Nos perseguirán y llamarán culpables: querrán aislarnos, arrancarnos de nuestra vida, querrán matarnos. Que caminemos por las calles con sensación de ahogo y culpa, que vivamos tristes y resignados. Nos dirán que ha sido nuestra la responsabilidad de todo lo que ha sucedido y tomarán medidas para que no podamos replicarlos, nos cortarán los afectos y la voz y recortarán todo lo que habíamos conseguido. Llegaremos a dudar de todo y de todos e incluso de nosotros mismos. Habrá un momento en el que no sepamos quiénes somos ni quiénes son los nuestros. Entonces deberemos recurrir a lo que nos salva para ser más nosotros y nos encontraremos: no te diré que soy inocente porque lo sabrás nada más verme de la misma manera que yo sabré que no me negarás el abrazo y los besos. Ni tu piel. Querrán reducirnos a la mera condición de perseguidos sin decirnos la verdadera causa de nuestra culpa porque la causa son ellos mismos, que piensan que ya no nos necesitan más que como peones. Pero no saben que aun queda un tren -quizá tan solo uno- en donde encontrarse y ampararse en un beso largo. Te voy a besar como nunca te han besado porque el próximo beso será de verdad y no tendrá tiempo ni urgencia de relojes. Te voy a besar de labios y mis manos recorrerán tu espalda pero primero te habré mirado hacia dentro de ti para hallarte. Y en ese momento sabré que quizá consigan vencernos pero no nos habrán derrotado porque la lucha estará ya iniciada desde el sabor de tu boca y de tu piel y de tu cuello. No conseguiré vencer porque el inocente nunca gana, pero qué más da ya si he bajado en la estación correcta tras el probar el sabor de tus labios. Y subirán otros a otros trenes para besarse. Quizá, entonces, seamos los suficientes para saber que aun hay esperanza.
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lunes, 16 de julio de 2012
sábado, 14 de julio de 2012
Róbame
Cuánta belleza cabe en tu susurro. Todo es ya complicidad y mirada desde el mismo momento en el que me hiciste sentar a tu lado con ese gesto tan tuyo. Amanecerá y vendrá la batalla: habrá que tomar las calles, pero queda noche que compartir y aun la alondra no anuncia el día, queda noche de verano y todo está -todavía- en calma. Es pronto, es pronto aun y hay una red de caricias y anuncios de besos que me ata a este momento en el que ya he dejado todas las puertas abiertas. Róbame, me dices, antes de irte pero no te vayas, cuando te vayas y cierre la puerta de casa, imaginaré que todo ha sido un sueño, pero no te vayas. Y no puedo, porque ya todo el deseo se concentra en tus labios, solo labios, solo susurros, solo mirada, solo cuello. La brisa mueve -¡con qué cuidado!- la cortina: tu ventana a la calle, donde habrá que estar mañana.
martes, 10 de julio de 2012
El beso prolongado
Hay besos que no se terminan nunca: juego de palabras, labios y abrazos. Se entrecortan de frases cotidianas que se pronuncian sin que tengan más significado que retener a quien abrazamos un minuto más, tan solo un minuto. No te vayas, pensamos, mientras proponemos una cena improvisada o un trámite que apenas importa que solo es excusa para no romper el encuentro.
- Nuestro amor es bastante extraño. Porque a lo mejor tú no me quieres.
- Cuando deje de quererte ya te avisaré.
- Pero, ¿me quieres?
- Los actos importan más que las palabras.
Hay un momento en el que debemos salir al trabajo o a hacer un recado, pero nos llevamos ese beso dentro, celosamente guardado, para continuarlo, interminable y encadenado a sonrisas y tristezas, quizá a la tarde, quizá años después, mientras te llevo en brazos al bajar esa escalera y te subo al automóvil para alejarnos, donde el beso ya no pueda ser interrumpido por nadie. Mientras tanto, quizá, el mundo se esté terminando. Y qué importa ya si nada ha conseguido separarme de tus brazos y tus labios.
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