En León, a los 102 años de edad, ha muerto Victoriano Crémer. Nacido en Burgos, su vida transcurrió en León y desde allí, en la postguerra, dio ejemplo de coherencia artística y vital. Fundó, junto a Antonio González de Lama y Eugenio García de Nora, una de las revistas poéticas más significativas de la España de postguerra, Espadaña (1944-1951), que tuvo una gran importancia para la difusión de la poesía existencial y primera poesia social: uno de los hitos de la llamada rehumanización del arte. Comprometido con su tiempo, en la obra de Victoriano Crémer hay, sobre todo, una solidaridad con el ser humano como eje vital de la historia.
Cuando murió Gabriel Celaya, compañero de estética, le dedicó un poema que hoy podríamos leer para el propio Crémer:
¡Cómo nos mueren Gabriel, Santo y pobre Gabriel!
Sin encomendarnos a Dios, sin que nos canten
cenicientas plegarias destinadas a los mármoles
y sin que ni en las ventanas ni en las azoteas
ondeen pabellones con nuestra marca heráldica.
(...)
Y fue el silencio, Gabriel, el silencio rendido
del que se duele del alma partida y repartida.
Y acabaste muriéndote de tristeza.
¡Qué muerte
para quien fue clarín de la alegría y la esperanza!
¡Cómo nos mueren, Gabriel, Santo y triste Gabriel,
por los siglos de los siglos!...
Que la tierra le sea leve.