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martes, 10 de septiembre de 2013

Antoni Gaudí



No hace falta redescubrir a Antoni Gaudí: nunca se ha ido, a pesar de que durante un tiempo no fue un modelo a imitar. La exposición que se muestra en la Sala Municipal de Exposiciones del Museo de la Pasión de Valladolid hasta el 27 de octubre recoge un centenar de piezas que amplían oportunamente la propuesta inicial ofrecida en Zaragoza hace unos meses y sirve de paso intermedio para su viaje a otras localidades y al extranjero. La idea original parte de la Cátedra Gaudí de la Universidad Politécnica de Cataluña -de la que proceden la mayoría de las piezas- y no cae en la concesión fácil al visitante. Esto es lo mejor y lo peor de la exposición: aquellos que no conozcan la obra Gaudí tendrán dificultades para comprender su importancia, a los expertos les interesará pero a ambos sectores les parecerá insuficiente. A los primeros porque les faltará explicación, a los segundos porque les faltará profundidad. A pesar de que los cinco apartados en los que se estructura la exposición cumplen el recorrido esencial de Gaudí (Introducción y notas biográficas; Estudiante de arquitectura; El templo de la Sagrada Familia; Gaudí y Eusebi Güell, Las residencias urbanas), no debe esperar el visitante una explicación didáctica que le inicie. La exposición es, sin duda, muy interesante: planos, maquetas, muestras de materiales, muebles, etc.. Todo es esencial pero le falta una conexión argumental para el gran público. Eso sí, el iniciado disfrutará con lo expuesto.

No soy un entusiasta de Gaudí y siempre me ha llamado la atención el mito que se ha construido en torno a su personalidad. Reconozco que a mí me gusta más la arquitectura funcional, pero negar la importancia de Gaudí sería una estupidez a estas alturas. Fue uno de los primeros en darse cuenta de la necesidad de cuidar la totalidad de una obra: desde los elementos claves de la arquitectura hasta los decorativos, pasando también por los diseños de interiores y de los muebles que en ellos debían ponerse. Siempre es oportuno acercar a Gaudí, que no solo se ha convertido en una referencia arquitectónica sino en un referente turístico. Esta exposición cumple con la labor de acercar la obra del arquitecto catalán al público, pero debería ser completada con contextos históricos y una explicación mejor de lo expuesto para que sea más fácilmente comprensible a la mayoría de los visitantes. Y no estaría de más completarla con algún audiovisual y herramientas digitales. Si casi un siglo después de la muerte de Gaudí aún no tenemos en circulación una exposición completa de su obra, es una carencia notable, pero tendremos que contentarnos con esta aproximación. Buena, pero insuficiente.