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jueves, 4 de abril de 2013

La marca del meridiano, una historia de viejos conocidos y noticias de nuestras lecturas


La marca del meridiano, de Lorenzo Silva, tiene todos los rasgos de la serie que este autor dedica a las andanzas de los guardias civiles Rubén Bevilacqua y Virginia Chamorro. Esta serie, nacida en El lejano país de los estanques (escrita en 1995) ha ido evolucionando, novela tras novela -si no cuento mal son seis más un libro de relatos-. Los cambios en la psicología de los personajes corresponden tanto al proceso natural de cumplir años y acumular experiencias a partir de su profesión y de sus vidas y de las relaciones que se establecen entre ambos, como a la evolución del país desde mediados de la década de los noventa hasta hoy. Este es el rasgo más sobresaliente de la serie y una de las convenciones del género policiaco al que se adscribe: mezclar la suficiente dosis de motivos personales y contexto social que jalonen y sitúan en una época concreta -de ahí que se den fechas y referencias históricas- los crímenes que se investigan, sin llegar nunca a la novela negra. De esta manera, estos crímenes son una muestra de la situación social de España en cada momento -solo hay que repasar los temas centrales de cada una de las novelas- y en la forma en la que Bevilacqua los afronta, con una cuidada mezcla de ingenuidad y escepticismo, una propuesta de solución que nunca podrá llevarse a cabo porque la sociedad española está dominada por otras fuerzas más poderosas. De ahí que Bevilacqua nos aparezca en cada entrega más escéptico, más fatigado y más crítico con lo que ocurre a su alrededor, pero también más entregado cuando ve a personas honestas, que sufren o intentan denunciar lo que sucede.

Silva ha sabido encontrar la mezcla perfecta entre todos esos elementos, presididios por un tipo de narrativa directa, sin alardes técnicos ni una problematización temática -es decir, huye de la profundización excesiva y parte de una información que todo lector conoce de antemano- en beneficio de una forma ágil. En esta serie, Silva ha buscado siempre al lector medio, que quiere leer algo que tenga que ver con su vida actual, entretenido y con una perspectiva crítica y que le permita identificarse con los personajes de una u otra manera, comprender sus razonamientos y su forma de entender la vida, aunque no la comparta totalmente pero sin demasiada complejidad lectora. Dado que el gran referente en la novela española, en los años en los que construye su personaje, era Pepe Carvalho, el protagonista de las novelas de Vázquez Montalbán, lo diferencia buscando un enfoque menos cultural y más volcado en el argumento principal (la investigación del crimen). En el fondo, la referencia de Silva es Plinio, el Jefe de la Policía local de Tomelloso inventado por Francisco García Pavón, pero un Plinio actualizado y ajustado a los nuevos tiempos.

Quizá por ello Silva adelgaza uno de los rasgos más habituales de los protagonistas de estas series policíacas sin alterar la convencional narración en primera persona. Bevilacqua -a pesar de sus lados oscuros o zonas del pasado inconfensables- no deja de ser un buen tipo cuyo escepticismo parte, precisamente, de su bondad y de la forma honesta con la que afronta su trabajo. Es algo que también gusta al lector medio, que quiere agarrase a una esperanza regeneradora: los males de la sociedad proceden de los malos, que son muy poderosos y persistentes, pero frente a ellos la mayoría de la población y de los funcionarios públicos se afanan por sacar adelante su trabajo incluso en las peores circunstancias. Ya es conocido que por su forma de tratar a la Guardia Civil y la evolución que ha tenido este cuerpo de la seguridad española en las últimas décadas Silva fue nombrado Guardia Civil Honorífico en el año 2010.

Por eso, nada más entrar en estas páginas uno se encuentra con viejos conocidos si ha leído otras novelas de la serie (una de las formas más divertidas de desmontar lo que significa el Premio Planeta es que se lo den a una novela presentada de forma anónima en la que los personajes son tan conocidos para todos). Para aquellos que no lo hayan hecho se da la suficiente información para conocer su pasado. Y como a viejos conocidos se les saluda, poniéndose al día de las novedades de su vida y del país. De ahí que también interese conocer que el crimen al que se enfrentan en su investigación sea el del asesinato de un viejo conocido del brigada Bevilacqua, lo que le hará recordar, desde su medio siglo de vida, sus inicios en el cuerpo de la Guardia Civil.


Noticias de nuestras lecturas

Pancho analiza magníficamente el arranque de Aurora roja y el dualismo que anticipa cómo será toda la novela hasta ese final en el que la dualidad desaparecerá con la muerte de Juan y la intranquila conciencia de Manuel. Después, comenta la localización de la nueva vida de Manuel (no os perdáis la imagen inicial de su entrada) como forma de explicar esta ciudad simbolo de tantas cosas, Madrid.

En la entrada de Mª Ángeles Merino (además, excelentemente ilustrada) se puede comprender la forma en la que Baroja tiene de darnos la orientación madura de la ideología y comportamiento de Manuel, por contraste con las situaciones y palabras que hay a su alrededor.

No os perdáis la imprescindible entrada en la que Myriam analiza la psicología de los personajes masculinos de la trilogía barojiana, ni su conclusión sobre la lectura.

Kety nos hace recordar nuestra lectura quijotesca trayéndonos un homenaje dulcinesco a Rosalía de Castro. Que cunda el ejemplo.


Próximas lecturas


El mes de mayo lo dedicaremos a Campos de Castilla, de Antonio Machado (podéis descargarlo, gratis, aquí). En junio comentaremos El hereje, de Miguel Delibes, bien conocido por nuestro querido Pancho, quien se convertirá en nuestra referencia como guía de lectura. Recordad que programamos una visita a la ruta urbana que se ha organizado en Valladolid con los pasajes más significativos de dicho libro. Ya os comunicaré la fecha y la disponibilidad de plazas.