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martes, 7 de abril de 2020

La lágrima de Ulises disfrazado de mendigo y las manos dibujadas por Manuel Domínguez Guerra


El confinamiento me sirve para fijarme en los detalles del paisaje encuadrado por las ventanas de la casa. En la ladera de la sierra he descubierto edificios junto a caminos por donde he pasado decenas de veces, que ahora me resultan nuevos. No había prestado atención a las torres de algunos o a sus barandillas, a la inclinación de los tejados, a hermosos balcones, tampoco a los pequeños prados y huertos, al rebaño que se ve al pie de la carretera, la escalonada forma de trepar de algunos senderos. Dentro de unos días, cuando crezcan más las ramas y las hojas, se me ocultarán a la vista. En casa sucede lo mismo: detalles en la escayola, en el suelo hidráulico, el trabajo detenido y profesional de quienes se esforzaron en el trabajo bien hecho. Repaso algunos cuadros que conozco bien y se me habían escapado matices de verdes o la forma de solventar con eficacia un defecto del soporte. Vuelvo a recordar cuándo los compramos, cómo llegaron a casa, cosas que nos relacionan con los artistas que los hicieron.

Mayca y yo hemos leído juntos el arranque de la Odisea en traducción de Luis Segalá y Estadella:

Háblame, Musa, de aquel varón de multiforme ingenio que, después de destruir la sacra ciudad de Troya, anduvo peregrinando larguísimo tiempo, vio las poblaciones y conoció las costumbres de muchos hombres y padeció en su ánimo gran número de trabajos en su navegación por el ponto, en cuanto procuraba salvar su vida y la vuelta de sus compañeros a la patria. Mas ni aun así pudo librarlos, como deseaba, y todos perecieron por sus propias locuras. ¡Insensatos! Comiéronse las vacas del Sol, hijo de Hiperión; el cual no permitió que les llegara el día del regreso. ¡Oh diosa, hija de Zeus!: cuéntanos aunque no sea más que una parte de tales cosas.

Estoy a punto de dejarlo todo para embarcarme en esta singladura junto a este héroe que no quiso serlo, que se escondió y disfrazó para no acudir a la guerra y que después supo inventar mil argucias para no arriesgar su vida temerariamente tanto en la guerra como en la aventura del viaje de regreso a Ítaca. Se dice que de él fue la idea del caballo de madera y que supo cegar a Polifemo. Cada uno de los episodios de la Odisea es una lección de supervivencia por prevención y astucia. Incluso cuando no puede responder al saludo alegre de su viejo Argos, que lo ha esperado durante veinte años abandonado a su suerte en un estercolero. Ya conocemos el momento. Ulises está ya en Ítaca y acude disfrazado de mendigo a su antiguo palacio, para no ser reconocido por sus enemigos, que aspiran al trono, pero su disfraz no engaña a Argos, su viejo perro, que acude a recibirlo moviendo el rabo y muere inmediatamente después. Esa lágrima de  Ulises cuando no puede acariciar a su perro para no desvelar su identidad, cuántas cosas dice de él.

Siguen llegando noticias de que en España la pandemia se controla, que se evita el colapso de los hospitales. Curiosamente, cuando las cifras los desmienten, aumentan los gritos de los apocalípticos que quieren usar la pandemia con fines políticos. Ahora, un riesgo del que advierten las autoridades: cuando todo esté en vías de solución muchos tendrán la tentación de descuidar lo que nos ha llevado a un éxito tan rápido. Sin embargo, las noticias no son igual de buenas en otros países, en los que la epidemia ha entrado unos días después que aquí. En algunos, intentaron hacer una política como la que muchos quieren en España y están pagando las consecuencias sus poblaciones. Ojalá de todo esto salga un consenso por el cual hagamos caso de una vez a los científicos. Sobre esto, oigo un audio con la voz del añorado naturalista Félix Rodríguez de la Fuente, grabado hace más de cuarenta años. Si lo que ha ocurrido sirviera para que tomáramos las medidas adecuadas de cara al futuro...

