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jueves, 23 de enero de 2020

Nada se parece tanto a una derrota como una victoria. El relato de las hazañas del Cid según Arturo Pérez Reverte


Viene de (1) Un eslabón más en la cadena de la tradición y (2) La construcción de un héroe.

Como dije en la primera entrada dedicada a esta novela, la literatura histórica no se escribe para el pasado ni para reconstruir arqueológicamente algunos hechos o personajes, sino para el presente: para el lector del tiempo de la escritura y con la cosmovisión de su autor. Para no ser rechazada por el lector, debe jugar sabiamente con los hechos históricos que relata, la forma de pensar y vivir, los objetos cotidianos del tiempo de la acción, introducir algunos elementos de referencia (batallas, nombres, ciudades), unos cuantos que procedan de la memoria colectiva sobre el tiempo o el personaje del que se trate e incluso términos y palabras que puedan entenderse como antiguos. Esto último, la fabla literaria, ha dado lugar a veces a la extravagante mezcla de términos de diferentes épocas o al uso sin más de palabras que pueden apartar al lector medio obligado a tirar de diccionario más de lo deseable. El autor debe poner las dosis justas de historicidad y modernidad en su novela tanto en el tratamiento de la historia como en la mentalidad y en esas otras cosas en las que no deba cometerse un anacronismo que rompa el pacto con el lector en el que se basa la novela histórica, pero cuidar no alejar a este del interés por lo contado pecando de arqueologismo.

Arturo Pérez Reverte ha escrito su personal visión del personaje del Cid mezclando leyenda, historia y modernidad hasta completar una entretenida novela de aventuras en el mundo fronterizo medieval de la península ibérica. En su redacción no ha querido renunciar a introducir episodios de la leyenda cidiana, bien porque desde ahí haya construido su personaje bien porque haya decidido no romper con la imagen que tienen de Rodrigo la mayoría de los lectores. Quizá sea lo más discutible de este Cid de Pérez Reverte. Desde el siglo XXI, el héroe castellano no necesita los episodios legendarios para ser comprendido ni para resultar interesante, bastaría con los datos históricos conocidos, que son apasionantes. Por otra, parte, la fuerza de la leyenda a la que se acoge el autor no casa bien con los rasgos más modernos de la mentalidad de su personaje. De hecho, en la novela asistimos a la construcción de esa leyenda con las acciones del Cid a las que asistimos como lectores y este se encamina hacia su propio destino legendario al terminar la narración, no al iniciarla, y la construcción profunda del personaje se resiente un poco por esta decisión del autor.

Más allá de esto, la novela es eficaz en su género y de lectura amena para aquel lector que disfrute de los relatos bélicos, bien graduado el ritmo y mezclados los elementos que construyen esta modalidad de la novela histórica desde el siglo XIX incluso en los personajes secundarios que lo acompañan o en la mezcla entre momentos de combate violento y pausas más gozosas. Este relato de frontera es una historia de acción medieval bien contada, que no se para en demasiadas profundidades porque su interés es la trasformación del héroe entendido a la manera habitual de la obra de Pérez Reverte: un personaje envuelto en una situación complicada que resuelve con profesionalidad amparándose en la lealtad, la templanza y el respeto a una serie de valores no tanto morales como vitales. Curiosamente, el autor ha conseguido relatar al Cid a partir de las claves de su narrativa, tomando aquí un gran héroe de la tradición y no un personaje secundario y este es un logro estilístico: hacer que el Cid siga siendo el Cid pero sea también un personaje de Pérez Reverte, que se puede resumir en una frase que explica gran parte del mundo de este autor:

Nada se parecía tanto a una derrota, pensó Ruy Díaz, como una victoria.

Como tantos otros personajes de Pérez Reverte, el Cid se estaba jugando la vida a una carta y lo mismo podía salir bien que salir mal, pero esa era su vida.

