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viernes, 18 de diciembre de 2020

Noticias del pianoforte de la Casa Museo de Zorrilla

 

Podemos datar la fabricación del pianoforte de la Casa Museo de Zorrilla de Valladolid, sita en la casa en donde naciera el poeta en 1817 y que pasó a propiedad municipal en 1917, hacia 1840, en el prestigioso taller que la casa Hossenschrueders y sobrinos tenía en la calle de la Luna de Madrid. Para entonces José Zorrilla era un joven escritor que acababa de hacerse famoso en el entierro de Mariano José de Larra en 1937 y que contaba con un creciente éxito en sus poesías y sobre las tablas teatrales. Conocemos que el piano llegó a la Casa entre los primeros objetos donados para el futuro museo y que muy posiblemente procediera del legado de la viuda del poeta, Juan Pacheco. Si esto fuera así, desconocemos cómo y cuándo se hizo Zorrilla con él. A pesar de la vida viajera del escritor y de su precaria situación económica en muchos momentos, no es de extrañar que un instrumento tan suntuoso luciera en el salón de su casa en Barcelona o en Madrid, puesto que era un objeto que prestigiaba toda reunión social en la época. Sabemos, además, que Zorrilla se acompañaba de música cuando recitaba en público. Era reconocida su capacidad de proyectar la voz y declamar sus versos.

No consta tampoco el estado en el que llegó, pero desde que pasó a propiedad municipal hasta el presente, el piano fue deteriorándose, presentando un aparente buen estado exterior cuando se le observaba a media distancia, pero un lamentable estado interno que impedía que fuera usado. También se le habían hecho algunas reparaciones que lo dañaron.

Por suerte, el empeño tenaz de Paz Altés, actual responsable de la Casa Museo y el apoyo decidido de Carmelo Irigoyen, gerente de la Fundación Municipal de Cultura, y de Ana Redondo, concejala de Cultura del Ayuntamiento de Valladolid, han venido a poner remedio a la situación. En el pasado mes de enero, el pianoforte viajó hasta Murcia para que el experto en restauración, Víctor Javier Martínez López, comenzara su trabajo para devolver el antiguo esplendor a este instrumento.

El pianoforte llegó a su casa ayer jueves y hoy viernes ha sido presentado en sociedad. Esta mañana, en rueda de prensa y esta tarde en una conferencia de Víctor Martínez celebrada en la Casa Revilla de Valladolid, en la que el restaurador ha documentado y explicado su proceso de trabajo. Estoy muy de acuerdo con él en los dos principios que le han movido. En primer lugar, se trata de una restauración y no de un arreglo. En segundo lugar, como instrumento musical, su destino final debe ser la música, por lo que, con todos los cuidados que necesita por su antigüedad, se prepara ya una serie corta de conciertos al año, programando el primero para el próximo 21 de febrero, fecha en la que naciera Zorrilla.

Como nadie mejor que Víctor Martínez puede explicar el proceso, dejo en este enlace la grabación de su conferencia, didáctica, minuciosa y bien documentada.

Por mi parte, como asesor y colaborador de la Casa Museo de Zorrilla, solo me queda celebrar la oportunidad de la restauración y que el pianoforte cumpla su función en un espacio que tiene una política museística moderna, variada y abierta a la sociedad y que nos ayude a comprender mejor una de las grandes aficiones del siglo XIX, la música, que se disfrutaba en pequeños conciertos que se acompañaban de recitado y canto en los salones de las casas, favoreciendo encuentros culturales.

Mañana sábado 19, a las 12:00 h, se celebrará en el salón de la Casa de Zorrilla un Concierto de Bienvenida a cargo del pianista Daniel Rodríguez, en el que se ejecutarán piezas apropiadas para este instrumento de Albéniz, Chopin, Schubert, Beethoven, Field, Guelbenzu y Schumann. Dado que el aforo está ya completo, podrá seguirse a través de la emisión en directo en la página de Facebook de la Casa Museo Zorrilla.

(Actualización del 20/12/2020: la grabación del concierto puede consultarse pinchando en este enlace.)


De izquierda a derecha: Víctor Javier Martínez López (restaurador del pianoforte),
 Javier Calaveras (nuestro José Zorrilla) y Daniel Rodríguez (pianista).

jueves, 17 de diciembre de 2020

El pianoforte de José Zorrilla vuelve a casa


En el siglo XIX la música causó furor. No solo en los teatros, sino en todos los ámbitos de la vida de todas las clases sociales. En los bailes, en los templetes de los parques y plazas, en los cafés, en el trabajo, en las reuniones, en cualquier ámbito público o privado. Era costumbre que las reuniones sociales se amenizaran con unas piezas musicales y toda aquella persona de la burguesía acomodada que se preciara de ser alguien, tenía un instrumento en casa y alguien de la familia sabía tocarlo. Los más pudientes no pasaban si un piano, de un tipo o de otro, según la capacidad adquisitiva. Aunque significara una posición concreta, un piano era también el testimonio del amor por la música y construía a su alrededor una espacio de sociabilidad en el que ocurrían muchas cosas, desde negocios hasta la organización de actos culturales de gran relieve. Todavía está por estudiar el significado para la cultura española de aquellas reuniones.

El la Casa Museo de Zorrilla de Valladolid se encontraba el pianoforte que fuera propiedad del poeta, cedido por su viuda, una de las piezas más importantes de aquella donación. El estado del mismo era lamentable y hasta su colocación en el vestidor o antecámara era inapropiada. Un antiguo empeño de Paz Altés, directora de la Casa, consiguió impulsar su restauración el año pasado y el piano viajó en enero desde Valladolid hasta Murcia, lugar en el que el especialista encargado, Víctor Martínez, tiene su taller. La restauración ha sido laboriosa y ejemplar y hoy ha sido devuelto a la Casa Museo, ocupando un lugar de privilegio en el salón principal, como le corresponde. Ha de recordarse que la Casa Museo se sitúa en el edificio en el que nació José Zorrilla y vivió sus primeros años. Aunque la planta baja ha sufrido algunas modificaciones, la primera planta conserva la estructura original. No se trata de un palacio, sino de una casa que representa cómo era la vida de la clase media acomodada, como le pertenecía a la familia de Zorrilla cuando residieron en Valladolid.

