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jueves, 15 de julio de 2021

El apasionante secreto de la chumbera que explica la cultura como mezcla


Avanzado el verano en estas tierras del Guadiana, entre los marrones y los verdes sobre el gris o el negro azulado de la pizarra, gotea el amarillo en las flores de las chumberas. El nopal mexicano fue traído bien pronto a la península y desde aquí se extendió por otras zonas de Europa y por África. Se ha hecho tan de aquí que muchos no son conscientes de que se trata de una planta importada. Hoy he visto dos abejas libando de una flor no abierta del todo. A ellas, de dónde sea el nopal les importa poco.

La etimología de chumbera, además, no está clara. La mayoría se inclina por hacerla proceder del portugués chumbo (plomo), que viene del latín (plumbum). Como chumbao o chombito se conocía en español a partir de la comunidad de vida y comercio con los pescadores gallegos y portugueses una plomada que, por similitud de forma, dio nombre al fruto del nopal y, por extensión, a la planta entera, que en la lengua taína de las Antillas y el Caribe se conocía también como tuna.

Cuando miro esta flor y nombro la planta tengo detrás una lejana historia de varios cruces de culturas e imaginación de los hablantes que necesitaron decir algo que desconocían.

Y así se construyen las lenguas, la cultura, la vida.

martes, 25 de mayo de 2021

Extraña devoción. De reliquias y relicarios

 

La costumbre de acumular reliquias y usarlas con superstición o interés económico y de posicionamiento social, acompaña a los seres humanos desde sus orígenes. Ocurre todavía: objetos que pertenecieron a personajes famosos, prendas o cabello de los seres queridos, el pañuelo perfumado de un antiguo amor o una botella con agua del Jordán. Los fans arrancan los botones o mechones a sus cantantes favoritos, los seguidores de un futbolista pagan lo que sea por una camiseta con el número con el que juega habitualmente, hay quien conserva en una urna una bola de tenis que llegó a las gradas después de que fuera golpeada por la raqueta de Nadal. A su alrededor, surge un inevitable comercio y un tráfico de objetos falsos. Si en lo más banal de nuestras vidas sucede, en los espacios de las creencias todas las culturas veneran restos humanos y objetos que se relacionan con personajes venerables o con acontecimientos históricos, ciertos o no, desde la momia de Lenin hasta la tumba del Apóstol Santiago, la Campana de la Libertad de Filadelfia o un diente de Buda, como si esas reliquias reforzaran un mensaje espiritual o ideológico.

La exposición Extraña devoción. De reliquias y relicarios que puede verse en el Museo Nacional de Escultura de Valladolid hasta el próximo 22 de agosto, nos muestra la tradición de las reliquias en la religión católica (recomiendo descargar el dossier de prensa aquí). Se abre con un conocido grabado de Goya del que se toma el título y la perspectiva inicial, una puerta que sitúa desde el inicio al espectador en la propuesta en una mirada crítica o, cuanto menos, perpleja, a partir de la cual meditar. Reúne piezas de varias colecciones y tiene como objeto reflexionar sobre la importancia de este fenómeno de las reliquias para la sociedad y el arte del barroco, pero poniéndolo en relación también con nuestro mundo. Tras la reforma protestante y la posterior contrarreforma tridentina, poseer una reliquia cobró un nuevo sentido, puesto que, además de la veneración a los santos de los que procedían las reliquias, suponía toda una afirmación religiosa frente a la contestación luterana, incluyendo en el catálogo aquellas que fueron ultrajadas por quienes las rechazaban, aunque no tuvieran más origen que ese, el ultraje.

Dentro del catolicismo hubo voces importantes que tomaron posición contraria a esta manifestación del fervor religioso. El más importante de todos, Erasmo de Rotterdam. El erasmismo fue muy crítico, pero también dentro de corrientes más ortodoxas y nada conflictivas con el papado, se sometía a crítica y burla la proliferación de las reliquias y se advertía sobre el tráfico de falsificaciones, promoviendo una religión más íntima y espiritual. Normalmente prestamos más atención al extremo fervoroso que a las muchas voces razonables que se opusieron a su extensión. Ya en el siglo XVIII alguien como Benito Jerónimo Feijoo dedicó un buen puñado de páginas contra la superstición que escondían, pero tuvo que contar con la protección real para evitarse problemas.

Poseer una reliquia era manifestación de importancia y si esta tenía certificación de verdadera (que también se podía falsificar), más aún. Sobre la sinceridad de la fe se superponía el poder, el prestigio, la posición social y hasta la ganancia económica que suponía para su propietario, fuera este un individuo, una familia o una institución religiosa. Los grandes nobles procuraban acumularlas, los conventos y las iglesias las exhibían y catalogaban con tablas de reliquias en las que se listaban. Se medía mucho el impacto buscado en la exhibición de la reliquia: se mostraba, pero no del todo y no siempre, para que no perdiera parte de su condición secreta y se conservaba para ello en objetos que revelaban su pretendida importancia. Estuches de oro y plata, esculturas de madera policromada obra de los mejores artistas del momento, muebles de las mejores maderas confeccionados por artesanos de prestigio... Decenas de miles de ejemplos de todo tipo de huesos, sangre, cabellos, ropas, objetos que tocaron las reliquias originales o que proceden de los lugares en los que se conservan, imitaciones que se vendían como hoy los recuerdos de los lugares santos, cuadros que solo por representarlos adquirían parte de la condición sagrada, etc. No importaba que el mismo exceso supusiera la principal causa de su descrédito o que en muchos de los listados expuestos el santo o santa figurara como desconocido o que se resolviera que una reliquia en concreto se demostrara falsa. La fe es ciega por definición y no se somete a la razón.

La exposición, como es habitual en este Museo, está bien montada y resulta atractiva. Hay piezas notables y otras elegidas por su condición didáctica, para dar cuenta de la variedad de la cuestión. Sin embargo, le falta algo, una necesaria mirada decididamente moderna a estos objetos, como si los comisarios no se hubieran atrevido a ir un poco más allá de lo esperable, de lo que cualquiera hubiera hecho de disponer de estas mismas piezas. Falta una contextualización mayor dentro del mundo del arte, falta una mayor profundización en la visión crítica que ya se dio dentro de la misma iglesia católica en aquellos tiempos (está meramente apuntada), falta poner de mayor relevancia  con ejemplos concretos el interés de prestigio social que suponía o la importancia económica del tráfico de reliquias y relicarios sin importar que fueran descaradamente falsas las primeras, falta la verdadera espiritualidad que podía promover el contacto con una reliquia. Sin esto, Extraña devoción es una exposición interesante, pero previsible y no sorprendente, sin la altura sobresaliente e inolvidable que han tenido anteriores exposiciones en este Museo.

En un museo, estos relicarios adquieren una nueva condición, la de objetos artísticos. Despojados de su condición sagrada, los contemplamos como ejemplos de un mundo que nos parece lejano, aunque basta con salir a la calle tras la visita a la exposición para darnos cuenta de cuánto es similar al nuestro.

viernes, 16 de octubre de 2020

Emisiones en directo de los actos de Valladolid Letraherido

 

Dicen que las crisis traen siempre oportunidades. Desde hace tiempo, barajábamos en el programa Valladolid Letraherido la posibilidad de trasmitir en directo alguna de las actividades que realizamos. Es una lástima que no conservemos los vídeos de las intervenciones de tantas personas como han pasado ya por estos actos, que no tengamos la constancia del gesto y de la palabra hablada como nos permiten las nuevas tecnologías y nos tengamos que conformar con la imagen fija de la fotografía. Ha tenido que ser la pandemia provocada por la COVID-19 el empujón que nos hacía falta para vencer alguna de las reticencias. Nos preguntábamos si la emisión en directo y el posterior acceso a través de la grabación podía restar afluencia a la sala, especialmente en invierno y no teníamos la respuesta correcta a esta pregunta y quizá todavía no la tengamos. Sin embargo, la pandemia nos ha traído una drástica reducción del aforo presencial para guardar las medidas sanitarias. La participación en vivo del público, especialmente de aquellos que tienen más dificultad o mayores reticencias para navegarse en el mundo digital, es necesaria y la buscaremos y querremos siempre, pero ahora las circunstancias son las que son. No se nos escapa tampoco la ampliación del público que pueda seguir en directo, gracias a las más modernas tecnologías, los actos (conferencias, presentaciones de libros, recitales, ahijamientos poéticos, etc.) y su posterior visionado o consulta a través del archivo grabado.