Me detengo en un grabado del gran artista sevillano Manuel Domínguez Guerra que está en este salón desde hace tres años y lo veo como si lo contemplara por primera vez. Qué sutileza la de las líneas curvas para llegar antes que la recta al tema central. Lo sé bien. Hemos hablado hace poco con él, que está con Jesús en su casa de Alcalá de Guadaíra. En Facebook publica sus últimos trabajos sobre manos en los que todo es prodigio, sabiduría y reflexión. No deja de asombrarme la capacidad del ser humano para la belleza y la bondad.

lunes, 1 de mayo de 2017

Manuel Domínguez Guerra. Obra gráfica



El viernes pasado se inauguró la exposición de la Obra gráfica de Manuel Domínguez Guerra en el Ábside de San Gil de la localidad de Béjar (Salamanca) comisariada por Mayca Martínez Peña. La muestra, que continuará hasta el próximo domingo día 7 de mayo, contiene fundamentalmente grabados y dibujos de este artista de Alcalá de Guadaíra (Sevilla) que llevaba más de una década sin exponer tras una trayectoria exitosa en premios y exposiciones.

Hace algo más de un año tuve la oportunidad de visitar, por vez primera, el estudio del artista y corroborar lo que había oído de él como pintor, escultor y también en las artes gráficas (grabado, ilustración, dibujo, arte digital). Es un artista con una gran versatilidad, creatividad y capacidad de experimentación dotado de un universo propio que plasma en algunas variaciones temáticas que le son muy personales: las figuras bíbilicas y religiosas -tratadas con respeto pero llevadas hacia un misterio no necesariamente católico-, el mundo de los mitos clásicos, el trabajo por la expresión de los sentimientos y las emociones -sus obras no son nada hieráticas-. Parte de técnicas mixtas y lleva las clásicas hacia nuevas expresiones. Así, por ejemplo, con la personal manera de plasmar el movimiento que nace de la vanguardia cubista pero superando la fragmentación y mirada plana que se daba en aquella para integrarla con naturalidad, también con las perspectivas que adopta para mirar, la torsión -a veces al límite de lo posible- a la que somete a los cuerpos.

Cuando entré aquella primera vez en su casa y estudio fui de asombro en asombro y algunas de las obras que pude contemplar -un crucificado que sobrecoge, una piedad, una dolorsa, etc., pero también su reinterpretación de los mitos antropológicos más antiguos de forma moderna- pertenecen, sin duda al grupo de las mejores obras de arte contemporáneo español y sería bueno que se prodigara más para que el público pudiera disfrutar su obra. Invito a pasearse por la página del autor en internet. De su contemplación, el espectador no sale indemne ni en la emoción ni en la forma de disfrutar del dominio de la técnica para llegar a un pulso muy personal en el arte.

La exposición de Béjar se compone de 36 piezas, casi todas grabados, pero también dibujos y esculturas.  Las dos piezas elegidas por el artista para los carteles hablan por sí solas. Los dos amantes -que pueden ser Adán y Eva o cualquier amante- con la función trasgresora del amor, la Dánae vista como ningún otro artista lo había hecho antes -no teme Domínguez Guerra medirse con los grandes del arte-. Cualquiera de las piezas mostradas es excepcional pero a mí me han cautivado grabados como La lágrima en la que el movimiento y la contención del dolor se condensa, el excepcional desnudo de la mujer leyendo, el soberbio grabado del payaso en la que la torsión del cuello y la textura llevan el tema al dramatismo, la intensidad del torero herido, la divertida Gioconda casi travestida con el fondo de Alcalá de Guadaíra, el rostro de la maternidad, el trazo vigoroso y rápido del Cristo que compone una sobrecogedora expresión de un ser que expira en ese justo momento o ese dibujo de niño tan excepcional en técnica e intención. Es díficil preferir una obra sobre otra.

Una oportuna recuperación para el público de uno de los mejores artistas españoles contemporáneos, sin duda. Invito a no perderse esta ocasión.