
Las redes sociales ha permitido establecer relaciones con gente que no solo no conocemos en persona sino que es posible que no conozcamos jamás. Sin embargo, de ellos sabemos tanto o más que de muchas de las personas que nos rodean día a día. No me refiero a los cientos o miles de contactos que uno pueda tener en cualquiera de estas redes sociales sino a un puñado de ellos. Como pasa fuera de Internet, solo con un pequeño porcentaje de personas estrechamos relaciones hasta que podamos considerarlas algo más que meros conocidos. Con todos los riesgos, que hoy no caben en esta entrada, las redes sociales nos permiten establecer lazos afectivos, colaborar en proyectos o estar al día de las circunstancias por las que atraviesan esas personas a las que solo conocemos a través de las herramientas digitales. Por otra parte, el mundo digital ahora nos permite una serie de contactos que superan el temido anonimato o el fraude: es fácil conocer datos de la persona con la que nos relacionamos a través de una sencilla búsqueda, una parte de su vida a través de las fotos o vídeos que cuelga en cualquiera de las plataformas, podemos escuchar su voz o verlo en su faceta laboral o en sus aficiones. Repito que hay que establecer las mismas cautelas que en nuestra vida cotidiana. Por el hecho de ponernos delante de una pantalla no debemos relajar las fronteras de nuestra privacidad, si es que alguna nos queda en esta sociedad actual.
La Acequia nació en el año 2006. Desde entonces he mantenido este blog, fundamentalmente, como un espacio de comunicación de mis opiniones en diversas materias pero también ha sido otras cosas: una herramienta docente, un método de investigación sobre lo que potencialmente puede ofrecernos este medio de comunicación, un lugar donde publicar mis textos creativos o mis fotografías, un espacio para leer en común, etc. Pronto se convirtió también en un lugar de encuentro con aquellos que me leían y con los autores de otros blogs. Siempre que he podido, he conocido personalmente a sus autores.
Desde el año 2006 hasta hoy han sido muchos los blogs que he visto desaparecer. Unos, simplemente, dejaron de actualizarse un día y quedaron como expresión de lo que alguien quiso decir durante un tiempo y que todavía puede consultarse y comentar. Otros se ocultaron o se eliminaron porque sus autores así lo quisieron. Cuando el recuerdo o el azar de una búsqueda me lleva a alguno de los blogs con los que tuve contacto en su día pero dejaron de actualizarse todavía puedo recordar los vínculos y complicidades establecidos con sus autores. De muchos echo de menos sus comentarios aquí, como no puede ser de otra manera, por lo que aportaban. Todos los que escribimos un blog o mantenemos un perfil en una red social podemos contar casos similares.
Algunos de esos blogs dejaron de actualizarse porque la muerte sorprendió a quienes los escribían y estos no pudieron cerrarlos y sus familiares no demandan que se cierren a veces porque ignoran esa práctica de su ser querido. Supongo que nunca tendré conocimiento de lo que ocurrió con otros, pero de un puñado de ellos sí porque amigos comunes me comunicaron el desafortunado desenlace.
Hoy hace un año murió Jan Puerta, como antes se nos fueron
Jesús, Manuel de la Rosa o
Manzacosas. Todos ellos aportaron mucho a los proyectos que lanzaba o apoyaba desde este
blog, aparte de sus comentarios más o menos habituales en mis entradas: Jan Puerta y Manuel Tuccitano eran colaboradores habituales en la lectura del
Quijote que comenzamos en el año 2008 y que dio origen a nuestro Club de lectura, el que nos une todos los jueves del curso. También colaboró alguna vez en esa lectura Jesús, que siempre manifestaba su gusto por la creación plástica. Manzacosas estuvo en la Burgosfera y, si mi memoria no me falla, fue el primer impacto que la muerte dejó en la red de relaciones de
La Acequia. No sé qué ocurrió con otros muchos que dejaron de publicar sus espacios, los cerraron y desaparecieron. Tampoco sé qué ocurrirá con
La Acequia: quizá un día deje de publicarla porque considere que ha cerrado su ciclo o quizá, simplemente, deje de actualizarse porque yo haya muerto. Jan Puerta -con el que mantuve una estrecha relación a través del correo electrónico, medio por el que pude informarme de su vida y de sus circunstancias- dejó una emotiva huella bajo la forma de una entrada programada que se publicaría si él ya no estaba,
puede verse en este enlace. Hoy es posible, gracias a los métodos informáticos, programar estas cosas: un saludo a los amigos cuando uno ya no está. Hace tiempo fue noticia una empresa que se dedicaba a esto, a guardar correos electrónicos que deberían enviarse a sus destinatarios tras el fallecimiento de su autor, con el riesgo de que el contenido de estos correos no sea necesariamente amable. Jan Puerta no era dado al rencor ni a culpabilizar a otros de su situación y su entrada, tan humana como era él y tan llena de su estilo en fotografía y texto, nos lo recuerda.
Igual que hago con los amigos a los que conocí personalmente y ya no están, brindo por los amigos muertos, por aquellos que durante la existencia de La Acequia se han acercado a ella y ya no están entre nosotros. Y les agradezco que hayan hecho crecer este espacio con sus opiniones, debates, colaboración en proyectos comunes, etc. Como se grababa en las lápidas de los cementerios, no os olvido.