En el Andador de Oaxaca, las paredes lucían algunos carteles revolucionarios, con una calidad e intención a la que no estamos acostumbrados en España, en donde nos limitamos a estropear paredes con mensajes confusos que no se entienden. Traigo este, que hace alusión al maestro rural Lucio Cabañas, que se convirtió en revolucionario o quizá ya naciera así por sus antecedentes familiares. Me llamó la atención el lema: Ser pueblo, hacer pueblo y estar con el pueblo. Me llamó la atención porque por aquí, en España, se estila la proclama de revolución que quiere dirigir al pueblo, no serlo, como abundan los poetas sociales a los que no les gusta lo que hace el pueblo, ni se acercan de verdad a comprenderlo porque no se encuentran de verdad a gusto entre la gente popular. Juegos de salón. Defender al pueblo, pero sin el pueblo, incluso contra el pueblo, qué diferente resulta como lema.
En el Andador de Oaxaca, dos niños vendían sus dibujitos por unos centavos. Habían improvisado una exposición en el suelo de la calle, sujetando las hojas sueltas de cuadernos escolares con unas piedrecitas. Se habían venido en autobús desde Chiapas, los dos solos. El mayor de ellos, de unos nueve años, protegía al menor. No pedían limosna, vendían sus dibujos: soles, montañas, nubes, ríos, gente, llenos de color alegre y vida. Mayca y yo nos arrodillamos y estuvimos hablando un buen rato con ellos, dejando que nos explicaran uno a uno sus trabajos y entresacando sus emociones y esperanzas. El grande quería ser pintor de mayor, el pequeño no sabía, pero asentía muy serio también. Mientras charlábamos, les repartimos unas galletas que habíamos comprado un poco antes, de esas maravillosas galletas artesanas oaxaqueñas. Nos enseñaron sus cuadernos, llenos de más dibujos. Les compramos algunos y nos despedimos. Al día siguiente los buscamos, pero ya no estaban.