Con ese motivo, mañana viernes se presentará en rueda de prensa y, por la tarde, Víctor Martínez explicará el proceso de restauración en una conferencia que se celebrará en la Casa Revilla. El sábado por la mañana tendrá lugar un recital a cargo del pianista Daniel Rodríguez, con los comentarios del propio Víctor Martínez. El aforo limitadísimo por las medidas sanitarias para combatir la pandemia ha provocado que las plazas se hayan cubierto en poquísimo tiempo, pero es proyecto del Museo que el próximo año comience una serie de actos en los que el piano sea el protagonista. Serán actos para un número muy limitado de espectadores, dada la capacidad del salón, y en los que la música tendrá el lugar de privilegio que le corresponde.

Para alguien como yo, que ha pasado media vida investigando la sociedad y la cultura del siglo XIX, esta noticia se convierte en una de las más importantes de este año. Escuchar sonar un instrumento que fue propiedad de José Zorrilla después de más de un siglo en el que ha permanecido mudo, es algo singular. También saber que su recuperación conduce donde debe, es decir, a la organización de actos para que todos los interesados puedan disfrutarlo, no como algo del pasado, sino como un elemento vivo en el presente, tal y como corresponde a una correcta política museística actual.


sábado, 7 de noviembre de 2020

XIII Semana de Estudios Románticos y otras novedades de Valladolid Letraherido

 


En el programa Valladolid Letraherido nos hemos propuesto resistir todo lo que podamos los embates de la pandemia causada por la COVID-19. Las medidas que se toman en todos los países para intentar reducir su alcance y, especialmente, evitar el colapso de las estructuras sanitarias, afectan a muchos negocios, que han tenido que cerrar las puertas o limitar su actividad. Muchas personas han perdido su empleo y sus pequeñas empresas, otras tienen grandes dificultades económicas. Uno de los sectores afectados de manera severa es el de la cultura y, por eso, en la medida en la que podamos, no vamos a cerrar nuestras actividades de promoción del mundo del libro. Seguimos programando presentaciones de novedades y otros actos, como los encuentros con autores y homenajes a figuras relevantes de nuestro entorno. En algunos casos hemos tenido que aplazar porque se ha impuesto un confinamiento perimetral que impedía que el autor del libro se trasladara a Valladolid o por algún problema de salud. Me siento en la obligación de actuar de esta manera cuando veo que ya no se hacen actos de este tipo casi en ninguna parte porque las medidas adoptadas por las autoridades o el temor los impiden. Soy de los que piensan que hay que vivir con responsabilidad, pero no con miedo. Por fortuna, en Valladolid Letraherido contamos con una infraestructura y un estricto protocolo sanitario que lo permite (desinfección de la sala, aforo limitado, higiene de manos, mascarilla obligatoria, entrada y salida del acto ordenadas, etc.) y, para compensar la limitación de aforo, como saben los que nos siguen de forma habitual, hemos comenzado a emitir en directo los actos a través del canal de Facebook de la Casa Zorrilla, lugar en donde se almacenan las grabaciones para la consulta posterior de los interesados. Nos ha sorprendido favorablemente la buena recepción de esta iniciativa, que no ha quitado presencia en la sala.


Como ejemplo de que no contemplamos dejar de organizar actividades, tenemos abierta en la Casa de Revilla, hasta el 29 de noviembre, la magnífica exposición en la que se muestran las xilografías que José Noriega ha realizado para la novela Las ratas de Miguel Delibes, uniendo en ese espacio el buen hacer de Noriega con el homenaje al novelista en el centenario de su nacimiento. En el programa de este mes, tendremos la presentación de novedades editoriales (Algunas historias no sirven para escribir canciones de amor, el libro de relatos de José Ignacio García, que tuvimos que aplazar en septiembre por lluvia; Stuka, la novela histórica de Carlos Fidalgo, Premio Letras del Mediterráneo 2020), un encuentro con el poeta Arcadio Pardo, Premio Castilla y León de las Letras, un homenaje a Ángel de María de Pablos, el ahijamiento del poeta Luis Marigómez, al que acompañarán sus padrinos Angélica Tanarro y Jorge Praga, etc.


También anuncio dos novedades que me emocionan singularmente. En primer lugar, organizamos la instalación poética audiovisual de Javier García Riobó, del 28 de noviembre al 9 de diciembre, que tendrá lugar en la Sala Narciso Alonso Cortés de la Casa de Zorrilla con un montaje especial e innovador. En alguno de los pases se contará con la voz en vivo de Eva Moreno. Y la segunda, la preparación del regreso del pianoforte que fue propiedad de José Zorrilla, donado por su viuda. Cumpliendo un viejo proyecto impulsado por Paz Altés, Víctor Javier Martínez López lo ha restaurado y regresa a la Casa de Zorrilla, para lo que se está organizando algo muy especial.


Por último, la semana que entra celebraremos la XIII Semana de Estudios Románticos, unas jornadas que se han consolidado ya en el calendario de estudios sobre nuestro siglo XIX.

La Casa de Zorrilla organiza una nueva edición de la Semana de Estudios Románticos, ciclo dedicado al movimiento literario del siglo XIX en el que se forjó la personalidad y la obra del escritor vallisoletano José Zorrilla. Se inscribe dentro del programa Valladolid Letraherido de la Concejalía de Cultura y Turismo, marco de referencia de la actividad literaria de la ciudad. 

En esta ocasión lleva por título genérico La prensa periódica en el siglo XIX. Es conocida la relación de José Zorrilla con la prensa periódica: perteneció a varias redacciones que contribuyeron a asegurarle una forma de vida y las relaciones personales adecuadas y gran parte de sus obras se publicaron en los periódicos en español más importantes del momento. Todo ello ayudó a la divulgación de sus escritos y a su gran popularidad. Por otra parte, el siglo XIX es el siglo del periodismo, que se convirtió en un instrumento fundamental para la modernización del país y para el debate estético, político y social. Todas las grandes cuestiones del siglo fueron debatidas en la prensa periódica, que sirvió de portavoz de los grandes sectores políticos y como herramienta eficaz de creación de la opinión pública. 

