
Sin duda, la apertura del Museo de la Evolución Humana de Burgos es una de las grandes noticias culturales de los últimos meses en España y ha resultado un éxito de público desde su inauguración.
Por sí mismo, el edificio que alberga el Museo -el más importante de un conjunto en el que están también el Palacio de Congresos, Exposiciones y Auditorio, de próxima apertura, y el Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana- acapara el interés del visitante. Aunque ha recibido muchas críticas por su aspecto exterior, he de reconocer que a mí me gusta el contraste buscado con el casco histórico de la ciudad y la monumentalidad de su acceso. La misma concepción del edificio es de una gran modernidad y permite la reestructuración frecuente y necesaria del material expuesto.
Ha conseguido, además, dotar de una accesibilidad peatonal al entorno urbano en el que se asienta y poner en uso un solar para el que se habían propuesto, con anterioridad, varias soluciones. El enclave, a pocos metros del centro histórico de la ciudad, con el que juega en reflejo al otro lado del río, es inmejorable.
Cabe un matiz muy importante para su proyección exterior: la dificultad para los visitantes foráneos es notable. Especialmente para los que desembarquen en la ciudad en ferrocarril o los que lleguen al futuro emplazamiento de la estación de autobuses, junto a la lejanísima estación de trenes que, al notable tiempo de espera en la parada, deben sumar la media hora que tarda en llegar el autobús a las proximidades del Museo, puesto que las líneas regulares de autobús urbano que parten de la Estación no dejan al visitante en la misma puerta del Museo. Un taxi (si se tiene la suerte de encontrar suficientes en la estación) no supondrá menos de 7 euros en tarifa normal, mucho más en festivo. La movilidad en trasporte público por la ciudad es uno de los grandes problemas de Burgos, especialmente para aquellos viajeros ocasionales que no conocen -ni tienen por qué- las líneas de autobuses urbanos y su frecuencia. El avance de las obras de la línea de alta velocidad -que pondrán a Burgos a hora y media de Madrid y mucho menos tiempo de otras ciudades importantes del entorno como Valladolid, Palencia, Bilbao, Logroño o Zaragoza, lo que supondrá una atracción para el turismo de día o de fin de semana- y el traslado de la estación de autobuses exigen el anticipo de las medidas oportunas para conectar de forma eficaz y rápida el casco histórico y dotar de comodidad la llegada a través del transporte público de visitantes interesados en el Museo y en los tradicionales valores turísticos de Burgos: la Catedral y la gastronomía.
La exposición permanente está ubicada en cuatro plantas (dedicadas a: La sierra de Atapuerca y la evolución humana; La evolución en términos biológicos; La evolución en términos culturales: hominización y humanización; Ecosistemas de la evolución), que desembocan en un gran espacio abierto que dota de amplitud y luminosidad al interior del edificio.
La más novedosa e interesante es la planta sótano, que muestra los excepcionales hallazgos de la Sierra de Atapuerca que han hecho de este lugar una referencia indispensable en la investigación de la Evolución Humana y que por sí solos ya merecen una visita. Es recomendable, con la entrada, reservar un lugar en las lanzaderas que, desde el Museo, parten para la Sierra y permiten conocer el entorno en el que se hallaron las piezas expuestas, que son las originales en una acertada decisión museística. Del resto, destaca sobre todo el círculo en el que se muestran reproducciones a escala real de los ejemplos más notables de la evolución.
Sin embargo, el Museo tiene carencias. Para un Museo de este tipo, es poco didáctico y casi nada interactivo. Algunos paneles, aunque acertados científicamente, son difíciles de comprender para un profano o incluso presentan defectos para su visualización. En general, exige demasiado esfuerzo lector para poder comprenderlo, lo que le hace fatigoso para un visitante medio. Si se prescinde de la lectura, puede resultar incomprensible para un visitante no informado. Llama también la atención, en un Museo pensado en estas dimensiones y con una proyección exterior necesaria para su mantenimiento, el exceso de maquetas y dioramas de pequeño tamaño -que, a pesar de su indudable calidad, exigen esperas para poder verlas con detenimiento aunque no haya demasiados visitantes en la sala- y la última planta está, francamente, desaprovechada y el video proyectado en ella es, cuando menos, mejorable. También es mejorable el espacio dedicado al cerebro humano. tanto desde el punto de vista de la divulgación científica como desde su concepción expositiva.
Pero, dadas las características del edificio y el espacio disponible, todas estas carencias son fácilmente solucionables si se pone el suficiente interés en ello: es de esperar que el gran impulso inicial para inaugurar el edificio y el indudable tirón de los yacimientos de Atapuerca que garantizan gran parte de la publicidad nacional e internacional se complete con intervenciones parciales en la colección permanente en los próximos meses que corrijan los defectos y mantengan el interés por un Museo cuyo proyecto lo merece, así como el desarrollo de una política museística acertada que implique a la ciudad de Burgos en él a través de visitas escolares y otro tipo de acciones y que fomente el intercambio de exposiciones temporales y programas de actividades con otros Museos dedicados al mismo o similares temas. El proyecto inicial aspira a ser un gran Museo de referencia y para ello hay que mantenerlo en actividad permanente y de calidad.
