Gonzalo Suárez, 1974) y a la televisión (el gran éxito de Fernando Méndez-Leite, 1995). No tengo más noticias de adaptaciones teatrales que las de Marina Bollaín en colaboración con Vanessa Montfort (2012) y la de Jesús Torres (Vetusta tiene nombre de mujer, 2021), ambas muy libres y basadas en el personaje de Ana Ozores.

En febrero de 2024 se estrenó, en el Teatro Fernán Gómez de Madrid, la adaptación de Eduardo Galán (editada por Uvedeve, 2024), que aborda el argumento completo de la novela, dirigida por Helena Pimenta e interpretada por Ana Ruiz (Ana Ozores), Alex Gadea (Fermín de Pas), Jacobo Dicenta (Álvaro Mesía), Pepa Pedroche (Doña Paula), Francesc Galcerán (Don Cayetano/Frígilis), Alejandro Arestegui (Vegallana), Lucía Serrano (Visita/Petra), con la colaboración especial de Joaquín Notario (Víctor Quintanar). Ayer sábado vi la función en el Teatro Calderón de Valladolid. Y aquí la primera valoración de este montaje: la dirección y la excelente interpretación del elenco consigue salvar con nota una adaptación que, sin su intervención, hubiera naufragado en su propósito y desarrollo. 

Eduardo Galán es un reconocido dramaturgo con éxito en las obras de su autoría y en sus adaptaciones, pero desde hace un tiempo se ha empeñado en crear un estilo propio a la hora de abordar algunos textos clásicos que consiste en tener al público por un colectivo de personas incapaces de comprender la obra que ven si no se la explica él. Hace poco le ocurrió con La Celestina, en la que, explicando la obra de Fernando de Rojas, la traicionó completamente al convertir la tragicomedia realista en una historia de fantasmas que decían reiteradamente a los espectadores lo que estaba ocurriendo sobre la escena. Ahora le ha vuelto a ocurrir con La Regenta. Con el prurito de trasladar la voz del narrador (un perfecto ejemplo de narrador omnisciente del siglo XIX) a la escena, somete al espectador a su presencia a lo largo de la obra, encarnada por varios actores, en un cómodo y fácil recurso no bien medido ni insertado. A este recurso, añade otro con la misma intención: Ana Ozores nos cuenta en pasado su perspectiva de los acontecimientos, sin que se justifique bien la razón de hacerlo. Hay algo más: los dos recursos que explican la obra para quien no la comprenda no casan entre sí y van cada uno por su lado sin confrontar adecuadamente, provocando una sensación de ruido. Hubiera sido más interesante apostar por la visión desde dentro de Ana Ozores, si ese era uno de los objetivos de actualización de la obra -según ha declarado el adaptador-, profundizando en él en toda su complejidad y poniendo en evidencia de forma sutil su choque con la voz narradora, que en la novela no es especialmente amable con el personaje. Hay otros defectos en la adaptación, que no terminan de coser bien una trama tan extensa en un espectáculo de una hora y cuarenta minutos, pero también hay momentos en los que se está a la altura de lo propuesto por "Clarín", especialmente cuando se olvida de la novela y se apuesta decididamente por el teatro porque, en el fondo, de eso se trata en una adaptación de este tipo.

Por todo lo dicho, hay que valorar el trabajo de dirección de Helena Pimenta, que ha tratado sabiamente la adaptación, afinado las transiciones y conseguido dar variedad al espectáculo, corrigiendo el texto de partida en los muchos problemas que le planteaba (véase la escena del baile y sus transiciones). Más aún el excelente trabajo del elenco. Hay mucho oficio y calidad en la dirección y en la interpretación, unidad de conjunto en la propuesta y excelencia en los momentos en los que los personajes principales deben brillar en sus monólogos. Así ocurre con los de Ana Ruiz, Alex Gadea y Joaquín Notario, que saben sumar en la escena y aprovechar los monólogos que les ofrece el texto para alcanzar una gran altura. Mención aparte merecen dos actores cuyo brillo se debe a la manera en la que trabajan en beneficio del conjunto y de la obra. Cada vez que aparece en escena Jacobo Dicenta es una muestra de talento y profesionalidad: no solo ejecuta su papel de forma admirable en todo momento, sino que contribuye a realzar a todos los compañeros que están en escena junto a él. Guardo para el final la mención de Pepa Pedroche, que interpreta a la madre de Fermín de Pas con tanta verdad y tanta solidaridad con Alex Gadea, que solo por verla actuar merece la pena pagar la entrada de la función.