Todas las conferencias se celebrarán en la Sala Francisco Cossío de la Casa Revilla de Valladolid a las 19:30 h. La entrada es gratuita hasta completar el aforo.

  • Martes 10 de noviembre. Celso Almuiña (Catedrático emérito de Historia Contemporánea, Perodista y Presidente del Ateneo de Valladolid). La prensa en la difusión del Romanticismo.
  • Miércoles 11 de noviembre. Ana María Velasco Molpeceres (Universidad de Valladolid y periodista). Moda y prensa: realidades e ideales en la España del XIX.
  • Jueves 12 de noviembre. Francisco Cánovas Sánchez (Historiador, Universidad Complutense de Madrid). Tendencias culturales y artísticas en la crisis de fin de siglo. A causa del confinamiento perimetral de la comunidad de Castilla y León, se realizará por videoconferencia en directo.
  • Viernes 13 de noviembre. Carmen Yolanda Arencibia Santana (Catedrática emérita de la Universidad de Las Palmas de Gran Canarias). Galdós: El periodismo como taller y como instrumentoA causa del confinamiento perimetral de la comunidad de Castilla y León, se realizará por videoconferencia en directo.

Las normas decretadas para evitar la extensión de la pandemia debida a la COVID-19 impiden la celebración de uno de los actos rituales de esta Semana, la representación de las escenas del cementerio  del drama Don Juan Tenorio de José Zorrilla en los cipreses del jardín de la Casa. Hemos buscado otras ubicaciones cercanas en las que fuera más fácil permitir la distancia obligatoria entre los espectadores, pero nos ha sido imposible. Seguro que el próximo año todo volverá a la normalidad.

Todos los actos podrán seguirse en directo en la página de Facebook de la Casa de Zorrilla, en donde se almacenarán las grabaciones para su consulta posterior.

lunes, 2 de noviembre de 2020

Así conocí a Delibes

 


Posiblemente, Miguel Delibes haya sido el último de los grandes escritores españoles que ha generado un consenso amplio de admiración por parte de los lectores y respeto de la crítica literaria. Su posición en la historia de la literatura española es muy sólida y definitiva y un puñado de sus libros siguen vendiéndose con regularidad en las librerías.

Sin duda, su vigencia se ve favorecida por las versiones cinematográficas de sus novelas. Desde que se estrenara El camino (1963), la película dirigida por Ana Mariscal basada en el libro de igual título de Delibes, las adaptaciones de sus obras han sido frecuentes, aunque irregulares en calidad, pero en ese listado se halla Los santos inocentes (1984), dirigida por Mario Camus, de tan extraordinaria calidad, que fijará para siempre al cine el nombre del narrador, buen cinéfilo, por otra parte. No debe olvidarse tampoco Función de noche (1981) de Josefina Molina, que juega con la versión teatral de Cinco horas con Mario. Miguel Delibes ha gozado también de buena suerte en las adaptaciones teatrales de sus obras: la mencionada Cinco horas con Mario, estrenada el 26 de noviembre de 1979, se ha convertido en un clásico de la escena española, gracias sobre todo a Lola Herrera y la dirección de Josefina Molina, pero no conviene olvidar las adaptaciones de La hoja roja (1986), Las guerras de nuestros antepasados (1989) ni Señora de rojo sobre fondo gris (2018), tan extraordinariamente encarnada por José Sacristán.

La mejor prueba de que un autor sigue de actualidad es que los lectores se acercan a sus libros, como le ocurre a Miguel Delibes diez años después de su fallecimiento y veintidós desde la publicación de su última novela, El hereje, que ha ido creciendo en importancia en este tiempo. En su día, Miguel Delibes suscitó tanto interés en los lectores, que la colección completa de sus títulos se encontraba en miles de hogares españoles de toda condición económica e ideológica y alguno de sus personajes se instalaron en la memoria colectiva, como los protagonistas de El camino, Diario de un cazador, Las ratas, Cinco horas con Mario, El disputado voto del señor Cayo, Los santos inocentes o El hereje.

Durante el pasado confinamiento, Paz Altés, directora del Centro de Publicaciones del Ayuntamiento de Valladolid, tuvo la feliz idea de abrir las redes digitales municipales a una espontánea colaboración de quienes quisieran dejar constancia de cómo conocieron al escritor. La pandemia había dificultado el arranque de los actos que lo homenajeaban con motivo del centenario de su nacimiento y esta iniciativa llenó ese hueco con la complicidad de los lectores de Delibes. Desde el 14 de abril hasta el 30 de mayo, participaron con sus textos todo tipo de personas, desde los ciudadanos de a pie hasta reconocidos artistas, periodistas, biógrafos, etc. Aquellas anécdotas se han reunido en el volumen Así conocí a Delibes, publicado por el Ayuntamiento de Valladolid en edición no venal, pero que ha tenido una gran difusión. Son de diversos tipos, algunas muy breves y otras casi un microcuento, pero en todas está presente el respeto que sus conciudadanos tenían con aquel personaje reconocible con el que se cruzaron a lo largo de la vida. Hay textos que nos dan la imagen de la forma de ser del novelista como en la anécdota que abre el libro, en la que Ramón Abril cuenta el descenso en el ascensor del Hospital Clínico con el cadáver del pintor Eduardo García Benito, que acababa de fallecer, pero también son reseñables los testimonios de aquellos que aunque no lo conocieron jamás en persona lo tenían presente en su universo personal como lectores.

Este libro es un homenaje de quienes lo conocieron, de una manera o de otra, pero también el testimonio para próximas generaciones de la popularidad de un escritor que durante décadas fue una presencia constante en las bibliotecas personales de tantos españoles.

Por razones personales, no pude participar en su día en la iniciativa, a pesar de haber sido expresamente invitado a hacerlo. Vaya aquí mi testimonio.