Por sí mismo, el edificio que alberga el Museo -el más importante de un conjunto en el que están también el Palacio de Congresos, Exposiciones y Auditorio, de próxima apertura, y el Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana- acapara el interés del visitante. Aunque ha recibido muchas críticas por su aspecto exterior, he de reconocer que a mí me gusta el contraste buscado con el casco histórico de la ciudad y la monumentalidad de su acceso. La misma concepción del edificio es de una gran modernidad y permite la reestructuración frecuente y necesaria del material expuesto.
Ha conseguido, además, dotar de una accesibilidad peatonal al entorno urbano en el que se asienta y poner en uso un solar para el que se habían propuesto, con anterioridad, varias soluciones. El enclave, a pocos metros del centro histórico de la ciudad, con el que juega en reflejo al otro lado del río, es inmejorable.
Cabe un matiz muy importante para su proyección exterior: la dificultad para los visitantes foráneos es notable. Especialmente para los que desembarquen en la ciudad en ferrocarril o los que lleguen al futuro emplazamiento de la estación de autobuses, junto a la lejanísima estación de trenes que, al notable tiempo de espera en la parada, deben sumar la media hora que tarda en llegar el autobús a las proximidades del Museo, puesto que las líneas regulares de autobús urbano que parten de la Estación no dejan al visitante en la misma puerta del Museo. Un taxi (si se tiene la suerte de encontrar suficientes en la estación) no supondrá menos de 7 euros en tarifa normal, mucho más en festivo. La movilidad en trasporte público por la ciudad es uno de los grandes problemas de Burgos, especialmente para aquellos viajeros ocasionales que no conocen -ni tienen por qué- las líneas de autobuses urbanos y su frecuencia. El avance de las obras de la línea de alta velocidad -que pondrán a Burgos a hora y media de Madrid y mucho menos tiempo de otras ciudades importantes del entorno como Valladolid, Palencia, Bilbao, Logroño o Zaragoza, lo que supondrá una atracción para el turismo de día o de fin de semana- y el traslado de la estación de autobuses exigen el anticipo de las medidas oportunas para conectar de forma eficaz y rápida el casco histórico y dotar de comodidad la llegada a través del transporte público de visitantes interesados en el Museo y en los tradicionales valores turísticos de Burgos: la Catedral y la gastronomía.
La exposición permanente está ubicada en cuatro plantas (dedicadas a: La sierra de Atapuerca y la evolución humana; La evolución en términos biológicos; La evolución en términos culturales: hominización y humanización; Ecosistemas de la evolución), que desembocan en un gran espacio abierto que dota de amplitud y luminosidad al interior del edificio.
La más novedosa e interesante es la planta sótano, que muestra los excepcionales hallazgos de la Sierra de Atapuerca que han hecho de este lugar una referencia indispensable en la investigación de la Evolución Humana y que por sí solos ya merecen una visita. Es recomendable, con la entrada, reservar un lugar en las lanzaderas que, desde el Museo, parten para la Sierra y permiten conocer el entorno en el que se hallaron las piezas expuestas, que son las originales en una acertada decisión museística. Del resto, destaca sobre todo el círculo en el que se muestran reproducciones a escala real de los ejemplos más notables de la evolución.
Sin embargo, el Museo tiene carencias. Para un Museo de este tipo, es poco didáctico y casi nada interactivo. Algunos paneles, aunque acertados científicamente, son difíciles de comprender para un profano o incluso presentan defectos para su visualización. En general, exige demasiado esfuerzo lector para poder comprenderlo, lo que le hace fatigoso para un visitante medio. Si se prescinde de la lectura, puede resultar incomprensible para un visitante no informado. Llama también la atención, en un Museo pensado en estas dimensiones y con una proyección exterior necesaria para su mantenimiento, el exceso de maquetas y dioramas de pequeño tamaño -que, a pesar de su indudable calidad, exigen esperas para poder verlas con detenimiento aunque no haya demasiados visitantes en la sala- y la última planta está, francamente, desaprovechada y el video proyectado en ella es, cuando menos, mejorable. También es mejorable el espacio dedicado al cerebro humano. tanto desde el punto de vista de la divulgación científica como desde su concepción expositiva.
Pero, dadas las características del edificio y el espacio disponible, todas estas carencias son fácilmente solucionables si se pone el suficiente interés en ello: es de esperar que el gran impulso inicial para inaugurar el edificio y el indudable tirón de los yacimientos de Atapuerca que garantizan gran parte de la publicidad nacional e internacional se complete con intervenciones parciales en la colección permanente en los próximos meses que corrijan los defectos y mantengan el interés por un Museo cuyo proyecto lo merece, así como el desarrollo de una política museística acertada que implique a la ciudad de Burgos en él a través de visitas escolares y otro tipo de acciones y que fomente el intercambio de exposiciones temporales y programas de actividades con otros Museos dedicados al mismo o similares temas. El proyecto inicial aspira a ser un gran Museo de referencia y para ello hay que mantenerlo en actividad permanente y de calidad.