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domingo, 3 de marzo de 2013

El anarquismo como salvación y noticias de nuestras lecturas

Baroja nos conduce sabiamente hacia el final de Mala hierba. Ha dejado que Manuel experimente fuertes alternancias en su estado en este tomo. Salió de la calle de la mano de Roberto, que le buscó acomodo en una esfera social propia de la clase media y le aconsejó que buscara en sí mismo la voluntad enérgica que le sacara de vivir al filo del hambre y la delincuencia, de vivir, en definitiva, sin más objetivo que sobrevivir día a día. Pero Roberto, finalmente, ha salido de su vida porque nada -según él pensaba hasta toparse con Esther- le podía apartar del objeto de la suya propia: trabajar infatigablemente en aquello que sabe hacer para obtener dinero a la espera de conseguir una añorada herencia que parece no llegar nunca. Y el mundo en el que le dejó demuestra ser tan falso como el otro del que procede Manuel. Aunque más refinado en la apariencia y en los métidos, todos allí se dedican a la mentira y al intento de vivir sin trabajar -desde los artistas bohemios hasta la Baronesa-. Manuel se ha refugiado en unos y en otros buscando un remedo de familia porque, en el fondo, el joven solo busca ser acogido con cariño. De allí sale para econtrar trabajo en una imprenta y cuando todo parece que le lleva a estabilizar su vida sucede un pequeño incidente que lo desbarata todo: una borrachera le lleva a dejarse ir y perder el trabajo. Observemos esto. Manuel siempre vive sin seguridad ninguna. Todo en su biografía está plagado de esos pequeños incidentes o encuentros causales que le pueden dejar, de nuevo, en la calle. De allí le saca su primo para asegurarle un bienestar de origen turbio, al servicio de una sociedad criminal peligrosa. La muerte de su primo a manos del Bizco -por causas pendientes del pasado- vuelve a cambiarlo todo en Manuel.

Pero hay dos cosas que guarda Manuel y que ambas nacen de una bondad natural que conserva a pesar de todos sus sinsabores. Una es la confianza en las personas que lo ayudan. Otra es el escrúpulo ante los actos criminales o los malos comportamientos sociales. De aquella nace una especie de solidaridad -es notable cómo se ayudan en este libro los que no tienen nada-; de este un instinto de conservación que le empuja a salir pronto de los lugares en los que puede peligrar su vida. Pero Manuel no ha podido encontrar esa voluntad dentro de él que consiga sacarle de la inestabilidad de la vida. Tampoco trabajar le ha servido de nada: los trabajos que se le ofrecen al alguien de su clase no sirven nada más que para subsistir en condiciones miserables. Y, por supuesto, la sociedad está regida por unas ideas que no protegen a los desfavorecidos, sino que los saca brutalmente del sistema. Baroja remata esta idea con algunos de los pasajes más contundes y de interés para la actualidad del momento en que se publicó: un sistema que se viene abajo denunciado por los veteranos de Cuba, lleno de corrupción implicada con la delincuencia, con un sistema policiaco y judicial torcido... Es decir, una estructura social que se resiente desde sus cimientos: una de las razones de la modernidad y actualidad de esta trilogía.

El reencuentro con Salvadora y Jesús -son nombres más que significativos- contribuyen a que el final de este libro sea más esperanzador que el primer volumen. Manuel no está solo, es acogido por uno de esos remedos de familia que siempre ha buscado. Y es acogico por algo más notable: Jesús le hace ver que es anarquista y que en el anarquismo está la verdadera esperanza para aquellos que, como ellos, sufren las desigualdades de la vida y el infortunio de la sociedad. Quizá sea ese el camino que le espere a Manuel en el tercer volumen, que comenzamos a comentar la próxima semana....


Noticias de nuestras lecturas

Mª Ángeles Merino sigue su certero diálogo con Manuel para llegar a los pasajes de mayor denuncia política de la segunda parte de la trilogía.

Paco Cuesta pone de relieve la dirección ideológica del final de la novela.


