Qué fácil es revestirse de un traje cosido con conceptos vaciados como la cáscara de una nuez. Cualquier palabra, todos los sintagmas, han sido mil veces usados y significan más que sus definiciones meticulosas en un diccionario. ¡América, hispanidad, patria, madre patria, pueblos hermanos! Día de la raza se llamaba al 12 de octubre.
Todas las historias de todos los pueblos parten de la narración subjetiva de los desastres y de los éxitos que los han hecho ser en el presente. Igual que nos conquistaron, conquistamos. Igual que se justificaron, nos justificamos. Aquellos a quienes conquistamos, conquistaron.
¿Qué significa la Hispanidad en el siglo XXI? Nadie es propietario del marchamo de una lengua ni de una cultura. Y nadie debería fijar la definición de un concepto cultural según las ideas de un tiempo pasado o de sólo un sector de los afectados por él. O el pasado ejerce en nosotros una fuerza viva o sólo es materia de estudio. ¿Qué significa la Hispanidad en el siglo XXI? ¿Nos es útil aun?
Cuando se fijaron las raíces del concepto, España acababa de perder las últimas posesiones de ultramar en una absurda guerra contra la potencia de los nuevos tiempos, los EE.UU. Tan absurda que no convencía ni a los intelectuales a los que luego se les maldenominaría como Generación del 98. Las repúblicas americanas comenzaban a notar el peso de su poderoso vecino del Norte y muchos de sus pensadores y artistas volvieron la mirada hacia España y lo hispánico. Se modeló, con tópicos pero también con voluntad de esperanza y reconciliación un concepto que cantó, mejor que nadie, Rubén Darío en la (¡qué título más esclarecedor!) Salutación del optimista:
Ínclitas razas ubérrimas, sangre de Hispania fecunda,
espíritus fraternos, luminosas almas, ¡salve!
Porque llega el momento en que habrán de cantar nuevos himnos
lenguas de gloria. Un vasto rumor llena los ámbitos;
mágicas ondas de vida van renaciendo de pronto;
retrocede el olvido, retrocede engañada la muerte;
se anuncia un reino nuevo, feliz sibila sueña
y en la caja pandórica de que tantas desgracias surgieron
encontramos de súbito, talismática, pura, riente,
cual pudiera decirla en su verso Virgilio divino,
la divina reina de luz, ¡la celeste Esperanza!
Pálidas indolencias, desconfianzas fatales que a tumba
o a perpetuo presidio, condenasteis al noble entusiasmo,
ya veréis el salir del sol en un triunfo de liras,
mientras dos continentes, abonados de huesos gloriosos,
del Hércules antiguo la gran sombra soberbia evocando,
digan al orbe: la alta virtud resucita,
que a la hispana progenie hizo dueña de los siglos.
Se construía sobre el pasado, a partir de un sincretismo, una inspiración hacia el futuro que diera personalidad a los nuevos tiempos y un motivo de esperanza. Rubén Darío fue tejiendo con versos lo que era un pensamiento nuevo y abierto compartido por muchos a uno y otro lado del océano y lo definió contra el antónimo anglosajón en el poema en el que denunciaba la política norteamericana, tan ajena a lo que él amaba, en la oda A Roosevelt:
¡Es con voz de Biblia, o verso de Walt Whitman,
que habría que llegar hasta ti, Cazador!
¡Primitivo y moderno, sencillo y complicado,
con un algo de Washington y cuatro de Nemrod!
Eres los Estados Unidos,
eres el futuro invasor
de la América ingenua que tiene sangre indígena,
que aún reza a Jesucristo y aún habla en español.
Ambos poemas pertenecen a Cantos de vida y esperanza (1905), ¡de vida y esperanza! En los versos de Darío había mucho de pensamiento ingenuo e inadaptado a los nuevos tiempos, pero recogía un proyecto de Hispanidad que hemos malbaratado perdidos como estamos en tópicos, festejos vacíos y apropiaciones ideológicas y partidistas de lo que nos constituye a todos. De lo que podría darnos entidad en un mundo que es bueno que sea plural y globalizado pero para cuya fusión debe procederse con lo mejor de cada uno.
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