Lo mismo ocurre con el estilo narrativo en el que se percibe el esfuerzo de documentación hasta en lo lingüístico -la fabla de la que hablaba antes, usada aquí sobre todo para introducir términos propios de la guerra en la frontera peninsular con abundancia de palabras de origen árabe-, pero no se abandonan en contraste el gusto por las onomatopeyas (quizá el rasgo de estilo menos convincente de las últimas novelas del autor).

Noticias de nuestras lecturas

Mª Ángeles Merino acudió a la presentación de Sidi en el Museo de la Evolución Humana de Burgos. No pudo entrar, pero pudo tomar nota de lo que allí escuchaba y de mucho más. No te pierdas la entrada.

Ahora leemos...



En enero hemos leído España invertebrada, el ensayo en el que José Ortega y Gasset analizó la problemática de la construcción moderna de España como país. El próximo año se celebrarán los cien años desde su publicación y la vigencia de gran parte de las cuestiones históricas, sociales y territoriales que plantea en su texto hacen recomendable volver a leerlo. Leerlo no significa estar obligatoriamente de acuerdo con Ortega. Él analiza la cuestión desde sus pensamiento y puede llegar el caso de que estemos más de acuerdo con su análisis del problema que con las soluciones que plantea. Tenemos unas semanas para abordar un ensayo clave para la cuestión española desde que el surgimiento de los nacionalismos a finales del siglo XIX pusieran en duda la forma en la que se había construido el país. No se puede negar la actualidad del tema, desde luego.

Las intervenciones del resto de los blogs participantes sobre esta lectura de Ortega se recogerán en la entrada de la próxima semana. Pido perdón por el retraso acumulado, pero el tiempo no me da más de sí.

Recojo en estas noticias las entradas que hayan publicado los blogs amigos. Entrada del Club de lectura cada jueves (salvo casos excepcionales) en este blog.

Para conocer la forma de seguir las lecturas de este club y la lista del presente curso, este enlace.

ADVERTENCIA: Las entradas de La Acequia tienen licencia Creative Commons 4.0 y están registradas como propiedad intelectual de Pedro Ojeda Escudero. Pueden ser usadas y reproducidas sin alterar, sin copias derivadas, citando la referencia y sin ánimo de lucro.

viernes, 10 de enero de 2020

La construcción de un héroe. Entre la historia y la leyenda: Sidi de Pérez Reverte



De entre las varias posibilidades de enfrentarse a la figura del Cid que puede tener un escritor de novela histórica hoy, Arturo Pérez Reverte opta por una mezcla entre lo legendario y lo histórico para generar una novela plagada de aventuras en la frontera. Estas son casi siempre -como corresponde al personaje y la época-, de escaramuzas guerreras y enfrentamientos militares, pero hay tiempo también para que aparezcan las sentimentales en la corte del rey musulmán de Zaragoza (episodio que responde al tópico literario de la literatura morisca y obedece a una necesidad de amenidad novelesca: curiosamente, es la única ruptura concreta que se permite Pérez Reverte con respecto a la leyenda cidiana).

El Cid de Pérez Reverte tiene en su constitución de partida algunos episodios legendarios como la jura de Santa Gadea y el engaño a los judíos. El autor no ha querido renunciar a ellos a pesar de que no solo no son históricos sino que están contra la historia. Nutren una interpretación del personaje y lo insertan en una visión del héroe castellano muy concreta, la misma que se encuentra en el Cantar de mio Cid, que se corresponde mejor con los tiempos en los que se escribe el cantar que con aquellos en los que vivió Rodrigo Díaz. Consciente o inconscientemente, este Cid de Pérez Reverte parte de una lectura ideológica del personaje que se realizó en el siglo XII con la finalidad de fomentar una cierta idea de España desde Castilla que culminaría a finales del siglo XV. No rompe Pérez Reverte en ningún momento con la tradición literaria del personaje que lo inserta en este sendero en el que se mezcla leyenda e historia, lo que resulta más fácil para la identificación del personaje por el lector mayoritario puesto que es la variante más frecuentada en esa tradición y la que nutre, por ejemplo, La leyenda del Cid de José Zorrilla, una de las fuentes literarias y sentimentales de la novela.

