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martes, 25 de junio de 2013

Cuando todo el Caribe ardía



Sé que no importa, pero a algunos nos merece la pena haber llegado a ese momento justo en el que se rompen amarras, en el que todo se juega a una carta y debemos reconocer que hemos perdido para siempre. No sé si todos lo hemos sentido, hace demasiado tiempo que yo ya no sé nada, pero conozco a muchos que se han detenido al borde mismo de ese abismo que se concentra en la boca del estómago, por miedo o por prudencia, cuando todo indica que ya nada tiene remedio y que por mucho que se haga la vida entera nos ha girado para siempre. Si nos salvamos, quizá nos pasemos el resto de la vida intentando olvidar ese tiempo en el que ni siquiera pudimos contar las horas, que nos atropellaban, pero sentir ese desgarro merece todo el tiempo que nos reste porque al menos habremos vivido con la intensidad necesaria para conocer cómo uno puede destruirse por dentro sin querer evitarlo. Como el marinero de La dama de Shangai, sabremos que hemos estado allí cuando todo el Caribe ardía.

viernes, 24 de mayo de 2013

Yo también te odio



Hay besos como este que nacen del odio y que te llevan al abismo. Es una sensación extraña, que te agarra justo en la boca del estómago o en la nuca y que dura desde la primera mirada hasta la eternidad del beso. Desearías morir allí mismo porque solo así se llega al momento justo en el que todo renace o todo desaparece. Solo algunos elegidos han cruzado ese umbral que nunca se olvida: quedan marcados para siempre por los labios deseados, con la marca diáfana del fracaso o del éxito. Jamás de la indiferencia. Al menos en esos segundos intensos.

miércoles, 9 de mayo de 2012

Juego de espejos


Hoy todo el día ha sido un juego de espejos. Todo comenzó en clase con Patsy Kensit y Rita Hayworth. De Beltenebros de Muñoz Molina a Pilar Miró para terminar en Charles Vidor. No es mal camino. Hay días que se presentan así y te arrastran y te quedas prendado definitivamente de una canción y de una secuencia en la que una mujer te arrebata el ánimo para siempre y ya no eres libre y juegas las vidas que te quedan sin saber bien cuál será la última bala que rompa el espejo definitivo.Y qué importa si en el juego apuestas todo y no va más. Cuando he regresado tenía la sensación de no saber qué imagen abría la puerta de casa y en qué local había olvidado la vida.