Conocí a Miguel Delibes siendo un chaval. Yo debía andar por los diez u once años y acompañaba a mi padre, que repartía unos libros recién editados por José María Luelmo, empresario y poeta de Valladolid del que ya he hablado en este espacio y del que mi padre fue chófer durante décadas. Si no me falla la memoria, debía ser hacia la Navidad porque había una tradición entre los escritores de aquellos tiempos de imprimir pequeños libros, folletos y postales personalizadas, en edición de autor, para felicitar las fiestas y el Año Nuevo a sus amigos. Mi padre debía dejar el envío en portería, pero Miguel Delibes salía o entraba en aquel momento, no logro recordarlo y cuando oyó que era él el destinatario, reclamó el sobre, agradeció la entrega con pocas palabras y se marchó presuroso, no sé si hacia adentro o hacia afuera. Este es Delibes, el escritor, me dijo mi padre. Supongo que no prestó atención en aquel niño que era yo, pero a mí me pareció un hombre muy alto, delgado y hacia adentro. Desde entonces y hasta su fallecimiento, me crucé varias veces con él en sus paseos y en actos culturales y académicos de Valladolid. No crucé con él más que alguna fórmula de cortesía y unas frases sobre sus obras, y no se me ocurrió molestarle jamás interrumpiendo sus paseos decididos por el Campo Grande, como hacían algunos sin saber que Delibes se protegía de su popularidad y pesaba en oro aquellos paseos en los que disfrutaba de ver cambiar las estaciones en el famoso parque vallisoletano. Tenía derecho a hacerlo. Una de las últimas veces que lo vi, de lejos, caminaba por la calle Miguel Íscar, ya muy enfermo y acompañado por una de sus hijas. No era ya aquel hombre tan alto que imaginé de niño, pero yo ya era consciente de que estábamos despidiendo a uno de los grandes narradores españoles de su siglo.

sábado, 18 de abril de 2020

Las nubes pegadas a la sierra de Béjar, el pianoforte de Zorrilla y confinamiento literario


Sigo asombrado por lo diferentes que pueden ser unos días que nos parecen todos iguales. Desde hace ya algunos, hemos adquirido unas rutinas que repetimos en cada jornada. Supongo que la rutina nos salva de pensar que estamos confinados. Aunque nos levantemos un poco más tarde o un poco antes, las cosas que hacemos se repiten salvo cuando salimos a comprar, que es muy de tarde en tarde y siempre nos lleva un largo proceso de preparación y un posterior cuidado de limpieza y colocación de lo adquirido. Algún día nos aperezamos más y podemos convertir en un antiguo domingo un nuevo martes; en ocasiones, las llamadas a la familia interrumpen esa rutina cómoda que nos hemos marcado. Pero basta levantar la vista, mirar por la ventana y comprender que ningún día se repite: la luz, el cielo, las nubes, el avance imparable de la primavera hacia el verano.

Desde el primer día no he parado de trabajar en casa: corregir tareas de alumnos, programar las nuevas, cumplir con la odiosa burocracia administrativa en la que se ha convertido en buena parte la docencia, animar proyectos culturales o participar en otros. Alguno de ellos se cumplirán cuando salgamos del confinamiento y no sé cómo se verán afectados por las medidas de distanciamiento social (así lo llaman) que tendremos hasta que venga la vacuna. Me llega la noticia de que avanza a buen ritmo la restauración del pianoforte que perteneció a Zorrilla y que su viuda cedió para la futura Casa Museo del poeta en Valladolid, instalada en su casa natal. Este proyecto impulsado por Paz Altés desde la Casa ha encontrado en el buen hacer de Víctor Javier Martínez López un adecuado camino. En unos meses lo tendremos de regreso y escucharlo sonar y podremos imaginarnos cómo era una reunión en los últimos años de vida del poeta en su salón. Desde este encierro de ahora me imagino acogido entre las paredes de la Casa de Zorrilla.

Otros varios proyectos son para estos días, entre ellos un par de intervenciones en vídeo para dos actos en los que se homenajea a Miguel Delibes, del que se conmemora el centenario de su nacimiento, y que se emitirán los próximos días, y mi colaboración con la participación de los últimos finalistas del Premio de la Crítica de Castilla y León en el Confinamiento literario, una suma de interesantes textos entre los que se han publicado hasta ahora los de Yolanda Izard, José Luis Alonso de Santos, Alejandro Cuevas, Pablo Andrés Escapa, Mauricio Herrero, Adolfo García Ortega y Emilio Gancedo. En las próximas fechas se publicará el resto de intervenciones, incluida la mía. Pueden consultarse y descargarse gratis en la página del Instituto Castellano y Leonés de la Lengua.

Todos estos proyectos no serían posibles sin las poderosas armas digitales con las que contamos actualmente. Por estas herramientas digitales circula mucha cosa despreciable y otra que no tiene más importancia que la anécdota personal, pero también lo mejor de la literatura y de la ciencia. Por ellas se comparte hoy los conocimientos que nos salvarán de este virus. Es una notable diferencia con respecto a otras pandemias anteriores.

No creo que tarde en aparecer una literatura distópica, como se llama ahora, que se desarrolle en un mundo sin el contacto humano porque todo se haga a través de esta o una futura red de trasmisión de datos. Yo, en cambio, soy de los que no puedo imaginarme al ser humano sin sentir el viento fresco de una mañana en el rostro y el contacto suave de otra mano. ¿Que todo esto podrá simularse con herramientas tecnológicas presentes o futuras? Que no me lo cuenten, que me dejen pensar que es imposible, que podremos recuperar lo mejor que tenemos. Quizá sea la verdadera libertad futura. No quiero tardar en subir a donde están estas nubes pegadas a la sierra de Béjar.

viernes, 13 de julio de 2018

Valladolid Letraherido




Letraherido, aficionado a la letras o a la lectura, apasionado por la literatura. El Valladolid letraherido: una ciudad que quiere a apostar por la literatura, un programa marco que acogerá todo lo relacionado con las letras promovido y alentado desde la concejalía de cultura del ayuntamiento de Valladolid en diálogo constante con otras instituciones y las asociaciones y colectivos culturales locales pero con una mirada constante hacia el ámbito nacional. Programa abierto y participativo que sumará a las acciones culturales que ya se han consolidado otras nuevas, con un formato que intentará ser actual y en el que el respeto sea la línea fundamental, que unirá las diferentes tendencias y manifestaciones literarias, asociaciones y grupos, instituciones y personas.