El lector de Sidi se encuentra con el personaje a la altura del año 1080: ya en el destierro y viviendo en la frontera, con su pequeño ejército al servicio de quien lo contratara porque aquella tropa tenía que ganarse el pan con su oficio. La información de lo acontecido con anterioridad y de la situación peninsular se irá dosificando a lo largo de la novela, bien como recuerdo de los personajes, bien facilitado por el narrador, siempre pegado al héroe castellano. La descripción de las escaramuzas, la vida en continuo movimiento de de los hombres del Cid, el compañerismo entre ellos y su lealtad a quien los capitanea ocupan la primera parte de la novela. La segunda contiene la narración del crecimiento del personaje desde que entra al servicio del rey de Zaragoza hasta su victoria en la batalla en la que apresa al conde de Barcelona. Al final de la novela, el Cid mira hacia Valencia.

Pérez Reverte construye un relato muy eficaz de la vida de un soldado en la frontera medieval de la Península en tiempos convulsos y peligrosos. Bien documentada en lo militar y en lo histórico, la narración trascurre sin obstáculos y gana el interés del lector de forma creciente. El ritmo narrativo se intensifica adecuadamente en el relato. No abruma la documentación, sino que contribuye a dar el tono histórico necesario. En mitad de todo ello, utiliza las claves comunes a gran parte de su obra literaria: la fraternidad de los compañeros de armas por encima de cualquier componente ideológico, el respeto y lealtad a los valores personales y a la palabra dada, un propio sentido del heroísmo, la oposición entre los hombres de acción y los gobernantes siempre favorable a los primeros, etc.

(Continúa en la próxima entrada.)

Noticias de nuestras lecturas

Paco Cuesta nos regala una entrada brillante. Lleva la novela desde lo personal hasta la forma de concebirla por el autor, pasando por su historicidad y su condición de obra literaria.

Mª Ángeles Merino da cuenta de la reunión tenida el pasado 17 de diciembre en el formato presencial del club para comentar la novela de Pérez Reverte. A ella remito para ver la complejidad de lecturas que suscitó la obra, aunque aún nos debe su propia entrada.

Ahora leemos...



En enero leemos España invertebrada, el ensayo en el que José Ortega y Gasset analizó la problemática de la construcción moderna de España como país. El próximo año se celebrarán los cien años desde su publicación y la vigencia de gran parte de las cuestiones históricas, sociales y territoriales que plantea en su texto hacen recomendable volver a leerlo. Leerlo no significa estar obligatoriamente de acuerdo con Ortega. Él analiza la cuestión desde sus pensamiento y puede llegar el caso de que estemos más de acuerdo con su análisis del problema que con las soluciones que plantea. Tenemos unas semanas para abordar un ensayo clave para la cuestión española desde que el surgimiento de los nacionalismos a finales del siglo XIX pusieran en duda la forma en la que se había construido el país. No se puede negar la actualidad del tema, desde luego.

La reunión presencial para debatir sobre esta obra de Ortega se ha convocado para el próximo martes día 21.

Recojo en estas noticias las entradas que hayan publicado los blogs amigos. Entrada del Club de lectura cada jueves (salvo casos excepcionales) en este blog.

Para conocer la forma de seguir las lecturas de este club y la lista del presente curso, este enlace.