Como estamos comenzando, seguro que cometeremos algún error y podremos mejorar. Estamos abiertos a sugerencias que perfeccionen el procedimiento, teniendo en cuenta que es un esfuerzo añadido a todos los que estamos implicados en el programa, en algunos casos sin otra recompensa que el trabajo generoso en favor de la cultura. Por ahora, la emisión se hará a través de la página de Facebook de la Casa de Zorrilla -es posible convertirse en seguidor y optar por la comunicación de emisión en directo de un vídeo- y allí quedarán almacenados. Desde ese espacio es posible compartirlos fuera de esa red social y descargarlos. Toda la información podrá obtenerse a través de mi blog o de mis redes sociales y de las redes sociales institucionales del Ayuntamiento de Valladolid dedicadas a la cultura, especialmente en la completísima página Valladolid en su tinta, que se ofrece como la revista electrónica de información de las actividades relacionadas con la lengua y la literatura en Valladolid.

Ayer inauguramos estas emisiones con motivo de la presentación de Esquirlas, el libro de aforismos de Atilano Sevillano, que puede consultarse en este enlace, que reseñé en mi entrada de ayer.

No escondo otra intención en este esfuerzo: promover la cultura en estos tiempos tan difíciles, contribuir a la extensión de la información sobre las novedades literarias, permitir el acceso a conferencias y otros actos a personas que no pueden desplazarse a la sala por estar lejos o por cualquier otra circunstancia, apoyar al sector del libro -escritores, editores, libreros-, que no está pasando su mejor momento.

martes, 2 de junio de 2020

La cultura necesaria. Evitemos el erial cultural tras la pandemia.


Uno de los sectores golpeados con dureza por el cierre de las actividades durante la pandemia ha sido el mundo de la cultura. También lo será, mientras duren las restricciones de aforo y las recomendaciones de distancia entre personas y la crisis económica que nos espera, en los próximos meses.

Estos días he hablado con actores, escritores, editores, músicos, programadores y otras personas que provienen de este mundo y las noticias no son nada esperanzadoras. Muchas de ellas sobreviven como pueden con las ayudas gubernamentales, pero no aguantarán mucho tiempo cuando se supriman tras el final del estado de alarma, mientras no regrese la verdadera normalidad y para esto queda mucho tiempo. Hay pequeñas empresas culturales que cerrarán en cuanto se retiren las ayudas o los ERTE (compañías de teatro, empresas de gestión cultural, pequeñas productoras, etc.) porque no habrá espacio para ellas. Aunque la capacidad de reinventarse es constante en el sector cultural, me temo que nos veremos abocados a la semiprofesionalidad o al riesgo de invocar constantemente a la vocación, como si bastara la vocación para comer a diario. Ya es demasiado alto el número de personas relacionadas con la cultura cuyo sustento económico procede de otro tipo de trabajos o del apoyo familiar. En todo caso, nos espera una caída mayor en la precariedad en la que suele vivir este mundo, con el riesgo que supone esto para la producción cultural constante y de calidad que debe tener un país como España, con el peligro añadido de que la desaparición de un ecosistema cultural propio deja vía libre a la entrada de las grandes multinacionales de la cultura, que entienden todo según el balance económico y que contribuyen a homogeneizar la cultura según parámetros ajenos.

Soy consciente de que muchas personas de otros sectores económicos han visto reducidos al mínimo los ingresos durante las pasadas semanas y ven el futuro con desesperanza, pero hoy quiero centrarme en aquellos que trabajan en el sector cultural (autores, actores, directores, promotores, gestores, técnicos, publicistas, editores, impresores, etc.) que ya se había visto afectado por la irregularidad en el pago de las administraciones públicas desde hace años y las consecuencias de la crisis económica que arrastramos desde 2008, que obligó a renegociar y reducir contratos, así como a trabajar por unos cachés ridículos en ocasiones.

Vaya por delante mi completa defensa del sector en contra de las constantes burlas e injustificables desprecios que manifiesta una parte de la opinión pública y ciertos políticos, una mezcla de desinformación, rencor perpetuo, desprecio por lo propio y sectarismo ideológico (de todos los lados del espectro político). Soy de los que piensan que debe darse un apoyo de las administraciones al mundo de la cultura porque la cultura es un bien público. Más en situaciones por las que atravesamos, en las que las medidas sanitarias harán muy difícil la celebración con normalidad de actos públicos. Conciertos, espectáculos escénicos, presentaciones de libros, etc., tendrán un aforo muy limitado y las normativas implicarán, además, un aumento en los costes de producción derivados de las disposiciones de higiene.

La cultura es una industria de la que viven decenas de miles de personas en España, solo por eso ya merece el apoyo y la protección de los organismos públicos en situaciones como la que atravesamos. Después de las dudas iniciales, el sector entró en las disposiciones de apoyo económico al igual que cualquier otra empresa o trabajador. Resultaron muy sorprendentes las declaraciones iniciales del ministro de cultura, pero se corrigió a tiempo y este cambio de criterio es de alabar. No favoreció tampoco cierto carácter anárquico de muchos de los que trabajan en el mundo cultural, pero sus asociaciones y el apoyo mutuo corrigieron en gran medida la inicial desorientación.

Todos aquellos que tienen en el mundo de la cultura su único o principal sustento económico, han sufrido la suspensión o el aplazamiento sin día de los eventos programados. A pesar de ello, han sido muchos los que han contribuido de forma gratuita a que la sociedad tuviera un acceso a la cultura de calidad durante el confinamiento. También ha habido otros que se han encerrado legítimamente en la idea de que el trabajo en el mundo cultural siempre hay que pagarlo, incluidas las situaciones que hemos atravesado. En todos, tanto en los que han sido generosos como en los que no lo ha sido, existe el temor a que el público haya tomado la cultura durante estos días como un mero entretenimiento que no se haya valorado suficientemente en lo que significa. No creo que aquellos que hayan caído en confundir la cultura con el entretenimiento más básico hayan pensado así solo durante el confinamiento. Seguro que ya lo pensaban antes y ahora se han limitado a aprovecharse impunemente de lo que se daba gratis en las redes sociales cuando se compartían espectáculos escénicos, películas, monólogos, libros o poemas, como antes se dedicaban sin pudor al pirateo de los productos culturales violando los derechos de autor y propiedad. Quiero pensar que ha habido un número notable de personas que haya valorado el esfuerzo y que comprendan la necesidad profunda que tiene una sociedad de la cultura y se conviertan en público dispuesto a pagar por lo que ahora se le ha regalado contribuyendo a superar mejor el confinamiento. Esto es algo que no han valorado los profesionales que no han querido compartir nada (estaban en su derecho). En el mundo de la cultura siempre ha de estar presente un cierto grado de generosidad y de función pública, so pena de que ese hueco que se deja pueda ser ocupado por los arribistas, aprovechados y falsificadores.

Ahora toca un doble esfuerzo. Por un lado, las administraciones públicas han de apoyar la cultura promoviendo todo tipo de actos. Me llegan noticias que no dejan de causarme tristeza. Gran parte de los ayuntamientos contratan para las próximos meses con la condición de que el profesional sea de la localidad y rebajando el caché, cosa que también ocurre en el nivel regional. Siempre he sido partidario de que exista una cuota que proteja a los naturales de un lugar, pero esto no debe impedir la circulación de la cultura porque su encastillamiento -uno de los riesgos que hemos sufrido desde que existen las comunidades autónomas y que explica alguna de las carencias de nuestra cultura-, la empobrece notablemente.

Por otro, los ciudadanos. En la medida de las posibilidades de cada uno, debemos consumir más cultura en los próximos tiempos o pagar por la que consumimos como estamos dispuestos a pagar por cualquier otra cosa. Hacer un esfuerzo para comprar libros, películas o música, asistir a los espectáculos, visitar los museos, etc. Más que nunca somos responsables de lo que queremos ser como país. No me gustaría contemplar una España vaciada también en esto, un erial cultural que ocuparán irremediablemente los proveedores de cultura masiva de origen externo, con fines exclusivamente lucrativos, produciendo una colonización cultural del país, que ya es notable hoy en día.

viernes, 10 de febrero de 2017

Mujeres en vanguardia. La Residencia de Señoritas en su centenario (1915-1936)


Una de las consecuencias más graves de la guerra civil española y el régimen franquista fue el notable retroceso en cuanto a la igualdad de la mujer. La dictadura instauró una moralidad católica tradicionalista en la cual la posición de la mujer tenía reservado unos roles sociales que la condicionaban a los hombres y le reducían sus derechos civiles. Hasta el aperturismo del régimen a finales de los cincuenta, provocado por cierta necesaria homologación a las potencias occidentales, la mujer (también las personas homosexuales y transexuales) sufrieron una vigilancia moral que relegaba su posición escalones por debajo del varón heterosexual. Hipócritamente, se alaba hasta con exageración la necesidad de su función social como madres y esposas, como complemento del hombre y como trabajadoras en sectores muy concretos. Las cartillas, catecismos, libros escolares y propaganda lo testimonian continuamente, así como la institución de la Sección Femenina y sus publicaciones, talleres y formación. Durante todo el régimen franquista se consideró a la mujer como una persona inmadura jurídicamente a la que tenía que limitarse siempre el acceso a derechos reservados a los hombres. La presión social de un mundo cerrado y viciado por esta formación moral y por el temor a ser señalado como diferente, hacía el resto. Pocas mujeres se atrevieron a romper este corsé moral pero siempre toparon frontalmente con la falta de derechos y la desigualdad en las oportunidades. A pesar del aperturismo de los años sesenta y setenta no fue hasta la recuperación de los derechos democráticos cuando se legisló en materia de igualdad, un tema en el que todavía hay mucho camino por recorrer. Este camino sería más corto sin el corte brutal que supuso en esta materia la dictadura porque durante las tres primeras décadas del siglo XX España avanzó hacia la visibilidad social de la mujer, su igualdad y su libertad en todos los ámbitos sociales como en los países occidentales más desarrollados. Con todas las dificultades, con la brecha socioeconómica presente o con la diferenciación entre regiones y el mundo rural y el urbano, pero se mejoró como no se había hecho antes en la historia española. Ver los progresos que se produjeron en esos años en educación -especialmente en la formación de las maestras y su vinculación a las mujeres del mundo rural-, en derechos cívicos y en la formación es comprender la lamentable oportunidad perdida y las consecuencias del paréntesis de varias décadas.

