Los lectores de la primera edición de Campos de Castilla no leyeron el mismo libro que hoy tenemos en nuestras manos. En 1912 se cerraba con un secreto íntimo: la esperanza de que Leonor, la joven esposa del poeta, mejorara de su enfermedad, pero el poemario consiste en otra cosa, fundamentalmente en la idea filosófica inicial que lo impulsa.
Cuando el libro se publica, de nuevo, en la primera edición de sus Obras completas (1917) el poemario ha cambiado en el sentido en el que dijimos en la entrada anterior del Club de lectura, incorporando los nuevos poemas escritos tras la muerte de Leonor y su destino en Andalucía. Desde 1912 hasta 1917, además de todo lo comentado la semana pasada, había ocurrido otra cosa: Antonio Machado desarrolla algo esencial para la modernidad poética española. De la lectura que Rubén Darío había hecho de los poemas becquerianos, nos había llegado a la poesía española la necesidad de que un poemario tuviera unidad y no consistiera solo en una selección de los mejores poemas escritos en un tiempo determinado. Con las Obras completas de Machado se introduce el crecimiento de la obra en torno a la voz poética del autor con la fuerte exigencia de que tampoco sea solo una recopilación de la obra sino una ajustada visión de la obra propia a la altura de un estado concreto de la evolución poética de esa voz (de ahí que en cada edición de las Obras completas se modifiquen los textos). Por eso, cada libro incorporado a las Obras completas tiene una nueva vida, diferente a su edición suelta.
En 1912 los lectores tuvieron en su mano la relación que el poeta -que se nos presenta ideológica, moral y estéticamente en ese modélico autorretrato inicial para que conozcamos quien nos conduce a través de los versos- sostiene con el paisaje. Venía Machado de una poesía intimista y su estancia en Soria le asoma a un paisaje y unas gentes desconocidas que mira de forma curiosa porque quiere comprenderlos en su raíz más honda, preocupado como estaba por la reflexión filosófica sobre los males de España que habían iniciado los regeneracionistas a finales del siglo XIX de una manera positivista y que el modernismo trasformó en mirada espiritual.
Usa para ello esa mirada propia del modernismo: descubrir las claves esenciales del paisaje en las que hallar lo permanente de un pueblo, sus grandezas y sus miserias. De ahí el valor simbólico del paisaje y el uso de la mitología popular, la relación tradicional con la agriculta o la ganadería o el acercamiento al folklore. Llega a Soria en un momento de decadencia de aquella zona castellana, afectada por la emigración y el abandono de las tierras. Y pone el acento en lo que para él es la clave del problema: entre los castellanos presentes y la Castilla eterna hay una desconexión. Se ha roto el pacto de respeto que deben los habitantes al paisaje y han roto con las tradiciones, dejándose llevar por un espíritu de ruindad, miseria y cainismo. De ahí las imágenes constantes de estos poemas iniciales de Campos de Castilla y de La Tierra de Alvargonzález, el texto más largo del poemario, que resume su planteamiento ideológico inicial.
Machado, además, toma una imagen construida tiempo atrás y que él eleva a la categoría definitiva por la fuerza poderosa de sus versos: el Duero, a su paso por Soria, es el corazón de Castilla y Castilla es el núcleo desde el que se construyera España. Es muy duro al describir esa ruptura de la armonía entre hombre y paisaje en la Castilla soriana. Esta dureza se marca aún más porque la voz poética toma distancia de lo que mira. Todo lo que ve en aquel paisaje es la clave para comprender los males que afectan a la nación.
En La Tierra de Alvargonzález da la solución a lo problemas: es el personaje del indiano que, tras conocer tierras lejanas, vuelve para recuperar el pacto con la tierra y las tradiciones. Es decir, regresar a la esencia espiritual que marca el paisaje sin desconocer lo que existe fuera de la propia tierra.
Noticias de nuestras lecturas
Paco Cuesta nos muestra cómo es caminar de la mano de Machado, con guiño cinematográfico incluido y valiente.
Kety nos regala, en verso, una semblanza completa de Machado que es toda una hermosa forma de comenzar a leerlo.
Ele Bergón se inspira en Machado para pasear los campos castellanos y después cantar a una olma muerta...
Gelu nos lleva por Campos de Castilla, antología de rimas y conclusiones que nos ponen ante el espejo del trato que se le ha dado a don Antonio.
Pancho nos ayuda a situar Campos de Castilla en el contexto vital de Machado y analiza el autorretrato que supone el prólogo en el que el poeta se presenta.
Mª Ángeles Merino escribe una entrada imprescindible dando cuenta de la exposición que conmemora el centenario de la publicación de Campos de Castilla. No os la podéis perder.
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Gelu enlaza Lorenzo Silva con Verónica Lake: aquí está el secreto.
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Pancho avanza hacia el final de Aurora roja y comenta con todo el acierto una las claves estructurales de la novela: el acto anarquista del teatro.
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