ADVERTENCIA: Las entradas de La Acequia tienen licencia Creative Commons 4.0 y están registradas como propiedad intelectual de Pedro Ojeda Escudero. Pueden ser usadas y reproducidas sin alterar, sin copias derivadas, citando la referencia y sin ánimo de lucro.

viernes, 13 de diciembre de 2019

Sidi. Un relato de frontera, de Arturo Pérez Reverte. Un eslabón más en la cadena de la tradición


Valga una advertencia inicial, de esas que deberían ser tan de sentido común que no habría que expresar. Arturo Pérez Reverte escribe una novela que se suma a una tradición literaria que trata la figura histórica de Rodrigo Díaz, conocido como el Cid. Puede leerse sin conocer nada sobre el personaje histórico ni haber leído ningún tratamiento literario anterior; también con un conocimiento superficial sobre el Cid histórico y el literario, poco más que cuatro nociones que se creen saber o las lecturas escolares que se hacían antes -digo antes porque ahora la literatura de los clásicos es una especie en extinción en la escuela- y alguna información obtenida en un viaje a Burgos al toparse con la estatua dedicada al héroe castellano que se encuentra frente al Teatro Principal. Se puede leer Sidi y disfrutarlo sin saber nada más, pero solo conociendo el lugar que ocupa en esa tradición y las decisiones tomadas por el autor para caracterizar al personaje y trazar la línea argumental y temática de la novela, estaremos en condiciones de comprenderla mejor. Si, además, se conocen algunas de las cuestiones más significativas que los historiadores han fijado sobre la figura histórica que está detrás del Cid en los últimos años, mejor (aunque, bien es cierto, el lector medio no tiene por qué). Una novela histórica hay que tratarla como una obra literaria siempre, pero cuanto más conozcamos sobre las opciones que tenía el escritor mejor la comprenderemos. Como este no es un espacio para un trabajo académico sesudo, damos unas puntadas.

Es tan larga esta tradición y tan arraigada en la literatura española, que el Cantar de Mio Cid es el hito inicial, puesto que es el primer texto de entidad conservado casi completo (es conocido que le faltan algunas páginas cuyo contenido se ha podido reconstruir por su prosificación en otro texto). El Cantar nos sigue suscitando hoy casi las mismas preguntas que cuando comenzó a estudiarse -algunas se han solucionado ya con la investigación-: la fecha de su composición y la autoría, principalmente. Se han resuelto las cuestiones básicas: nos ha llegado en un manuscrito del siglo XIV que copia un texto del siglo XIII que fija una versión del texto que podemos datar en el siglo XII. Por mucho que se le haya dado vueltas a la cosa, la unidad de estilo y propósito es sólida, así que tanto si existía un primer texto parcial como si se partiera de varios, el autor final supo dar unidad fuerte al conjunto, si es que no lo escribió completo basándose en las crónicas y leyendas sobre el personaje, que existieron con toda seguridad tanto en el campo cristiano como en el musulmán.

Sobre las razones de su escritura hay varias hipótesis. Descartada ya la raíz popular que creía ver el romanticismo y sus secuelas, incluida la de la filología nacionalista (el pueblo no compone, lo hacen individuos concretos), el texto es obra de quien conocía bien el género y sus estrategias para llegar al público, un experto absoluto de la escritura de su época. El autor debió pertenecer al ámbito cortesano o estar muy próximo a él, con independencia de su origen o su condición. Y el objetivo no era otro que el que expresa al final del texto: engrandecer el proyecto de España a partir de la sangre del Cid. Recordemos que España no existía en la época de don Rodrigo y que su construcción como un proyecto político que se consolidó a finales del siglo XV fue fruto de una interesante alianza entre pensadores y monarcas, especialmente en Castilla, aunque no exclusivamente.