Pancho aborda la resolución de trabajar de Manuel y su hallazgo de un nuevo grupo de amigos, pero quiero destacar de su análisis la forma en la que analiza el tratamiento en miniatura de los comportamientos sociales por Baroja, después comenta -e ilustra magníficamente- los pasajes en los que aparece, de una u otra manera, el amor en la novela. Necesario complemento de la historia que Pancho trata adecuadamente.

domingo, 24 de febrero de 2013

Un protagonista que desaparece o cómo a Roberto le pasan cosas que no deben y noticias de nuestras lecturas


En el capítulo IV de Mala hierba, Manuel desaparece. Es la primera vez que sucede: el narrador se olvida del que hasta ahora le había servido de guía para contar su historia para centrarse en Roberto. Baroja toma este recurso de la novela decimonónica -no se remonta el autor a Cervantes, que fue quien creó esta técnica cuando separó a Sancho de don Quijote-. Es un recurso propio del folletín: el lector está acostumbrado a Manuel y, de pronto, este le falta. Por una parte, evidencia uno de los rasgos de este personaje protagonista: en muchas ocasiones, su falta de voluntad le lleva a ser mero testigo de las cosas, una mera excusa del autor para transitar por diferentes ámbitos de la vida madrileña, como en el devenir de la novela picaresca, cuando el pícaro fue más ojos que acción y sirvió para dar testimonio de una parte de la realidad española que no entraba en otra literatura. Pero, por otra, la desaparición de Manuel en este capítulo se debe a lo que en él sucede. Roberto da un paso contrario a lo que tantas veces constituye su discurso al hablar con franqueza a Esther y aconsejarla que deje a su marido. Todo ello, en un diálogo perfectamente estructurado por Baroja, le lleva, a través de un juego verbal en el que dicen y hacen cosas contradictorias, a un beso que lleva a otros. No lo veamos con ojos actuales, sino con los de la sociedad del momento y con las palabras del mismo Roberto cuando afirmaba que nada le podría apartar de su objetivo: al fin y al cabo, Esther ya es una mujer destruida y Roberto solo da un paso más. Esta escena en la que se besan -precedida por párrafos que lo anuncian- es de un erotismo que no esperamos encontrar en Baroja, pero aquí está. Su procedencia -la popular novela erótica de principios del siglo XX-, tanto en las palabras que se dicen y en los gestos -ella se refugia en su pecho, él aparta con la mano unos rizos de su frente, él la besa con dulzura, ella le presenta los labios para un beso mucho más pasional-, evidencia el registro y la fina ironía de Baroja tanto en lo estético -introducción de un género menor en su novela- como en lo ético, lo que confirma la degradación de todo el ambiente, por mucho que se revista de buenos motivos: ni siquiera Roberto... Por eso no puede estar presente Manuel. El golpe de efecto final es más que evidente: Bernardo, el marido abandonado -merecidamente abandonado, diríamos-, no se preocupa por su matrimonio, sino por su padre...

Noticias de nuestras lecturas

Pancho sabe cómo unir Cogolludo con los Lumiére, además de darnos las claves para comprender a la Baronesa barojiana....

Mª Ángeles Merino nos regala una maravillosa entrada, con toda la documentacion precisa para que comprendamos el trabajo en la imprenta y la vida que le espera a Manuel cuando se deja, de nuevo, ganar por la pereza y regresa a la calle.

Gelu nos lleva a su octava entrada con antología de frases ilustradas para que podamos fijar mejor el recuerdo de Mala hierba. Y, hablando de Esther, nos sabe llevar hacia Perfidia...

Paco Cuesta aborda un tema palpitante desde la misma concepción de la novela: la conciencia social en Mala hierba.

Ele Bergón nos rescata Cogolludo de la mala imagen que de la localidad nos trasmite Manuel...