Tendré el honor y la responsabilidad de dirigir, en colaboración con Paz Altés, este programa coordinado desde el Centro de Publicaciones y Programas de Promoción del libro ubicado en la Casa de Zorrilla de Valladolid, que se ha convertido ya en un referente nacional en la organización de actividades culturales.

Esta mañana, con la concejala de cultura, Ana Redondo, y Juan Manuel Sanz, gerente de la Fundación Municipal de Cultura, hemos presentado el programa ante la prensa y los agentes culturales de la ciudad que pudieron acompañarnos. Ha sido bien acogido. Los que lo hemos trabajado desde hace meses hemos puesto mucho cariño y esfuerzo en el proyecto. Comenzamos en septiembre, con muchas ganas de escuchar propuestas y sugerencias para ediciones posteriores.


viernes, 26 de enero de 2018

Parada poética y ofrenda floral en homenaje a José Zorrilla


El pasado 23 de enero se cumplieron 125 años del fallecimiento del poeta José Zorrilla en Madrid. Por mucho que a algunos les pesara y les pese incluso hoy, Zorrilla era el poeta más famoso de la literatura española y ha conservado ese recuerdo en el imaginario colectivo gracias. Y esta condición se demostró en los actos de aquellos días, los que siguieron a su muerte, con la capilla ardiente en la sede de la Real Academia y su primer entierro. Nunca un escritor había alcanzado en España e Hispanoamérica semejante fama, tanto en círculos académicos como en el ámbito popular, en la prensa y en la trasmisión oral de sus obras, en poesía y teatro. De hecho, el  drama Don Juan Tenorio sigue presente como la obra más representada del teatro español. Quizá Lope de Vega es el único con el que podría compararse en este aspecto, con una diferencia: Zorrilla obtuvo esa fama con 19 años y no cesó -a veces contra su propia voluntad- hasta su fallecimiento, en una época en la que la prensa actuaba como difusor de las grandes personalidades del momento. El 21 de febrero hubiera cumplido 76 años. El 3 de mayo de 1896 se procedió a trasladar sus restos a Valladolid siguiendo los deseos expresos del escritor, que reposan definitivamente desde el 4 de abril de 1902 en el Panteón de Vallisoletanos ilustres, cuya construcción se proyectó para que fuera el primero que lo ocupara.

Desde el 21 de febrero del pasado año hasta el 21 de febrero de este 2018, se conmemora el bicentenario de su nacimiento y esta celebración coincide con esta fecha redonda de los 125 años del fallecimiento. Como saben los que leen habitualmente este espacio o siguen mi perfil en las redes sociales, estoy implicado en los actos del bicentenario bien como asesor académico del mismo en la Casa Zorrilla de Valladolid -que ha modelado una conmemoración ejemplar de la mano de Paz Altés y del que haré balance en los últimos días de febrero para que se comprenda la magnitud de lo conseguido en un país que se ha mostrado siempre cicatero en el homenaje a sus grandes personalidades- bien como conferenciante, autor de trabajos sobre el autor o también como organizador de algunos de ellos, singularmente a través del convenio firmado con el Círculo Mercantil e Industrial de Sevilla o el fin de semana que Béjar dedicó a Zorrilla.

Mañana sábado intervendré como tal y en representación delegada del Instituto de la Lengua de Castilla y León en la Parada poética y ofrenda floral en homenaje a José Zorrilla que conmemora el 125 aniversario de su fallecimiento. Se ha pretendido rescatar el sentido que tenían estos actos en tiempos del mismo Zorrilla porque el bicentenario ha conseguido actualizar al poeta, su biografía y su obra y ponerlas a disposición del público actual. El evento está organizado por el Ayuntamiento de Valladolid y en él se repartirá una reproducción facsimilar de extraordinaria calidad y oportunidad de los ejemplares monográficos que publicara la revista ilustrada el Blanco y negro el 4 de febrero de 1893 y el 16 de mayo de 1896 (con motivo del fallecimiento y del traslado de los restos a Valladolid, respectivamente). En esta publicación ha colaborado el decano de la prensa española, El Norte de Castilla.



domingo, 2 de julio de 2017

De París a Torquemada


El puente de Torquemada tiene un trazado sinuoso para salvar el río Pisuerga. Por allí debió entrar José Zorrilla en la localidad en febrero de 1846. Casi al final del puente, a su derecha, pudo contemplar un imponente molino de cinco piedras. De frente, la iglesia parroquial de Santa Eulalia, en donde reposaron varios meses los restos mortales de Felipe I de Castilla, el Hermoso, en una de las etapas de aquella extraña peregrinación que lo condujo por tierras de Castilla para cumplir su petición de ser enterrado en Granada. Cuenta la leyenda que la reina Juana ordenó que ninguna mujer entrara en la iglesia porque quería a su esposo para ella sola. Algunos dicen que no fue allí donde esta muestra de enajenación de la reina sucediera sino en el convento de las Bernardas de Santa María del Escobar, en el cercano pago del Monjío, y que diera la orden para alejar a Felipe de las monjas, pero ese día no estaba Zorrilla para esas disquisiciones históricas. La estancia de la reina fue más larga de lo previsto porque allí le sobrevino el parto de su última hija, Catalina, que llegara a ser reina de Portugal. Pero también hubo de acortarse porque se declaro una epidemia de peste en la población.