En el Cantar se nos muestra a Rodrigo Díaz desde su máxima desgracia hasta su crecimiento como héroe castellano. Al autor no le importa sumar elementos que son legendarios y no históricos, inventados a partir de elementos similares que podemos encontrar en otros textos medievales por toda Europa: el engaño a los judíos, toda la historia relacionada con los infantes de Carrión, las bodas y la afrenta de las hijas del héroe, etc. La suma de todos estos elementos procura la variedad para disfrute del público que escucha el Cantar, la confirmación de unos ideales y una forma de entender el mundo y una estructura moral en la que el bien triunfa frente al mal, la valentía frente a la cobardía, la rectitud y la justicia frente a la injusticia. El propósito es la demostración de la condición de castellano ejemplar  del Cid, quien, además, podrá casar a sus hijas tan bien en las segundas bodas que sus descendientes llegarán a ser reyes en el momento en el que se escribe el Cantar: esta sangre del Cid, según el autor, da honra a los monarcas de los reinos de España. Y esta es la clave de este texto y de la mayor parte de la leyenda cidiana. El Cid se convierte en el nudo de unión del proyecto de la construcción de un único reino cristiano en la España medieval que pueda aspirar, jerárquicamente, a ser el primero entre los reinos cristianos occidentales. 

El objetivo propagandístico del texto es evidente tanto para su consumo interno dentro del reino castellano como externo en todo el ámbito hispánico. Esto explica también los recelos que ha provocado su figura en aquellos lugares que han hecho la lectura ideológica de la leyenda y no se han reducido a las otras capas del personaje literario: la lealtad, la ejemplaridad como esposo y padre, el buen compañero de armas, el buen militar y gobernante, el hombre hecho a sí mismo con la fuerza de sus hechos, la condición de buen cristiano, el sentido de la aventura, la identificación de un pueblo con su héroe, las difíciles relaciones con un rey que peca de soberbia en un latente enfrentamiento entre León y Castilla, etc.

La posterior construcción literaria del personaje dependerá de la actitud que tomemos ante cada uno de los rasgos que lo constituyen. Así podemos encontrarlo en su forma tradicional, como héroe romántico que lucha por la libertad de su pueblo o como un misógino o sanguinario, como un mercenario (término que hay que cuidar aplicándolo aquí para no cometer un error histórico) o como un leal súbdito a su señor. La actualización de la leyenda ha traído muchas veces la consecuencia de sacar al personaje de su contexto de tiempo de frontera medieval anterior a la invención de la reconquista y así lo han llevado a su terreno desde un lado y desde otro. Si llamaron segundo Cid a Carlos V o a Franco, también lo hicieron con el héroe liberal romántico el Empecinado.

No caigamos ahora en la ingenuidad de pensar que una obra de arte de temática histórica pretende reconstruir el pasado sin más cuando lo que hace es leerlo desde el presente, con todo el derecho. Esa costumbre de leer novelas históricas para informarse del pasado ha traído funestas consecuencias y generado eruditos de salón. En la próxima entrada veremos cómo lo hace Pérez Reverte, que confiesa desde las páginas de su libro que el punto emocional de partida pudo ser el tratamiento del Cid que hiciera José Zorrilla en el siglo XIX, para tratarlo finalmente desde algunas de las claves más significativas de su pensamiento y estilo.


Noticias de nuestras lecturas

Paco Cuesta arranca la lectura de la novela de Pérez Reverte con las claves históricas que contextualizan el inicio de la vida de Rodrigo Díaz para concluir con la advertencia de que nos encontramos ante una obra literaria y como tal hay que leerla.

(Poco a poco recuperaré las aportaciones a las lecturas anteriores que los amigos seguidores del club de lectura han ido publicando en los meses pasados y a los que pido disculpas por mi ausencia desde febrero.)

Recojo en estas noticias las entradas que hayan publicado los blogs amigos. Entrada del Club de lectura cada jueves (salvo casos excepcionales) en este blog.


Para conocer la forma de seguir las lecturas de este club y la lista del presente curso, este enlace.

ADVERTENCIA: Las entradas de La Acequia tienen licencia Creative Commons 4.0 y están registradas como propiedad intelectual de Pedro Ojeda Escudero. Pueden ser usadas y reproducidas sin alterar, sin copias derivadas, citando la referencia y sin ánimo de lucro.