Si yo fuera Gregory Peck querría que me mataras para besarte. Porque solo entonces comprenderías cuánto me amas y solo entonces comprendería cuánto te amo. Esta vez acertaste, te diría, es inútil que siga mintiendo, se acabó todo. Quiero verte. Tengo que verte. Te quiero. Ven. Date prisa. Cuando llegues a mí sabré que el mundo, al fin, ha adquirido todo su verdadero sentido. Este tiempo pasado tendrá valor porque tus labios -¡qué certeros!- me habrán enseñado cómo seguir adelante bajo el sol que nos castiga. No es la urgencia de la muerte, sino la urgencia del beso, mucho más fuerte. He aprendido en tu piel y en tus ojos que puedo regresar ya porque he trazado las rutas que debo transitar mañana.