Algo de todo esto podemos constatar visitando la exposición Mujeres en vanguardia. La Residencia de Señoritas en su centenario (1915-1936) (Sala municipal de exposiciones del teatro Calderón de Valladolid, hasta el 12 de marzo), que conmemora el centenario de esta institución creada por la Junta para la Ampliación de Estudios y vinculada a la Residencia de Estudiantes y, por lo tanto, a la inspiración de ese prodigio que fue la Institución Libre de Enseñanza. Organizada por Acción Cultural Española y la Residencia de Estudiantes con la colaboración de la Fundación Municipal de Cultura del Ayuntamiento de Valladolid, es una parte de la gira de esta exposición tras su exhibición en Madrid.

La exposición muestra el desarrollo cronológico de la Residencia de señoritas, su organización interna, la sede de la calle de Fortuny de Madrid,  las actividades que llevaron a cabo, etc. Llama la atención el cuidado en todos los aspectos, o solo los científicos o culturales, sino también los materiales, incluida la disposición de las habitaciones o  el mobiliario, funcional y vanguardista. También todas las papeletas mostradas en las vitrinas, que recogen el horario de una residente, las invitaciones a conferencias (hay una en la que se invita a la pronunciada por Federico García Lorca sobre Poeta en Nueva York. Un libro de versos, celebrada el 16 de marzo de 1932; otra para asistir al recital del músico burgalés Regino Saiz de la Maza el 20 de abril de ese mismo año), etc. En las paredes cuelgan fotografías que dan testimonio de todas esas actividades científicas, artísticas, deportivas, etc., pero también del espíritu moderno que se había instalado en la Residencia en actitudes, costumbres, moda, etc. Y una muestra del arte plástico llevado a cabo por mujeres vinculadas a ella, algunos de cuyos nombres fueron silenciados por la historia oficial y no han sido revalorizados hasta mucho después: Victorina Durán, Maruja Mallo, Delhy Tejero, etc.

Uno sale de esta exposición con esa sensación amarga de aquel parénteis brutal y de la necesidad de seguir apostando por recuperar y difundir el legado de aquellos tiempos porque sin esa memoria o sin el recuerdo de lo que puede suponer detener la marcha del progreso en estas materias, no habrá verdadera igualdad ni una sociedad libre.

miércoles, 29 de junio de 2016

Giner. El maestro de la España moderna. Francisco Giner de los Ríos y la Institución Libre de Enseñanza


No es la primera vez que hablo en este espacio de la Institución Libre de Enseñanza ni será la última. Su importancia para la educación y la cultura españolas es tan considerable que no se puede escribir sobre lo mejor que ocurrió en este país desde 1876 hasta 1936 sin mencionarla. De hecho, una de las grandes tragedias de nuestra historia contemporánea fue el brutal corte que supuso la Guerra civil y la dictadura de Franco en estas materias, que impidieron el desarrollo eficaz de un sistema de educación público y laico, integrador de todas las clases sociales, moderno, riguroso y adaptable a todos los tiempos y la recogida de los frutos de un proyecto como el de la ILE. Aunque parezca una exageración, pienso que España no se ha recuperado aún del vacío que supuso aquel corte y que en eso estriba el desacuerdo político en materia de educación. Así nos va.

Esta exposición que comienza ahora a circular por España (Giner. El maestro de la España moderna. Francisco Giner de los Ríos y la Institución Libre de Enseñanza, Sala municipal de exposiciones del Museo de la Pasión de Valladolid, hasta el 28 de agosto) ha sido organizada por Acción Cultural Española y la Fundación Francisco Giner de los Ríos. Recoge un interesantísimo y valioso conjunto de materiales que documentan la biografía y obra de Francisco Giner de los Rios y el conjunto de fundaciones que proyectó para sacar adelante su pensada reforma de la educación española: Museo Pedagógico Nacional (1882), Instituto de Reformas Sociales (1883), Junta para Ampliación de Estudios (1907), la Residencia de Estudiantes, etc. Desde un humilde cuaderno escolar hasta la obra pictórica de grandes artistas relacionados con el proyecto de la ILE, instrumental docente y científico, fotografías de gran relevancia (en las que hallamos a niños de las colonias de verano practicando educación física, a Einstein, Curie o a buena parte de la Generación del 27 a su paso por la Residencia), etc. El conjunto de todos estos materiales (más de 400 objetos) merece una visita detenida y sin prisas porque da una idea perfecta del proyecto ambicioso pero también realista puesto en marcha por Giner de los Ríos y el conjunto de personas que se sumaron a su entuasiasmo.

Sabía Giner de los Ríos y compartían esa idea todas las personas que se reunieron en torno al proyecto que la mejor forma de hacer una sociedad mejor, moderna, justa socialmente, cohesionada y culta era procurar una educación que lo hiciera posible. En España todavía estamos intentándolo porque se nos ha olvidado que en nuestro pasado tenemos ejemplos suficientes que deberíamos recuperar. Vean esta exposición, como homenaje al hombre que lo hizo posible, como recuperación de una memoria imprescindible para nuestro presente y como forma de tomar impulso hacia el futuro.

viernes, 6 de mayo de 2016

Antonio Benaiges, de una fosa común a un proyecto de vida


A petición de los organizadores, mañana sábado 7 de mayo presentaré y moderaré el acto que tendrá lugar en Cultural Cordón, de Burgos, a partir de las siete de la tarde, con el título Antonio Benaiges, de una fosa común de 1936 a un proyecto de vida. La rehabilitación de su escuela para hacer un lugar de encuentro.

La jornada está dedicada, por un lado, a la memoria de Antoni Benaiges, maestro rural que ejercía en Bañuelos de Bureba. Uno de aquellos maestros y maestras que durante la II República dignificaron su profesión y lucharon por elevar el nivel cultural de España con el impulso decidido que a la educación dieron los gobiernos de aquellos años. En el pueblo, en el que obtuvo plaza en el curso 1934-1935, introdujo métodos de enseñanza innovadores que aún hoy sorprenden por su modernidad, como la elaboración de unos cuadernos que pronto circularon por toda España entre los partidarios del método Freinet. La aparición de una imprenta en un pueblo sin agua corriente, luz ni asfaltado, tuvo que suponer una convulsión para los niños que acudían a la escuela y trabajaban con un método pedagógico que les permitía desarrollar su creatividad en conexión con su entorno.

El maestro Benaiges prometió a los niños de su escuela que en el verano de 1936 los llevaría a ver el mar. Pero no pudo ser. Como tantos compañeros de profesión, desapareció al inicio de la guerra civil, tras la sublevación militar contra el gobierno republicano. Torturado en prisión, en Briviesca, fue fusilado y arrojado a una fosa común en La Pedraja. Algunos habitantes de Bañuelos de Bureba conservaron hasta hoy algunas de sus pertenencias y el recuerdo de aquel maestro que prometió a los niños que verían el mar como parte de su acción docente. Su asesinato y el silencio que se impuso en la dictadura franquista impidió que en España se valorara su nombre que, sin embargo, era conocido en México gracias a compañeros que se habían formado en las técnicas Freinet.

En la jornada, se celebrarán varias mesas redondas con expertos en la materia, descendientes del maestro y de alguno de sus alumnos y se proyectará el documental El retratista, de Alberto Bougleux, con idea original de Sergi Bernal.