Zorrilla iba a cumplir 29 años y llegaba desde París. Ya era uno de los escritores españoles de mayor fama de España, en pleno triunfo desde que se diera a conocer ante la tumba de Larra en 1837. En 1844 había estrenado su Don Juan Tenorio, el drama que, pasando algún tiempo, le otorgara una definitiva plaza en la literatura universal, se habían publicado varios volúmenes con su poesía y sus obras se representaban con éxito en los teatros de toda España. En París estaba en tratos con la editorial más importante de Europa, Baudry, se relacionaba con los grandes escritores franceses de aquellos tiempos y, sobre todo, disfrutaba de su condición de escritor, lo que había querido ser desde siempre, sobre todo desde que un día del inicio de verano de 1836 huyera de esa misma villa en la que ahora entraba. Había sido expulsado de la Universidad de Valladolid y temía con razón la reacción de su padre. Pudo más el miedo a enfrentarse a un padre rígido y severo, de ideas absolutistas, que había ejercido con mano dura el cargo de supertintendente de la policía en Madrid en los tiempos de la Década Ominosa de Fernando VII. Robó una yegua y no paró hasta Valladolid. Había decidido ser libre, ser escritor y hacer su propia vida rompiendo con la familia asumiendo todas las consecuencias. Tenía solo 19 años y todo el futuro por delante. En Valladolid vende la yegua robada y con el dinero se paga el pasaje a Madrid.

Diez años después regresa a Torquemada. Las relaciones con su familia no habían mejorado. Su padre no podía entender aún las razones para tirar sus estudios por la borda, que se dedicara a la literatura como profesión, que tuviera una vida desarreglada y que se hubiera casado con una viuda mayor que él. Nada de su hijo le gustaba ni admitía como compensación el rápido e innegable triunfo que había obtenido.

Zorrilla regresaba a Torquemada, en donde se encontraba la casa solariega de la familia, en la que había pasado largas estancias veraniegas de niño. En la iglesia de Santa Cruz de esta localidad palentina había situado el cuento en prosa La mujer negra o una antigua capilla de templario, con el que inauguraba en 1835 sus colaboraciones en El Artista, la más importante revista del romanticismo español. El cuento es propio del romanticismo, lleno de misterios y truculencias y podría haberse localizado en cualquier lugar pero Zorrilla imagina la historia en los lugares que conoció de niño y que estaban vinculados a su propio conflicto familiar.

La madre de Zorrilla había enfermado unos meses antes -en septiembre hizo testamento- pero nadie le escribió para advertírselo. A París le llegó una carta de su padre que, en tres líneas le despachaba la noticia del fallecimiento de doña Nicomedes en Torquemada y le pedía que regresara sin pedírselo directamente, de una forma abrupta que ponía de manifiesto el difícil trato que había entre ambos. Zorrilla no lo dudó. Rompió los contratos, zanjó los negocios abiertos en París y marchó hacia Torquemada.

Es dífícil de comprender lo que podía pasar por su cabeza al cruzar el puente de Torquemada, camino de la casa familiar. A su padre le había avisado de su llegada a través de una carta fechada en Burgos el 8 de febrero. Se ponía a su disposición y le proponía pagar todas sus deudas y ayudarlo con sus problemas ante el gobierno liberal. Durante semanas soñó con retirarse a vivir en Torquemada, ampliar la casa, alejarse de la corte y de la vida que había llevado hasta ese momento. Zorrilla fue una persona emocionalmente dado a la inestabilidad, entregado a los afectos. Quizá en su propuesta viera la oportunidad de recuperar a su padre pero haciéndole ver que había triunfado por sus propios medios. Pero la convivencia debió ser difícil y aunque regresó en algunos momentos puntuales a Torquemada, su idea de refugiarse en la casa solariega no se llevó a efecto. Volvió de nuevo en octubre de 1849, cuando recibiera la noticia del fallecimiento de su padre, que tampoco lo llamó a su lado al sentirse enfermo. Su vida se rompía. Sus éxitos y fama no hacían más que crecer pero la inestabilidad emocional también. Sus padres habían muerto sin demandar su presencia, el matrimonio con Matilde estaba completamente roto. Zorrilla estuvo de nuevo en Torquemada desde octubre de 1840 hasta mayo de 1850 y allí se encontró con la enorme frustración de tener que vender la casa familiar por las deudas contraídas por el padre, de las que se hizo cargo. Desde ese momento, la vida de José Zorrilla fue una huida constante hacia adelante: marchó de España, estuvo en Francia, en México, en Cuba. Tardaría en regresar.

Torquemada fue un recuerdo constante para Zorrilla. Por una parte, los veranos de la infancia, los recuerdos de la casa solariega y la ilusión de una vida tranquila; por otra, el dolor asociado con el recuerdo de la ruptura familiar, de la muerte de sus padres. Aspectos de una biografía apasionante, moderna y que debe ser leída con mucha mayor atención de lo que ha sucedido hasta ahora, por lo general.

De todo eso y de algo más hablé ayer en el Salón de actos del Ayuntamiento de Torquemada, en los actos organizados por esta corporación para conmemorar el bicentenario del nacimiento de Zorrilla. Agradezco las atenciones prestadas por el alcalde, el teniente de alcalde y la concejala de cultura de Torquemada y por Paz Altes, que presentó el facsímil de Zorrilla: su vida y sus obras, el estudio de Narciso Alonso Cortés recientemente publicado por el Ayuntamiento de Valladolid. Fue un día muy agradable en una localidad castellana llena de interés para cualquier viajero que quiera pasar un tiempo entre su gente.



miércoles, 10 de mayo de 2017

Un acontecimiento editorial. Edición facsímil de Zorrilla: Su vida y sus obras, de Narciso Alonso Cortés


Pocas veces se tiene la fortuna de participar en un proyecto que, desde el principio, se sabe tocado por el don de la oportunidad. El Ayuntamiento de Valladolid publica edición facsímil de un clásico de la filología española, uno de esos textos que se han convertido en imprescindibles para el estudio de una época y un autor. Este es el caso de Zorrilla: Su vida y sus obrasde Narciso Alonso Cortés. El libro se publicó por vez primera en tres volúmenes que aparecieron desde 1916 hasta 1920 y, desde el principio, se convirtió en una obra de referencia usada y copiada por todos los estudiosos sobre la historia literaria española del siglo XIX y sobre Zorrilla. El trabajo de Alonso Cortés fue metódico en la recopilación de datos, ordenación de las referencias, establecimiento de la biografía definitiva sobre Zorrilla e interpretación de la aportación del romántico a la literatura española. Aunque investigaciones posteriores han modificado parcialmente algunas cuestiones o aportado otras referencias y hallazgos, lo sustancial del trabajo sigue siendo válido e imprescindible para cualquier estudio sobre este autor. Por otra parte, Alonso Cortés consiguió un texto que también apasiona al mero aficionado a las biografías de personalidades o la reconstrucción de una época. En sus páginas se levanta una época entera.