La escenografía cumple con la función minimalista y funcional. No así la iluminación, que abusa de los momentos oscuros y no siempre está afinada a la hora de potenciar la obra. El vestuario de Sastrería Cornejo, impecable y adecuado.

sábado, 25 de enero de 2025

Y a fin de cuentas

 


Y a fin de cuentas,
sales de casa
hoy, cualquier día,
si ya es pasado.
Todo horizonte
al que no llegas,
pero caminas.
A veces paras,
miras tus  manos,
la vida, sin consuelo.

© Pedro Ojeda Escudero, Del desconsuelo, 2025.

viernes, 24 de enero de 2025

La lluvia de estos días

 


Agradece el campo la lluvia de estos días, que termina de esponjar la tierra como abono. Por aquí ha caído como debe, con lentitud y constancia. ¿Estará ya la primavera en las tierras del sur? Por aquí, como dijo el poeta, la primavera tarda. Que no se me olvide preguntárselo a José Luis Rúa, allá en Ayamonte, para que me dé noticias de los almendros.

Anda la gente desatada, como si fuera tan importante lo que hace o lo que opina cada cual, sin la conciencia de que todo terminará en ese abono que hoy empapa la lluvia. Hay tanta pretensión de mármol y granito, que asusta. No hay páginas en el libro de historia que soporten tanta eternidad.

En el supermercado había poca gente esta tarde. Yo tenía poco en la lista de la compra: cada vez dejo más cosas para las pequeñas tiendas del barrio. Mañana compraré el pan lechuguino en la panadería y las naranjas donde el peruano. En el pasillo de las chucherías, una niña escogía lentamente con la ayuda del vigilante de seguridad, que le informaba de los precios y la posibilidad de combinar diferentes tipos. Estaba sola o, al menos, yo no vi a sus padres cerca. ¿A qué edad comencé yo a hacer los primeros recados con las monedas en el puño bien cerrado para no perderlas? Recuerdo que una tarde, los obreros que estaban arreglando algo por allí, al otro lado de la verja, me encargaron ir a por una botella de vino en el bar del barrio. Me pasaron por encima de la verja unas monedas y una botella vacía, para que la descontaran del precio. Hice el recado y me dieron las vueltas. Posiblemente fue mi primer sueldo. La niña terminó de escoger las chuches, que ha guardado en una bolsa de plástico trasparente para que se las cobrasen en la caja, dio las gracias al vigilante de seguridad y se perdió entre los pasillos, mientras yo elegía el detergente de lavadora. Hoy me he traído uno en pastillas que venía en una caja de cartón reciclado.

jueves, 23 de enero de 2025

Sillas

 


La cordura del mundo está en sede vacante.

La artista serbia Marina Abramovic, conocida por sus arriesgadas performances en las que indaga sobre la naturaleza del ser humano y la condición misma del arte, pasó 700 horas en 2010 sentada en el MoMa frente a otra silla que ocupaban durante unos minutos los extraños que quisieron participar en el acto. Entre las dos sillas, una mesa sencilla de madera. Fueron ocho diarias durante casi tres meses, mirándose con todo tipo de personas y con todo tipo de reacciones físicas y emocionales. En un momento dado, quien ocupó la silla frente a ella fue su antigua pareja, a la que no veía desde que decidieron separarse en 1988. Ella lloró, le tendió la mano y, durante un instante, permanecieron así. Después, él se levantó y se marchó. La silla fue ocupada por otra persona.

La vida es una sucesión de sillas vacías que, a veces, se ocupan.

(La imagen corresponde al momento inicial de la obra Zapatos color luna, sobre textos de Federico García Lorca, con dramaturgia de Elvira Abad. Producción de la Asociación de Amigos del Teatro de Valladolid.)