Pero el acto no se quedará en el homenaje a Benaiges ni en la justa recuperación de su memoria y actividad. Tiene como objeto también llamar la atención de las autoridades y de la sociedad sobre la restauración de su antigua escuela y puesta en marcha en ella de un Museo y Taller Pedagógico que sirva como lugar de encuentro de toda la comunidad educativa. Y que todo sea inspirado por aquel maestro que se dedicó a ejercer su profesión con vocación e hizo soñar a los niños que, en algún momento, todos podemos aspirar a ver el mar.

viernes, 13 de noviembre de 2015

Día de las librerías 2015



Ayer jueves asistí a un interesante encuentro convocado por la Asociación Provincial de Libreros de Burgos. El objetivo fundamental era mantener un contacto entre los libreros y diferentes agentes culturales. La reunión me pareció de gran interés. En primer lugar, porque demuestra la inquietud del sector, su capacidad de adaptación y sus ganas para afrontar un negocio que está cambiando tanto en estos tiempos. Pocas cosas nuevas se puede decir a un grupo de personas tan activas como las que me encontré. Conocen su profesión y las modificaciones que los nuevos tiempos les exigen para sobrevivir como librerías independientes frente a la brutal competencia que desde hace años les presentan las grandes superficies comerciales y desde hace poco tiempo las grandes cadenas de venta de libros por Internet o franquicias nacionales e internacionales. Dado que conocen perfectamente su sector, los problemas y las estrategias para solucionarlos, lo mejor que pueden hacer los agentes culturales del entorno es ponerse a su disposición y establecer una red de compromisos y apoyo para fomentar la lectura y, especialmente, las ganas de adquirir un libro. Sobre todo porque el libro y el libro en papel, a pesar de todo, sigue siendo un artefacto perfecto para difundir la cultura y una personal manera de afrontar la adquisición de entretenimiento, información y pensamientos. El librero, el librero de verdad como eran los presentes en esa reunión, es un profesional tan necesario en un país como un médico. Y si no lo vemos así, tenemos un serio problema. Las exigencias de estos tiempos ha multiplicado su trabajo y lo ha diversificado, pero en el fondo sigue siendo el mismo: un punto de referencia fundamental entre el escritor y el lector, no solo una persona que vende libros. Es de elogiar la iniciativa de encuentros entre todos los que estamos implicados.

Ya he hablado en este espacio en otras ocasiones de la importancia que tienen para mí las librerías, las horas que he pasado en ellas hojeando libros, interesándome por las novedades, conversando con libreros y otros clientes.

Hoy, en España, se celebraba el Día de las librerías, una forma de visibilizar su importancia. A las librerías deberíamos ir, al menos un par de veces al mes. Y salir con unos cuantos ejemplares. Es tiempo y dinero bien invertidos.

lunes, 7 de septiembre de 2015

La herencia del ministro Wert en la educación española


José Ignacio Wert, ministro de Educación, Cultura y Deporte desde el 22 de diciembre de 2011 hasta el pasado 26 de junio, ha dejado una de las herencias políticas más desastrosas de la historia reciente española. Ni mejoró o consolidó las normativas existentes a su llegada ni desarrolló satisfactoriamente las iniciativas personales. No fue capaz de fomentar consensos generales en ninguna de las materias de las que se ocupaba en su ministerio y generó desacuerdos de casi todos los sectores, incluso entre los afines al Gobierno. Era tal su impopularidad que hasta en algunas de sus opiniones e ideas que podrían haber dado frutos positivos encontró, por su forma de plantearlas, enfrentamientos constantes. Los últimos meses de su mandato fueron un ejemplo de ineficacia y de cómo un responsable político era capaz de esconderse en los momentos en los que tocaba impulsar algunas de las reformas claves para un país y que él mismo había prometido al inicio de su actuación como ministro. En esto, los mentideros políticos no se ponen de acuerdo: no se sabe si fue propia iniciativa o que alguien le recomendó que desapareciera de la primera fila de las noticias.

En estos días en los que se abre el curso escolar, todo está peor que cuando él llegó al ministerio. No entraré a valorar aquí los aspectos ideológicos de sus iniciativas: su nombramiento fue fruto de una victoria electoral y, por lo tanto, son los españoles los que decidieron apoyarlas con sus votos. Pero sí quiero desbrozar el panorama presente. Los recortes en materia de educación han sido brutales y costará años remontarlos. Su gran iniciativa parlamentaria, la aprobación de la Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa (LOMCE), ha sido contestada desde todos los ámbitos y muchas Comunidades autónomas se han declarado en franca rebeldía a la hora de implantarla. Incluso aquellas que permanecen bajo gobiernos de su propio partido se encuentran desorientadas porque a estas alturas faltan reglamentos necesarios para su desarrollo y aclaración de puntos esenciales tanto en las famosas pruebas evaluatorias de nivel como en el acceso a la universidad. En momentos de crisis, muchas familias se ven obligadas a un alto gasto en libros escolares porque las materias han cambiado y muchos centros escolares ni siquiera saben cómo actuar ante las novedades ni los efectos que tendrán sobre cada centro concreto. Los partidos de la oposición se han comprometido a cambiar esta Ley en cuanto lleguen al gobierno nacional.

En materia universitaria, la situación no es mejor. Al ministro Wert no le dio tiempo -o le fallaron las fuerzas y los apoyos- para presentar su reforma de la Ley orgánica que rige las universidades españolas. El famoso estudio encargado a un comité de expertos no se desarrolló y aunque muchas de las premisas de su diagnóstico eran válidas, las formas de solucionarlos eran discutibles. El mismo ministro lo metió en un cajón y bien por cautela política bien por imposibilidad, no siguió las recomendaciones que sus propios expertos le dictaminaban. Pero una sucesión de decretos aprobados bajo su mandato han dejado desnortado el sistema universitario español, especialmente el sistema público de universidades que, hasta hace un tiempo, era la garantía de unos estudios universitarios homogéneos en todo el país y que se debe reformar no para rebajarlo sino para que siga siendo garantía de cohesión e igualdad de oportunidades tanto por razones históricas como sociales. Los recortes y los efectos de estos decretos han tenido una doble consecuencia: ni se soluciona la alarmante situación de la universidad española ni se articula un sistema legal completo que permita un nuevo panorama que la impulse. En estos momentos, cada universidad batalla por libre en una guerra que solo podrán ganar las universidades privadas a no ser que cambie mucho el panorama en los próximos años. En esto, como ya he dicho en otras entradas de este espacio, no tienen culpa solo los ministros que se han sucedido sino que también hay responsabilidad interna en el mundo universitario español

Nos enfrentamos, durante este curso, a unas nuevas elecciones generales. Sea cual sea el resultado final de ellas, se producirá un paréntesis legislativo de muchos meses en el que solo se administrará la educación española con parches y soluciones provisionales a la espera de las nuevas leyes que no solo están anunciadas sino que son necesarias dada la difícil viabilidad de las existentes. Incluso aunque gobernara el mismo partido que en la actualidad, deberá reformar la LOMCE y desarrollar una nueva Ley orgánica de universidades porque el panorama legislativo actual es inadecuado. Estos meses de parón son un problema pero si después de las elecciones se pudiera generar la idea de consenso en la educación española en todos sus niveles y conseguir que las nuevas leyes fueran acuerdos generales que pudieran durar décadas, la sociedad española saldría ganando.

Ojalá pudiera ser optimista y olvidarme de lo que ha ocurrido desde hace tiempo en España, en la que los grandes partidos que han gobernado han sido incapaces de ponerse de acuerdo en esta materia y se ha sometido a la educación a un continuo cambio legislativo. No sé si somos conscientes de que la mejor manera de evitar muchos de los problemas que aquejan al país hoy (desde el de los nacionalismos hasta la debilidad económica española ante cualquier crisis) se corregirían con una buen sistema educativo nacido de una legislación estable en cuya redacción e implantación participarán de verdad más sectores profesionales que los políticos y se desarrollara con una clara implicación de la sociedad española.

viernes, 31 de julio de 2015

Del pizarrín a la tablet. Actos conmemorativos del centenario de la escuela de Pampliega


Hasta el 20 de septiembre estará abierta la exposición que conmemora el primer centenario de la construcción del edificio de la escuela de Pampliega (Burgos). La extensión de la educación pública en España fue una labor larga, sometida a muchos desasosiegos y no siempre aceptada de buen grado por todos los estamentos. En especial, en los lugares alejados de las capitales de provincia. 

Fue una labor de más de un siglo sembrar la geografía española de edificios dedicados a la escolarización de los niños españoles pertenecientes a las clases más desfavorecidas, sostenidos por la administración, implantar una legislación y una metodología adecuadas, dignificar la labor de los maestros y conseguir su cualificación, convencer de los beneficios de la escolarización a las clases populares que veían en el trabajo infantil una forma de contribuir al mantenimiento de la familia debido a sus pocos recursos y una aceptación de que nada cambiaría su condición social por el control que ejercían sobre ellos los poderes económicos y políticos locales. El impulso en las primeras décadas del siglo XX y, en especial, durante la II República fue de tal magnitud que conviene recordarlo constantemente para reconocerlo.

