viernes, 5 de septiembre de 2025
Un buque fantasma en mitad de la niebla
jueves, 2 de enero de 2025
No hay prisa en un día con niebla.
Después de varios días de niebla, la ciudad tenía textura de recuerdo. Los habitantes salían a la calle y se perdían al doblar las esquinas, en el laberinto imposible de sí mismos. Desde la seguridad del café, los miraba pasar, la mayoría inclinados hacia adelante de una manera extraña, a la manera de los niños que comienzan a andar, como si algo tirara de ellos hacia la avenida, pero siempre estuvieran a punto de caerse al suelo. Señores con sombreros y abrigo de paño, jóvenes con cazadoras de polipiel y cremalleras, una señora elegante y chejoviana con un perro, una familia entera con los hijos tapados las cabezas con verdugos verdes, el aleteo de una mariposa de papel, el aliento de una joven hermosa y tímida que se calentaba las manos. Todos ellos pasaban, los veía a través de los grandes ventanales del establecimiento, uno detrás de otro, a veces arracimados. Venían de la nada y se perdían en la nada. Allá iba también mi vecino del tercero, grande y zafio, gruñendo contra el frío húmedo de la niebla; la novia peluquera que tuve cuando joven; el olor a albahaca; una bandada de aviones desorientados. Miré al camarero, que observaba todo sin asombrarse, apoyadas sus manos en la barra. He visto tantas cosas, exclamó sin quitar los ojos de lo que ocurría en la calle. Ponme otro café, le dije. Este año parece que nada existe ya, no hay prisa.
jueves, 30 de diciembre de 2021
Se impuso la luz
Se levantó extraña la ciudad, como si no existiera, como si todos los habitantes vivieran en un lugar sin geografía ni referencias, sin saber dónde acababa uno y comenzaba el otro, con una confusa ilusión de que todos se fundían en un continuo ser. Se impuso la luz babélica y las calles y las plazas y los polígonos tomaron formas y límites. El mundo se hizo tan preciso, que hería.
A los que pasáis por aquí os deseo un año 2022 lleno de esperanza, salud y paz.
sábado, 11 de septiembre de 2021
Allá donde la ciudad termina
domingo, 30 de mayo de 2021
Brote púrpura de alfalfa
Se han llenado los solares de alfalfa. Llega a la ciudad con el viento o los pájaros. Hay una mata grande junto al álamo, en un terreno que se urbanizó antes de la crisis de 2008 en los límites del polígono. El solar espera que regresen los tiempos de la construcción desaforada. El álamo se alza en una esquina de una calle peatonal trazada desde algún estudio de arquitectura y que ahora no va a ningún sitio y ni siquiera tiene nombre. ¿Se salvó por la casualidad o se tiró la calle a propósito para salvarlo? En el medio del solar, un imponente pino solitario. Este brote púrpura de la alfalfa en mayo ennoblece estas afueras con la humildad de la hierba frente a la soberbia del ser humano.
martes, 5 de junio de 2018
El vértigo de la calle que cae abajo
domingo, 6 de noviembre de 2016
Hoy he estado en la ciudad
viernes, 9 de septiembre de 2016
Una brizna de hierba junto a una puerta oxidada
miércoles, 18 de mayo de 2016
Un leve toque de color
miércoles, 28 de octubre de 2015
Los espacios vacíos de una foto
domingo, 26 de octubre de 2014
Circunvalar tu ciudad para llegar a encontrarte
sábado, 9 de marzo de 2013
Salamanca
viernes, 11 de marzo de 2011
Tránsitos: Entre la gente.
sábado, 29 de enero de 2011
Proyecto agua: Playa fluvial
viernes, 28 de enero de 2011
Proyecto agua: Fuentes monumentales
viernes, 21 de enero de 2011
Proyecto agua: Lluvia fina de invierno
sábado, 8 de enero de 2011
Proyecto agua: Infancia
domingo, 2 de enero de 2011
Proyecto agua: Bajo la ciudad
miércoles, 6 de octubre de 2010
martes, 21 de septiembre de 2010
Decoración y escultura urbana o el amor al bronce de los alcaldes españoles.
La escultura urbana se ha concebido siempre como la expresión colectiva de homenaje a un personaje que simboliza los valores de la comunidad o que ha hecho algo significativo por ella (alguien importante en la localidad en un momento determinado) o a un ideal (por ejemplo, alegorías de la libertad, de la independencia del país, etc.). De hecho, muchas se erigieron por suscripción popular. Algunas no representaban este sentir colectivo y eran impuestas por los gobernantes y toleradas por la gente sólo hasta que cambiaban las circunstancias políticas: en todos los países, en todas las épocas, se han desplazado, destruido o retirado estatuas. Ésta es una de las razones por las que se debe ser muy cauto con las estatuas que erigimos en nuestras ciudades y recurrir a ellas sólo en casos muy determinados.
Hay que indicar que la mayor parte de las miles de estatuas -tienen nivel de plaga- que se han inaugurado con toda pompa y fotografía en el periódico local en nuestras ciudades en los últimos tiempos no tienen ese carácter: de hecho son esculturas urbanas situadas a ras de suelo y muchas tienen dimensiones correspondientes a las proporciones de lo representado en la realidad. Algunas son alegóricas a algo que tradicionalmente sucedía en ese lugar o un arquetipo social de la zona, muchas ni siquiera tienen esa intención y responden a motivaciones dispares.
Suelen encargarse sin concurso previo y su confección está muy alejada de lo que piensa la gente. De hecho, las nuevas técnicas permiten al artista realizarlas con programas de diseño tridimensional que envían el producto directamente a la fundición sin que el escultor haya tomado en sus manos un cincel o modelado una maqueta a escala. El escultor trabaja en el ordenador más como un diseñador gráfico.
Curiosamente, la mayoría de las obras que se han erigido en los últimos años tienen un concepto artístico poco o nada innovador y parecen clones unas de otras. De hecho, hay esculturas que uno no sabe bien en qué ciudad las ha visto porque da igual en qué ciudad se levanten.
Ocupar así el espacio público en pocos años, impide que cada generación piense qué quiere situar en ese espacio: los que vengan en los próximos años no tendrán ya calle en la que poner sus propias estatuas porque todo ha sido invadido en estos tiempos. A no ser que retiren las nuestras para poner las suyas o que las pongan unas junto a otras hasta que no podamos andar por las aceras.
Su escaso valor artístico y su excesivo número convierten este tipo de obras en meros elementos decorativos del espacio que ocupan: son parte del mobiliario, como las farolas, los bancos o las papeleras. Por lo tanto, pueden ser retiradas sin gran pérdida y sin que nadie las eche mucho de menos en la siguiente remodelación urbanística de su entorno. Una decoración un poco cara, desde luego.