Quiero pediros disculpas, las muchas ocupaciones y el poco tiempo ha retrasado esta entrada, que debió publicarse el jueves pasado. Si no me fallan las fuerzas, el proximo terminamos con Mala hierba y comenzamos con el tercer volumen de la trilogía barojiana.

sábado, 16 de febrero de 2013

De la negrura al humor, y noticias de nuestras lecturas


Hay algo que ha llamado la atención a varios de los participantes en esta lectura: el humor barojiano. No es que no estuviera presente desde el inicio de la narración, sino que ahora se hace más evidente por el cambio de ambiente. Recordemos que la historia, tal y como comenzaba en las entregas de El Globo, diario en el que se publicó como folletín, contaba con un narrador un tanto peculiar movido por las ansias de venganza contra un familiar y que en sí mismo es ya todo un trabajo paródico de la figura del narrador. El espacio en el que se desarrollaba el inicio de la narración, la casa de huéspedes, un microcosmos en sí mismo, era un ámbito en el que se trataba a los persoajes y sus costumbres con un humor descarnado que venía a resaltar su mediocridad, su hipocresía y miseria moral. Este es, sin duda, un uso muy barojiano del humor.

Sin embargo, la vida de Manuel fue cayendo en la desgracia. Aunque nunca se abandona el humor, incluso en los momentos trágicos del velatorio de su madre, el ambiente es tan opresivo y el horizonte tan negro, que cualquier ironía se trasforma en negrura antes que sonrisa cómplice del lector.

Pero basta con que Manuel abandone -aunque sea provisionalmente- esa vida y los ámbitos por los que pasa sean menos opresivos, para que el humor aparezca para resaltar, de nuevo, los mismos rasgos de los personajes y de la sociedad en general: egoísmos, hipocresías, miserias. Así se hacen inolvidables las descripciones de la vida de los artistas bohemios o de los periodistas que con el mismo oficio escriben una cosa y su contraria y se fijan en la memoria los gestos y actitudes del agente de empleo. Ha bastado que Manuel pueda comer caliente, vestir con decencia y dormir bajo techo para que aflore, de nuevo, el humor como recurso técnico para desentrañar todo este tipo de estrategias sociales.

En este tratamiento humorístico de los personajes y de los ambientes por parte de Baroja se ha visto, con acierto, un precedente de los esperpentos de Valle-Inclán. No es tanto un precedente como una coincidencia estética. En el fondo, Baroja y Valle participan de las mismas técnicas de tratamiento de estos temas, aunque Valle lleve mucho más allá el recurso.

Noticias de nuestras lecturas

Pancho sabe cómo conseguir unir a Ramoncín y los plagios de Internet con Baroja. No te lo pierdas.

Mª Ángeles Merino cuenta cómo trabaja Manuel para no trabajar después de haberse despedido de la baronesa.

Luz del Olmo aborda con inteligencia el uso por parte de Baroja del personaje de Manuel como hilo argumetal de la narración.


Paco Cuesta, después de aludir al inicio de Mala hierba y su similitud con el mundo actual, comenta, con toda inteligencia, el juego que establece Baroja con el lector tradicional de los folletines y la frustración que le provoca. No os perdáis esta entrada.

La Mosca cojonera ocupa el espacio de Abejita para traernos una foto cervantina de Bruselas.

jueves, 7 de febrero de 2013

Nuevos ámbitos, viejos hábitos y noticias de nuestras lecturas


Manuel se pasea, en Mala hierba, por nuevos ámbitos: espacios y personajes diferentes a los de La busca. Sin embargo, a pesar del mayor refinamiento, lo que sucede es lo mismo que en la primera entrega: escaso amor al trabajo diario y laborioso, inclinación a vivir de lo ajeno, hipocresía y engaños. Como en la primera novela, todos tienen su propia justificación a sus actos y nadie se siente responsable de su accidentado vivir. Desde el mismo Manuel, que se siente sin energías suficientes hasta los artistas bohemios con los que se relaciona. El único que parece desplegar actividad es Roberto, que ahora tiene varios empleos y sigue tras su soñada herencia.

A todos ellos el autor les depara una vida llena de altibajos que, sin embargo, no les lleva a procurarse una vida honesta y una forma más segura de ganarse la vida. Todo lo contrario: un artista bohemio quiere casarse para vivir de su mujer, una mujer de mundo juega siempre con la seducción pero arriesgando demasiado, etc.

Todo parece dar círculos en esta sociedad retratada por Baroja: círculos viciosos de los que nadie puede escapar y en los que los pocos momentos de plenitud son tan frágiles que el lector -estrategia moralizadora del autor que no interviene pero trabaja el argumento- se pregunta si merecen la pena. Mientras tanto, la mala hierba que suponen estos comportamientos, asfixia toda posibilidad de progreso real: bien sea individual, bien colectivo.