Con motivo de los primeros cien años del colegio de Pampliega, el Claustro del profesores del CEIP Rey Wamba ha organizado una serie de actos para conmemorarlo. Entre ellos, la muestra de dos exposiciones complementarias: Memoria de una ilusión. La escuela de la Segunda República (1931-1939), que ya he reseñado aquí, y que trata de todo el proyecto esperanzador de mejora de la educación pública que supuso aquel tiempo y Muerte y represión en el Magisterio de Castilla y León (Exposición de la Fundación Fermín Carnero), muestra que recuerda a los más de 200 docentes que fueron víctimas de la feroz represión ejercida durante la Guerra civil y los primeros años del franquismo tan solo en esta región y, en especial, en los pequeños pueblos. En salas anexas, se exhiben materiales técnicos, audiovisuales y bibliográficos relacionados con las exposiciones mencionadas y la labor docente y una reproducción de un aula de los años sesenta del pasado siglo junto a la de otra aula moderna. Todo se completa con un ciclo de conferencias a lo largo de los meses de julio, agosto y septiembre y la proyección del documental Las maestras de la República (Goya a la mejor película documental de 2014).

Un buen reclamo para acercarse durante este verano a Pampliega y convertir la visita en un pequeño homenaje a los maestros y maestras que han sostenido no siempre en condiciones favorables, la necesaria educación pública.



martes, 5 de mayo de 2015

La escuela de la Segunda República. Memoria de una ilusión, en Burgos.




Recordar el proyecto educativo de la Segunda República española es también incorporarlo a nuestro presente. Aquel proyecto fue uno de los impulsos más importantes que se han dado en España en materia de educación en todos los niveles. Dignificó la figura del maestro -especialmente del maestro rural y, sobre todo de la maestra- mejorando su salario y su consideración social, subió muchos peldaños su cualificación profesional y su condición de pieza fundamental para la extensión de la modernidad en la sociedad española, intervino para atajar las desigualdades debidas al sexo o al origen social o geográfico, generalizó un programa de educación con el objetivo de que España superara las muchas carencias que tenía en esta materia, se mejoraron notablemente las instalaciones en las que se ubicaban los centros escolares y su dotación material, etc. La metodología que emplearon aquellos maestros era una de las más avanzadas en esta materia en Europa y siempre adaptada a las necesidades y realidades del país, aunque muchos desconozcan su legado, su programa de actividades sería hoy todavía válido y puede servir de modelo porque no se limitaba a intervenir en el aula sino que buscaba también su implicación con el tejido social y fomentaba actividades de sociabilización y generalización de la cultura. Todo aquello se debió no solo a las leyes y normativas que las desarrollaban -de las mejores con las que ha contado España- sino también y sobre todo a que supo generar un impulso ilusionante y esperanzador en aquellos maestros que buscaban la mejora de España y su modernización para que pudiera equipararse a las democracias europeas más desarrolladas.

Llega a la Biblioteca Pública de Burgos (Plaza San Juan, hasta el 30 de mayo) la exposición Memoria de una ilusión. La escuela de la Segunda República (1931-19139), cuyo libro catálogo reseñé aquí en enero. Una acertada muestra para divulgar las últimas investigaciones patrocinadas por la Federación de Trabajadores de la Enseñanza (FETE-UGT) que hicieron posible también el documental Las maestras de la República, Premio Goya a la mejor película documental de 2014.

domingo, 22 de marzo de 2015

Redes internacionales de la cultura española (1914-1939)


Tras su reciente montaje inicial en la Residencia de Estudiantes llega a Valladolid una excepcional exposición que nadie debería perderse en la gira que comienza ahora fuera de Madrid: Redes internacionales de la cultura española (1914-1939 (Sala Municipal de Exposiciones del Museo de la Pasión, hasta el 10 de mayo). Se enmarca dentro de la oportuna y amplia programación con la que la Residencia conmemora el centenario de su fundación. En este enlace el lector podrá comprobar por sí mismo la importancia de esta exposición que viene a poner en su lugar la trascendencia que para la sociedad y la cultura española tuvieron la Institución Libre de Enseñanza (ILE, hoy Fundación Francisco Giner de los Ríos en homenaje a su fundador), la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (JAE, inspirada en la anterior y sobre la que la dictadura franquista construiría el CSIC) y la Residencia de Estudiantes.

Pocas veces en la historia de España un proyecto como el que supuso la ILE ha dado tantos beneficios a la sociedad y pocas veces como en esta está tan claro lo que una guerra y una dictadura feroz, vengativa y moralmente mediocre puede cercenar. El período que va desde 1914 hasta 1939, contemplado en esta exposición, supuso una apertura de España a lo mejor del mundo occidental y su conexión en red con la cultura y la ciencia europea. Gracias a este impulso -nacido, recordémoslo, de iniciativa privada y fuera del ámbito del viciado sistema universitario y político español- al que se sumarían instituciones españolas y extranjeras y terminaría siendo apoyado por algunos de los Gobiernos del período, España volvió a situarse en el primer plano de los países occidentales. Contribuyó, por supuesto, el auge económico a partir de la neutralidad española en la I Guerra Mundial, pero sin el eficaz esfuerzo en educación, ciencia y cultura el país jamás hubiera dado el salto cualitativo que dio y que vino a cortarse con lo acontecido en 1936 y la coyuntura de tensiones sociales y políticas que recorrían toda Europa. Un modelo que debe recuperarse hoy más que nunca.

Fruto de aquel esfuerzo fueron los viajes becados por todo el mundo de científicos, artistas, pensadores, maestros, etc., con la finalidad de aprender las novedades metodológicas en sus respectivos campos y establecer relaciones personales y profesionales sobre las que construir esta red de la que nos habla la exposición. Fruto de aquel proyecto también fue la aparición de individualidades y equipos de trabajo que hoy, en gran medida, definen lo que fue la España de aquellos tiempos y de los que nace la modernización del país en todos los sentidos. También fueron fruto de todo ello algunas de las mejores publicaciones científicas y culturales que se han publicado en el país, la incorporación de España a los grandes circuitos de conferencias sobre descubrimientos y teorías científicas que definen el siglo XX, etc.

La exposición, además, nos muestra los precedentes, los esfuerzos anteriores a 1914 relacionados con la ILE y de los que la Residencia se beneficiaría. Pero a mí me ha emocionado más la forma de tratar lo que sucede tras 1936 y la acogida que tuvieron estas personalidades en países del todo mundo, en los que fueron apreciados. Repúblicas como México vieron incrementada notablemente su producción científica gracias a la aportación de las personas que acogió con tanta generosidad, muchos escritores y profesores universitarios españoles encontraron acomodo en centros universitarios norteamericanos en los que supieron reconocer su importancia y formación, etc. La guerra y el triunfo de Franco supuso el destierro de miles de personalidades formadas al amparo del proyecto que muestra esta exposición. Fue dramático el que afectó a cientos de miles de españoles de todas las clases sociales. Pero para el país fue doblemente traumático el exilio de periodistas, científicos, escritores, artistas, profesores de universidad, maestros, etc. De hecho, algunos pensamos que España todavía no se ha recuperado de aquello porque las inercias que se instalaron en el régimen de Franco para favorecer al covachuelista antes que al que tiene los méritos parecen haberse instalado en muchos ámbitos de la sociedad española impidiendo el triunfo de los mejores y el establecimiento de una forma de entender el gasto en educación, investigación científica y cultura como inversión necesaria que no debe tocarse ni en tiempos de crisis como los que atravesamos porque de este esfuerzo como país depende nuestra construcción presente y -sobre todo- futura como una nación que tiene algo que ofrecer a sus habitantes y algo que aportar al mundo.

martes, 20 de enero de 2015

La escuela de la República. Memoria de una ilusión


España ha vivido en la desmemoria durante demasiado tiempo, impuesta durante unas décadas por la dictadura y luego por la urgencia en montar un estado democrático y la propia ignorancia del pasado y su legado. Y ese hábito de la desmemoria nos ha convertido en más ignorantes de nuestra propia historia. Puede haber materias opinables, pero en lo que hace a la cultura y la educación, no. Hay un consenso generalizado en los especialistas.

El final de la guerra civil y la larga duración del régimen de Franco, las represalias tomadas contra los sectores republicanos, el exilio exterior y el interior y la depuración de las personas que habían sostenido su fidelidad a la II República provocaron un socavón en la cultura española. Y lo provocaron cuando venía de un crecimiento -la llamada Edad de Plata- sostenido desde el final del siglo XIX. A la altura de los años treinta del siglo pasado, España se había convertido en una potencia cultural de primer orden y los planes de extensión de la cultura y la educación que se aprobaron por la República son de tal calidad, realismo y oportunidad que aún hoy sorprenden por su modernidad. No solo los planes y las leyes aprobadas, sino las concreciones: la formación del profesorado, la mejora de sus condiciones económicas y profesionales, la construcción de Normales y escuelas en todo el país, los programas de mejora académica, la habilitación de los profesores para convertirse en agentes de la cultura y la educación, el cuidadoso mimo con el que se trató la escuela en las zonas rurales, los programas de formación de adultos, la construcción de toda una red de organismos que llevaban libros, películas y reproducciones de los grandes cuadros hasta las zonas más apartadas, etc.

