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martes, 31 de mayo de 2011

El arte en provincias en la segunda mitad del siglo XX: El Grupo Simancas en Valladolid. Con una introducción sobre la política museística de estos tiempos de crisis.



Una de las consecuencias no buscadas de la crisis económica es que los grandes y lujosos contenedores museísticos, que se abrieron en casi todas las ciudades españolas en las épocas de bonanza sin escatimar en el dinero invertido, han tenido que rebajar sus pretensiones a la hora de plantear exposiciones temporales. Da pena visitarlos ahora: salas cerradas, exposiciones que se alargan más tiempo del conveniente porque no hay otra que las sustituya, muestras montadas de mala manera, reelaboraciones de la colección permanente para que puedan ser vendidas como novedad, escasas y poco interesantes actividades paralelas porque no se puede pagar a los artistas o conferenciantes lo que se les había acostumbrado a cobrar, inauguraciones sin resonancia alguna, pocos visitantes, etc. No vemos ya en ellas costosas muestras sino exposiciones más humildes. Con sopresa, el visitante asiduo de estas salas comprueba que este peldaño hacia abajo en cuanto a la fama y el presupuesto no tiene por qué implicar que se rebaje la calidad e interés de lo expuesto. Quizá habría que volver a plantearse si lo de antes era oportuno y si no eran verdaderas las voces que advertían sobre la hinchazón artificial del circuito artístico de primer orden.

Ahora, con frecuencia, las decenas de Museos de Arte Contemporáno españoles revisan artistas locales, productos culturales o épocas del pasado reciente que no tenían cabida en estos grandes espacios. Cabe preguntarse por qué. Sea por lo que sea, el visitante más joven o menos informado descubre que en su misma ciudad o en su entorno se hacía arte con una calidad no inferior a propuestas que ha contemplado en otros lugares y que se hacía al mismo tiempo que en otros lugares. Sirve también como homenaje y reconocimiento a artistas que no siempre han tenido el que merecían quizá por la manía tan española de despreciar al que es del lugar. Si se hace con cuidado y mostrando cosas que tengan verdadero interés y calidad, bienvenida sea la crisis.

Este es el caso de la oportuna revisión de la producción artística del Grupo Simancas de Valladolid (aunque debería ampliarse, la nómina de artistas seleccionados en la exposición es: Félix Cuadrado Lomas -el que tuvo una mayor relevancia internacional de todos ellos-, Jorge Vidal, Domingo Criado, Gabino Gaona, Jacobo y Franciso Sabadell) organizada por la Fundación Villalar y el Museo Patio Herreriano de Valladolid. Este grupo de amigos con planteamientos estéticos heterogéneos coincidían en una línea fundamental: había que generar en las provincias españolas, a veces tan repetitivas y poco dadas a novedades, un arte que, entroncando con la vanguardia abordara los nuevos movimientos que se detectaban ya en toda Europa occidental. Este motor inicial de su obra en los años sesenta del pasado siglo situaba al grupo en los orígenes españoles de lo que luego se llamaría postmodernidad y coincidía con el que se promovía por igual en la literatura en toda España.

Más allá del estéril debate sobre la denominación más correcta del Grupo (conocido por unos Simancas por la localidad en la que residían varios de ellos; por otros Jacobo porque este artista y su sala de exposiciones fue la que sirvió de aglutinante y proyección exterior; por otros Jacobo-Relieve porque quieren completar -con acierto- la visión de unos artistas plásticos con otros que se dedicaron a la escritura o la edición reunidos en la libería Relieve) y de la visión excesivamente local/regional con la que está planteada con error, revisitar la producción de este grupo nos ayuda a comprender algunos aspectos de las décadas finales de la dictadura franquista, en especial la de los movimientos culturales que en provincias querían romper la visión cultural oficial del régimen proponiendo un arte más libre que, además, rompía con la estrechez de la estética social con la que se la había contestado en los años cincuenta. Por otra parte, ayuda a entender cómo se generaron en todas las capitales de provincia grupos locales que promovían a la vez una reforma en la cultura española y que, entre ellos, tejieron una red cultural que producía bajo la mirada tolerante pero severa del régimen y que permitía a muchos artistas darse a conocer sin salir de su provincia, con lo que se frenó un tanto la sangría cultural que producía la marcha, especialmente a Madrid, de muchos de los primeros nombres de aquellos tiempos.

Hay que lamentar, además de esa visión excesivamente local que resta valor a los autores expuestos, que la muestra no esté mejor explicada para aquellos que no quieran o no puedan seguir la visita guiada. El hecho de que estemos en crisis y los presupuestos sean menores no justifica que se monten exposiciones tan largas sin una didáctica que las haga más interesantes, por lo menos tanto como su valor artístico.