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miércoles, 8 de octubre de 2008

El fin de mi camino será donde yo me pare. Espronceda en Cuéllar.


Hoy he participado en las actividades programadas por el Ayuntamiento de Cuéllar con motivo del bicentenario del nacimiento de José de Espronceda. Mi charla, dirigida a alumnos de Bachillerato, no ha podido darse en mejor lugar: el Instituto Duque de Alburquerque, ubicado en el Castillo de Cuéllar, lugar en el que Espronceda sitúa su novela histórica Sancho Saldaña o el castellano de Cuéllar, una de las mejores de este género en el romanticismo español. Como sabemos, Espronceda pasó allí una temporada, al ser desterrado de la Corte por motivos políticos. La titulé ¿Por qué leer a Espronceda hoy?

Pertenezco a una generación que despreció al romanticismo español y a sus autores. En especial, a los más populares. Y Espronceda fue uno de los más populares. Todos aprendíamos de memoria la Canción del pirata hasta no darnos cuenta de sus palabras. Hubo un tiempo en el que nos enseñaron a despreciar este poema o el Don Juan Tenorio de Zorrila. Debíamos huir de esta literatura si queríamos ser considerados buenos lectores. Y, como sabe todo director de escena, montar un Don Juan es enfrentarse con los propios demonios: conocemos sus defectos y sus ripios, pero no podemos dejar de ser arrastrados por su eficacia, por su brillantez y por su éxito asegurado.

De tanto despreciar la literatura popular, hemos conseguido que la gente no lea. Cuánto daño hemos hecho los profesores de literatura a la literatura al no darnos cuenta de que no todo el mundo tiene que leer sólo a los más importantes autores en el canon de la excelencia.

¿Por qué, entonces, leer a Espronceda hoy? Porque a nosotros nos lo explicaron mal. Eran más tópicos los argumentos académicos con los que se despreciaba al romanticismo español que los mismos románticos. Los investigadores llevamos años revisando todo aquello y aun nos queda labor por hacer.

Leer a Espronceda no significa que debamos escribir como él. Leer bien a Espronceda es encontrar las claves de un artista que supo, como ninguno, resaltar la raíz de un tiempo. En su obra se halla la esencia de una época en transformación convulsa: en política, en sociedad, en cultura. Una época que supo formular, como principio, la libertad del individuo: la radical proclama de individualidad. Sin embargo, una vez afirmado el individuo y su relación conflictiva con la sociedad -y con la historia y su tiempo presente-, éste volvía los ojos a su época y tomaba partido en un sentido u otro. Definieron, como pocos, que el concepto de compromiso sólo podía partir de esa radical afirmación de que el individuo era, por vez primera, dueño absoluto de su destino.

Espronceda supo resumirlo en una brillante frase que pronuncia el personaje tan atractivo de Usdróbal en Sancho Saldaña: El fin de mi camino será donde yo me pare.

Espronceda vivió en consonancia con este lema. En literatura su evolución le llevó desde sus primeros ensayos neoclásicos siguiendo a su maestro Lista -neoclásicos sólo en lo externo, como les pasó a muchos artistas españoles desde las décadas finales del siglo XVIII- hasta vislumbrar el cambio de estilo que se daba en toda Europa cuando redactó El Diablo Mundo, una obra tan poco leída hoy que su desconocimiento sólo habla de la desidia con la que tratamos nuestro pasado artístico, puesto que abrazamos como obras maestras muchas de inferior calidad sólo porque proceden de otras lenguas cuyos estudiosos han sabido explicarlas mejor.

¿Por qué estos jóvenes deben leer a Espronceda? Porque está muy próximo a ellos: la libertad, la afirmación individual, la experimentación en la vida y en el arte, la pasión sin límite.

Comenté pasajes de El Estudiante de Salamanca y la tan desconocida, por repetida, Canción del pirata. Un joven que no subscriba el emblema del protagonista, se ha hecho viejo antes de tiempo:

Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria, la mar.

Me he sentido muy bien entre estos jóvenes. Espero que haya sido mutuo. Agradezco a Carmen, Concejala de cultura de Cuéllar su trato atento. Entre el público se hallaban dos antiguos compañeros de estudios, Jesús y Loli. Entre ellos, me he vuelto a sentir joven.