Cualquier profesional actual de la educación se vería gratamente sorprendido con un proyecto así, en un país en el que estamos sometidos a los cambios ocasionados por cada ministro, en los que se maltrata a los profesores en los sueldos y se los descalifica desde los poderes políticos que deberían protegerlos, en los que a los centros escolares y a los profesionales que en ellos trabajan se les inunda de trabajo burocrático y no cuentan con apoyo suficiente y mantenido en el tiempo para impulsar métodos docentes innovadores con el sosiego necesario y sin tantos cambios legislativos.

Los programas relacionados con la escuela en la República recogían las mejores iniciativas pedagógicas particulares y privadas gestadas desde la segunda mitad del siglo XIX y las convertían en una bandera de la nueva situación, un proyecto de país. De hecho, basta repasar la normativa en esta materia aprobada por la República para darse cuenta de que España se había puesto a la cabeza de los países más innovadores de Europa y que lo hacía no desde una utopía irrealizable sino desde el conocimiento práctico de la situación española. Basta constatar la forma en la que las maestras rurales se ganaron la confianza de las mujeres analfabetas y la complicidad que establecieron con ellas para comprenderlo. Estas maestras, fuera de su horario laboral y sin remuneración por ello, se dedicaban a la educación de un sector de la población hasta entonces abandonado y tenían que disfrazar esta labor como un intercambio de favores en las que las mujeres del pueblo les enseñaban a cocinar o hacer punto. Todavía hoy gran parte de la formación pedagógica de nuestros profesores ignora los avanzados métodos puestos en práctica en España en aquellos tiempos y copia métodos extranjeros con los que pueden competir, sin conocer ni uno solo de los nombres de aquellos pioneros españoles en la educación primaria.

Un número todavía por determinar (pero pasa de varios miles) de aquellos maestros y maestras de la II República fueron asesinados en los primeros días de la guerra civil, encerrados en prisiones, depurados y apartados de sus plazas o incluso de la función docente. También son varios miles los que pasaron al destierro: maestros de escuelas rurales, profesores de las Escuelas Normales, profesores de Universidad y de Institutos. Soy de los que opinan que uno de los graves problemas que arrastra la España de hoy es precisamente que nunca hemos sabido rellenar bien este socavón, que nunca nos hemos detenido a recuperar esta memoria de lo perdido, aprender de nuestro pasado y proyectarlo hacia el futuro. La mediocridad del sistema educativo español instalado en el franquismo -desde la escuela de párvulos hasta la Universidad- fue tal que ha condicionado y lastrado todo nuestro desarrollo posterior. A pesar de los esfuerzos individuales de muchos miles de profesores españoles actuales la estructura no favorece la construcción de un proyecto sólido como país en esta cuestión y todo queda demasiado condicionado a la vocación de cada uno de ellos y la capacidad de algunos centros para generar ilusiones durante un tiempo.

De ahí que un libro como este, La escuela de la República. Memoria de una ilusión, de Carmen García Colmenares y Luz Martínez Ten, con ilustraciones de María Luisa Vico Nieto que han dado lugar a una exposición que en estas fechas recorre toda España, sea tan necesario (Madrid, Los Libros de la Catarata, 2014). A partir de todas las investigaciones de las autoras -que ya han dado frutos académicos y motivaron el galardonado documental Las Maestras de la República, reseñado también en este blog- se ha construido un libro que puede servir de divulgación rigurosa pero de fácil lectura de todo lo que supuso la República en materia de educación. En el libro se contemplan todos los ámbitos relacionados con aquellos maestros de primaria formados en la República: la pedagogía, la arquitectura de los edificios, los proyectos innovadores, la formación del profesorado, la labor impulsada por los maestros, etc. Pero se hace con el calor humano de la ilusión a la que hace mención su título. De ahí que sea de alabar que dé nombres de profesores, singularmente de maestras, reconociendo sus logros y sus biografías para que no caigan en el olvido. El libro, de lectura agradable, tiene otra virtud: sin esconder las represalias y depuraciones no se centra en ellas sino en todo lo anterior: la memoria de una proyecto que pudo cambiar a mejor el país para siempre y que tenemos que recordar, valorar y estudiar porque todavía puede engendrar la suficiente ilusión y el ejemplo adecuado para que España, de una vez por todas, supere la gran asignatura pendiente de su historia: la educación de sus ciudadanos. No se trata tampoco de hacer tabla rasa sino de recuperar lo mejor de nuestro pasado pedagógico para poder integrarlo en nuestro presente y tomar ejemplo para nuestros proyectos futuros.


lunes, 24 de noviembre de 2014

De nuevo sobre el patrimonio histórico y el comportamiento de las instituciones públicas. La ruina de la plaza del Sobrado de Burgos.


No es la primera vez que traigo a este espacio la situación en la que se encuentra la plaza del Sobrado de Burgos, uno de los pocos entornos con estructura medieval que quedaban en la ciudad y el lugar que conservaba mejor en ella el significado de un núcleo histórico de relevancia. En él se halla, también, la que suponemos es la más antigua imagen del escudo de la ciudad en el conocido como Arco de la Villa.

En mi primer texto sobre esta plaza anunciaba el inminente comienzo de las obras de remodelación de la plaza y alentaba cierto optimismo, así como quería dejar constancia del sabor antiguo que todavía guardaba en el año 2007 (en este enlace). En el segundo, ante la divulgación de noticias desalentadoras, proponía su uso institucional (en este enlace). De hecho, fui el primero en demandar estos usos de un entorno que depende de Patrimonio Nacional tanto por escrito como en conversaciones con diferentes organismos y personas relacionadas con la historia y el arte de la ciudad y el mundo académico. La Acequia se adelantó e inspiró ideas que luego surgieron del Ayuntamiento y de la Universidad.

La plaza del Sobrado se encuentra anexa al Hospital del Rey, un lugar lleno de historia en pleno camino de Santiago (hoy sede del Rectorado de la Universidad de Burgos y de la Facultad de Derecho). Aunque hay pocos estudios al respecto, los documentos y restos avalan su uso como lugar de mercado desde tiempos remotos. Hasta inicios del presente siglo conservaba un sabor propio de otros tiempos y una estructura de plaza cerrada medieval, así como los edificios de viviendas que la limitaban.

Por una parte, la especulación urbanística puso sus ojos en la plaza, como sucedía en aquellos años en España, y ciertas campañas mediáticas y políticas buscaban más presionar a Patrimonio para promover en esta plaza pelotazos urbanísticos que un mero amor por la conservación de un bien histórico y artístico de tanto interés.

Por otra parte, Patrimonio Nacional, al que compete el asunto por ser el propietario de buena parte de los inmuebles, actuó con una notable dejadez, causando con su forma de gestionar todo la ruina del entorno. Un auténtico delito histórico artístico que se ha culminado con el último derribo ocurrido la pasada semana. No estará penado judicialmente, pero es imperdonable que en el siglo XXI ocurran estas cosas y alguien debería hacerse responsable. No quiero dar validez a los rumores que corren por la ciudad que hablan de un interesado proceder por el cual se dejarían caer los edificios vacíos para actuar luego con más libertad sobre los solares. De hecho, solo se hacen las obligadas obras de reformas en los edificios habitados, nunca intervenciones que los mejoren. Y los propietarios particulares no sienten ningún interés en conservar unos inmuebles puesto que nada parece obligarles a ello: ni la propia conciencia. Prefieren no invertir, dejar que las casas se caigan y esperar un futuro comprador de unos solares que antes o después se revalorizarán gracias a las inversiones públicas. Una normativa de conservación se lo impediría, pero parece que nadie tiene verdadero interés en impedir la ruina y la futura especulación. Antes o después aparecerán bloques modernos que no guardarán ningún respeto por la historia del lugar.

Las obras de urbanización de la plaza acometidas por el Ayuntamiento fueron desastrosas, convirtiendo la zona en un ejemplo más de los no lugares que abundan en nuestro país, como ya dije en este espacio: plazas y entornos urbanos que tienen un sabor propio y que tras su reforma se convierten en un lugar que podría estar en cualquier otra parte de España. Se consigue sanear el espacio y ordenarlo pero el precio es muy caro porque se rompe su encanto con una intervención que uno puede hallarse en cualquier otra plaza o calle: el mismo granito, los mismos bancos, los mismos árboles, las mismas farolas, las mismas papeleras. Un espacio sin identidad. De hecho, han desaparecido los restos visibles hasta hace poco de elementos tradicionales de la plaza. No es cuestión de dinero sino de amor por la historia y el arte: con el mismo presupuesto se puede hacer una intervención más respetuosa.