Alonso Cortés publicó una segunda edición de su obra, corregida y ampliada, en 1943. Entre los libros donados a su fallecimiento al Ayuntamiento de Valladolid se conservaba un ejemplar de esta segunda edición con anotaciones del estudioso que es el que se ha tomado ahora como base para esta edición facsímil. He tenido la fortuna de redactar el estudio introductorio que acompaña al texto. Y, para que este sea del todo manejable y útil para el lector general y el especialista, se publica con una herramienta fundamental de la que carecía, un magnífico índice de nombres elaborado por la profesora Irene Vallejo González.

Por otra parte, la edición está cuidadísima y se ha conseguido un volumen cómodo y elegante, con un diseño atractivo y un precio asequible para todos -ha sido una de las preocupaciones de los editores siempre-. Paz Altés ha sido el alma de esta edición, un viejo proyecto suyo, y a ella se le tiene mucho que agradecer.

Editar el volumen en los actos del bicentenario de Zorrilla es también un gesto significativo porque pone en limpio y accesible el mejor estudio que existe sobre este autor. Una de las misiones más importantes de una institución pública. Y, a la vez, constituye una especie de homenaje al autor de la monografía, trabajador infatigable, profesor de varias generaciones de estudiantes que pasaron por las aulas del Instituto Zorrilla y promotor de la Casa Museo Zorrilla.

Se presenta oficialmente el libro mañana jueves día 11 a las 13:00 hs. en la Sala principal del Teatro Zorrilla de Valladolid, en los actos de la Feria del Libro de esa ciudad. Intervienen: Óscar Puente, alcalde de Valladolid, Teófanes Egido, cronista oficial de Valladolid, Pedro Ojeda Escudero e Irene Vallejo González.

[Actualización: En este enlace puede verse el vídeo completo con la presentación, en la que intervenimos, por este orden, Óscar Puente (Alcalde de Valladolid). Teófanes Egido (Cronista oficial de Valladolid), Pedro Ojeda Escudero (autor del estudio introductorio) e Irene Vallejo González (autora de los índices).

miércoles, 3 de mayo de 2017

Un drama desconocido de José Zorrilla: El condestable de Sicilia

Ayer acompañé a José Luis González Subías en la Casa Museo de Zorrilla en Valladolid en la presentación de su edición de El condestable de Sicilia, drama en tres actos y en verso de José Zorrilla (Juan de la Cuesta, 2016). En contadas ocasiones se puede asistir a un acto de esta relevancia, al ampliar el catálogo de obras conocidas de uno de los autores importantes de la historia de la literatura y por eso facilité la posibilidad de que la presentación oficial de este libro se hiciera en la vallisoletana Casa de Zorrilla, lugar central de los actos del bicentenario del autor. A sus responsables -especialmente a Paz Altés- cabe darles las gracias no solo por todas las facilidades dadas sino por apoyar con entusiasmo la idea, que marca un punto más que interesante en la bibliografía del dramaturgo romántico y abre un interesante debate entre los especialistas.

El hallazgo se debe a la labor investigadora de José Luis González Subías, un experto en la literatura dramática del siglo XIX con un amplio currículum de trabajos publicados en los que la constancia y la tenacidad le llevan a documentar con precisión todas sus afirmaciones. González Subías afirma convincentemente la autoría de esta obra desconocida hasta ahora basándose en datos precisos como la firma J. Zorrilla con la que se editó en la imprenta de la calle de la Luna de Madrid (este es uno de los misterios de esta edición) y que solía usar el vallisoletano en aquellos años  en la prensa y en cartas personales de diferentes épocas, aunque en las ediciones de Delgado figurara como José Zorrilla, la contextualización en un tiempo concreto y en determinados rasgos de estilo y la temática del drama.

Me caben pocas dudas de que podamos atribuir la autoría de este drama a José Zorrilla. Aunque siempre con las lógicas reservas hasta que la investigación posterior lo confirme definitivamente, estoy de acuerdo con Subías: nos encontramos ante la que sería la primera obra teatral de Zorrilla de la que tenemos noticia. Una obra que se plantea como refundición de Casarse por vengarse de Rojas Zorrilla (quizá la elección de una obra de este autor no sea casual) en la que el vallisoletano introduce todos los componentes de la pasión romántica bajo la influencia de los grandes dramas iniciales del romanticismo español y, singularmente, de Don Álvaro o la fuerza del sino. En su versificación, la forma de proponer algunos arrebatos pasionales y en varias formas lingüísticas podemos reconocer fórmulas desarrolladas después por Zorrilla.

Evidentemente, no estamos ante un drama perfecto ni podemos considerar El condestable de Sicilia una obra maestra o que venga a corregir la visión del canon de Zorrilla que tenemos. Es un drama inicial de un joven que aprende, escaso para ocupar los pretendidos tres actos. Sin embargo, el autor acierta: en él hallamos la pasión del romanticismo escénico español de los años treinta; el gusto por refundir obras y temas tratados por los grandes autores del barroco español y llevarlos a un nuevo sentir propio de la época; el dinamismo del diálogo y de las escenas, etc. También es plausible la afirmación de Subías al proponer una lectura histórico política con respecto a la posible introducción de la guerra carlista como lección indirecta del drama y a la interpretación del conflicto con el padre, que no aparece en Rojas Zorrilla y que es una de las claves temáticas en José Zorrilla.

