Hacía frío hoy en Segovia pero no importaba. En la tumba de San Juan de la Cruz el frío era intenso, como si el santo nos invitara a salir al tomar el sol y pasear la ribera del Eresma, no hacer caso más que de aquello de lo que uno debe, en verdad, preocuparse. ¡Al sol del otoño, junto a las huertas! Fuimos dejando atrás la actualidad más inundada de circunstancia: Berlusconi, la banca, la corrupción de los políticos. Pronto llegó la conversación hacia las cosas importantes, la razón por la que estábamos allí, palabra y paisaje. Al fondo, una colcha blanca cubría con delicadeza la Mujer muerta.