Y llegamos al momento actual. Lamentablemente, las presiones de la especulación urbanística y la dejadez institucional continúan. Mientras tanto, asistimos a cómo desaparece la estructura antigua de la plaza y se pierde una oportunidad única para recuperar este entorno con fines dotacionales y culturales, propios del entorno en el que se halla: el campus universitario y el camino de Santiago. Un ejemplo más de que no aprendemos.








domingo, 12 de octubre de 2014

España y América


Desde hace años, en esta fecha, publico una entrada relacionada con el Día de la Hispanidad. He hablado del encuentro entre los dos mundos y lo que pudo suponer para ambos. He hablado también de autores que nos han ayudado a comprenderlo. En otras ocasiones he explicado cómo el Día de la Hispanidad no fue exactamente una festividad creada desde la Península sino surgida, a principios del siglo XX, en ámbitos intelectuales americanos, precisamente en los que estaban más concienciados ante la amenaza que el mundo anglosajón podía suponer para la supervivencia de lo hispánico y quisieron encontrar en este concepto un lugar de encuentro entre la tradición mediterránea que representaba España y lo precolombino americano.

Hoy me resulta muy difícil encontrar un tema. Las relaciones entre España e Hispanoamérica ha pasado históricamente por diferentes ciclos. No estamos en el mejor momento. Tras la crisis financiera, cientos de miles de inmigrantes americanos que habían venido a España han regresado a sus países o han dado el salto a otras naciones europeas. Muchos de ellos se han ido con una deuda de por vida: la hipoteca de la casa que compraron en España engañados por el progreso sin límite que nos vendieron desde las sucursales bancarias. Los lugares de encuentro políticos entre los países también han perdido prestigio: la Cumbre Iberoamericana ya no es más que una mera fachada de un edificio vacío. Una de las primeras cosas que eliminó el gobierno español actual fueron las ayudas de Cooperación Internacional dirigidas al ámbito hispánico. La actuación de los empresarios españoles en Panamá es más que reprochable, como la de nuestros grandes bancos en América. Las grandes empresas españolas que se habían instalado allí en la época de bonanza están siendo sustituidas, como en el resto del mundo, por empresarios chinos o de otras procedencias. Pero esto, con ser malo, no es lo peor: las crisis financieras traen estas cosas y dejan muchas heridas.

Lo peor es que no hay ningún proyecto de cohesión del ámbito hispánico: ni económica, ni política, ni cultural. Al gobierno español actual no le interesa Hispanoamérica y, en justa reciprocidad, a los gobiernos hispanoamericanos no les interesa España. Ya ni siquiera como un aliado estratético para negociar en Europa. De eso se encargan ellos directamente.

Curiosamente solo una institución está labrando un puente: la Real Academia Española de la lengua. Desde que la RAE dejó de creerse la propietaria del idioma y pasó a tener proyectos de colaboración y encuentro con el resto de las Academias de la lengua de los países hispanoamericanos los frutos han ido apareciendo: las reformas sucesivas de la ortografía, de la sintaxis o de los diccionarios lo demuestran. Todos estos frutos tienen un punto en común: el reconocimiento de que la mayoría de los hablantes del español están fuera de España y que la lengua y sus normativas deben servir para unirnos y no para diferenciarnos. De hecho, en estos momentos, el español es, de las grandes lenguas, la menos amenazada de disgregación. En estos momentos, sólo la lengua nos une. Es mucho, pero a uno le agradaría que nuestros políticos se acordaran de tanta herencia común y tantos proyectos interesantes para el presente y para el futuro. Si no generamos una comunidad de intereses de poco nos servirá el trabajo académico.

sábado, 28 de junio de 2014

La Residencia de Estudiantes. La cultura de la Edad de Plata y Valladolid


Al interesante programa de actividades que se han organizado desde que se conmemorara el centenario de la Residencia de Estudiantes, se suma ahora esta exposición que añade la vinculación de varios residentes con la ciudad de Valladolid (Sala Municipal de Exposiciones de la Casa Revilla de Valladolid, hasta el 20 de julio).

Organizada por Acción Cultural Española, el Ayuntamiento de Valladolid, la Residencia de Estudiantes y El Norte de Castilla, repasa primero la importancia que tuvo la Residencia desde su fundación por la Junta de Ampliación de Estudios en 1910 hasta 1936, cuando la Guerra civil vino a cerrarla. La Residencia fue uno de los proyectos más notables de educación superior en España y su disolución por el régimen dictatorial de Franco una de las cosas que más debe lamentar la cultura española. Un efecto de su cierre fue la destrucción de un verdadero tejido cultural y científico sostenible. De ese vacío tardó medio siglo la Universidad y la cultura española en recuperarse, si es que alguna vez lo hizo.

Por otra parte, la Residencia no era un proyecto aislado sino la culminación más visible de todo un programa de educación laica, moderna y con unos valores cívicos, de igualdad y progreso que buscaba tanto la mejora del país en su conjunto como la excelencia de las individualidades a las que, además, se les inculcaba su condición de deudores con una sociedad que les apoyaba. Próxima a los ideales de la Institución Libre de Enseñanza y el krausismo, suponía el broche de un proyecto educativo que abarcaba todos los niveles. Basta repasar los nombres de los científicos, intelectuales y artistas vinculados a la Residencia para comprenderlo. La Residencia adoptaba gran parte de las innovaciones de los campus anglosajones y, además, valoraba el intercambio activo entre los residentes de varias ramas. No se entendía la educación en apartados estancos como se favorece ahora sino la eficaz convivencia entre las ciencias, las humanidades y los estudios técnicos. Fomentó también un programa activo de becas para que pudieran acceder estudiantes menos favorecidos económicamente, la educación integral y cívica y la incorporación activa de la mujer a los estudios superiores. También la divulgación de los conocimientos y descubrimientos científicos mundiales: allí dieron conferencias Einstein, Curie o Le Corbusier. Su programa de actividades y publicaciones asombra todavía hoy.

La vinculación vallisoletana con la Residencia no fue menor. Una de los efectos del impulso cultural de aquella época fue el establecimiento de una red con nudos en casi todas las capitales de provincia. Algunos jóvenes vallisoletanos estuvieron vinculados directamente con la Residencia, como Jorge Guillén (integrante del Grupo del 27) o Pío del Río Hortega (excelente médico e investigador). Pero es más interesante aún la extensión de lo que ocurría en la Residencia o en sus proximidades a estas capitales de provincia. En el caso de Valladolid, Jorge Guillén sirvió de puente para que a Valladolid llegaran Alberti o Lorca y fueran recibidos por escritores locales como José María Luelmo o Francisco Pino, impulsores también de revistas en cuyas páginas colaboraron.

Esta exposición nos brinda una nueva ocasión para meditar sobre la historia cultural de España, que tanto ha crecido a empujones por culpa de la violenta actuación de tantos contra todo lo que suponía modernizar el país.

viernes, 7 de marzo de 2014

Las maestras de la República en el Día internacional de las mujeres trabajadoras


He asistido al acto que, con motivo de la conmemoración del Día internacional de las mujeres trabajadoras que se celebra el 8 de marzo, organizaba hoy la Secretaría para la Igualdad y Juventud de UGT de Castilla y León en la Universidad de Valladolid. En él se ha proyectado Las maestras de la República y ha tenido lugar una mesa redonda sobre el tema que aborda el documental.

La película ya es conocida. Ha obtenido recientemente el Premio Goya de la Academia del Cine a la mejor película documental del pasado año. Aparte de su indudable calidad técnica y su oportunidad a la hora de fomentar el debate de la educación desde la perspectiva de género, tiene un valor añadido, el de la recuperación del testimonio y de la memoria -oral y gráfica- de las mujeres que dedicaron su vida a la profesión de maestra en unos tiempos que comenzaron con la ilusión de hacer una España mejor y acabaron con la tragedia de la Guerra civil, las represalias de la retaguardia y la postguerra y la larga y feroz dictadura franquista que fue particularmente celosa en el control de la libertad de las mujeres como individuos a los que se negaron los plenos derechos cívicos. En aquellos tiempos, aparte de los asesinatos y los juicios sin ninguna garantía jurídica, se apartó del servicio a toda una generación de maestros formados en las Escuelas Normales de la República. Su labor, en los años treinta, acompañada de inversión material en educación y otros proyectos como las Misiones pedagógicas, hizo que España avanzara notablemente en educación, especialmente en las zonas rurales. Toda una lección que debería aplicarse en estos momentos en los que se reduce la inversión en educación y no hay una legislación que dure más de dos legislaturas.

Aquel progreso en educación fue mucho más: una modernización del país, un avance en la conciencia individual y colectiva. Todo se cortó con el triunfo de Franco en 1939, que devolvió a la mujer a una condición secundaria socialmente de la que no comenzó a salir hasta finales de los años sesenta. Este paréntesis de varias décadas todavía se percibe hoy en muchos aspectos de la sociedad española, como la presencia activa de la reivindicación en la lucha por la igualdad de género.