Siempre es de interés ampliar el conocimiento de los grandes autores de la literatura. Subías sitúa este drama en los meses en los que Zorrilla está en Madrid huido de su familia, antes de su consagración ante la tumba de Larra. En la presentación lancé la hipótesis de que quizá fuera un drama que había escrito en el período de estudiante universitario en Valladolid -si es que a lo que hizo Zorrilla en ese tiempo se puede calificar como estudiar- con el que intentara presentarse en Madrid y, al ser rechazado por las empresas teatrales, lo publicara como aval ante el mundo literario de la corte o como autoafirmación de su voluntad de escritor. Quedan algunas dudas por resolver como el que se atreviera a publicar la obra cuando la familia estaba buscándolo (quizá por eso lo hizo en una extraña imprenta sin nombre y, posiblemente, con una cortísima tirada). A mí no me plantea dudas que intentara el teatro tan pronto puesto que era la forma más rápida que encontraba un autor joven de la época para darse a conocer y para ganar un dinero que le procurara estabilidad económica y sostenerse en Madrid durante una temporada. Tampoco que no se publicara posteriormente en las obras del autor, que Zorrilla no la mencionara en sus memorias o que pasara desapercibido con posterioridad. La obra, aunque apunta maneras, no es propia de la calidad posterior del autor -aunque no desmerece de otras muchas publicadas por aquella época- y quizá eso pesara para que la olvidara. Cuando redactó los Recuerdos del tiempo viejo habían pasado demasiados años y demasiadas cosas también. Incluso pudo ocurrir que el propio autor perdiera el manuscrito y se quedara sin ejemplares.

En todo caso, una puerta apasionante para investigaciones posteriores que profundicen en los primeros meses de la estancia en Madrid de aquel jovencísimo Zorrilla. Como suelo afirmar, aunque muchos piensen lo contrario, no todo está hecho en los estudios de la historia literaria.

viernes, 25 de noviembre de 2016

Bautismo poético en la Casa de Zorrilla de Valladolid

Entrada a la Casa de Zorrilla de Valladolid. Fotografía tomada de su perfil de Facebook.

Como en las vacunas, las responsables de la Casa de Zorrilla de Valladolid crearon hace unos años los Bautismos poéticos de recuerdo para los poetas con vinculación con esta ciudad y con la Casa. El poeta al que se recibe renueva, así, sus votos poéticos. El acto resulta muy entrañable y suele culminar en el salón principal de la Casa, junto al piano, brindando por la poesía.

Mi vinculación con la Casa -que depende del Ayuntamiento de Valladolid- viene de lejos. Cuando no se había reformado tal y como la podemos encontrar hoy -un espacio museístico aconsejable para todos los que pasen por Valladolid-, la visitaba como investigador para mis trabajos académicos. En sus dependencias se encontraba una donación que todos los estudiosos del siglo XIX español admirábamos y nos comunicábamos como quien sabe un secreto: la biblioteca de don Narciso Alonso Cortes (1875-1972), escritor, profesor de lengua y literatura e investigador al que se deben los mejores estudios sobre Zorrilla y gran parte de los escritores vallisoletanos. Por aquellos años ochenta y noventa, la Casa no tenía calefacción y contaba con pocos recursos materiales y los investigadores teníamos que trabajar con los guantes y las bufandas en los meses de duro invierno. Pero todo lo vencía el cariño, dedicación y esfuerzo de quien nos abría las dependencias, Ángela Hernández. A su voluntad, trabajo e inteligencia se debe gran parte de lo que hoy es la Casa. El testigo lo compartió y lo recogió con el mismo cariño, trabajo y eficacia Paz Altés, que promueve nuevas aventuras a partir del respeto de esa tradición, algo que una institución de este tipo no puede olvidar nunca. Gracias a esto, la Casa de Zorrilla se ha abierto a la cultura local, se organizan eventos artísticos y literarios de todo tipo, además de profundizar en una política museística moderna. Poco a poco, la Casa se ha convertido en un referente cultural de la ciudad y su jardín romántico en un pulmón de tranquilidad en pleno centro urbano, abierto a todo aquel que quiera pasearse por él. La reforma completa de la casa que se hizo hace unos años la dotó de todas las comodidades necesarias tanto para los visitantes como para los trabajadores. En ella ya no está la biblioteca, que se trasladó al Archivo municipal, pero la sala dedicada a Narciso Alonso Cortés se acondiciona para los eventos culturales.

Cuando Paz Altés me propuso ser recibido por la Casa Zorrilla en un Bautismo de recuerdo no lo dudé. Tras unos años alejado de la cultura de mi ciudad natal, me resultaba emocionante volver a un lugar como este, que tanto significó para mí cuando era joven y tenía el futuro por delante y las ilusiones intactas. Recuerdo todavía cómo abría aquellos libros y revistas del siglo XIX, cómo disfrutaba con la lectura de los textos satíricos, cómo recorría los viajes que proponían las ilustraciones... Como padrinos pensé inmediatamente en Ángela Hernández por lo que he dicho antes y porque yo también quiero respetar la tradición que marca el reconocimiento a las personas que han hecho tanto como ella. Y en mi amigo Diego Fernández Magdaleno, uno de los mejores pianistas europeos actuales, gran escritor y excelente persona, también ahijado de la Casa. La sala estaba llena de amigos y amantes de la poesía y tras el acto académico de bienvenida, juntos subimos a brindar por la poesía. Pensé un momento en muchas cosas personales -en mi padre, que no ha podido llegar a verlo, en mi trayectoria profesional, en mi abandono durante años de la escritura, en mi larga ausencia de la vida cultural de Valladolid- pero también en Zorrilla niño corriendo por esas estancias o ya anciano, visitando la casa en la que nació, como uno de los poetas más populares de su tiempo. Hay una foto suya en el jardín que siempre me ha llamado la atención por eso mismo, por el regreso a la infancia de una persona con un mundo entero dentro de él.

Quiero agradecer a todos la presencia ayer. A Paz Altés, a Ángela Hernández y a Diego Fernández Magdaleno por sus generosas palabras sobre mi persona y mi obra. También al personal de la Casa y, especialmente a Javier, que nos recibirá en los próximos años caracterizado de don José Zorrilla. No solo físicamente, Javier es un apasionado de su trabajo y tiene un excelente futuro por delante.

Como ahijado de la Casa Zorrilla me he comprometido a colaborar en todo lo que pueda con sus proyectos. Espero estar a la altura.