domingo, 7 de septiembre de 2025
Un mar de estrellas
sábado, 6 de septiembre de 2025
La ciudad en ferias
viernes, 5 de septiembre de 2025
Un buque fantasma en mitad de la niebla
miércoles, 3 de septiembre de 2025
Paisaje marino con sol de atardecida
Se nota ya el atardecer y la lentitud de la mañana. Queda un poco de verano, pero ya es otoño, quizá invierno. El mundo ensaya un simulacro de esperanza cada amanecer. Es bueno que muchos ignoren el trampantojo: más allá del como si la vida, está la vida misma.
martes, 2 de septiembre de 2025
El mundo se derrumba y nosotros nos enamoramos
Ilsa Lund mira por la ventana. Se escuchan unas frases en alemán, que ella traduce para Rick Blaine. El mundo se derrumba y nosotros nos enamoramos, concluye. Él solo acierta a decir que quizá no sea el mejor momento. Tiempo después, todos quieren ir al café de Rick, pero tampoco es buen tiempo para el amor. Qué más da, alguien tiene que sonreír de medio lado y buscar la salida de la niebla.
Alguien se preocupó en colocar los azulejos para adornar el pie de la pared, por colores, de dos en dos. Ahí están, quién sabe después de cuánto tiempo, aunque la pared se haya deslucido. Siempre hay un detalle de estos. Recuerdo las ventanas de las humildes casas molineras de mi barrio: en todas ellas había macetas de geranios. Ahora mismo, antes de cruzar el semáforo, una pareja de ancianos (él empuja la silla de ruedas): este hombre ha acariciado la mejilla de su mujer. En la terraza del café, un gorrión macho picotea al alcance mi mano las migas de pan. Hoy ha refrescado. El mundo se derrumba y nosotros nos enamoramos.
lunes, 1 de septiembre de 2025
De las afueras
domingo, 31 de agosto de 2025
La última canción
Así se cerraba agosto, con la banda tocando la última en Castro Marim. Hacía algo de fresco y te puse mi chaqueta sobre los hombros. ¿Nos vamos?, te dije. ¿Ya es septiembre?, me respondiste.
sábado, 30 de agosto de 2025
Leer en verano
Sé por qué eran más felices mis veranos de antes: porque era el tiempo de lectura. Lectura de los libros de la pequeña biblioteca de mis padres, que a mí me parecía inmensa; lectura de los tebeos y libros del puestecillo de la biblioteca pública de los Jardines de la Rubia, apenas una caseta; lectura de los libros que fui comprando con mi paga o que en casa fueron adquiriendo para los hijos y para mi madre, que siempre leía a escondidas. Recuerdo especialmente el verano en el que cumplí catorce años y mi voracidad lectora de ese año, que no se detuvo en los siguientes. Lecturas desordenadas de novelas, filosofía, historia y poesía, clásicos como El Quijote o de moda como Papillon junto El Jabato o Hazañas bélicas, todo lo que podía de la vieja Austral o las obras de Nietzsche publicadas en el libro de bolsillo de Alianza Editorial. Libros que me acompañaban gran parte de las horas de calor, en las que no había nadie en la calle, y que yo leía a la sombra del chopo plantado por mi padre o tirado en el suelo, en la frescura del portal de entrada de la casa. Quizá no tenga razón y era más feliz porque era un niño y todavía no tenía responsabilidades, pero el caso es que yo leía mucho y era feliz leyendo. No sé bien cuándo he dejado de leer así, con tanta voracidad. Extrañará que diga esto porque sigo leyendo mucho. Por razones de trabajo y de compromiso, por la gestión cultural que realizo, por estar al día. Leo, pero ya no leo como entonces: embarcándome en un mar inagotable que era mucho más amplio que la vida. Y ya no soy feliz. Miro ahora mi biblioteca, que desborda las posibilidades de mi casa y sé que es ahí donde podré hallar consuelo a tantas cosas.
viernes, 29 de agosto de 2025
Esas cosas que ahora ya no me pasan
A diferencia de la vida, la adelfa avisa de su toxicidad: es amarga.
Vivir es lo único importante mientras estás vivo, luego decae su interés.
como si nunca hubiera caminado
nadie.
viernes, 22 de agosto de 2025
jueves, 21 de agosto de 2025
Pétalos blancos y hormigas aladas
Había en el suelo una rama rota de almendro, desgajada del árbol. Recogí los almendrucos y me los eché al bolsillo, a pesar de que aún falta un poco para que la almendra esté madura. Ya lo he contado: fui besado por primera vez bajo un almendro en flor cuando yo apenas salía de la infancia. Voy pensando que es el único beso que he recibido sin que se esperara nada de mí a cambio (el más puro, el beso por el beso mismo). Nevaban flores de almendro y ella me miró primero, antes del beso. Se quedó parada un momento, contemplándome, antes de acercarse. Tardé en comprenderlo todo. El caso es que he recogido los almendrucos y ahora los sostengo sobre la palma de mi mano, verdes, irregulares, promesa de fruto. Los observo intrigado, sin decidirme a abrirlos para comprobar su sazón. Con miedo, incluso, por si, al abrirlos, hasta ese beso perdiera la pureza con la que lo recuerdo, contaminado por todos los otros que vinieron más tarde. ¿Y si alguno de estos frutos contuviera la esencia de aquella estampa, como esos recuerdos que se guardan con gran cuidado en una caja, envueltos en papel de seda? ¿Y si al abrirlos se esparcieran por el aire todos los pétalos blancos y las hormigas aladas?
domingo, 17 de agosto de 2025
Sostenido en sus manos
pero antes lo creamos
sábado, 16 de agosto de 2025
El monte incendiado
viernes, 1 de agosto de 2025
El engaño de agosto
jueves, 31 de julio de 2025
Solo un puñado de ellos
jueves, 24 de julio de 2025
martes, 22 de julio de 2025
Notas de julio
lunes, 21 de julio de 2025
Desarbolado
sábado, 5 de julio de 2025
viernes, 4 de julio de 2025
Venus
sin más, de que estoy vivo.