Basta con echar un vistazo a la página en Internet del documental para comprobar que el proyecto ha sido cuidado en todos sus aspectos. Además, por toda España, está siendo presentado ante la sociedad general y en ámbitos académicos en particular. Me interesa mucho este último aspecto. Cuando España quiso homologarse a las nuevas fronteras pedagógicas, a partir de los años setenta, se vio invadida por metodologías y perspectivas didácticas extranjeras. Salvo excepciones, nadie recurrió al movimiento pedagógico pionero nacional que culminó en los años treinta del pasado siglo y en el que tuvieron mucho protagonismo estas maestras -no solo ellas, también sus compañeros varones- y que todavía, en gran medida, tiene aspectos de singular validez puesto que en aquellos años estaban a la altura de los mejores presupuestos teóricos y prácticos europeos. Hasta ese punto la dictadura franquista había conseguido uno de sus objetivos, la desconexión con los avances producidos por la República en materia de educación que fueron ignorados cuando debieron haberse rescatado. En la Universidad española ocurrió otro tanto.

Solo quiero recordar aquí que el logotipo que he escogido para el Club de lectura de La Acequia es una fotografía con una de las figuras que se hicieron especialmente para el documental y que me fue regalada en su momento. Cada una es diferente de las otras y la condición con la que se me regaló era la de publicar una fotografía en el lugar de mi casa en el que yo la pusiera. Si recordáis, yo puse a esta maestra al borde del abismo de la lectura. Es mi homenaje: no hay arma mejor para el futuro de una sociedad que una mujer, maestra, con un libro en la mano, sobre todo si se reconoce en el legado de las maestras de la República.


lunes, 14 de octubre de 2013

Almagro en julio


La cultura jamás debe medirse con rentabilidad económica. Pero para aquellos que quieren poner medida monetaria a todas las actividades, Almagro es un ejemplo de cómo una localidad manchega puso en valor hace más de tres décadas el antiguo corral de comedias que se conservaba en ella y montar a su alrededor el Festival de teatro más importante de España. Sé, por testimonio directo de algunos de los que estuvieron en sus inicios, que aquello no fue fácil, que se luchó contra la incomprensión de muchos y las miserias morales de otros, también contra el afán de apropiación de algunos, que querían hacer del Festival una especie de cortijo. Durante un tiempo, incluso entre los habitantes de Almagro, al Festival no se le veía más que como un lugar de encuentro de cómicos decididamente inclinados a la izquierda que aprovechan cualquier excusa para buscar subvenciones y lanzar proclamas ideológicas en cuanto se les daba oportunidad.

Por suerte aquello ya pasó y todos los meses de julio, desde hace treinta y seis ediciones, el Festival de Teatro Clásico llena la localidad de Almagro (cuyos habitantes censados son algo más de nueve mil), ocupa todas las plazas hoteleras, las terrazas de los bares y las mesas de los restaurantes. Se ofrece teatro en muchos espacios, ya no solo en el corral de comedias o en el teatro decimonónico, sino también en plazas y patios de edificios renacentistas. Los museos son visitados por miles de personas, los edificios y las calles ofrecen un buen estado de limpieza y restauración. Y los habitantes de Almagro están orgullosos de aquel resultado. Por supuesto, no al ciento por ciento y siempre se encontrarán motivos de queja o de mejora o de perfeccionar el control de las aportaciones económicas de la administración -que no la intromisión de esta.

No puede cuestionarse la calidad del Festival, ni su oportunidad. Se ha convertido en un modelo de referencia para este tipo de actos. A pesar de que no todos los años lo visto ofrece el mismo resultado y que los que sabemos algo de lo que ocurre en los telares de la organización conocemos algunas presiones políticas y de clanes profesionales. Pero no es el momento de hablar de esto, sino de poner este Festival como ejemplo de que la cultura ofrece una rentabilidad económica, llena las calles de una población como Almagro, da trabajo directo en la hostelería y en el sector servicios. Incluso en momentos de crisis económica.

Esto sin contar la verdadera rentabilidad de la cultura: el enriquecimiento espiritual de aquel que tiene acceso a ella. El hecho de que la cultura haya sido la primera víctima de los recortes presupuestarios, presididos muchos por una visión ideológica no exenta de cierto rencor -de ahí el ataque sistemático a los actores españoles-, va dando la razón a los conspiranoicos que creen que hay todo un plan para hacernos cada vez más estúpidos y dóciles. Y no es eso, ¿verdad?

martes, 23 de julio de 2013

Obra-colección. El artista como coleccionista


Para Manolo, que sabe cómo convertir un encargo en un acicate para pensar.

La evolución de los medios tecnológicos digitales ha acelerado la difuminación de las fronteras que separaban tradicionalmente, en el mundo de la cultura y del arte, al productor del consumidor, hasta el punto de que se aplicara al mundo cultural hace años el concepto de prosumidor -nacido originalmente para las relaciones comerciales- para resaltar, precisamente esta proximidad entre ambos o la alteración de los roles tradicionales a cada uno otorgados. Ha sucedido siempre que se ha generalizado una tecnología y el fenómeno creció exponencialmente en el siglo XX con la carta de naturaleza que el arte pop dio a la posibilidad de que todos pudiéramos ser artistas. La tecnología digital, su extensión y abaratamiento, el hecho de que en estos momentos un tanto por ciento cada vez más alto de la población pueda poseer un teléfono móvil que le permita hacer fotografías de calidad, editarlas y publicarlas en pocos momentos, ha alterado sustancialmente el panorama artístico. No solo de la fotografía, sino también del video o de la música.

Es interesante ver cómo reaccionan los artistas ante el fenómeno que ha generalizado los procedimientos tecnológicos que estaban reservados hasta hace poco a los iniciados. Ya no es, no puede ser, la tecnología lo que separe al artista del no artista. Cuando algunos pintores del siglo XV aplicaron la técnica de la cámara oscura para desarrollar el engaño del ojo en el que consiste el efecto realista de la tercera dimensión en un cuadro guardaron tanto el secreto que incluso hoy muchas personas ignoran que así se produjo un salto en la pintura. Hoy no es posible porque cualquier persona que desarrolla una tecnología quiere obtener beneficios económicos rápidos y convertirla en una aplicación para teléfonos móviles. Y en ese mismo momento saldrán cientos de personas capaces de desarrollarla y perfeccionarla incluso gratis.

Por eso, uno de los fenómenos más interesantes del mundo artístico actual es la forma en que se gestiona todo esto. Muchos artistas han vuelto al mundo analógico y la obra única. Los que siguen en el mundo digital se dividen entre aquellos que sienten amenazada su situación de privilegio y abominan de los bárbaros que invaden un territorio hasta hace poco reservado para unos pocos y aquellos que interactúan con lo que ocurre. Aquellos están condenados a extinguirse o a ser meros productos de moda.

Obra-colección. El artista como coleccionista, la muestra comisariada por Joan Fontcuberta que se expone actualmente en la Sala Municipal de Exposiciones de San Benito de Valladolid (que parece haber resuelto excelentemente en las últimas muestras sus problemas de iluminación, por lo que los visitantes nos felicitamos), es una excelente muestra de los caminos que se le abren al artista a partir de la interacción con el fenómeno descrito al inicio de la entrada. Una de las artistas expuestas, Penélope Umbrico busca en Internet fotografías de parejas ante una puesta de sol. El resultado puede ser de millones, una por una sin más valor que el emotivo para aquellos que se las hicieron como recuerdos. Pero su exposición en un panel (Subset Portraits from 11,827,282. Flickr Sunsets on 07/01/2013) con otras decenas de imágenes dota a la serie de un ritmo visual y de toda una reflexión sobre la necesidad del arte y de la reutilización de material para crear una obra nueva. Lo mismo sucede con la propuesta de videoinstalación de Emilio Chapela Pérez, Gun (2011), construida a partir de la sucesión de las imágenes surgidas en Wikipedia y Google tras buscar la palabra Gun (arma): un juego irónico con la facilidad de acceso a la información sobre algo sometido a debate permanente. Richard Simpkin (Richard & Famous) construye su proyecto sobre el fenómeno de masas de los fans que buscan el autógrafo o la fotografía con famosos: más de 450 fotografías en las que sale junto a personajes de actualidad. Una a una, sus fotografías son insustanciales y hasta de penosa calidad. Todas juntas crean un símbolo de nuestro mundo.Proyectos diferentes pero con la misma intención son el panel de Hans Eijkelboom que sale a buscar por Nueva York personas con números en su vestimenta, del 1 al 100 o el de Eric Tabuchi que durante meses fotografió en diferentes carreteras letras en las traseras de los camiones hasta construir un alfabeto.

Si en el mundo digital todos podemos ser artistas gracias a la extensión en la formación y las habilidades tecnológicas, algunos artistas deberán sobresalir sobre el resto de nosotros por la capacidad de su mirada para generar nuevas reflexiones o la ironía para interactuar con lo que otros hacen. El resto de los artistas, por mucho que sus marchantes se empeñen en situarlos en los catálogos de las grandes colecciones o de las principales salas, serán modas pasajeras para convertirse en uno más entre millones.