Noticias de nuestras lecturas

Mª Ángeles Merino da la clave de interpretación ideológica de esta segunda parte, a raíz del título de esta entrega. Imprescindible entrada para comprender la propuesta de Baroja.

Pancho ilustra y comenta con todo acierto la bohemia artística que conoce Manuel al comienzo de la segunda parte.

Gelu confecciona, como de costumbre, una vibrante antología de citas y música relacionada con el comienzo de Mala hierba.

jueves, 31 de enero de 2013

No basta con los buenos propósitos y noticias de nuestras lecturas


El inicio de Mala hierba, la continuación de La Busca, deja claro que no basta con tener buen fondo, acumular experiencias o sentir la inclinación hacia el cambio de vida. Manuel nos aparece como en la primera entrega: sin la voluntad ni energía suficiente para cambiar. En la primera conversación con Roberto, al que reencuentra y se convierte en su protector, queda claro que Manuel no sabe cómo mejorar su vida y que confía en quienes se encuentra para ello. En definitiva, es una persona sin voluntad, clave temática de esta obra y una de las reflexiones filosóficas más importantes de aquellos tiempos. En un monólogo interior, breve, pero significativo, Manuel reflexiona sobre esto mismo ante la insistencia de Roberto: "Es como si me dijesen que tuviera un palmo más de estatura". Esta conciencia de su propio problema no le lleva a poner las bases para salir de él sino a constatar su propia impotencia y coger rabia a su protector por no facilitarle directamente el trabajo que busca.

La fortuna y una especie de simpatía que despierta en aquellos con los que se va topando, le deparan que ahora su situación mejore. Gracias a la intervención de Roberto se instala en un peldaño más alto de la sociedad y puede escapar del mundo de los golfos al que parecía destinado: ya no está en los márgenes de la sociedad. Pero Baroja ha sabido despertar inquietud en el lector, que ya aprecia a este muchacho como si debiera protegerlo él mismo: corre el riesgo, en cualquier momento, de caer de nuevo en su anterior vida puesto que no es él quien domina sus pasos y se deja llevar por unos y otros.

El que haya ascendido un peldaño en la escala social y que las calles que frecuenta ahora no sean las mismas de la primera novela, no significa que Manuel que se libre de incurrir en delitos. Lo que sucede es que ahora son de guante blanco. La sociedad madrileña que frecuenta ahora sigue evidenciando los mismos males que los barrios obreros y marginales anteriores: suciedad, fealdad y falsedad, sobre todo. Manuel va de uno en otro amo, desempeñando trabajos o participando en estafas. En todo ello se acomoda y aprende pronto, pero nada le impulsa a tomar decididamente uno u otro camino en su vida, el suyo propio.


Noticias de nuestras lecturas

Merche Pallarés vuelve al blog para contarnos su visita a la casona de los Baroja, en Vera del Bidasoa.

Gelu selecciona los pasajes que más le han interesado de La Busca y, a la vez, da cuenta de la música que se cita en la novela.

Pancho recorre -con excelentes ilustraciones-  la vida de Manuel desde la muerte de su madre hasta que es recogido por el Sr. Custodio, quizá la etapa más brutal de su vida. Pasa después a comentar la vida de Manuel en casa del trapero, con clave narratológica incluida.

Luz del Olmo recrea su Madrid y busca en él el retratado por Baroja en La Busca. Una excelente entrada. Antes había publicado otra imprescindible: cómo Ramón Gómez de la Serna retrata a Baroja y nos facilita la entrada a su obra.

Paco Cuesta vuelve con fuerza: amplía la mirada a la trilogía, desde la mala transición hacia el mundo urbano... Después, presta atención al retrato de la vida bohemia con la que comienza Mala hierba.

Mª Ángeles Merino nos cuenta cómo la aparición de la hija del trapero conmociona y cambia la vida de Manuel, que no sabe reconocerse lo que le pasa y tomar cartas en ello, por mucho que el lector lo tenga claro...